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miércoles, 11 de junio de 2014

De la corona a la cocina



Flora, como se sabe, es el conjunto de las distintas plantas –especies no cultivadas- de un país, o zona, o de un medio determinado. También es nombre de mujer, e incluso de una cierta gata caprichosa...
Vegetación y flora son dos cosas distintas. Un bosque de pinos forma una rica vegetación porque reune muchos árboles, pero tiene una pobre flora, ya que todos sus componentes son de la misma especie.
Además de alegrar nuestros sentidos, plantas, flores, frutas, hojas y aun raíces son muy buenas para la nutrición y la medicina. La farmacopea y la cosmética las utilizan regularmente.
Sentado en el jardín, al lado de un pino, tomando un té con limón y con una caja de pastillas Juanola -hechas a base de regaliz- contra la tos, uno advierte que la floración de los almendros se ha adelantado este año.
En el jardín de mi vieja y querida casa de la Dehesa de la Villa, los almendros florecían después de la última nevada, a finales de febrerico el loco. Alguna vez me tocó ver florecidos los cerezos de la Casa Blanca en Whasington, pero no pude asistir nunca al magno Festival  Nacional de los Cerezos en Flor. 
Las hojas de los árboles, no ya las flores, dan lugar a canciones y se las cita en charlas y en crónicas poéticas cuando caen en las calles en otoño, tendiendo una irregular alfombra dorada y púrpura que cruje bajo nuestros zapatos.
El simbolismo de muchas plantas que ocuparon un sitial en la historia y la mitología se ha viciado en los tiempos modernos, como tantas otras cosas.

El laurel

Tenemos el caso del laurel (Laurus nobilis), que es un árbol siempre verde, de tronco liso, hojas oblongas, duras, lustrosas, de color verde oscuro, muy aromáticas y fruto en drupa (1) de color negro. Florece en primavera y sus frutos maduran en otoño.
La madera de laurel es muy dura. Se utiliza en Andalucía –en el sur de España- para trabajos de marquetería.
Siempre se dijo que el laurel protegía contra los rayos. Plinio el Viejo recogió esta creencia, asegurando que no conoció casa alguna en cuyo jardín hubiera laureles que fuera alcanzada por un rayo.
El aceite obtenido de sus frutos es un tónico estomacal. Antiguamente se usaba para tratar inflamaciones osteoarticulares.
Según la mitología, el laurel es la transformación de la ninfa Daphne, a quien su padre, Peneo, salvó de la persecución de Apolo, convirtiéndola en laurel.
De ahí, Apolo cortó dos ramas y las trenzó, elaborando una guirnalda triunfal, de las que posteriormente ceñirían las sienes de los generales y emperadores de Roma. Esos lauros llegaron hasta nuestros días como símbolo de victoria.
En el reino vegetal todos los colores riman… De ahí la armonía que conjugan el rojo fuerte de las flores de Pascua… y el verde profundo de los laureles de Indias, dice el escritor español Miguel Delibes en su libro Mundo.

Bajón

Ya no se hacen coronas de hojas de laurel. Digo más: el laurel ha descendido notablemente en la escala de valores desde que con sus hojas se trenzaban coronas, o prestaba su nombre para condecoraciones, como la hispánica Cruz Laureada de San Fernando.
Las hojas de laurel cayeron en cazuelas y ollas para aromatizar mesocráticos guisos de lentejas o de judías (2) con chorizo.
Dice Bernard Imm en su libro Verduras: “(…) un poquito de azúcar, tomillo y una hoja de laurel”.
Los lauros escasean estos días. Poca gente puede dormirse sobre sus laureles. Entre otras cosas porque el laurel está en la cocina, y no en la noble testa de caballeros que buscaron el Santo Grial, o descubrieron en recónditos laboratorios remedios para la humanidad doliente, quemándose las pestañas de tanto estudiar durante muchos años.
Al bajar ayer de un autobús sorprendí parte de una conversación entre dos señoras que intercambiaban consejos prácticos para mantener impolutas sus cocinas. Una, la de más edad, le decía a la otra:

- Te aseguro que no falla. Pones dos hojas de laurel en el lugar por el que has visto salir a las cucarachas y se quedan tontas, como muertas, vaya.

¡De florones de coronas, las hojas de laurel han pasado a ser cucarachicidas!

(1) Todo fruto carnoso con hueso dentro
(2) Alubias, porotos.

© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 6 de mayo de 2014

La aspirina no evita infartos



Tomar una aspirina, o una aspirineta al día no agiliza la circulación de la sangre ni evita los ataques al corazón ni los accidentes cerebro vasculares, como se viene repitiendo hasta el cansancio.
Es más, el consumo prolongado de aspirinas puede provocar hemorragias en el estómago.
Así lo acaba de asegurar la Food and Drug Administration (FDA), que regula el empleo de los alimentos y las medicinas en los Estados Unidos. 
Ver nota relacionada.

Por la transcripción: © J. L. A. F.

