jueves, 29 de noviembre de 2012

Ese viejo tramposo



El tiempo es la tristeza, dijo aquél, a quien no debió darle la vida muchas alegrías. Sin embargo, no dejó de tener razón.
El tiempo ido, o su recuerdo, teje la nostalgia en una rueca que no deja de funcionar. El tiempo feliz, se entiende. Los malos ratos, lo que hicimos mal está debajo, por decirlo de alguna manera, pero emerge con frecuencia.  Entonces se producen los remordimientos.  
El tiempo se lo lleva todo: la juventud –aunque envejecer sea lo único que nos permita no morir jóvenes-, las ilusiones; oxida la voluntad y nos debilita a la hora de cumplir con nuestros compromisos, o de hacer lo que no nos gusta.
Se ha hablado y escrito mucho sobre el tiempo, lo mismo que sobre la distancia. El tiempo y la distancia… El eterno martirio del emigrante. Y un tema recurrente para los letristas de boleros.
Muchos escritores universalmente famosos no se llevaron bien con el tiempo. “¡El tiempo es un mentiroso!”, dijo Oliver W. Holmes. Ben Johnson no fue más benevólo cuando manifestó: “Ese viejo tramposo, el tiempo”. Para Milton el tiempo era un ladrón sutil,  mientras que para Henry W. Longfellow “el tiempo, con mano incansable, ha arrancado la mitad de las hojas del Libro de la Vida Humana”.

El tiempo es un charlatán

Eurípides destila buen humor cuando afirma: “El tiempo revela todas las cosas: es un charlatán”. Es verdad. El tiempo descubre nuestra nuestra edad –aunque a veces logremos disfrazarla-, otras huellas que él mismo ha dejado no ya en nuestras caras, también en nuestras almas, cuando no heridas, cuyas cicatrices se perciben.
Quien habla de heridas y de cicatrices habla de curas –de curaciones, queremos decir, no de sacerdotes-, como Séneca, que estima que el tiempo cura lo que la razón no puede curar.  Shakespeare desea que todo hombre sea dueño del tiempo -lo cual no estaría mal-. Baltasar Gracián es más rotundo cuando asegura: “El tiempo es lo único que realmente nos pertenece: incluso aquel que no tiene otra cosa cuenta con eso”.  ¡Cuántos lo pierden!
Schiller medita sobre el silencioso e inexorable poder del tiempo. “Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario”, establece Schopenhauer.
Siempre medido, siempre sensato, Blas Pascal -el solitario de la abadía de Port Royal- opina que el tiempo cura las penas y las injurias, porque a su entender todos cambiamos y dejamos de ser la misma persona: ni el ofensor ni el ofendido son el mismo.
Con el paso del tiempo, las costumbres cambian. “O tempora, o mores”, dijo Cicerón. Un quídam tradujo: “¡Oh, tiempos de los moros!”. La traducción real del latín es “¡Oh, tiempos, oh, costumbres!”.

© José Luis Alvarez Fermosel

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lunes, 26 de noviembre de 2012

Sin solución



La cada vez más aguda y más enquistada crisis política, económica y social de España, que ya está provocando suicidios, no parece tener solución porque no les interesa hallarla, lógicamente, a quienes la han provocado: los malos, pésimos políticos, el alto capital, la banca, los turiferarios del nefasto régimen de Rajoy –que antes lo fueron de Zapatero- y exigen su soldada, y ese además tan prolongado.
Lo venimos diciendo desde los comienzos de la sospechosa crisis. No fue la nuestra una voz clamante en el desierto. Ni tampoco un dislate que se nos ocurriera sólo a nosotros, en un momento de ofuscación.
Mucha gente honrada, inteligente y con certera visión de los hombres, las cosas, la política y, por encima de todo la la realidad está contando las cosas como son desde el principio.
Pero los que provocaron la crisis tienen el poder, procedente de la corrupción, y no van a abandonarlo, ni mucho menos van a tratar de sacar a España del caos en el que la han sumido por su ignorancia, su escasa instrucción, su pésima formación política, su incuria y su enfermiza y enfermante rapacidad, que parece no tener límite.
El pueblo español vuelve a ser pobre de solemnidad.

