En la página 32 de la revista Miradas de Cablevisión, correspondiente a marzo de 2012, se anuncia el próximo reestreno de la Película Casablanca, el clásico de Michael Curtiz filmado en 1942 con Ingrid Bergman (Ilsa Lund) y Humphrey Bogart (Richard Blaine) encabezando un formidable elenco.
Se ofrecerá una versión digital remasterizada que mejorará la imagen y el sonido.
Hasta ahí todo bien. Lo malo es que se dice que Rick, el personaje al que Bogey de vida magistralmente, es un gángster.
Nada tan lejos de la realidad. Rick era, en todo caso, un aventurero, un defensor de causas perdidas, un duro de buen corazón y romántico hasta el extremo de renunciar al amor reecontrado en un acto de sacrificio sublime.
Un gángster es un forajido –contrabandista de alcohol durante la Ley Seca, en Estados Unidos-, un hombre de avería y ametralladora que no tiene el menor empacho en robar y asesinar a mansalva.
Rick –que podría pasar por un héroe de Raymond Chandler- es un hombre ya de vuelta de todo, amargado, con un discurso cínico, como no podía ser de otro modo después de perder, sin saber por qué, al amor de su vida en París, de lo que se entera en una estación de tren bajo la lluvia que cae sin cesar y emborrona los renglones de una carta en la que su amada, con quien iba a escapar del París tomado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial (1939 -1945) le dice que no se irá con él.
Tampoco se dice “…tócala de nuevo” en ningún momento de la película, como viene repitiéndose hasta la saciedad. Ilsa le pide a Sam (Dudley Wilson, el pianista): “Sing it, Sam”: “Cántala, Sam”.
© José Luis Alvarez Fermosel
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