viernes, 30 de septiembre de 2011

Troteras y danzaderas


Troteras y danzaderas constelan desde hace tiempo ambas aceras de la calle de la Montera de Madrid, que va desde la Puerta del Sol, en pleno centro, hasta la Red de San Luis, en la Gran Vía.
Vendedoras de amor de todas las nacionalidades, colores, tallas, edades y tarifas montan una perenne centinela apenas animada de día por un guiño, un gesto o unas pocas palabras en voz baja, con harta frecuencia de un idioma báltico de ásperas consonantes y también de un cálido americano del sur. Ojo, que también las hay de Lugo o de Cartagena, y que nadie se ofenda. La venta de amor es tan antigua como el mundo y no tiene fronteras.
El asunto, en la calle de la Montera de Madrid, como en muchas calles y lugares del mundo es cuestión de pararse, ver, escoger… y pagar, naturalmente, lo cual, constituye la lógica retribución por el servicio prestado.
Alguna de la gente que pasa en horas de la mañana o de la tarde, muy poca, la verdad, y toda perteneciente al sexo masculino, echa un vistazo con cierta indulgencia y sigue su camino.
Pero el “comercio carnal” nocturno, que diría un cronista de revista sicalíptica del siglo XIX, con su secuela de voces airadas, discusiones, exigencias, regateos, rendiciones de cuentas y la sirena de algún coche patrulla de la policía, de cuando en cuando, incomoda e irrita a los vecinos, que han hecho y siguen haciendo, hasta hora sin ningún resultado, todo lo posible por despejar las veredas de la calle en que viven.

Los versos del Arcipreste

A las troteras y danzaderas se refiere el Arcipreste de Hita en aquel verso: “Después fise muchas cántigas de dança é troteras…” Y de ahí tomó el asturiano Ramón Pérez de Ayala el título de su novela “Troteras y danzaderas”.
El también escritor y periodista español –de Murcia- Pedro Massa, que fue muchos años corresponsal del diario ABC de Madrid en Buenos Aires, descubrió que por las 400 páginas de la obra de Pérez de Ayala desfila una serie de ilustres literatos y pensadores españoles de comienzos y mediados del siglo pasado.
Entre ellos, el mítico José Ortega y Gasset –de entonces 29 años-, enmascarado bajo el nombre de “Antón Tejero”. Su circunstancial biógrafo dice: “Aunque sus obras completas apenas si llegan a dos docenas de artículos, bagaje tan flojo le ha valido la admiración de muchos, la envidia de no pocos y el respeto de todos. De talento retórico nada común, propende a formular sus pensamientos en términos paradójicos y epigramáticos, por lo cual se le ha acusado en ocasiones de oscuro”.
Ortega escribió de Pérez de Ayala en el diario “El Imparcial” de Madrid, en 1910: “Representa, entre los nuevos escritores, la tradición castiza del estro fecundo, que suele faltarnos a los demás. Tal vez los pequeños defectos de su estilo provengan de una vena demasiado exuberante, a la que no ha logrado poner cauce y continencia”.

Un notorio antecedente

En cuanto a la calle de la Montera, hay al menos un antecedente notorio en materia de…trotes y danzas.
Durante el reinado de Felipe III –que se extendió de 1598 a 1621- una bella trotera, viuda del montero mayor del reino, desencadenaba noche tras noche tumultos tan escandalosos y tan frecuentes escaramuzas de galanes, que se disputaban sus favores espada en mano, que hubo de recurrirse al Tribunal de Fe y salieron a relucir las cruces y pendones de la Inquisición y amenazas, a son de clarín, de anatemas, juicios y castigos contra quien ofreciera “espectáculos heréticos y diera lugar a muertes violentas”.
Para no morir tostada en las piras de romero del Santo Oficio, la jarifa desapareció más rápidamente que canta un gallo, pero su recuerdo y su nombre quedaron. Y, como era la viuda del montero, y a ella le llamaban la “Montera”, pues esa vía cobró a partir de entonces el nombre de calle de la Montera.
Pedro Massa, que fue en sus últimos años decano de los corresponsales extranjeros en Argentina –lo poco extranjero que es aquí un español-, recuerda este episodio, entre otros igualmente poco conocidos, y a varias personalidades conocidísimas de los mundos de la literatura, la música, la pintura, la danza y otras artes y oficios en su libro “Españoles”, que tuvo la gentileza de dedicarme, conservo en un lugar destacado de mi biblioteca y releo con mucha frecuencia.