© José Luis Alvarez Fermosel

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Notas del autor:

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Panderola



No sé por qué vino hoy a la luz tenue y lánguida del recuerdo la Panderola: un trencito como de juguete, de casa de muñecas que recorría parte del casco urbano de Castellón de la Plana, capital de una de las tres provincias (Valencia, Castellón y Alicante) de la comunidad autónoma valenciana, frente a Palma de Mallorca, una de las islas del archipiélago de las Baleares.
Su denominación original era Tranvía de Vapor de Onda al Grao de Castellón (TVOGC). Sus  servicios cubrieron las necesidades de transporte de una zona del Mediterráneo, en una época en la que el ferrocarril no estaba tan adelantado como ahora, cuando el AVE (Tren de Alta Velocidad) tarda sólo 95 minutos en recorrer los 391 kilómetros que separan Madrid de Valencia, desplazándose a casi 300 kilómetros por hora.  
Pasó el tiempo pero la Panderola se quedó en Castellón, formando parte de su historia, su folklore y transformada en un atracción más para el turismo; conducida por un viejo maquinista, al que quizás ayudara un fogonero como los que alimentaban con troncos las calderas de las viejas locomotoras Santa Fe de la Union Pacific, en el Lejano Oeste americano. 
Inspiró versos y canciones. José María Peris fue autor de una de las más populares, que se escuchó en toda Valencia. Vicente Nicolau García escribió con vena reminiscente y sentimental, para la Universitat Jaume I de Castellón de la Plana, un Proyecto de Investigación –una interesante monografía- acerca del diminuto tren que cruzó durante 75 años al ralenti las calles y plazas de Castellón despidiendo humo y carbonilla, pese a lo cual se ganó la simpatía  y el cariño de sus habitantes.
El oxidado pitido de La Panderola chirriaba en la calmachicha de las tardes lentas y cálidas de la ciudad, cuyos marjales separa del mar la restinga de la playa del Pinar.
No faltaba algún transeúnte que le dijera a su mujer, o a quienquiera que fuera con él: “¡Mira, ahí va la Panderola!”
La Panderola le imprimió color y calor a Castellón de la Plana cruzando la ciudad por trocha angosta, con las agudas crestas de las Agujas de Santa Agueda al fondo, cerca de Benicasim.
Abandonó los rieles para siempre el primero de setiembre de 1963. Fue expuesta hasta finales del siglo XX en el parque Ribalta, como homenaje decorativo y de recreo para los niños. Ahora está en el Parque de la Panderola, en el puerto de Castellón.

Soñar no cuesta dinero

Cuando vivía en España, siempre que iba a Castellón, donde mi familia tenía amigos, hacía un viajecito en la Panderola.
Era un niño novelero y soñador. A veces, en un asiento de baqueteada gutapercha del último vagón, pensaba que a lo mejor la Panderola me llevaba algún día al país de mis sueños. Repicaban las campanadas de la Arciprestal. Hacía calor y olía a flor de naranjo.
Muchos años más tarde Christy Kulik, la novia holandesa que tenía entonces, aquélla que me hizo un retrato al pastel, me dijo con su voz de contralto:
“Deja ya de engañarte, al país de tus sueños no parte barco ni tren…”.
Residiendo ya en Londres, en un viaje de vacaciones de Semana Santa que hice a Madrid, me enteré por un amigo de Castellón que la entrañable Panderola había dejado de renquear  hacía mucho tiempo por la hermosa ciudad situada a la vera del “mare nostrum”.
De Christy Kulik, aquélla que me hizo un retrato al pastel, supe que después de que se acabó lo nuestro se casó con un ingeniero de caminos, canales y puertos en Estrasburgo. Eso es lo bueno que tengo yo, que las caso a todas.
Nunca iré al país de mis sueños. Nunca va nadie, ni en barco ni en tren; ni siquiera en avión, el menos romántico de los medios de transporte.
“Hélas”!

© José Luis Alvarez Fermosel

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lunes, 19 de noviembre de 2012

Perro mundo

La Franja de Gaza vuelve a aparecer en rojo sangre en la cinta de las noticias. Tirios y troyanos pretenden dirimir una vez más sus diferencias por la vía de la violencia. Muere gente y otra cae herida.
Problemas de ayer, de hoy y de siempre. No se soluciona nada, nadie resuelve nada. Muerte y destrucción.
De otro lado, la crisis española se agrava día a día, lo mismo que otras crisis, por las mismas razones, en otros países de Europa que antes derrochaban y en muy poco tiempo se han quedado sin un duro, como decíamos antes del euro.
¿Tan rápidamente se lo han gastado? ¿Dónde está el dinero, quién lo tiene? ¿Quién se lo ha metido, sin deber metérselo, en el bolsillo?
¿Cuándo dejarán de tronar los cañones? ¿Es que la paz empieza nunca?
Violencia, muerte, destrucción, abusos de poder, insensibilidad, latrocinio…
¿En qué perro mundo estamos?

