Ya
llegó febrerico el loco, criticado por meteorólogos, cronistas e incluso por
poetas, aunque no mereció que T. S. Elliot se ocupara de él como se ocupó de
abril, al que calificó de “el mes más cruel”.
Hay
un refrán español que dice: “Febrerillo el loco, con sus días veintiocho, sacó
a su padre al sol y después le apedreó”.
Pero
tranquilos, que no correrá la sangre al río, después de todo. Febrero es un mes
un poco locuelo, pero se pueden contrarrestar su travesuras, que eso es en realidad,
un mes travieso, aliándose con Cupido para que éste le dispare sus flechas,
preparando así el Día de San Valentín, que como se sabe es el Dia de los
Enamorados y se celebra el 14 de este mes de “(…) siete capas y un sombrero”.
Uno
no puede nunca fiarse, empero, de la regularidad con que a febrero se le cante
distribuir sus fenómenos meteorológicos.
Febrero
es irregular. A mayor abundamiento, es también intempestivo y versátil.
De
ahí que durante su breve reinado pueda hacer frío, calor, llover, granizar e
incluso nevar.
Febrero
es mes de carnavales. Tendría que haberme ido a Río, o a Gualeguaychú (Entre
Ríos, Argentina).
El
sol de febrero, que en el sur corresponde al verano, es más clemente que el de
sus antecesores: diciembre y enero. Pero no hay que confiarse y dar de baja a
los elementos de refrigeración.
“Febrerillo
el loco” es una obra de los comediógrafos españoles Serafín y Joaquín Alvarez
Quintero (ilustración), que se estrenó en el teatro Lara de Madrid el 28 de octubre de 1919. Es algo así como una versión teatral de la
historia del hijo pródigo, éste último “aggiornado”.
De
cualquier manera, demos la bienvenida a febrero y pensemos que a lo largo de
sus 28 días nos va a ir muy bien.
Porque
nos lo merecemos.
©
José Luis Alvarez Fermosel
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