sábado, 30 de noviembre de 2013

Bodegón de caza

El magnífico bodegón que ilustra, y da lustre a estas líneas se titula Bodegón de caza, hortalizas y frutas. Mide 68 por 89 centímetros. Fue pintado al óleo sobre lienzo en 1602 por el pintor español Juan Sánchez Cotán (Orgaz, Toledo, 1560 – Granada, Andalucía, Sur de España, 1627). Se conserva en el Museo Nacional del Prado de Madrid, España.
Dentro del Barroco, discípulo de Blas de Prado, Sánchez Catán pintó en principio cuadros de temas religiosos y retratos.
De tendencia manierista en la primera etapa de su pintura, le imprimió después ciertos toques naturalistas, bajo la influencia de Jacop Bassano. Fue considerado como el creador del bodegón español.
Los bodegones de Sánchez Cotán destacan por la sobriedad y humildad de las piezas que retrata. Fue un pintor ordenado y apacible.
Aunque en este cuadro hay un par de faisanes, el pintor no los lleva a un definido primer plano. Suaviza sus colores, manejando luces y sombras de tal manera que el cardo, los sencillos vegetales de la base y las frutas se convierten en protagonistas, absorbiendo toda la luz.
Otra de las peculiaridades de este pintor castellano es su afición a colocar geométricamente las piezas de caza y otros elementos.
Tenía predilección por el cardo, que como en el caso del cuadro que comentamos, ocupó un lugar protagónico en muchos de sus bodegones.
Influyó notoriamente sobre otros especialistas de épocas posteriores.
Juan Sánchez Cotán ingresó en 1603 como hermano lego en el monasterio de la Cartuja de El Paular (Madrid). Posteriormente fue trasladado a Granada.   
Pintó su Bodegón de caza, hortalizas y frutas un año antes de ingresar en el monasterio.


© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 26 de noviembre de 2013

Costas, galeones y filibusteros


El pirata inglés Francis Drake descubrió hace cinco siglos el saliente rocoso de la costa atlántica argentina conocido como Cabo Corrientes.  
Los peñascos que emergen del mar allí muestran pintadas amorosas, que no políticas-: Ramón ama a Helena –Helena con h, como la Hélade eterna-; Nidia y Roberto, en el centro de un corazón atravesado por una fecha; siempre te quise, Aurora… y firma Oscar, con melancolía de despedida.
Tonos castaño-rojizos, telúricos, de gruta del cuaternario en la milenaria roca color cáscara de huevo, que van carcomiendo las olas.
Fantasmas de piratas, con Francis Drake a la cabeza, aletean en el hábitat marítimo y romancesco.
Sobresale Cap Lob, batería rocosa que guarda recuerdos de naves con la bandera negra con la calavera y las tibias cruzadas, cañoneos, abordajes y tesoros en arcones de madera con flejes de hierro hundidos en el fondo del mar.
Drake tenía apenas 30 años cuando, en 1575, navegó por el Atlántico y pasó con su nao piratesca frente al actual paralelo 38 de la América India.
Arriscado, depredador y sanguinario, el filibustero a quien la realeza de la prepotente Britania otorgo patente de corso, fue un insaciable saqueador de estas costas.
Desvalijó los galeones españoles que hacían la ruta de las especias, tratando  de llevar a buen puerto los tesoros del Nuevo Mundo.

Mar del Plata

Drake recibió honores y riquezas de Inglaterra y se le tributaron homenajes póstumos, En San Francisco  (Estados Unidos) llevan su nombre una avenida, un gran hotel e incluso un colegio de enseñanza secundaria. En la ciudad alemana de Hornung una estatua perpetúa su memoria. El mar de Hoces, descubierto por el navegante español Francisco de Hoces en 1526, lleva su nombre.
Quizás haya sido Drake, por otra parte, el primer hombre blanco que fijó su mirada en un paraje entonces inhóspito en el que, andando el tiempo, se fundaría una ciudad llamada Mar del Plata.
A unos 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, Mar del Plata es hoy la principal ciudad balnearia del país. En verano se convierte en la capital de la República, o poco menos.
Moderna, proteica, abigarrada y variopinta está teñida de romanticismo. En una de sus playas se suicidó, internándose en el mar, vestida de blanco y descalza, la poetisa argentina Alfonsina Storni.
Drake no era precisamente romántico sino, por lo contrario, muy pragmático. Recorrió estas costas y confeccionó su carta marítima –por lo general las robaba-  tomando como punto de referencia los accidentes geográficos más destacados.