Ilustración:
Cuadro de Jorge Rando

© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 29 de septiembre de 2011

La gimnasia y la magnesia

“No hay que confundir la gimnasia con la magnesia”, nos decía en nuestro lejano bachillerato un entrañable profesor al que apodábamos cariñosamente “Chapete”, que era el personaje malo de un cuento infantil.
Nuestro “Chapete” en realidad se llamaba José, como todo el mundo, era un excelente profesor y, lo que es más y mejor, una bellísima persona.
Me acordé de él, hace unos días, en el Café Tortoni de Buenos Aires, cuando un señor confundió en una conferencia al Kaiser, el emperador Guillermo II de Alemania, con el emperador de Austria-Hungría Francisco José I (ilustración).
Guillermo II (1859-1941) nació en Berlín. Fue nieto del emperador Guillermo I. Se educó en la Universidad de Bonn. Nieto del emperador Guillermo I, ascendió al trono de Prusia y al Imperio Alemán en 1888.
Logró destituir a Bismarck, el Canciller de Hierro, en 1890.
Trató de mejorar las relaciones con Turquía e introdujo algunas medidas de tipo social en Alemania, a la cual convirtió en estado industrial.
Protegió a los sudafricanos en su política. Tuvo alguna participación en el levantamiento de los boxers en China y se inmiscuyó en numerosos asuntos de la política europea, fiel a la costumbre germana.
Al lado del imperio austro-húngaro fue a la guerra en 1914, al frente de las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria). Las cosas fueron bien al principio. Al cambiar el viento, los políticos –muy en su papel, también- le obligaron a abdicar y tuvo que asilarse en Holanda. Cuando la fortuna le sonreía le llamaban Kaiser, que en alemán quiere decir emperador. Cuando le dio la espalda le dijeron cosas irreproducibles. Siempre pasa igual.   
  
El monarca más desdichado del mundo

Francisco José I de Austria (1848-1916) fue uno de los más desdichados monarcas de la historia. Su reinado de 68 años se vio comprometido por luchas con Prusia, Turquía, Rusia y la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Su esposa, Elisabetta Von Wittelbasch -la Sissi que encarnó en varias películas de los años 50 la actriz austríaca, nacionalizada francesa, Romy Schneider-, fue asesinada a los 60 años en Ginebra de una puñalada que le asestó el anarquista italiano Luigi Lucheni con un lima de carpintero. El único hijo de Francisco José, el príncipe Rodolfo, mató a su amante de un tiro de revólver y se suicidó acto seguido del mismo modo en su pabellón de caza de Mayerling. Maximiliano, hermano de Francisco José, nombrado emperador de México, murió en Querétaro fusilado por el indio Juárez. Su mujer, Carlota Amalia de Bélgica, hija del rey Leopoldo II de Bélgica se volvió loca en Roma a los 27 años. Murió a los 87 cerca de Bruselas. Benito Juárez fue un hombre inquieto y polivalente que pasó del seminario a la judicatura, de ésta a la masonería, de ahí a la revolución y de ésta a la presidencia de México en elecciones fraguadas por la Iglesia Católica. Curiosamente fue llamado El Benemérito de las Américas. El sobrino de Francisco José, Luis II de Baviera fue arrebatado por la locura. La cuñada del emperador, la duquesa de Alençon murió en el incendio del Bazar de Caridad. Otro sobrino de Francisco José, el archiduque Francisco Fernando, fue asesinado a tiros de pistola junto con su esposa Sofía por Gavrilo Princip en Sarajevo, el 28 de junio de 1914.
El magnicidió adelantó la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que causó nueve millones de muertos.

© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 27 de septiembre de 2011

Galantería hispánica

- Es curioso -comentó Isabel, rompiendo un largo silencio, y después de haber abarcado con la mirada el maravilloso paisaje.
- ¿Qué es lo curioso? -preguntó César.
- Que los españoles, al conquistar América, eligieran los lugares más hermosos... Parece como si sólo les atrajera la belleza.
- Mis antepasados han sido todos un poco poetas, además de guerreros y religiosos. Somos una raza mal comprendida por los hombres anglosajones.
- ¿Sólo los hombres? -preguntó, maliciosamente, Isabel Perkins.
- Sólo -sonrió César-. Las mujeres parecen comprendernos mejor. Ellas saben ver nuestras cualidades.                       
- He oído a muchos hombres discutir de la fama de caballerosidad de los hispanoamericanos. ¿Qué opina usted?         
- Una mujer puede hallar en cualquier hombre que no lleve sangre española en las venas mucha más cortesía de la que encontrará entre nosotros. La caballerosidad no quiere decir educación. Se puede aprender cortesía y educación o urbanidad, si quiere emplear el nombre infantil; pero, en cambio, no se puede aprender el arte de conseguir que la mujer se sienta reina del hombre que la adora. Esa cualidad la reservamos para nosotros. No la enseñamos.

© José Mallorquí

De “El exterminio de la banda de la Calavera”.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Bernard Pivot ganó importante premio en España

El prolífico autor, crítico literario y cronista de actualidad francés Bernard Pivot, creador del famoso programa de televisión “Apostrophes”, ha ganado el Premio Antonio de Sancha 2011 de la Asociación de Editores de Madrid, que se le otorga “por su excepcional trayectoria como divulgador de la cultura y la lectura”.
En los fundamentos del premio se destaca que el acierto del programa se debe a “una inteligente combinación de rigor, talento divulgativo, amenidad y singularidad y popularidad de los autores entrevistados y los temas tratados”  
El premio se entregará el próximo 10 de noviembre en la Embajada de Francia en Madrid.
La audiencia de “Apostrophes”, que trascendió las fronteras de Francia, dando lugar a una serie de réplicas en diversos países de Europa, y también en Estados Unidos, se aproximó a los cuatro millones de espectadores, cifra sin parangón tratándose de un programa sobre libros.
Pivot, de 75 años, miembro de la Académie Goncourt, trabajó como periodista especializado en Arte y Cultura en “Le Figaro” y en el “Figaro litteraire” y fue cofundador de la revista “Lire”.
Entre quienes obtuvieron con anterioridad este galardón figuran el político y jurista español Gregorio Peces-Barba, el ex presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti y el ex director general de la UNESCO Federico Mayor Zaragoza.
Antonio de Sancha (1720–1790) fue un impresor y editor español que publicó numerosas obras de gran calidad, entre ellas “Las cartas de Plinio” y “El Quijote”. Trabajó para la Real Compañía de Impresores y Libreros, para la que imprimió las Instrucciones de Berardes.
La Asociación de Editores de Madrid tiene más de 30 años de historia y cuenta con 313 editoriales agremiadas, cuya facturación representa más del 40 por ciento del total de la industria editorial española.