Nota relacionada:

martes, 6 de agosto de 2013

Más y mejor vida


Pasan cosas terroríficas en este mundo distópico y enloquecido en que nos debatimos; se suceden catástrofes naturales, crímenes y accidentes que cobran vidas y crean destrucción y ruinas. Detonan edificios enteros, descarrilan trenes, chocan otros, asesinan a jovencitas; gentes encumbradas, desaprensivas, sin conciencia, roban miles -no ya decenas, ni cientos- de millones de dólares; enormes serpientes, escapadas de zoos, se deslizan por las cañerías, entran en casas, matan a niños y se van.
Pasa todo esto en todo el orbe, de norte a sur y de este a oeste.
Demos una noticia buena, o por lo menos esperanzadora: es posible que de ahora en adelante, ¡a pesar de todo!, podamos vivir más y mejor. Gracias a la ciencia y, para ser más precisos, gracias a especialistas en Biología de Desarrollo y Medicina Regenerativa. Leamos la entrevista relacionada que sigue.

© J. L. A. F.

Nota relacionada:

miércoles, 19 de septiembre de 2012

La revolución de la pólvora


 
“Las armas son necesarias,
pero naide sabe cuándo;
ansina, si andás pasiando,
y de noche sobre todo,
debés llevarlo de modo
que al salir, salga cortando."
(“Martín Fierro”, de José Hernández)

En el principio fue la pólvora. Los chi­nos la usaban para sus fuegos artifi­ciales. Pero cuando llegó a manos de los árabes y los europeos éstos la utilizaron con propósitos bélicos, se inició la era de las armas de fuego y las guerras se sofisticaron y se hicieron más mortíferas, así como los atentados terroristas, por explosivos como el Semtex, el C4 y otros que dejaron a la pólvora, e incluso a la dinamita, en pañales, por no hablar de la cohetería -no precisamente verbenera-, los misiles, la energía atómica, las armas de destrucción masiva…
Se arrinconó la noble espada de los duelos caballerescos; la tizona toledana en cuya hoja campeaba la leyenda: “No me saques sin razón ni me envaines sin honor”.
El facón del gaucho quedó para pinchar chorizos en los asados.
Las lanzas de las cargas de caballería de las guerras románticas –si es que alguna guerra puede ser calificada así-, las de los lanceros bengalíes (1) y las tacuara ya no se ven más que en los museos.
Las armas de fuego tornaron inútiles destrezas como la esgrima, el lanzamiento de boleadoras, de búmeran y todas las artes de defensa y ataque con y sin armas blancas. También equilibraron los tantos. Inmediatamente después de que Samuel Colt inventó el revólver empezó a decirse que Dios hizo los hombres y Colt los hizo iguales.

Arte e historia

Desde el comienzo hubo artesanos especializados en la aplicación de elemen­tos decorativos a los componentes de las armas de fuego largas y cortas: cañón, sistema de ignición, caja y guarnición.
En 1541 Wolf Danner, maestro pro­bador del entonces recién constituido ser­vicio de control de armas de Nüremberg (Alemania), fabricó el arcabuz de rueda para el rey Gustavo I Vasa de Suecia, Tanto el cañón octogonal como la platina se decoraron con motivos florales.
Las armas de fuego empezaron a alige­rarse a principios de siglo XVIII. La pólvora de mejor calidad permitió acortar los cañones. Otros avances aceleraron la tarea de carga y a redujeron los riesgos de explosiones.
Como la posición elevada de los percutores provocaba acci­dentes, hacia 1870 se ideó la escopeta hammerless (sin martillo), en la que el mecanis­mo de percusión estaba en el
Interior del arma.

La pistola primitiva

La pistola primitiva era una especie de arcabuz corto con el que se tiraba apoyan­do la culata en medio del pecho; adoptó progresivamente una forma cada vez más oblicua y curvada para facilitar su sujeción manual.
En el siglo XVII se popularizó un modelo de rueda, antecesor del revól­ver, con un depósito cilindrico giratorio. La usó la caballería de casi todos los paí­ses europeos. El sable fue perdiendo importancia ante las pistolas de arzón y la tercerola. Por fin, a comienzos del siglo XX, apareció la pistola semi automática con car­gador.
Varios apellidos están asociados a la evolución de las armas de fuego. Entre ellos figuran los del estadounidense John Moses Browning, hijo de un fabricante de cañones, que construyó un fusil con siste­ma de carga por la recámara y una pistola semi automática de 7,65 milímetros de calibre.

El Winchester 73

El inglés O. F. Winchester creó el fusil de repetición y el modelo 73 (2) a percusión anular, que tanto se dispararon en la guerra entre blancos e indios, en la América del Norte.
Otro nombre famoso en la conquista del Lejano Oeste americano fue el de Samuel Colt. Este ingeniero norteamericano talló en madera el prototipo de un revólver que tendría varias cámaras para los cartuchos y un cilindro giratorio para disparar los proyectiles mediante un gatillo y un per­cutor.
A su compatriota Philo Remington se debe un fusil precursor de los que se cargaron por la culata. Muy difundido entre los ejércitos de varios países, tuvo su bautismo de fuego en la estadounidense Guerra de Secesión (1861-1865)
Su inventiva no se agotó en el terreno de las armas. Su máquina de coser simplificó el trabajo de costureras y modistas y las modificaciones que intro­dujo a la de escribir cambiaron para siem­pre la vida de periodistas y literatos, como la ha cambiado ahora la computación.

