lunes, 31 de agosto de 2009

Madera de campeón

El gato pugilista es una maravilla. ¡Hay que ver, no ya con qué agilidad –propia de su especie-, sino con qué técnica lanza la derecha en jab y dobla con la izquierda en gancho!
Boxea con la guardia cambiada porque es zurdo, es decir, que tiende la derecha en punta para el jab y propina el gancho con la izquierda, en vez de hacerlo al revés, como los boxeadores diestros.
¡Cómo hubiera querido uno, cuando practicaba este noble deporte –tan injustamente denostado-, ser afortunado poseedor de una agilidad, una precisión y una técnica como la del minino que hace sombra frente al televisor! (Hacer sombra,en términos pugilísticos, es boxear contra la propia sombra, o más técnicamente, en inglés, hacer shadow boxing).
¡Qué bien le irá a ese gato en sus peleas nocturnas con sus congéneres para lograr los favores de las gatas, si es un gato golfo que sale de noche a parrandear por los tejados!
Los animales, no nos cansaremos de decirlo, son estupendos y nos dan constantemente muchas lecciones a los seres humanos.
Lo que no nos imaginábamos es que también podían enseñarnos a boxear -por lo menos los gatos, por lo menos un gato-, y a los que ya sabemos ayudarnos a perfeccionar nuestro estilo. Tiene madera de campeón.
Con los animales, esas deliciosas criaturas, nunca se sabe. Donde menos se piensa salta la liebre.

© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 30 de agosto de 2009

¡De acuerdo, qué alegría!

Uno coincide siempre con Mónica López Ocón, editora de Cultura e Internacionales de la revista Noticias, perteneciente a una editorial que supo uno transitar, tiempo ha.
Uno ha dicho, y las repite de tanto en tanto, las mismas cosas que Mónica, que las dice mejor.
A uno le alegra las pajarillas del alma saber que la suya no es una voz que clama en el desierto.
Hay gente que se refiere con sentido del humor a las peculiaridades del posmodernismo. Más de lo que uno cree. Como la inteligente y aguda observadora Mónica López Ocón, a quien admiramos mucho.
No es ésta la primera nota suya que posteamos, ni será la última.

Cerveza, nomás

“¡Cerveza, nomás, señor capitán…!”. La frase pertenece a una estrofa de una canción que escuché una vez en México. Se supone que un soldado exhortaba a su capitán a que bebiera cerveza y se dejara de jorobar.
La recomendación no parece mala, visto y considerando que ahora la prescriben los especialistas en nutrición y dietas, que nos traen por la calle de la amargura porque se contradicen constantemente, y unas veces nos dicen que tal o cual cosa es buena para la salud, y al cabo de algún tiempo dan marcha atrás y nos dicen todo lo contrario.
La cerveza, entonces, que ahora es algo así como una panacea, debe tomarse. La rubia, con bastante presión, fría y con la espuma justa, ni poca ni mucha.
La cerveza negra, la Guinness, por ejemplo, hay que tomarla a la temperatura ambiente. La cerveza Guinness es tan distintiva de Irlanda como el trébol de cuatro hojas o el verde de sus prados: el color nacional.
Hace ya bastante tiempo que la cerveza negra, los pubs y, en general, todo lo celta –incluída la música de gaitas- se puso de moda en Buenos Aires.
Alemania es, como si dijeramos, el emporio de la cerveza. La de Dortmund es, junto con la de Munich, la más conocida. Seis grandes cervecerías de la comarca producen una cerveza intensamente aromatizada con lúpulo, y por tanto de sabor amargo; es más dorada que amarillenta.
Además de la dormunder bier existe la tipo dortmund, que no sólo se produce en Westfalia, sino también en Renania.
Ah, ya que estamos, el black velvet (terciopelo negro): un octavo de litro de cerveza negra y una copa de champán muy frío.
No tendría nada de particular que, después de todo, la cerveza fuera saludable, ya que tiene propiedades anti inflamatorias, según un reciente estudio de la facultad de Medicina de la Universidad de Insbruck (Austria), publicado en la revista Inmunopharmacology.
Las características de los tres tipos de cerveza analizadas (cerveza sin alcohol, light y de trigo) serían tan beneficiosas para la salud como el té (verde y negro) y el vino tinto.
Según los expertos, la cerveza ayuda a curar las enfermedades del corazón, aumenta el llamado colesterol bueno y acelera la circulación de la sangre.
Ahora se está bebiendo mucha cerveza en Argentina, lo cual no tiene nada de particular porque el vino es cada día peor… ¡y más caro!, de acuerdo con la extraña lógica local.
La periodista del matutino La Nación de Buenos Aires, Laura Reina, explica detalladamente esta tendencia en una nota muy interesante.
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© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