© José Luis Alvarez Fermosel 

Nota relacionada:

sábado, 24 de septiembre de 2011

¡A ver ahora cómo arreglamos ésto...!

viernes, 23 de septiembre de 2011

Café Central

Me dicen que el Café Central de Madrid, la catedral del jazz, sigue abierto ahí, en la Plaza del Angel, llena de demonios.
Café de jazz, nuevo tango, fado… Teté Montoliú, Martirio, Marimar Bonet… Marimar Bonet no tuvo nunca nada que ver con Bonet de San Pedro y sus Siete de Palma, que cantaban por el Mediterráneo. María del Mar – Marimar es hija de un escritor que también pinta. Ese escritor no es Juan Benet.
Me llegó una especie de placa recordatoria, por eso me inquieté, al principio.  Me dije: ¡Zas, también cerraron el Central!
El nombre del Café Central está escrito en esa chapa arriba, en letras amarillas que se leen al revés. No sé por qué escribo esto, si se ve muy bien en la ilustración. Es lo primero que se ve    
Recuerdo ese café, percutido de “blues”. Han compuesto una síntesis en rojo, amarillo y blanco y negro.
Suelo ajedrezado, una silla daliniana, un garabato que es algo así como la fusión cubista de una nota musical y un churro verbenero. Muy propio.
La pelota de goma roja y sobre ella la cruz turquesa, encima de un ejemplar del diario El País, en la mesa pálida a la que parece que no terminaron de pintar.
Al fondo está –yo lo veo; si ustedes no, perdonen- el hotel Reina Victoria (1), muy cerca, casi podríamos decir que dentro de la Plaza de Santa Ana: barrio de Letras  y cervecerías, alguna de ellas alemana.
Los viejos cafés madrileños –los pocos que quedan-, con sus grandes espejos poblados de fantasmas, sus veladores de mármol, sus divanes de peluche color vino de Burdeos, su mostrador con el vermú a espita abierta y las aceitunas verdes rellenas de anchoas, y el vino fino de Jerez y los boquerones en vinagre –que le curaron una herida a Luis Trabazo en la lengua-, y el cafelito cortao y sus grandes ventanales a la calle, donde barbota la vida.
El Café Central, cerca del Ateneo, trepidaba de tambores. Como aquella noche El Trocadero.
- Oye, ¿dónde estás?
- ¡Aquí estoy, revolviendo el caldero!
Todavía no han cerrado el Café Central. ¡Qué alivio, oigan!

1) Se le dio ese nombre al hotel en honor de la reina Victoria Eugenia de Battenberg (1887 – 1960), nacida en Escocia, nieta de la reina Victoria de Inglaterra. Se casó en 1906 con el rey Alfonso XIII de España. Al proclamarse la República (1931) se fue del país con su familia y se radicó en Italia y Suiza.

© José Luis Alvarez Fermosel

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Primavera


Para celebrar la llegada de la primavera al hemisferio sur hablando de flores y versos, me ha parecido oportuno postear este poema que Juan Ramón Jiménez dedicó a su mujer, Zenobia Camprubí Aymar, quien vivió por y para el autor del delicioso “Platero y yo”. Esta es una poesía muy poco conocida, que se publicó por primera vez, hace muchos años, en el diario ABC de Madrid.

© Por la transcripción: J. L. A. F.

La flor tú

Toma esta flor, la flor
de la sombra del torreón.
¡Qué tranquilo es su olor!

Estaba allí, allí
al pie del hormigón carmín,
en la yerba turquí.

¡Mira qué azul, qué azul
es, plateada y azul, de luz
segura (igual que tú)!

Te la cojí, cojí
pensando en ti, en tu vivir
a la sombra de mí.

Ten esta flor, la flor
del costado del torreón.
¡Qué feliz es su olor!