La ideología de la violencia

El desarrollo armamentístico alcanzó en los últimos tiempos niveles pavorosos y fue el catalizador y mantenedor de la Guerra Fría. Los pacifistas sueñan con el desarme mundial y la aplicación de las armas de fuego más sencillas a fines deportivos.
El profesor de ética y polígrafo Fernando Savater, uno de los intelectuales españoles más influyentes del momento, abomina de la ideología de la violencia en su ensayo “Sin armas contra las armas”, calificándola de detestable y repugnante.
Se trata –especifica Savater- de la ideología de quienes cuentan los cañones y las bombas del enemigo para avalar los suyos (o para aumentar su número), la de quienes no ven en el adversario más que la hostilidad que encarna (en su uniforme, en sus creencias, incluso su nacionalidad), y no la humanidad básica que a él nos hermana, la de quienes dicen estar dispuestos a morir por sus ideas sólo para conseguir una  coartada que les permita matar por ellas”.

(1) Alusión a la película “Tres lanceros bengalíes”, dirigida por Henry Hathaway en 1934, protagonizada por Gary Cooper, Franchot Tone y Richard Cromwell y ganadora del Oscar en 1936 a la mejor asistencia de dirección (Clem Beauchamp y Paul Wing). La película narra las aventuras de tres amigos inseparables, soldados del 41 Regimiento de Lanceros de Bengala estacionado en la frontera noroeste de la India cuando se hallaba bajo el dominio colonial británico.
(2) En 1950 se filmó la película “Winchester 73”, perteneciente al género “western”, que dirigió Anthony Mann con James Stewart como actor principal. En ella aparecieron por primera vez Rock Hudson y Tony Curtis.

© José Luis Alvarez Fermosel


martes, 28 de agosto de 2012

Art Nouveau en Buenos Aires

 
El universo modernista de Buenos Aires es de un valor clave para la cultura argentina. El Art Nouveau, movimiento artístico de la era eduardiana (del rey Eduardo VII de Inglaterra), que se expandió por todo el mundo, coincidió en Argentina con el alud inmigratorio y la consecuente explosión urbana de su ciudad más importante, muestrario de todas las expresiones que se hicieron en los siglos XIX y XX.
El fotógrafo Xavier Verstraeten captó magistralmente parte de los edificios y esculturas Art Nouveau que constituyen uno de los ornatos más bellos de la ciudad, desde las magníficas y controvertidas estatuas de Lola Mora hasta el impresionante Palacio Barolo (foto), que data de 1919; otro edificio que se yergue en la calle Hipólito Yrigoyen, 2562, construído en 1911 y el Palacio San Martín, pasando por el Club de Pescadores de la Dársena Norte, el hotel Chile y la Galería Güemes. No podemos dejarnos en el tintero el edificio de Marcelo T. de Alvear, 1577, y la farmacia de Berutti, 3100.

Una reacción estética a la civilización industrial

La era eduardiana, que abarcó de 1841 a 1910, vio una gran variedad de corrientes artísticas: Post Impresionismo, Expresionismo, Fauvismo, Cubismo, Futurismo…
Pero el que más se asentó y tuvo más difusión fue el Art Nouveau o Modernismo, surgido como una reacción estética a la revolución industrial que alcanzó a la mayoría de los países europeos y los Estados Unidos en los siglos XIX y XX.
Aunque cada país desarrolló su propia dinámica de industrialización, hubo una serie de pautas comunes que cambiaron las estructuras económicas.
Basado en el Simbolismo y el acercamiento a la forma orgánica, el Art Nouveau fue esencialmente un estilo decorativo que tomó como elemento básico de definición la línea ondulante, transformándola en imagen de languidez o expresión de fuerza vital.
Los modernistas intentaban aplicar el arte a la vida cotidiana, incluídos, por ejemplo, los muebles.

“Arts and Crafts”

El movimiento inglés Arts and Crafts fue el primero en reivindicar la necesidad de producir objetos auténticos y bellos, y no los de factura basta y hechos industrialmente.
El mueblista M. Hugh Baillie Scott descolló enseguida, influido por las formas de Mackmurdo. Andrew Silver fundó, en cambio, un taller de quisicosas mal diseñadas.
En Alemania, Richard Riemenschmidt y el docorador de interiores Reinhard Pankok promovieron la creación de corporaciones de artesanos.
En España destacó el mueblista Garon, mientras que en Francia el ebanista Majorelle, miembro de la escuela de Nancy, se hizo mundialmente conocido.
En Argentina, país fuertemente agroexportador, sin industrias manufactureras, el ingreso del Art Nouveau se produjo rápidamente, tanto más cuanto que Buenos Aires, su capital, se inclinó siempre a lo francés en materia de preferencias culturales.
En el contexto porteño el estilo Art Nouveau prendió fundamentalmente en publicaciones populares, frentes de viviendas y objetos de decoración.