La cerveza

En la Argentina, el consumo de las marcas premium se triplicó en los últimos cinco años

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lanacion.com Información general S?do 29 de agosto de 2009


sábado, 29 de agosto de 2009

La historia y la anécdota (y V)

Para que nos dé tiempo a hacerlo todo, y hacerlo bien:
* Confeccionar una lista con los objetivos que haya que alcanzar.
* Anotar en un cuaderno todo lo que estemos firmemente decididos a hacer.
* Tachar los objetivos alcanzados y, de no haberlo hecho, anotar los porqués, los imprevistos, los errores y lo que aprendimos con esa experiencia.
* Intentar organizar una parte de nuestras actividades de manera regular y estable y observar, también, que quede tiempo libre para el descanso y el recreo.
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El hombre español, no ajeno al proceso de evolución que marca al macho de la especie, fue siempre más bien simplote en materia de gastronomía: su puchero, su tortilla de patatas, su paella…
Pero hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad, como decía don Hilarión, uno de los protagonistas de la alegre –como todas- zarzuela La verbena de la Paloma, y al varón ibérico le interesa mucho la cocina. Es uno de los signos más expresivos de su evolución, a la que han contribuído los cocineros Ferrán Adriá y Martín Berasategui, los máximos exponentes de la llamada por ellos cocina molecular, que incorpora como ingredientes y utensilios fundamentales polvo de oro, arena de playa, láminas de taro –un vegetal originario de Tahiti-, harina de polipodio, ralladores ergonómicos, sopletes y no el mechero Bunsen de laboratorio de nuestros tiempos escolares porque ya ha pasado de moda.
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“Tome estas hojas”, le dijo el escritor ingles Rudyard Kipling a una enfermera que había cuidado a su primer hijo, una vez que estuvo enfermo. “Algún día, si necesita dinero puede venderlas, a ver si le dan algo, porque estas páginas forman un libro”, añadió el escritor.
Años más tarde, la enfermera vendió el manuscrito y con los derechos de autor que Kipling le había regalado vivió confortablemente el resto de sus días. El escrito era El libro de la selva.
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Cyrano de Bergerac existió de verdad, con nariz y todo. Nació en 1620 y murió en 1655. Fue poeta, dramatugo y escritor de ciencia ficción. Los actores José Ferrer y Gerard Depardieu lo encarnaron en sendas películas.
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El coche más vendido de la historia es el Coralla de Toyota, con 23 millones de unidades (desde 1966). Superó al Beatle de Wolswagen, con 21,5 millones desde 1937 hasta 2003.
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En esta vida, todo es verdad y todo es mentira. Es ésta una afirmación que se hace, ya en su título, en una famosa comedia del gran autor español Calderón de la Barca (1600-1681).
Casi dos siglos después, la idea reapareció en los conocidísimos versos de otro escritor español, Ramón de Campoamor, incluídos en su dolora Las dos Linternas:
“Y es que en este mundo traidor, nada es verdad y nada es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”.
Recordemos también a Agustín de Moreto, de la misma profesión y nacionalidad de los anteriores, que dice en una redondilla:
“Que quien por un vidrio mira/que hace algún color distinto,/todo cuanto ve con él/está del color del vidrio”.

© José Luis Alvarez Fermosel



Nota relacionada:

“La historia y la anécdota (IV)”
(
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La historia y la anécdota (IV)