© Juan Ramón Jiménez

lunes, 19 de septiembre de 2011

Hoy hubiera cumplido 89 años Zatopek

Hoy hubiera cumplido 89 años el extraordinario corredor de fondo y campeón olímpico checo Emil Zátopek, al que se llamó en los años cincuenta del siglo pasado la “Locomotora Humana”, protagonista de un libro de reciente aparición del escritor francés Jean Echenoz, titulado Correr.
Zátopek, corredor de maratón (40 kilómetros), plusmarquista, ganó una medalla de oro en las Olimpíadas de Londres en la categoría de 10000 metros en 1948, otra de plata en los 5000 y tres más de oro en Helsinki en 1952, en 5000, 10000 metros y maratón.
Fue uno de los primeros deportistas de fama mundial que entrevisté, en 1967, cuando empezaba mi carrera de periodista.
Le encontré en el aeropuerto internacional de Barajas de Madrid con su mujer, Dana. Venían de las Olimpíadas de México y en su regreso a Praga, vía Zurich, hicieron una escala en Madrid.
Hablamos en francés, porque yo no dominaba todavía el inglés tanto como para mantener una conversación prolongada. Además de su lengua natal, Zátopek hablaba fluidamente húngaro y francés.
Era entonces un hombre de 45 años, de estatura apenas superior a la mediana,  calvo, delgado pero fuerte, de ojos azules. No se separó ni un momento de su mujer, que era también una destacada atleta, lanzadora de jabalina, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 y de plata en Roma, ocho años más tarde.
Repaso mi entrevista, publicada en el diario SP de Madrid. Los europeos no habíamos quedado muy bien en las Olimpíadas de México. Zátopek señaló que a veces las cosas no se dan “sur la marche” tan bien como uno quisiera.
Zátopek, coronel del ejército de la Checoslovaquia soviética, alejado ya de las pistas, se dedicaba a promover actividades deportivas entre los jóvenes que nutrían las filas de la
milicia checa.

Perjudicado por la política

Un año después de entrevistarle, en 1968, Zátopek apoyó al presidente Alexander Dubcek, introductor de reformas políticas favorables al pueblo checoslovaco en la llamada primavera de Praga (1). Fue expulsado del Partido Comunista y degradado. Sufrió todo tipo de calamidades e incluso tuvo que trabajar una temporada como barrendero para ganarse la vida. Forzado a retractarse en público en 1975, el régimen comunista le rehabilitó parcialmente.   
Amante de la paz, hombre de carácter firme pero amable, humilde, Zátopek dijo ser  ordenado, consecuente y afecto a la disciplina. Su mujer confesó que admiraba su fuerza de voluntad y su tesón.
Sigo repasando las hojas impresas de mi entrevista, ya un poco amarillentas por los efectos del tiempo, que no perdona nada, ni a nadie. Y a la vez voy recordando.
Zátopek admiraba a Ron Clarke, un corredor australiano especialista en pruebas de fondo y semifondo, medalla de bronce en Tokio, en 1964.
El maratonista checo iba vestido con un suéter azul, abierto sobre una camisa del mismo tono, un poco más clara; corbata a rayas anchas, azules y grises y pantalón color tiza; calzaba zapatos negros, muy usados pero relucientes.
Su mujer, también retirada, había ganado unos kilos al dejar de entrenarse, pero le sentaban muy bien. Tenía el pelo oscuro y una mirada dulce en los ojos claros –nunca me olvidaré- que mantuvo clavados en su marido durante toda la entrevista.
Al atleta le gustaba la vida de hogar. Reveló que leía bastante y veía  televisión. El matrimonio, que no tenía hijos, se reunía con amigos los fines de semana. Paseaban mucho juntos. Los dos nadaban y esquiaban regularmente.
En aquella época llevaban casados veinte años. Habían celebrado su vigésimo aniversario en México, durante las Olimpíadas.

Una fuerza de la naturaleza

El gran Zátopek, como también se le llamaba, era una fuerza de la naturaleza. Decían que su corazón latía más lentamente que el de los demás seres humanos. Tenía un estilo heterodoxo, corría desmadejado, se tambaleaba. Parecía que se iba a caer de un momento a otro, pero llegaba siempre el primero a la meta.
Disputó 334 carreras, de las que ganó 261. Estableció 18 plusmarcas mundiales en distintas categorías. Fue una de las luminarias más brillantes del deporte del siglo veinte.
Se retiró en 1958, a los 36 años, después de ganar el Cross Internacional de San Sebastián en el hipódromo de Lasarte (Guipúzcoa).
Copio el final de mi entrevista:
- Señor Zátopek, la juventud…
- Se va para no volver, como dijo el poeta.

(1) La primavera de Praga empezó el cinco de enero de 1968 con una revuelta estudiantil. Accedió al poder Alexander Dubcek. Inmediatamente tomó una serie de medidas que favorecían a los sectores más pobres de la sociedad y  ampliaban sus libertades y derechos. El 20 de agosto, los tanques rusos entraban en Praga y marcaban el principio del fin del sueño libertario checoslovaco, mostrando un comunismo violento e intransigente que no se había manifestado hasta entonces.

Foto:
© Luis Millán (EFE)

© José Luis Alvarez Fermosel

La risa es buena

Lo dice la BBC, citando a científicos: lo mejor contra el dolor es la risa.
Un artículo explica este aserto, añadiendo que la risa, la risa franca, la carcajada libera endorfinas –cosa que ya sabíamos- y eso predispone a que la gente se lleve bien y se forjen amistades.
Hay que reirse, entonces. Hay que reirse más de lo que nos reimos, que es muy poco.
Casi siempre nos limitamos a sonreir de través, de cuando en cuando, dibujando en nuestra faz una sonrisa que tiene más de irónica que de alegre, o de simpática.
Claro que no está el mundo, ni la gente que lo puebla para reirse mucho. Lo que más se hace es llorar, por desgracia.
Los escritores, los humoristas profesionales, los actores de teatro, los contadores de chistes, todos los que viven de hacer gracia podrían cambiar su guisa, que es reirse del prójimo, de sus defectos físicos, de su forma de hablar, de la ropa que usa, por un humor fresco, natural, intenso, original, eficaz, que hiciera reir, y si fuera posible a carcajadas y así mejorara y mitigara el dolor –el físico y el espiritual-.
Reirse es bueno. Lean ustedes, por favor, la nota de BBC Mundo.