© José Luis Alvarez Fermosel 

martes, 29 de noviembre de 2011

Plumas para plumíferos


Algunos de nosotros, los que escribimos –aunque sea, como aquél, cartas a algún familiar o amigo pidiéndole dinero- utilizamos plumas estilográficas para hacer también borradores, tomar notas, firmar escrituras, poderes, cheques y otros documentos.
Solemos tener varias plumas de distintos tamaños, formas y marcas, sin que ello nos convierta en coleccionistas: somos,  meramente, acopiadores compulsivos.
Recuerdo a Jorge Guinzburg, que se volvía loco por las plumas estilográficas. Siempre se le veía con una distinta.
Ciertos médicos -¡Santo cielo, con la letra que tienen!- escriben con pluma historias clínicas, diagnósticos, recetas, informes, órdenes de internación en clínicas y sanatorios y recetas.
Algunas personas que saben del tema nos han dicho que el mercado de la pluma fuente es importante; la prueba es la cantidad de comercios del ramo que hay por todas partes.

La pluma sin fin

Los nombres empleados para referirse al nuevo artilugio, maravillados sus inventores como estaban, eran exagerados, más que descriptivos: “pluma fuente”, “pluma eterna”, “pluma sin fin”…
Esos instrumentos estaban aureolados de retórica, a pesar de lo prácticos que eran y cómo evitaban la incomodidad que significaba mojar contínuamente la pluma en el tintero y afilar a cada minuto la punta, que se gastaba enseguida y se tornaba roma e inútil.
“La pluma sin fin” se refiere a un diseño de 1702 de Nicolas Bion (ilustración), un matemático e inventor que trabajaba al servicio de la corona francesa. El prototipo llegó hasta nuestros días por medio de la traducción que hizo en 1723 el británico Edmund Stone de la única obra de Bion, titulada “Sobre la construcción y uso principales de instrumentación matemática”.
Para Bian, uno de esos utensilios era la “pluma sin fin”, que a pesar de su ambicioso nombre sólo era capaz de almacenar la cantidad de tinta suficiente como para componer algunas frases seguidas.

Mentes poderosas

Corrían los primeros  años del siglo XVIII y Europa hervía de mentes poderosas que se dedicaban con fortuna a los quehaceres científicos, filosóficos y tecnológicos.
Galileo y Newton habían revolucionado el mundo de la física unos años antes, Pascal había dado ya a conocer la máquina calculadora y Fahrenheit trabajaba en su termómetro de mercurio.
Inglaterra fue pionera de los modernos métodos de producción, donde surgió la plumilla metálica; y concretamente Birminhgam, que a finales del siglo XVIII se convirtió en uno de los primeros centros industriales de Europa.
La verdadera historia de la pluma estilográfica empieza en 1884, cuando L. E. Waterman patenta un modelo que reúne lo que a partir de ese momento se considerarán requisitos imprescindibles de una pluma estilográfica.
Otros nombres ilustres como Conklin, Parker y Swan, Sheaffer o Montblanc, LeBoeuf o Dunhill, Omas o Eversharp aportaron su personal versión a la historia de la pluma estilográfica, contribuyendo con algo más que su granito de arena a convertir una herramienta en un objeto artístico que hoy como ayer sigue despertando pasiones.

© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 14 de octubre de 2011

Demasiado para nuestro pobre cerebro


Hace unos días repetí la palabra hermoso tres veces en tres líneas. El texto apareció en Facebook. Nadie me hizo ninguna observación, delicadeza que agradezco, tanto más cuanto que yo me paso la vida criticando a quienes manejan mal nuestro idioma, lo siembran de ripios inútiles o tienen un vocabulario muy escaso pero, ¡eso sí!, presumen de literatos, profesionales de las letras o el periodismo y, desde luego,  gente de buena pluma.
Descuento que alguien se habrá preguntado: ¿Pero qué le pasa a este hombre, que no encuentra un sinónimo de una palabra que tiene tantos?
Diré en mi descargo que dicté ese breve texto procedente del cuarto de baño, con la cara enjabonada y la maquinilla de afeitar tremolando en la mano derecha, de prisa y corriendo y pensando en dos o tres cosas diferentes entre sí a la vez, que no tenían nada que ver con lo que dicté.

