¡Cómo fuimos engañados por… "filósofos” y… "pensadores” durante siglos! ¡Cómo el mito se hizo carne, y habitó entre nosotros!
Filósofos, psicólogos, psicoanalistas, el psicoanálisis, Freud…
El prestigioso pensador y ensayista argentino Juan José Sebreli dice en su libro “El olvido de la razón” que los relativismos de las historias cíclicas, así como los estructuralismos y posestructuralismos, dividen al mundo en círculos culturales cerrados e incomunicables entre sí, sólo comprensibles para un pensamiento fragmentario autodesignado débil”.
Ya hay, por fortuna, muchos desmitificadores. Pero se les hace poco caso.
¡Vaya usted a decir que Freud, nada menos que el Padre del Psicoanálisis, era en realidad un mal médico al que se le murieron varios pacientes con diagnósticos errados; que decretó: “Hay que trabajar con el régimen nacional socialista para mantener el psicoanálisis a flote”; que intentó por todos los medios destruir la correspondencia con su amigo y médico Wilhelm Fliess, que le mostraba como un ser angustiado, errático, ambicioso, codicioso, depresivo, fóbico y cocainómano!
El Libro Negro del Psicoanálisis
La aparición del “Libro Negro del Psicoanálisis” causó un gran impacto en Francia, como no podía ser menos, considerando que se presenta a Freud como un “embustero, charlatán, falsificador, plagiario, misógino, adicto a la cocaína, simulador, autopropagandista, ávido de poder y de dinero: una especie de dictador que engañó al mundo entero con su falsa doctrina.
La revista francesa “Le Point” ofreció un informe especial acerca de Freud que le pone como no quieran dueñas. Su colega “Noticias”, de Buenos Aires, publicó íntegro el informe de Le Point, muy bien traducido por Christian Riavale.
En su libro “Crepúsculo de un ídolo. La ficción freudiana”, de Michel Onfray, se desenmascara totalmente a Freud.
La bisnieta del sombrío neurólogo austríaco, Sophie, autora de “A la sombra de la familia Freud. Como mi madre vivió el siglo XX” afirmaba el 16 de noviembre de 2003 al diario “Toronto Star” que Adolf Hitler y Sigismund Freud fueron dos falsos profetas del siglo XX.
Los dos compartían también la ambición de convencer a los hombres de una verdad única, uno mediante una retórica brillante y el otro por la fuerza bruta. Adorados por sus seguidores, ambos crearon movimientos poderosos.
No faltarán quienes digan que lo antedicho es público y notorio desde hace tiempo. No para muchos, a los que va dirigido este artículo con la esperanza de que les resulte de utilidad para centrarse en lo real y lo verdadero y huir del mito a uña de caballo.
© José Luis Alvarez Fermosel
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