© J. L. A. F.

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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Arresto inminente

El detective ya está a punto de detener al forajido, o a los forajidos, con lo cual el caso se resolverá. Una vez que se termine con el odioso papeleo –que los detectives yanquis llaman “red tape”-, el caso pasará a considerarse cerrado y se archivará. Y a otra cosa -otro caso- mariposa.
(¡Qué magnífica la estampa del dibujante, historietista e ilustrador español Miguel Bernet que enjoya este apunte!)
El detective en primer plano, guaperas, con el bigote recortado a la moda de la época, en ropas de civil que incluyen un sombrero, la mirada clara y dura, el pitillo en la boca…
Con la mano que tiene metida en el bolsillo del gabán aferra, con toda probabilidad, un revólver Colt modelo cobra o un Smith & Wesson, cualquiera de los dos de reducido tamaño, cañón corto y calibre 38 largo (1).
Entre paréntesis, ¿por qué les ponían nombres de reptiles a cierto tipo de revólveres Colt, como cobra, y más tarde pitón, animales maléficos y rastreros, cuando Colt significa en inglés algo tan noble y tan tierno como potrillo?
Volvamos a la escena policial, captada en uno de los cinco “borroughs” de Nueva York: el Bronx, o tal vez Harlem, ¿por qué no Queens?.
Los años cuarenta, no cabe duda. Se nota por el modelo del coche  estacionado relativamente cerca del policía del sombrero y el cigarrillo, por si su   compañero, o “partner” -como se dice en las series policiales de la televisión- silueteado en negro entre dos postes-, tuviera que echarle una mano de pronto, si las cosas vinieran mal dadas.

Un número arriba

Un número arriba, a la derecha, el 30, que debe señalar una demarcación.
El paisaje yerto y desolador del mísero arrabal… Cubos de basura volcados, fragmentos de sabe Dios qué cosas rotas.
Dentro, en el bar de mala muerte, o abajo, en el “basement”, el malhechor, o los malhechores.
No parece tratarse de algo muy serio. De lo contrario se verían más autos y más efectivos, y armas largas. Un par de “cops”, o “polis” en argot español -uno en vanguardia y otro en retaguardia- no amerita el despliegue que requiere un “major case”.   
El dibujo de Bernet tiene más fuerza y más expresividad que una fotografía. No siempre ocurre.
De cualquier manera, si el caso no está cerrado del todo, lo que sí se percibe como seguro es que los guripas (2) se van a llevar a los malandras en la tocinera (3), que diría Vázquez Montalbán.

(1) Algunos de esos revólveres -que en los años 40 y posteriores tenían la baqueta al aire-, eran, o son, porque todavía están vigentes, de cañón corto. Los del 38 largo cargan balas de plomo más largas que los del 38 corto. Todos tienen capacidad para seis proyectiles- menos los del 22, que llevan ocho-. Hay un modelo de Smith & Wesson, un poco más pequeño, que almacena cinco balas. Por su fácil transporte fue el arma de puño reglamentaria de los agentes de civil de la policía  norteamericana durante muchos años, hasta que se reemplazó por la actual pistola semiautomática del 9 largo, con cargador al tresbolillo. Los policías de uniforme también llevaban revólver, pero de cañón largo y calibre 44. El 44 Magnum de Harry el sucio es una exageración cinematográfica, lo cual no quiere decir que no sea un arma excelente. 
(2) Policías.
(3) Furgón en el que se traslada a los detenidos.   
       
© José Luis Alvarez Fermosel

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lunes, 12 de septiembre de 2011

Los "brownies" de Daisy May


No recuerdo haber comido en mi vida unos “brownies” tan exquisitos –hechos por ella-, como los que me regaló la inteligente, dinámica y popular locutora y conductora de medios audiovisuales Daisy May, que también es muy bella, por fuera y por dentro.
Venían en una caja de latón preciosa, con la Puerta de Alcalá de Madrid grabada en la superficie de la tapadera. Consumidos los “brownies” con deleite, conservé la caja, en la que guardo toda clase de quisicosas y pequeños “bibelots”. Lo importante es que cada vez que la abro me acuerdo de mi querida compañera de Radio Continental Daisy May, con la que tuve el gusto de trabajar una corta temporada en un programa que ella condujo en ausencia de su titular, Rolando Hanglin. Creo que hicimos un buen trabajo. Y además, nos divertimos mucho.

