domingo, 20 de noviembre de 2011

"¡Esto es historia!"


El título de estas líneas es el mismo de una de las columnas que yo hacía en el programa RH Positivo de Radio Continental, cuando trabajaba allí con Rolando Hanglin.
“¡Esto es historia!”, decía Lanny con voz estentórea. Y yo, medio en serio, medio en broma, contaba algo sobre la historia de la España antigua, media, moderna, contemporánea y aun posmoderna.
La columna salíó de aquel programa, pues. El mismo del que surgió, por obra y gracia de Lanny Hanglin, este humilde amigo y servidor de ustedes, ungido con un apelativo que para él es como un título nobiliario: el Caballero Español.  
Sin más preámbulo, vamos ya a la historia.
Pocos reyes, es decir, ningún rey español fue tan desastroso como Fernando VII, que nos vendió a Napoleón y sus huestes, ocasionando una guerra de independencia que duró seis años. Además, reconquistada ya España a los franceses, derogó la Cortes de Cádiz, instauró el absolutismo, sacó de nuevo a relucir la Inquisición, dejó que se desplomara el Imperio español, provocó sangrientas guerras carlistas por cuestiones dinásticas, dio lugar a la llamada Década Ominosa y mereció el mote de Rey Felón.
Dejándo de lado de momento a monarca tan protervo, aunque creo que ya lo dije yo también  –es “vox populi”-, recordaré que en una de nuestras primeras batallas, la de Bailén, luchó con denuedo a nuestro lado el militar argentino José de San Martín, que habría de distinguirse tanto o más luego en las guerras de independencia de su país.
En España hay una importante institución sanmartiniana y multitud de asociaciones y organizaciones referentes a San Martín que siempre están muy concurridas. San Martín es muy querido en España. Yo creo que en la misma Argentina, por regla general, se considera más a otros próceres que a San Martín.

Volviendo al felón

Volviendo a Fernando VII, pese a tener mala salud y carecer de disposición natural y habilidad para el deporte, la caza, el baile y ciertos juegos  y “divertimentos” cortesanos, presumía al menos de que jugaba muy bien al billar.
No era así, sino que los turiferarios que jugaban con él disponían en la mesa las bolas de billar  de modo que se luciera en cada tacada.
Siempre se pensó que lo que le ponían a su lado eran mujeres. Por eso se decía, cuando se quería indicar que a alguien le dejaban las cosas muy a mano: “¡Cómo se las ponían a Fernando VII!”
En los útimos años de su nefasto reinado le dio por hacer versos, malísimos, desde luego.
El pueblo se lanzó un día a la calle, en protesta por una ley de abastecimiento que les hambreaba, y llegó hasta las puertas del palacio real, protestando airadamente. Los soldados de guardia disolvieron en un periquete la manifestación con los mosquetes con bayoneta calada y el pobre pueblo se quedó con hambre otra vez.
Al día siguiente, Fernando VII, que comía muy poco, pues estaba enfermo del aparato disgestivo, dio a conocer la siguiente cuarteta, dirigida con gran “nonchalance” al público madrileño:

Que se estén a lo previsto,
Y se atengan a la ley.
Y que sólo coman pisto (1),
Como lo como Yo el Rey.

(1) Guiso de verduras con un huevo escalfado.

© José Luis Alvarez Fermosel

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