Un cielo de Génesis, de primer día de la Creación.
Volaba yo una vez de Ginebra a Madrid entre nubes
grises, más amables que las de la foto que ilustra estas líneas. Pensaba cuan
cerca y cuan lejos, al mismo tiempo, estaba de ese cielo que parecía
deshilacharse como devanado al desgaire por un dedo de Dios.
Un relámpago trazó un zigzag violeta en el cielo. El
avión se movió. Hay momentos en los que estamos muy cerca de la eternidad. No
nos damos cuenta.
Otras veces pensamos, en nuestra ilimitada soberbia,
que nosotros, el hombre, somos la eternidad, como si no supieramos que no somos
eternos.
Un cielo hermoso, o violento, o abigarrado, o con
nubes levemente grises, lampasadas de gules, como las de aquel cielo lejano de
Ginebra o como las de esta foto, teológicas, eternas… que apenas estarán en un
cielo cambiante poco más que lo que dura un relámpago.
Foto:
De la serie Cielos
© Maite
© José Luis Alvarez Fermosel
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