Los “Brownies” de Stevenson            

Siempre se dijo que el escritor Robert L. Stevenson se inspiraba en sus sueños para escribir algunas de sus obras. Pues mire usted por donde, ahora venimos a enterarnos, por el Diccionario de Mitología Abreviado de Michael Danneels (Editorial Andrómeda), de que lo que dijo en realidad el famoso escritor escocés  fue que había conseguido adiestrar a sus… “Brownies” en el oficio literario y cuando dormía, estos le sugerían algunos de sus argumentos más conocidos, como el de la novela “El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hide”.
Los “Brownies”de Stevenson –privativos de las leyendas escocesas- son unos hombrecillos serviciales, muy parecidos a los “Hobold”: criaturas míticas de origen germánico que van siempre tocadas con un chapelete rojo. Se los tiene por temibles, pero son inofensivos. Los ciudadanos de Upper Posada los mencionan en la película “The edge of the world” (1937), de Michael Powell, un drama rural centrado en la familia.
A los “Brownies” de Stevenson se los relacionó con enanos, o gnomos, ya que tenían la estatura de un niño y el rostro de un anciano. Combinación inquietante, pero no eran malos.

Los mejores “brownies”

Los “Brownies” frecuentaban las granjas de Escocia y ayudaban a los humanos en las tareas domésticas, mientras estos dormían. No podían tolerar el ruido, y mucho menos los tumultos.
Los “brownies” que a mí más me gustan son los de Daisy. No sé cómo los hace; es decir, sí: ¡los hace como los dioses! O como los “Brownies” de Stevenson, si que estos hacían “brownies”.
De cualquier manera convendrá que recordemos que un “brownie” -literalmente “marroncito- es un pastel de chocolate pequeño, parecido a una galleta, típico de la repostería de los Estados Unidos.
Se llama así por su color castaño oscuro, o “brown” en inglés. Ocasionalmente se cubre con “fudge” -un jarabe de chocolate muy espeso- y puede llevar dentro pedacitos de nueces, chocolate, “butterscotch” –una especie de “toffee” crujiente- y mantquilla, que en el caso de los norteamericanos será, naturalmente, mantequilla de maní.
Se cree que la primera mención que se hizo de un “brownie” provino de 1896, pero no llevaba chocolate, sino melaza.

© José Luis Alvarez Fermosel

N. del E: He escrito “Brownie” con B mayúscula en el caso de los duendes de Stevenson, o de otros, para personalizarlos, diferenciándolos de un “brownie”, que con minúscula es un pastel. 
 

domingo, 11 de septiembre de 2011

In memoriam


Un decenio ha transcurrido ya de uno de los más espantosos asesinatos en masa perpetrados en los últimos tiempos. Es el día de hoy que no se sabe por quién, o por quiénes, ni por qué. ¡Cómo si tuviera que haber un por qué para provocar un horror semejante!
No hace falta ningún esfuerzo para cerrar los ojos y volver a ver las horrorosas imágenes que un mundo estremecido y espantado pudo contemplar aquel día, aquel día aciago del 11 de setiembre de 2001.
Sigue escuchándose la voz de las víctimas que claman justicia y punición. Sabemos que nunca se sabrá nada, que jamás podrá probarse nada, que nunca se castigará a nadie; y que si mañana se terciara, por deseo de los verdugos, cometer otra infamia similar, se cometería, sin ningún genero de dudas. Así estamos, así vivimos.
Reina un desquiciamiento general. Hace mucho tiempo que el mundo no es más el mundo de nuestra infancia: de alegría ingenua de barriletes remontados en claros cielos de primavera, y nuestros padres contándonos cuentos de Grimm, o de Andersen, junto a nuestras almohadas, antes de que nos sorprendiera el sueño. Hasta las guerras tenían entonces unas normas, que enseguida dejaron de cumplirse.
Deseamos con tanto ahínco que los culpables sean descubiertos y castigados ejemplarmente -¡sí, todavía, hoy, siempre!- como dolor seguimos sintiendo por las víctimas y por sus familias.
Pero ya se dejó de investigar, cesó la indagación.
Se yuxtaponen hipótesis, conjeturas, sospechas, algunas de estas últimas fundadas, pero es igual. El caso está abierto, pero cerrado.
Pese nuestra maldición sobre los victimarios. Siempre recordaremos con tristeza a las víctimas y a sus deudos. El recuerdo ha hecho callo en nuestra alma, como un hueso que se fractura. Pero el dolor sigue latiendo lenta y sordamente, como los dolores que cuesta mucho mitigar.

© José Luis Alvarez Fermosel

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jueves, 8 de septiembre de 2011

Paciencia

Según los diccionarios –entre ellos el de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, que es uno de mis preferidos-, paciencia es la capacidad de soportar sufrimientos o molestias sin protestar o rebelarse, esperar con tranquilidad y sosiego y perseverar en una actividad larga y pesada.
Paciencia es también una galleta redonda, abultada y dura. Ejemplo:Eulalia me trajo paciencias de Tudela. Se le llama paciencia al peralte inferior del asiento de una silla de coro que sirve de apoyo a quien está de pie.
Paciencia y barajar. Se usa para expresar o aconsejar paciencia. Ejemplo: ¿Es eso lo que Juan quiere ahora?, pues paciencia y barajar.
¿Será la paciencia una virtud en sí misma, o por sí misma, o un desprendimiento de una de las potencias del alma, la voluntad, y se relacionará directamente con algunas particularidades de ésta, como el autodominio, la disciplina, la templanza?
La escritora argentina Silvina Bullrich, mujer de fuerte carácter, se encocoraba cuando le decían: “¡Tenga paciencia!”. Escribió un artículo en el diario La Nación de Buenos Aires en el que decía, entre otras cosas, que esa paciencia que se exigía bastante debía tenerla ya todo el que sufre los embates de la vida, como la enfermedad, la pobreza, la vejez y con harta frecuencia las tres juntas.