Encontrando a Forrester

En la película “Encontrando a Forrester”, uno de los protagonistas, un escritor que personifica Sean Connery le dice a su único discípulo que cuando se escribe no se piensa. El alumno le replica, diciéndole que, en su opinión, cuando se escribe hay que pensar por lo menos en lo que se escribe.
Forrester, entre paréntesis, está inspirado en J. D. Salinger, un escritor estadounidense cuya única novela, “Catcher in the rye”, traducida al español como “El cazador oculto” o “El guardián entre el centeno”, se convirtió rápidamente en un “best seller” y en un clásico de la literatura norteamericana.
Lo malo, lo verdaderamente malo es pensar en varias cosas a la vez que no tengan nada que ver una con la otra. Si esta práctica se convierte en hábito, o se adquiere por presiones, o por lo que sea, es muy probable que se termine con la cabeza a pájaros, o en el mejor de los casos repitiendo un día la palabra hermoso, u otra cualquiera, tres veces en tres líneas.
Ya sé que esto le pasa al más pintado, pero hay que tratar de que no pase. Al respecto no nos vendrá mal gozar de una cierta tranquilidad cuando escribamos. 

Los viejos tiempos

Los periodistas de los viejos tiempos estamos acostumbrados a escribir a toda máquina, con ruido –a veces de cañonazos-, comentarios, conversaciones, carcajadas y hasta gritos al fondo; la televisión prendida, cuando no la radio y la televisión al mismo tiempo y el monorrítmico tac-trac-trac de los pesados teletipos, ya desaparecidos
Pero uno tiene, o tenía la cabeza en blanco, u ocupada por lo que estaba escribiendo: la teoría de Forrester o la de su educando. Y el bullicio a su alrededor no le afectaba.
Ahora bien, si hubiéramos estado escribiendo sobre lo que fuera y al mismo tiempo pensando en algo que no tuviera nada que ver con lo que estábamos escribiendo, nos hubiera salido cualquier cosa en vez de una crónica.
En lo que se refiere a los supermodernos y complejos sistemas de comunicación y acceso a toda clase de informaciones, la multiplicación de las claves de acceso plantea otro problema: el de que llegue un momento en el que nuestro cerebro no pueda retener tanta información, o crear tantos sistemas para memorizar.
Sobre este asunto, tan actual, nos informa Margarita Rodríguez de la BBC en la nota relacionada.

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

lunes, 4 de julio de 2011

En "twitter"

Ivan Moiseeff nos cuenta en la revista Ñ del diario Clarín de Buenos Aires cómo se alterna y se interactúa en “twitter”, una de las llamadas redes sociales más populares, según destacadas personalidades de la cultura nacional.
En las dos primeras líneas de su nota, titulada Diccionario “twittero”, Moiseeff revela: “Escritores, artistas plásticos, dramaturgos, músicos y actores cuentan usos y costumbres en la red social y traman el glosario de una gran telaraña discursiva”.
No es que no estemos solos, ¡es que estamos todos!

© J. L. A. F.

Nota relacionada:
Diccionario “twittero”

lunes, 6 de junio de 2011

El misterio es cuestión de gases

Para el diario La Voz del Interior de la provincia argentina de Córdoba, “(…) el misterio del Triángulo de las Bermudas es una cuestión de gases”
Ya nadie habla del Triángulo de las Bermudas. Hace mucho tiempo que no es noticia, de lo cual hay que alegrarse, porque cada vez que lo fue se trató de una tragedia..
Parece ser –no aseguremos nada todavía…- que el enigmático triángulo se ha llamado a capítulo y la desaparición de barcos y aviones en esa zona –cuya localización se da en la nota relacionada-, se debió a causas fortuitas que nada tuvieron que ver con enigmas tales como operaciones de extraterrestres, liberación de poderosa energía oculta y otras actividades más o menos encubiertas o misteriosas, si no esotéricas.
Nosotros habíamos hablado ya en 2009 de esto en nuestro blog, después de encontrar en Madrid el libro del gran “debunker” estadounidense Lawrence Larry Kuscher, que asevera categóricamente que el misterio del Triángulo de las Bermudas no es misterio ni es nada. Lo leimos enseguida e informamos al respecto a Radio Continental de Buenos Aires, para la que trabajábamos entonces.
Muchos años antes, Alejandro Vignati, gran amigo, investigador de fenómenos paranormales, había publicado “El triángulo mortal de las Bermudas”. Se lo dedicó a Eduardo Azcuy y a mí... "perdidos en la noche”.
De ese libro no se habla en la nota relacionada, que en cambio descalifica el “Triángulo de las Bermudas” de Charles Berlitz, un “best seller” que metió mucho ruido allá por los años 70.
Hemos volado varias veces en aviones pequeños sobre el Triángulo de las Bermudas. El piloto decía siempre antes de llegar, sonriendo: “¡Vamos a entrar en el Triángulo de las Bermudas!”. Pero se le notaba cierto nerviosismo.
Todo será cuestión de gases de metano, de burbujas o de lo que se quiera, pero es un lugar que no se parece a ningún otro de la zona. Ni siquiera el mar es lo mismo, ni tiene el mismo color.
La sensación que yo experimenté siempre fue similar al clima que se describe con tanta precisión en la vieja película “Krakatoa” (1969), con Maximilian Shell, Diane Baker y Brian Keith, antes de que entre en erupción el volcán y sobrevenga el maremoto.
Ante los fenómenos que desata la naturaleza hoy en día y las cosas que pasan, no tiene nada de particular que al Triángulo de las Bermudas se le relacione ahora con cosas tan inocentes y tan bonitas como pompas, o burbujas, o con alguna de más feo olor, como el gas metano.

© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:
El triángulo de las Bermudas: un final con burbujas

Del autor:
“Debunkers” y triángulos

lunes, 16 de mayo de 2011

Nos quedamos sin intimidad

Se nos terminó la intimidad. Orwell fue un taumaturgo. Todos estamos en la misma burbuja. Todos estamos online.
Todos nos exponemos en la red. El mundo virtual nos ha conquistado.
Timoner prepara un biopic que va a hacer que se caigan las paredes, con lo que nos quedaremos todavía más expuestos.
¿Quién es Timoner?
Hay que leer Los peligros de una vida en público, de Borja Bas, en el diario El País de Madrid.

© J. L. A. F.

Nota relacionada:
Los peligros de una vida en público

Del autor:
Ha estallado la primera guerra cibernética

sábado, 30 de abril de 2011

Comunicación y música

Hubo una vez, tampoco hace tanto, un tiempo en el que sólo existía el teléfono llamado hoy, un poco despectivamente, de tierra. Era el único medio de comunicación rápido.
Había que solicitarlo. En Argentina tardaban, en algunos casos, hasta treinta años en adjudicártelo. Hay documentación al respecto.
Estaban también el telégrafo, y ese papelito azul llamado telegrama que nos entregaba a domicilio un señor de uniforme y siempre traía malas noticias.
Los periodistas teníamos la máquina de escribir Hispano Olivetti, modelo Lexicon 80 y los pesados teletipos Siemens. Para grabar las entrevistas disponíamos de unos magnetófonos enormes.
Los redactores de agencia teníamos que sabernos de memoria el alfabeto Morse para leer las cintas perforadas que salían de los teletipos.
Había radio, televisión –en principio, y durante bastantes años, en blanco y negro-, tocadiscos y poco más.
Ahora… ¡Oh, ahora…! Necesitaríamos mucho espacio para informar de todo lo que disponemos para comunicarnos, mientras nos vemos las caras.
Es que, como decía Don Hilarión, el inefable protagonista de la zarzuela La Verbena de la Paloma: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad…”.
Ciñéndonos sólo al campo de la música, al placer de escuchar música, vean la nota relacionada…. y comparen.

© J. L. A. F.

Nota relacionada:
Del gramófono al iPod

martes, 19 de abril de 2011

No hay...

Los mitos -pequeños o grandes-, las tradiciones basadas en errores, lo que se nos dijo siempre y lo creímos a pie juntillas, sin que se nos ocurriera nunca hacer una comprobación. Esto es así, esto es de la otra manera, lo digo yo y basta…
Pues bien, no hay soda en la llamada agua de seltz, es agua cargada con gas de ácido carbónico.
Los guantes de cabritilla en realidad están hechos de piel de cordero.
No hay gamuza en el cuero llamado gamuza, o ante, que es la parte interior de la piel de la oveja.
Tampoco hay pinceles de pelo de camello, sino de ardilla.
Los sombreros de Panamá no se hacen en Panamá, sino en Ecuador.
La plata alemana es una aleación de cobre, níquel y zinc.
La porcelana de Dresde no viene de Dresde, se hace en Meissen.
El zorro volador no es un zorro, es un murciélago de gran tamaño, también llamado vampiro.
La Bahía de Hudson no es una bahía, es un mar interior.
La ballena no es un pez, es un mamífero de sangre caliente que amamanta a sus crías.
Una cosa es demostrarle a un hombre que está en un error y otra es ponerlo en posesión de la verdad, decía el pensador inglés John Locke.

© J. L. A. F.

martes, 22 de febrero de 2011

Sobre el origen de la expresión OK

La expresión estadounidense OK para señalar que todo está bien ha dado la vuelta al mundo, como se sabe. Se usa ya en todas partes e incluso en España está reemplazando al castizo “¿vale?”.
Sobre su origen, el diario La Nación de Buenos Aires publicó un interesante artículo en el que se explica que las dos famosas letras juntas aparecieron por primera vez el 23 de marzo de 1839 en el diario estadounidense Boston Morning Post.
En la nota, que firma Luis Ini, se desestiman otras versiones acerca del origen de la expresión.
La BBC, por su parte, se refiere a cómo el OK conquistó el mundo como una forma de afirmar o expresar conformidad sin necesidad de dar una opinión.
Todo claro, OK?; quiero decir: ¿Vale?

© J. L. A. F.

