La máxima aspiración de un filósofo es
formular premisas generales cuya validez sea universal, no importa dónde ni
cuándo.
Schopenhauer, Bergson, Kant, Hegel y otros
pensadores de primerísimo nivel no alcanzaron ese objetivo.
Sus verdades sólo podían se relativas,
dado que eran impugnadas por otros filósofos.
Estamos hablando de filósofos, no de
licenciados, o doctores en Filosofía y Letras, o profesores de filosofía como
el español Fernando Savater, a quien todo el mundo llama filósofo y él mismo
dice: “Philosophe” es por antonomasia zascandil, opina sobre cualquier cosa
sin ser experto en nada, es en resumen un “metomentodo”. Al Filósofo con
mayúscula se le considera un personaje sumamente abstracto, un tipo que no se
mete en nada. Admito que mi talante se aproxima más al de Voltaire que
al de Zubiri”.
Filósofo –¡cuántas veces se ha dicho en
todas partes!- es el creador de un sistema filosófico, o de una corriente de
pensamiento.
José Ortega y Gasset, de quien José Pla
dijo con corrosiva ironía: “¡Ortega, gran orador!”, seguía en su estilo
literario todos los meandros que se le presentaban, como un conferenciante
divagador, hasta que estaba tan lejos del tema inicial que ya daba lo mismo.
Francisco Umbral decía que en el caso de
las divagaciones de Ortega, éste pensaba que lo mejor era dejarlo para otro día.
El otro día orteguiano, como el de tantos otros, no llegó nunca,
pero esto, que tanto se le reprochó, es lo que le hace más moderno, más actual,
más vivo.
- Un sistema, Pepe, un sistema –le decían en la tertulia.
Pero Pepe no tenía tiempo ni ganas de
organizarse un sistema, de invertebrarse, cuando se pasó la vida predicando la
Historia como sistema.
Más cerca de la verdad
absoluta
Más cerca de la verdad absoluta estuvieron
los anónimos prohombres de la cultura china, a quienes se debe el conocimiento
y divulgación de tres grandes desgracias humanas:
Primera: amar y no ser amado. Segunda: querer
dormir y no poder. Tercera: esperar y que no lleguen.
Otros filósofos menos importantes dijeron
cosas como las siguientes: “La democracia es un pequeño y duro núcleo de
anuencia colectiva, rodeado por una rica gama de diferencias individuales; una
gran empresa es una institución que da órdenes terminantes y después impide
cumplirlas; la consigna de todos los ejércitos del mundo es apresurarse y después
esperar”.
El escritor francés Pierre Riffard reveló
que algunos filósofos desplegaron simultáneamente otras actividades, como el
inglés Francis Bacon, que fue conde, diputado, juez, ministro de Justicia y se
le honró con el tratamiento de Sir.
Casi todos los filósofos fueron varones
(99 por ciento) y comunicaron su saber mediante libros (98 por ciento),
mientras estuvieron solteros (70 por ciento). Bastantes fueron huérfanos y
expatriados (54 por ciento).
Un filósofo puede ser feo. El más feo de
todos parece ser que fue Sócrates.
Según Riffard se puede llegar a ser rico
con la filosofía. Séneca era poseedor de una gran fortuna en sestercios al
morir.
Tampoco le fue mal a Northcote Parkinson,
de nacionalidad británica, cuyos libros fueron traducidos a catorce idiomas y
vendidos a carradas. Casi todos sus apuntes se refieren a la burocracia, de la
que dijo, entre otras cosas, que “(…) todo gasto aumenta hasta cubrir el
dinero que le fue asignado; la demora es la forma más letal de la negativa; los
funcionarios se fabrican trabajos entre sí y la eficacia de una conversación
telefónica está en proporción inversa al tiempo que consume”.
Entre los filósofos de segunda fila
destaca el nombre de Bernard Baruch, un financiero de Nueva York que asesoró a
varios gobernadores estadounidenses durante el siglo veinte.
Este Baruch no tuvo nada que ver con el holandés
Baruch Spinoza, cuya filosofía puede considerarse como la quintaesencia del
panteísmo.
Para mí, y para muchos, el verdadero
Filósofo –así, con mayúscula-, el pensador de pensadores, aquel cuyo sistema es
infalible e indeleble, a quien un día se hará justicia, es el español Anastasio
Zamora Barba, quincallero de Valladolid. Es el día de hoy que todavía se repite
por doquier, traducida a todos los idiomas, su sentencia admirable, tan
contundente y lapidaria en su claridad meridiana, resumen perfecto de su
sabiduría:
“Acostarse temprano y madrugar es
altamente higiénico, económico y moral”.
© José Luis Alvarez Fermosel
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