Los inconvenientes de todos los días

Para afrontar la enfermedad, la pobreza y la vejez hacen falta un valor enorme y mucha fuerza de voluntad. Y cuando uno tambalea, o cae, la virtude que se despliega es la resignación, que no es lo mismo que la paciencia.
Discrepé entonces con Silvina Bullrich, y así se se lo hice saber con gran tiento para que no se enfadara, porque yo creo que la paciencia se necesita más para soportar los inconvenientes, los alfilerazos que sufrimos todos los días, incluido el domingo, cuando se nos quema el asado justo en el momento en que están llegando los primeros invitados, o cuando casi terminado ya un artículo que no nos está saliendo bien, se cae el sistema con el artículo bajo el brazo y no vuelve más. Ah, nuestro técnico está en Copenhague, adonde se fue a hacer un curso y no vuelve a Buenos Aires hasta dentro de dos semanas.
Tampoco es fácil aguantar estoicamente toda una tarde al pelmazo que toca el timbre de la puerta de tu casa para visitarte sin haberte avisado por lo menos el día anterior.
O que se te llene de pronto la cocina de hormigas –suelen ser rubias-, o que te vayas a poner tu traje favorito –si uno usa traje, ¡qué antigüedad!- y descubras que no te puedes abrochar el pantalón, porque aunque no te hayas dado cuenta tu abdómen ha experimentado en los últimos tiempos un sensible engrosamiento.
Un día te despiertas con un hermoso forúnculo en la mitad de la frente, otro se te da por ponerte un reloj que te gusta mucho y resulta que no lo encuentras por ningún rincón de la casa. Probablemente no aparezca nunca.
El fin de semana que habías pensado salir de excursión, llueve torrencialmente desde la mañana del sábado a la del lunes.
Ahí es donde se necesitan grandes dosis de paciencia, porque la bronca es cruel y es mucha.
Cuando se producen los desastres, cuando se plantean los problemas difíciles, uno levanta en seguida la guardia, aprieta la mandíbula, se dispone a luchar con uñas y dientes, se acoraza -en el fondo ya está preparado-, ya sabe que necesita virtudes más fuertes que las que se precisan,  como la paciencia, para conjurar los inconvenientes de todos los días, que también joroban lo suyo, sobre todo cuando se suceden los unos a los otros.

© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 5 de septiembre de 2011

Mi pueblo

Releo un librito delicioso de Chamico, seudónimo  que popularizó e inmortalizó al escritor argentino Conrado Nalé Roxlo, poeta y comediógrafo, en su obra estrictamente humorística.
Digo librito porque no es un libro de muchas páginas. Se titula “Mi pueblo”. El profesor de Literatura Eduardo Marcelo Dayán estuvo a cargo de la Introducción, Notas y formulación de Propuestas de Trabajo. Magnífica labor la suya, por cierto.
Esta edición es de Colihue y pertenece a su Colección Literaria. Emecé publicó la primera en 1953.
“Mi pueblo” es un conjunto de historias exageradas en los perfiles más absurdos, que se relacionan directamente con actividades que siempre tienen que ver con la risa, la broma y la ironía porque -como dice Dayán en la Introducción- en esta obra que tiene poesía y ternura, cuando el pensamiento se vuelve grave, una voltereta nos lleva otra vez al mundo del humor.
La lectura de Chamico provoca en el lector los efectos que señala el diccionario para el chamico. “Dar chamico” equivale a embrujar, a hechizar.

Crítica a partir de la tolerancia

Daniel Freidemberg dice que “mi pueblo” divierte y mueve a pensar a partir de la muestra de las flaquezas humanas, por eso, precisamente, fáciles de comprender por el lector. La crítica siempre surge en Chamico a partir de la tolerancia, la ternura, la piedad. A veces se añade, encubierta y dolorida, la sensibilidad del poeta Nalé.
“Mi pueblo” –recuerda Diana Bellesi- agrupa veintinueve capítulos sin numerar: pequeñas historias o estampas evocadas que no siguen una línea argumental. Emergen del ayer hechos y personajes recordados por el narrador adulto que fue uno de los chicos pueblerinos”.
Para María Moreno, “Mi Pueblo” y su narrador son aplicables al primero y último verso  del poema “Hecho a mano” de María Elena Walsh, que dedica a su pueblo, Ramos Mejía: “En mis tiempos había tiempo”/”Después vinieron los relojes”.
“Mi pueblo” es San Fernando –a 28 kilómetros al norte de Buenos Aires-. Allí pasó su niñez, ya se dijo, Conrado Nalé Roxlo, autor de una frase inolvidable: “El humor es la última flor de la civilización”. En otra oportunidad afirmó: “El humorismo, como la poesía, es una esencia universal”.