Notas relacionadas:
De cómo el OK conquistó el mundo
Cuando la expresión OK ya estuvo OK

lunes, 20 de diciembre de 2010

No todo es domótica

No todo es domótica (1). Tecnologías y objetos con 2000, 3000 y hasta 4000 años de existencia siguen vigentes. Y, lo que es más, con toda probabilidad lo serán “per secula seculorum”.
Ariel Torres se pregunta en el diario La Nación de Buenos Aires: “¿Es posible que el no contar con un instrumento ideado 600 años antes de Cristo todavía pueda arruinarnos la tarde? ¿No estábamos en el siglo XXI? ¿No habíamos despachado toda atadura con el pasado mecánico y analógico?”.
Merece la pena leer las respuestas a estas preguntas y otras en la nota relacionada. Y tomar nota.

(1) Para los pocos que no lo saben, y según el Diccionario del Milenio de Rafael Ruiz, Eugenia de la Torriente, Manuel Cuéllar y otros es la casa robot, el futuro, el final. Ventanas que se abren automáticamente para dejar entrar una brisa artificial, neveras que avisan de la falta de alimentos, cuartos de aseo en los que sofisticados aparatos calculan el nivel de la presión sanguínea, la masa muscular, los aumentos de peso…


J. L. A. F.
Nota relacionada:

Diez tecnologías que se resisten a desaparecer

martes, 7 de diciembre de 2010

Otro mito

Los alimentos orgánicos son rentables y hace ya mucho tiempo que están de moda.
¡No se hable una palabra más!
La rentabilidad y la moda mandan. En todos los órdenes. ¡Y cómo!
El cuadro se completa con la tecnología, cada vez más sofisticada, de las comunicaciones. Las redes sociales son lo más “cool”, de momento.
Negocios, “marketing”, publicidad, moda, comunicaciones… Buenos elementos para la construcción del mito, que tiene todavía más fuerza que el rumor.
No hay pruebas concluyentes de que los alimentos orgánicos sean mejores que los convencionales, aseguraron especialistas de la prestigiosa Clínica Mayo de los Estados Unidos.
Expertos de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres opinan lo mismo.
Hay dos trabajos que desarrollan este tema, con lujo de detalles. Uno se titula “Cuán sano es lo natural” y lo firma Andrea Gentil en la revista Noticias de Buenos Aires. La web Vitadelia difundió el otro.
De cualquier manera, no puede uno quedarse con las opiniones de los científicos, porque como ya es público y notorio los científicos un día dicen una cosa y otro la contraria.
¿Qué hacer, entonces?
Seguir la moda. Y que sea lo que Dios quiera.

© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 5 de diciembre de 2010

Ciencia y moda

Ya está viéndose la punta del “iceberg”, como se dice vulgarmente. También la ciencia se supedita al “marketing” y a su inseparable compañera: la moda.
No es que los hidratos de carbono, el alcohol, el café, los analgésicos, las vitaminas, los tranquilizantes sean buenos o malos para la salud. Depende de dónde y cómo se vendan.
Detrás de cada investigación hay un mercado que financia los avances de los científicos y no es imparcial.
Lo dice, con todas las letras, la directora de la Maestría de la Investigación de la Universidad de Lanús (provincia de Buenos Aires), Esther Díaz, en un trabajo publicado en el diario La Nación de la capital argentina en el que se plantean otras cuestiones de no menos interés.
En una oportunidad, no hace mucho tiempo, se dijo que una dosis diaria de vitamina D reducía el riesgo de contraer cáncer de colon.
Pues bien, el Instituto Nacional del Cáncer de Argentina reveló a mitad de este año que la vitamina D no sólo no protege del cáncer de colon, sino que aumenta las probabilidades de adquirir cáncer de páncreas, uno de los más letales que se conocen. La web Urgente24 informa ampliamente al respecto.
No podemos exhortar a que no cunda el desconcierto desde el punto y hora en que se asegura, por poner un solo ejemplo, es decir, la ciencia asegura que dormir mucho engorda y dormir poco también.
Nos acercamos cada vez más a la idiocracia, que será el tema de un próximo post.

© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 13 de noviembre de 2010

Lenguas de gato

Después de haberse ocupado uno durante tantos años de los grandes temas nacionales, y aun de los internacionales, gusta de cultivar la minucia, la nadería: hablar de nimiedades, de cosas en apariencia poco, o nada importantes, rarezas, si se quiere, pero bellas en su esencia, distante de la vulgaridad.
También se divierte uno -ahí está la madre del cordero- recogiendo en su bitácora temas similares de otros plumíferos, quienes acometen, con la sonrisa en los labios, los mismos emprendimientos, calificados de fútiles, por los que nos critican.
¿Nos critican? Pues muy bien, si nos “quitrican”, que nos “quitriquen”, “pa” lo que nos “potregen”…, que decía el gitano.
J. de Jorge nos revela en el diario ABC de Madrid el secreto de la lengua de los gatos, que se basa nada menos que en la física.
No ha de ser tan intrascendente este asunto, cuando de él se ha ocupado el Departamento de Ingeniería Civil y Ambiente del Instituto de Tecnología de Massachussetts, Estados Unidos.
En otro orden, hay unos chocolates alargados, muy ricos, que se llaman lenguas de gato. Los recomiendo con entusiasmo.
A ver si me van a decir también que el chocolate es una fruslería.