© José Luis Alvarez Fermosel

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domingo, 18 de noviembre de 2012

¡Pobre España!



¡Pobre España! ¡Cómo la están dejando!
Vamos a soñar despiertos: vamos a soñar con que se invente un piloto automático que haga viable la marcha de los países sin que se necesiten políticos para conducirlos –casi siempre a la ruina-.
Alguien dijo que la política, como la prostitución, es un mal necesario. ¡Cuánto mal están haciéndonos a los españoles los políticos que nos gobiernan, es decir, que nos manejan! ¡Cómo si no hubiéramos sufrido bastante!
Ya no se trata de “fachos” ni de “rojos”, ni del PP ni del PSOE. Son los hacedores de las leyes, y quienes las instrumentan, y quienes toman las medidas.
Lo ideal es que el hombre, políticamente hablando, termine por no tener Estado con E mayúscula, estado político, dijo Borges.
Sostuvo Robert Louis Stevenson, un escritor muy admirado por Borges: La política es algo para lo que se supone que no se necesita ninguna preparación.
Ninguna preparación para hacer las cosas a derechas; entiéndase bien: no las cosas hechas por las derechas, o la derecha. El que no sabe lo hace mal, cualquiera que sea su ideología.
Como los petulantes y tiránicos jacobinos presuntamente democráticos que están estirando la vieja piel de toro y van a terminar por romperla. Como los que están dejándola exangüe.
Tienen el poder: los nueve décimos de la ley.
Hay gente que se suicida porque se queda de pronto sin casa, sin trabajo, sin sueldo, sin esperanzas...
Aquellos hombres y mujeres que un día se fueron a España procedentes de otros países, en busca de un futuro mejor, están regresando con la cabeza gacha y los bolsillos vacíos.
Cuando ya no quede nada, cuando se produzca la entropía final estaremos como en “Idiocracia”, una profética película que recomiendo a quienes no la hayan visto en su momento que la alquilen o la compren y la vean. Su acción transcurre en Estados Unidos, pero lo que cuenta puede pasar en cualquier país.
Ya se ha encendido una roja luz que dice: ¡Peligro!

© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 12 de noviembre de 2012

El libro

domingo, 11 de noviembre de 2012

Una de vampiros



En uno de los capítulos de una serie de televisión policiaco-humorística, un personaje le pregunta a otro en un momento dado, hablando como están de zombies, vampiros y otras hierbas:
- ¿Y a ti quién te gustaría ser?
- ¡Van Helsing! –contesta sin dudarlo el personaje en cuestión, que es una mujer, muy guapa, por cierto.
Volvió a mi memoria -de la que se había ido-, el doctor Abraham Van Helsing, incansable perseguidor del conde Vlad Drácula.
Bram Stoker escribió la novela “Drácula” en 1897. No inventó la leyenda de los vampiros humanos, pero la influencia de su tétrico personaje fue enorme.
Se hicieron infinidad de obras de teatro –incluídos varios musicales-, películas, series de televisión e historietas, una de ellas del argentino de origen uruguayo Alberto Breccia.
La obra del irlandés Stoker, escrita como una sucesión de epistolas, toca otros temas como el sexo, el papel de la mujer en la época victoriana, la inmigración y el folklore.
La historia del conde Drácula, señor de un castillo en los montes Cárpatos, tiene todos los rudimentos de los relatos de vampiros, más algunas particularidades tomadas de la historia del hombre lobo.
Drácula no podía verse en ningún espejo, ni soportar la luz diurna. Comandaba ejércitos de lobos, repugnantes alimañas y hacía bajar la niebla a su antojo, con el fin de alcanzar sus siniestros objetivos.
En las primeras páginas de la novela, Bram Stoker insinúa la seducción que constituye una de las peculiaridades del vampiro: “En un castillo decadente, en un paisaje invernal y solitario, un hombre cultivado, aristocrático y atemorizante franquea la entrada a un joven inglés con una frase clave: ‘Entre usted libremente y por su propia voluntad’”.