Humorismo y poesía

El humorismo y la poesía  fueron a su vez la esencia del poeta, comediógrafo, narrador y periodista, que transfiguró poéticamente la realidad, creando la suya propia.
“El grillo”, acaso su poema más conocido, es al mismo tiempo –en la opinión de uno de sus críticos- transparente y tintineante como es chispeante su aptitud de comediógrafo en “Libro de quejas”, “La cola de la sirena” o “Una viuda difícil”.
“El diario de mi amiga Cordelia, la niña hada” está impregnado de una ternura calificada de angelical.
Como memorialista, se le deben a Nalé Roxlo las biografías de Amado Villar y Alfonsina Storni.
Son imperdibles sus crónicas y otros trabajos periodísticos publicados en los diarios de Buenos Aires El Mundo y Clarín.

© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 4 de septiembre de 2011

El desterrado


  I
Desde la orilla otea brumas de lejanía.
Fue allá -donde talaron los árboles sagrados-
donde hacharon su vida.
Y allá lejos, muy lueñe, detrás del horizonte,
quedó inmóvil un mundo. Ese mundo era el suyo.
Siente calar la ausencia, gota a gota, en sus días,
y atracción de raíces bajo el humus lejano.
A veces, cuando añora, presagia un paraíso
a través del retorno; pero no es más que un sueño.
La realidad es otra, porque es otra la vida.
No siempre la esperanza leuda las ilusiones.
Por eso cuando adviene la hora del ocaso,
y todo le sugiere angustias y fatiga,
desde un acantilado cortado a pico, sueña
siempre con esa tierra
por la que sufre el nombre fatal de desterrado.

II
Su memoria recubre de verdor el paisaje,
y la nostalgia enciende las rosas del invierno;
de oro y nácar las playas, mientras se va quedando
triste, apagado, seco.
¡Oh, infancia hecha de ensueño, de mimo, de ternura;
adolescencia ardiente, juventud impetuosa!
Ahora desde el exilio las ve allá en lontananza,
pero llorar no sabe. No le enseñaron nunca.
No he de volver –presiente-,
no he de volver -se dice-.
No ha de tornar al punto de partida, al origen,
para cerrar su ciclo.
Sus brazos fueron mástiles, y están rotas las velas.
Todo su cuerpo un asta. Se quedó sin bandera.
Ceniza de tabaco le susurra el memento,
y está de pie y suspira, creyendo que está vivo.

© Néstor  Astur  Fernández

viernes, 2 de septiembre de 2011

Un caballero escocés

A un matrimonio amigo mío le acaban de regalar un cachorro de perro “terrier” escocés “pur sang”, y como -según reconocieron- no saben casi nada de esa raza, me pidieron a mí que les proporcione algunos datos, pues saben que me encantan los perros y, en particular, soy un apasionado estudioso de los “terriers”.
Siempre soñé con tener un perro con “pedigree” que presentar en una competición, pero la mayoría de los que tuve fueron Gran Tebal (Gran Terreno Baldío). Todos entrañables.
Cuando tuve alguno que reunía todas las condiciones para competir, como la espléndida boxer Kiruna, no lo hice, por unas cosas o por otras.
El “terrier” escocés me interesa mucho, porque es bonito, de buen natural, reservado, intrépido, honrado y paciente, de privilegiada memoria, leal y sufrido.
Esto es aplicable a los ejemplares de todas las castas famosas: los Ems, Barlal, Abertay, Laindon, Albourne, Laurieston, Merlowed, Taybank, Ornsay, Heather…

El libro del “terrier” escocés

Recomiendo a mis amigos que lean, si las pueden conseguir, las columnas del doctor Fayette C. Ewing en “Perros Populares” y su “Libro del ‘terrier’ escocés”. En unas y en otro hallarán datos muy valiosos sobre esta raza de perros, poseedores de tantas virtudes.
Ciertos criadores y jueces tienden actualmente a dar preferencia a “terriers” escoceses grandes y pesados. Pero no hay ninguna razón por la cual tengan que ser voluminosos.
Son “terriers”, perros de tierra: su nombre viene del bajo latín, “terrarius”, y se supone que deben rastrear zorros, comadrejas y otros animales, lo cual no podrían hacer si tuvieran el tamaño de un mastín de los Pirineos, o un pastor alemán.

La opinión de McCandlish

McCandlish, uno de los más famosos criadores de “terriers” escoceses, que conoce la raza como pocos, estima que el peso normal de las hembras debe ser de 8 a 9 kilos y el de los machos de no más de 10.
Incluso el reglamento del Club de “terriers” escoceses de Inglaterra dice concretamente que se rechazarán los ejemplares que pesen más de 10 kilos.
La inteligente, cultivada y encantadora diseñadora, escenógrafa y vestuarista argentina Renata Schussheim –una mujer bella e interesante, además- tiene, o tuvo seis “terriers” escoceses, entre machos y hembras. Creo recordar que la que cortaba el bacalao se llamaba Perla.
Renata tenía una relación maravillosa con todos y cada uno de sus perros. Hasta les celebraba los cumpleaños, con fiesta y todo.
Es que el “terrier” escocés es un caballero: un caballero en un permanente “qui vive”.

© José Luis Alvarez Fermosel