“Cap Lob”

Un día divisó con su catalejo miles de bultos negros que se azacaneaban en un rocoso promontorio. Aproximó su barco y advirtió que los bultos eran lobos marinos. “¡Cap lob!”, gritó en su mal español. Y desde entonces aquello fue “Cap Lob” para él.
El pirata siguió viaje, llegó al Atlántico Sur y se convirtió en el primer inglés que cruzó el estrecho de Magallanes.
En el Pacífico prosiguió asaltando cuanto navio español se le ponía a tiro de cañón.
Al margen de sus principales actividades, que eran el robo, el degollamiento y los incendios de pequeños poblados indefensos, Drake descubrió el accidente costero que bautizó como “Cap Lob”.
Franncis Drake no murió espada en mano en la cubierta de su barco “Golden Hind”, aguardando un abordaje. Terminó sus días, a los 53 años, en Portobelo (Panamá) a causa de una disentería galopante.
Cuando se fundó Mar del Plata, en 1874, “Cap Lob” fue rebautizado como Lobería Chica.
Después el lugar se hizo habitable, incluso turístico, y se le llamó Cabo Corrientes.
Un gran poeta argentino, Julio Huasi, que conoció muy bien esos parajes, se inspiró en ellos para escribir un poema que comienza diciendo: “El maringote hizo motín, tomó su nave y se fue con su brujúla infernal rumbo a los ángeles.

© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 23 de noviembre de 2013

Más y menos


A la mujer de Más, Blas

la visita por de más;

y según propios y ajenos,

para la mujer de Más,

lo de Más es lo de menos.
 

Epigrama de: Carlos Cano

martes, 19 de noviembre de 2013

En torno a la degradación del castellano

Hay una manera de degradar permanentemente la humanidad, y ésta es destruir el lenguaje. (Northrop Frye)

Con el rifirrafe electoral y las subsiguientes declaraciones, un día sí y otro también en los medios –sobre todo los audiovisuales-, salieron a relucir expresiones que bastardean el lenguaje español, mezclándose con las que ya hicieron callo desde hace mucho tiempo y no hay quien las saque, ni con tenazas, de uno de los idiomas más ricos y más hermosos del mundo, como el nuestro, que merece mejor trato.
Así, se oye decir mu por muy, toos por todos, pueo por puedo, ta bueno por está bien, d‘acuerdo por de acuerdo, cónyugue por cóyuge
Ya no hay modo ni manera de convencer a nadie de que confrontar no es sinónimo de enfrentar, sino de comprobar, verificar, cotejar...
En lo que se refiere a los significados, y por poner un solo ejemplo, de la política ha salido el término contrucción –sin la s intermedia- como proyecto, logro o partido.
Siguen vigentes los latiguillos de siempre, como éste, no cierto, digamos, vuelvo a repetir, o vuelvo a reiterar –alguien dijo el otro día: ¡Vuelvo a repetir otra vez!-, ¡a ver…!, como que
María Elena Walsh decía en su excelente libro Diario brujo: La indigencia de lenguaje es resultado del desbarajuste educativo, es síntoma de profundas iniquidades, de un despojo cuyo solo enunciado vale más que mil estadísticas. Tratar a fondo sus causas rebasa ya las ciencias sociales e incumbe a la patología.
A continuación recordaba que los pobres y la gente de humilde extracción en general suelen ser modelos de corrección, saben muy bien lo que quieren decir, lo dicen bien y todo el mundo los entiende.
María Elena Walsh concluía atribuyendo el desmadre lingüístico a gente educada, de clases media y alta que discursea sin sospechar hasta donde es un predador de la sociedad civilizada. Y aquí chocamos una vez más con la pedantería, la afectación, la ampulosidad, la vacuidad y la suficiencia del esnob, personaje característico si los hay de estos locos tiempos. ¡Qué loco, ché!
El mu, el toos y… “ainda mais” se han puesto de moda. Y ya se sabe lo importante que es hoy en día seguir la moda a rajatabla, la que sea.  
 