© J. L. A. F.

viernes, 4 de junio de 2010

El asiento del alma

La glándula pineal, o epífisis –llamada también “tercer ojo” por los monjes tibetanos-, es un órgano secretor del tamaño de un guisante, que pesa entre 100 y 200 miligramos y está situada en el techo del diencéfalo, en la fosa pineal, es decir, en el centro del cerebro.
Esta glándula segrega una sustancia llamada melatonina, que es el antioxidante endógeno (formado en el interior del organismo) más potente que se conoce. Coordina y regula los ritmos biológicos, potencia y estimula el sistema inmune y ayuda a prevenir enfermedades graves –incluído el cáncer-.
Profesionales de la Medicina de reconocida solvencia afirman desde hace tiempo que, además, la melatonina mejora la actividad sexual, favorece la función glandular, regula el sueño, calma la tensión y el estrés e intensifica la sensación de bienestar.
Científicos, filósofos, investigadores y estudiosos de diversas disciplinas se ocuparon desde siempre de la glándula pineal.
Se sabe de su existencia al menos desde el año 300, gracias a los médicos griegos Herófilo de Calcedonia y Erasístrato de Ceos, a quienes se debe la denominación de pineal por su parecido a una piña.
La obra de estos sabios de la antigua Grecia desapareció con la destrucción de Alejandría por Julio César, pese a lo cual algunos de sus conocimientos trascendieron gracias a las citas de autores posteriores, entre ellos Galeno.
En el siglo XVII, el filósofo y matemático francés René Descartes –el padre de la crítica del conocimiento- llamó a la glándula pineal “el asiento del alma” y se refirió a ella como activador psíquico y somático.
Lo cierto es, siempre según los científicos, que además de producir melatonina la glándula pineal controla todos los centros neuroendocrinos del hipotálamo y, en consecuencia, todos los factores liberadores e inhibidores que hacen funcionar el organismo.
El hipotálamo es una glándula que se ubica también en el diencéfalo, en el suelo de la fosa pineal. Se la considera centro integrador del sistema nervioso autónomo o vegetativo y regulador del equilibrio dinámico del organismo.


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 9 de mayo de 2010

Llegar a tiempo

Leo el delicioso artículo de Angélica Gorodischer publicado en Perfil con el título ¿Qué es llegar tarde? Contagiado por su optimismo, me hago a la idea de ser capaz yo también de llegar a tiempo para aprender a manejar un teléfono celular de amplio espectro.
No pertenece uno a esta generación, y para colmo de males tiene muy poca, por no decir ninguna habilidad manual. Añádase a estos dos importantes handicaps el hecho de ser más rápido que lento y más impaciente que paciente, facetas de mi carácter acentuadas, quizás, por muchos años de trabajo en agencias internacionales de noticias -en países en circunstancias difíciles- y en secciones de cierre de varios diarios.
Pero Angélica Gorodischer, que tiene el don de la persuasión, me ha convencido de que nunca es tarde para aprender lo que sea, incluso el manejo de un teléfono celular.
Por eso, la próxima vez que me olvide en la barra de un bar o en un taxi el mío, que llevo encima algunas veces, sólo para hacer y recibir llamadas, me compraré uno de los más completos.
Al no tener nietos que me desasnen, como la afortunada Angélica, que tiene a Nicolás, le pediré a algún abuelo amigo que me preste cualquiera de los suyos para que me dé unas clases, a ver si yo también puedo llegar a tiempo… pensando en Rita Levi.


© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 9 de abril de 2010

Marconi y los otros

Marconi y su invento, la radio, siguen dando que hablar.
Ahora aparece un libro del profesor español de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, Angel Faus, que sostiene que el inventor de la radio fue un ingeniero y comandante (mayor) del ejército español llamado Julio Cervera Baviera (foto).
El profesor Faus afirma, además, en su libro La radio en España (1896-1977), una historia documental, publicado hace cinco años, que la primera emisión de radio en España surgió entre Ceuta y Tarifa y se mantuvo durante tres meses consecutivos entre 1901 y 1902.
Ceuta es una ciudad autónoma española situada al norte de Africa, en el Estrecho de Gibraltar y frente al campo de Gibraltar (en Cádiz, una de las ocho provincias andaluzas, al sur de España). Tarifa es un municipio español ubicado en el extremo meridional de Cádiz.
Según el profesor Faus, Marconi no trabajó en la radio hasta 1913.
Marconi inventó la telegrafía sin hilos (T.S.H.) o radiotelegrafía. Eso no lo niega el profesor Faus, ni nadie.
Guglielmo Marconi era ingeniero electrónico. Fue presidente de la Academia d’Italia y se le otorgó el Premio Nobel de Física en 1909.
Angel Faus afirma categóricamente que dispone de planos y patentes de Cervera que certifican que él fue el verdadero inventor de la radio.
Mucho nos tememos que todavía no se haya dicho la última palabra acerca de un invento al que se debe tanto, y uno en particular.

© J. L. A. F.