Un psicólogo holandés que gozaba de gran predicamento ha resultado ser un embaucador que engañó miserablemente durante casi dos lustros a colegas, colaboradores, ayudantes, alumnos y medios especializados, convulsionando una disciplina que se considera de capa caída y no se sabe como resistirá ahora este trompicón.
El embaucador, Diederik Stapel, divulgó profusamente investigaciones carentes de toda entidad y validez. La conclusión de una de ellas es que comer mucha carne produce egoísmo. ¡Apañados estarían los argentinos, que son muy generosos, si esto fuera verdad!
No tiene nada de particular que la gente común crea a quienes se dicen expertos, pero lo que llama poderosamente la atención a los observadores es que profesionales serios y revistas del prestigio de la norteamericana Sciencie y la británica Nature no advirtieran durante tanto tiempo las burdas imposturas de este psicólogo, las recogieran y las divulgaran. Debieron impresionar sus muchos títulos y honores.
La psicología, el… “análisis” estuvo furiosamente de moda años ha en Buenos Aires, a la que se colgó el merecido remoquete de Villa Freud. Era de buen tono tumbarse en el diván del psicólogo al menos una vez por semana. Aún es el día en que mucha gente perteneciente a todos los sexos que hay en la actualidad dice, llenándose la boca: “Yo, con treinta años de análisis encima…”.
Muchos psicólogos se hicieron ricos. Les vendrá bien haber invertido inteligentemente su dinero, y poder vivir de él, porque la psicología ya no es lo que era y, lo que es más, va a ser menos a partir de la farsa de Stapel, que según los que verdaderamente saben destruye años de análisis.
Denunciado Stapel ante los tribunales, su esposa Marcelle afirma que su tramposo consorte está enfermo. El ya cantó la palinodia, pero su larga excusa ha sido calificada de “repugnante”.
El fraude podía ser catártico, afirma el divulgador científico holandés Simon Rozendaal, mientras que ya se hace “vox populi” en el ambiente de la psicología que es peligroso llevar la ciencia hasta el extremo de la actualidad y mucho más hacer de ella una boga.
Parece ser que en el Primer Mundo también se cuecen habas.
El diario ABC de Madrid publicó una nota sobre este caso tan “bizarre” que recogió el 4 de noviembre de 2011, ampliándola, la web Periodista Digital.
© José Luis Alvarez Fermosel
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