© José Luis Alvarez Fermosel

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Camino de brasas



Y así, empieza uno a caminar por la alfombra de hojas secas de otoño, entre escarlata y púrpura, que se asemejan a esas brasas que quedan después del fuego, casi siempre tan difíciles de apagar…
Y uno no sabe donde puede ir a parar. El camino rojo va estrechándose. Los árboles forman un gran arco, a fin de que uno pueda sentir la sensación de que va bajo palio, como un alto dignatario de la Iglesia o un emperador romano que regresara invicto de una prolongada campaña extra muros de la Ciudad Eterna.
El paisaje es bellísimo, pero tiene algo de inquietante por su soledad, su falta de vida y quizás más por ese estrechamiento que se ve al fondo y se cierra en torno a lo que parece un sol deslumbrante. ¿Podría ser un callejón sin salida iluminado y florido?
En todo caso, de adentrarse uno por el terriblemente hermoso paraje, habría de hacerse de día, bajo el sol, disfrutando a pleno de todos los matices de un rojo supremo que la noche disolverá con su hálito azul.
Sólo le falta a esta eclosión de belleza un suspiro, una señal de vida: un pájaro, una ardilla, un zorro. Entonces se trocaría en algo vivo lo que parece un cuadro pintado por un maestro del Renacimiento.
Un paisaje encantado pasaría a ser un paisaje encantador.

© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 11 de noviembre de 2013

La palabra difícil



Jitanjáfora es un término utilizado por el escritor y diplomático mexicano Alfonso  Reyes, que fue embajador en Argentina, Brasil, España y Francia.
Reyes quiso designar con esta palabra los efectos onomatopéyicos y fonéticos de expresiones de la poesía afro antillana que reproducen el ritmo de la música y la danza negras.
La palabra jitanjáfora está tomada, en este caso, de un artículo que el poeta y diplomático cubano Mariano Brull publicó en 1929. Brull fue uno de los más eximios cultores de la poesía nueva.
Jitanjáfora, según otra definición, es un enunciado lingüístico formado por palabras inventadas sin un significado concreto por sí mismas.
Su función poética se basa en sus valores fonéticos, que pueden tener un sentido en relación con el texto en su conjunto.
La poesía popular incluyó siempre en sus composiciones este vocablo, utilizado por algunos escritores del Siglo de Oro español, Lope de Vega entre ellos.
El abogado, político y escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias (Premio Nobel de literatura  1967) la usó mucho en sus textos.
También figura en las obras de la poetisa argentina Alejandra Pizarnik, salpicando su obra La bucanera de Pernambuco, que además de su indiscutible valor literario tiene un título muy eufónico, ya que estamos hablando de sonidos.

© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 7 de noviembre de 2013

¡Cuidado!



Una nueva adicción, tan mefítica como tantas otras, nos acecha desde la compleja aparatología que incluye los dispositivos móviles y conduce a las redes sociales, en el contexto de la tecnología de punta de las comunicaciones.
Si los usuarios de los “gadgets”, sistemas y redes sociales tan en boga no los usan con sentido común y con mesura pueden ocasionarse a sí mismos graves daños, incluidos desórdenes de conducta, alteraciones de la personalidad y un estrés nocivo por de más. El texto que sigue y que trata de este tema de gran actualidad e interés es imperdible.  

© J. L. A. F.

Nota relacionada:

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Réquiem de urgencia por un hombre bueno

Murió el actor Juan Carlos Calabró en Buenos Aires, a los 79 años. Recientemente se le había premiado con un Martín Fierro.
Solía verle en los viejos tiempos de la cantina “Il Vero Fechoría”, del gallego Pepe Alberte, adonde íbamos todos. Siempre le acompañaba Coca, su mujer.
Seguí con interés su brillante carrera, que supo conciliar perfectamente con su vida familiar.
Era muy buen actor, muy dúctil, muy completo y un excelente caricato. Una de sus mejores creaciones fue “El Contra”, personaje por el cual seguía recordándosele hasta el día de hoy.
Era un hombre serio, en toda la extensión de la palabra y en la mejor de sus acepciones, lo cual no quiere decir que no tuviera gracia, que no se riera.
Era también un hombre bueno, a quien todo el mundo respetaba y quería en un ambiente como el artístico plagado de resentimientos, envidias y traiciones.
El estuvo por encima de todo y cosechó tantos aplausos y premios como amigos, como le pasa  a todo buen artista que es a la vez una bella persona.
Se nos está yendo gente de primera, muy valiosa, gente de otra época, cuyo lugar no es ocupado por nadie, hoy en día.
Entonamos este réquiem de urgencia por Juan Carlos Calabró con tristeza. Aunque no frecuenté su trato, le sentí amigo, con ese sentimiento que inspiran los actores cuando te hacen pasar buenos ratos desde el teatro, el cine y la televisión y además sabes que son impecables en su vida privada.
Siempre le admiramos, como artista y como ser humano.
Nos queda su recuerdo y su ejemplo, que todo artista debería seguir.
Un detalle: nunca dijo una mala palabra ni cometió una grosería en escena, como es práctica común ahora, en el medio siglo que duró una carrera constelada de éxitos que no se le subieron a la cabeza, como también es de rigor.


© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 5 de noviembre de 2013

El viejecito de la flauta

Hace mucho tiempo que no le veo en ninguna esquina de la gran urbe febríl, lo cual me preocupa, porque ya era muy viejecito cuando yo me topaba con él cada dos por tres y quizás -¡Dios no lo quiera!- haya muerto.
Por superstición, o por lo que sea, voy a escribir en presente, como si le hubiera visto ayer.
Es un hombre de mucha edad, aunque quizás no tenga tanta como la que representa. Tiene muy poco pelo y una luenga barba blanca que le llega a la mitad del pecho. Una barba de Rey Mago, de noble caballero de corte medieval o del personaje Rip van Winkle de Washington Irving, tal como lo pintó John Quidor.
Lleva siempre la misma ropa, que se ve limpia y cuidada: una chaqueta color castaño claro, una camisa blanca con el cuello desabrochado, un pantalón gris y unos viejos zapatos blancos.
Está sentado en un banquito de madera y tiene frente así un recorte de alfombra que se adivina que en otros tiempos fue gris.
Tañe una flauta. Siempre que le veo está tocando su flauta, que emite una música mínima y dulce que parece sostenerse en el aire, y tiene algo de balsámico y acariciador, como si su intérprete quisiera transmitir un mensaje de armonía, de paz, de reconciliación; nada más opuesto al consabido percutir de los bombos de las manifestaciones callejeras.
Siempre dejo en su alfombrilla algún dinero. El me echa una mirada cómplice y algo picarona y baja la cabeza, en una reverencia digna de un embajador en el momento de presentar sus cartas credenciales a un jefe de Estado.

Venerable artista callejero

Hay que quedarse unos minutos al lado del venerable artista callejero, que a mí me hace recordar al Vitalis de la novela Sin familia, de Hector Malot. Una indefinible pero muy grata sensación de sosiego, de placidez nos invade.
Uno sigue después su camino confortado, de buen humor y tiene voluntad de pensar que el mundo, al fin y al cabo, no es tan malo como parece, o al menos hay en él más gente que valga la pena, en todos los sentidos, de lo que uno cree.
Solía hablar de él en la radio. Si pasaba algún tiempo sin verlo, como ahora, y por tanto no lo citaba, Florencia Ibáñez, la locutora, me preguntaba con su voz de azúcar, canela y clavo: ¿Hace mucho que no ves al viejecito de la flauta?
Pocas veces he visto a alguien que toque un instrumento, baile el tango o haga juegos malabares en la calle tan digno, con una expresión tan marcada de bondad, que infunda tanto respeto y ofrezca una música serena, alegre y al mismo tiempo un poco melancólica, un tanto enigmática que tiene el poder de hacernos evocar pasados tiempos felices y ver el presente sin gafas destempladas.
¿Quién será, o quién fue? ¿De qué habrá trabajado? ¿Habrá tenido familia, mujer, hijos?  ¿Será argentino, o habrá venido de otro país y se habrá radicado aquí, como tantos de nosotros?
Mientras me dispongo a terminar este apunte, viene a casa mi hija María Soledad, que vive en Madrid pero está pasando una temporada en Buenos Aires, y me dice que ha visto al viejecito de la flauta en la Avenida de Mayo, cerca del palacio Barolo: un lugar lleno de misteriors y leyendas, qué casualidad…
El caso es que viejecito de la flauta vive. ¡Qué buena noticia!


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 3 de noviembre de 2013

¿Y quién no?