Van Helsing

El doctor Seward, antiguo alumno de Van Helsing y uno de los tres pretendientes de Lucy Westenra –los otros dos son Arthur Holmwood y Quincey Morris (un millonario de Texas)- llama a su ex profesor, que es doctor en medicina, filosofía, letras, otras materias y experto en dolencias oscuras a fin de que examine a la señorita Westenra, que parece haber sido vampirizada.
Van Helsing comienza a desarrollar un trabajo ímprobo para salvar a Lucy Wastenra, que en efecto ha sido víctima de un vampiro.
Esa tarea le llevará a recorrer lugares como Viena, Budapest, el desfiladero del Borgo –paraje real donde ubica Stoker el castillo de Drácula; hoy existe en la zona un hotel para turistas-, el Bósforo, el estrecho de Gibraltar, el canal de la Mancha, el golfo de Vizcaya y Londres, entendiéndoselas con personajes de distintas etnias: inglesa, alemana, eslovaca, magiar, judía, sajona, turca, rumana, rusa, estadounidense y sícula, de la que dice descender el conde Drácula.
Van Helsing es neerlandés, de edad avanzada, está inspirado en Gerard van Switch, un médico que trabajó para la emperatriz austríaca María Teresa y se encargó por orden de ésta de llevar a cabo los primeros estudios sobre vampiros.
Actores de primerísimo nivel encarnaron a Van Helsing en el cine, entre otros Peter Cushing, Laurence Olivier, Anthony Hopkins y Mel Brooks en una versión humorística en 1945.
También apareció en películas como “Drácula 2000”, en la que el conde renace en pleno siglo XXI. Universal Pictures lanzó el film “Van Helsing”, que dirigió Stephen Sommers y protagonizó Hugh Jackman. En 2009 se estrenó la película “Stan Helsing”.
El profesor Helsing fue popularizado también por la literatura. Aparece en la novela corta “Los sabios en Salamanca”, del escritor español Alberto López Aroca, junto con el profesor Challenger de la novela “El mundo perdido” de Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes.
Los viejos filmes de Drácula, Frankestein, el hombre lobo y demás monstruos que veíamos de chicos son totalmente “naif” comparados con los que se dan ahora en el cine, y en especial en la televisión.

Drácula en Argentina

- Drácula fue un personaje de ficción, ¿no?
- Algunos sospechan que existe, y es más, que es argentino, o que ha estado en Buenos Aires, por lo menos.
- ¿Cómo así?
Luis Lisanti, director de Relaciones Institucionales del hotel Alvear Palace de Buenos Aires, reveló en declaraciones periodísticas que un huésped le dijo en una ocasión que no podía permitir que entrara en su habitación la luz del sol, ni siquiera la luz del día, aunque estuviera nublado, por lo cual hubo que sellar las ventanas con “black out”.
- ¡Vamos, sería un excéntrico!
- Sin duda. 

© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 6 de noviembre de 2012

De nuevo los jacarandáes



Han florecido los jacarandáes.
He escrito largo y tendido sobre estos árboles bellísimos y tan dramáticos, en su romanticismo, que se agostan a los pocos días de florecer, es decir, que se mueren apenas nacen, como ciertas mariposas noctívagas y azules como ellos.
Por consiguiente, me limitaré este año a dar oficialmente la noticia y seguir la regla de oro de que una fotografía vale más que mil palabras.
La foto recoge dos maravillas de Buenos Aires, los jacarandáes y el Pasaje Barolo, o al menos una parte de él.

© José Luis Alvarez Fermosel

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Leonardo Favio ya descansa en paz



Otro buen artista y buen ser humano que deja este mundo.
Leonardo nos abandona con pena y con gloria.
Hacía muchas cosas, entre ellas le cantaba a la vida. Era de hacer bien lo que hay qué hacer, a diferencia de tanto mal principiante profesional y de tanto pedante que no ve tres en un burro y presume de tener la vista larga.
Este año está siendo terrorífico para los artistas. Cuando en sus últimos días se haga el trágico recuento de los que se llevó la Desnarigada, se nos pondrán los pelos de punta. Ni uno solo de los que desaparecieron –algunos todavía jóvenes- era mala gente. Los malos –no nos cansaremos de repetirlo- siguen vivos, encumbrados y poderosos, instalados con prepotencia en sus sitiales, perjudicando a cuantos pueden. La vida es cada vez más injusta y más cruel.
Algunos no querían a Leonardo Favio. Muchos le envidiaban. Yo lo entrevisté una vez, recién llegado a Buenos Aires. No pudo ser más considerado, más gentil. Después sólo vi en la televisión y alguna vez me crucé con él en una fiesta.
Ahora se ha ido para no volver, él también, formando parte de un espeluznante desfile. Las buenas personas le lloran.

© José Luis Alvarez Fermosel