“La ignorancia siempre está dispuesta a admirarse”.
Esta frase figura en el Art Poétique de Nicholas Boileau, un escritor francés del siglo XVII que dominó magistralmente la sátira y el género epistolar.
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“Todo hombre paga sus grandezas con mezquindades, sus victorias con derrotas y sus riquezas con quiebras”. Esto dijo a su vez el escritor italiano Giovanni Papini, uno de los fundadores de la revista Leonardo y autor de Gog, entre otras muchas obras menos originales.
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El famoso rifle Winchester de las películas del Oeste Americano puede dejar de fabricarse al haberse cerrado la planta de New Haven (Connecticut, Estados Unidos), donde se producía desde hace 140 años.
Ahora se busca a alguien que se haga cargo de la empresa en quiebra para que la marca no se vaya al extranjero, lo que sería un desastre para una de las armas que conquistó el “wild West”.
El más popular fue el modelo correspondiente al año 1873, que inspiró la película Winchester 73, protagonizada por James Stewart.
El winchester fue inmortalizado en el cine por John Wayne, que siempre iba con uno de ellos en la mano, a diferencia de sus émulos Gary Cooper, Rod Cameron, Randolph Scott, el inolvidable Alan Ladd de Shane y otros, más afectos al Colt 45 de seis tiros.
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Un libro interesante es Erótica y vejez (Perspectivas de Occidente), de Ricardo Jacub, psicólogo, docente de grado y posgrado de la cátedra Psicología de los ancianos de la Universidad de Buenos Aires. Además, dicta cursos en varias provincias de Argentina, en México y Colombia.
El libro propone un recorrido, desde la perspectiva de los estudios culturales, por las concepciones más significativas del erotismo y la vejez en Occidente, analizando de qué modo las concepciones en cuestión se traducen en políticas específicas que condicionan las ideas y las prácticas mismas.
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Según una antigua leyenda, el castillo escocés de Cawdor fue el escenario del asesinato, en el año 1040, de Lord Duncan a manos de Macbeth, sangriento suceso que inmortalizó William Shakespeare.
El castillo resulta interesante, además, porque en una chimenea hay una talla que representa a un zorro fumando en pipa. La fecha grabada en la piedra es de 1510. ¡Pero el tabaco fue introducido en Inglaterra en 1585, 75 años después de que se grabara el zorro…!
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El destornillador es un cóctel muy agradable –parece que están volviendo los cócteles-, a base de vodka y jugo de naranja. Surgió, precisamente, en una fábrica de destornilladores de Carolina del Sur, al este de los Estados Unidos.
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El gran Ramón Gómez de la Serna, inolvidable creador de las greguerías, dijo que las erratas son unos microbios de origen desconocido y picadura irreparable.
La novela de Pío Baroja titulada La feria de los discretos salió como La feria de los desiertos, y La dama de las camelias de Alejandro Dumas (hijo), se convirtió en La dama de las camellas.


© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“La historia y la anécdota (III)”
(
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La historia y la anécdota (III)

No hay pruebas de la existencia de seres ni, por tanto, vehículos extraterrestres, sostiene un informe confidencial de 400 páginas emitido por el Ministerio de Defensa del Reino Unido sobre Objetos Voladores no Identificados (OVNIS).
La investigación, realizada por expertos en inteligencia militar, afirma que los supuestos OVNIS son fenómenos meteorológicos.
El informe se dio a conocer a la opinión pública hace relativamente poco tiempo.
No se sabe quién, o quienes lo escribieron. Sus conclusiones pudieron conocerse gracias a la respuesta de la Ley Británica sobre la Libertad de Información a una solicitud presentada por David Clarke, de la Universidad Hallan de Sheffield.
“No hay evidencia alguna de que existan objetos sólidos en las capas más altas de la la atmósfera que pudieran descender y provocar colisiones u otros perjuicios”, señala categóricamente el informe.
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El champán ha robado lo mejor: el corcho a los catalanes, las botellas a los ingleses y el arte de vender a los alemanes.
En el siglo XX sirvió para brindar por el fin de dos guerras mundiales y por los “tours” de Francia.
El champán es el vino por excelencia de artistas, aventureros, golfos y gente de buen gusto en general.
Dicen que detiene el tiempo, hace a las mujeres más hermosas y a los hombres más generosos.
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Seducimos sin palabras: tardamos entre 10 segundos y 5 minutos en decidir si nos atrae otra persona.
No se necesitan las palabras porque el mensaje llega, en un 65 por ciento mediante el lenguaje corporal y la cadencia de la voz y en un 35 por ciento por lo que se expresa verbalmente: el “chamuyo”, la “chamuyeta” o, como se dice en España, el rollo.
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La isla de Alcatraz, uno de los lugares más tristes del mundo, está situada en esa explosión de belleza que es la bahía de San Francisco, hay que ver lo que son los contrastes.
(El alcatraz es una especie de pelicano).
La isla fue descubierta por Gaspar de Portolá en 1789.
Fue la primera base militar en la costa estadounidense del Pacífico, con tres cañones y un cuartel.
Entre 1934 y 1963 fue una prisión de alta seguridad: una cárcel horrorosa.
Cada celda medía 1,50 metros de anchura, por 2,70 de altura y 2,13 de longitud; tenía una cama de acero, una mesa plegable, una silla, dos estantes, un lavabo y un inodoro.
En Alcatraz estuvo recluído el tristemente célebre gángster norteamericano Al Capone, que trabajó en la lavandería. Un preso le hirió en una pelea con uno de los instrumentos punzantes o cortantes que manufacturan los reclusos.
También estuvo en Alcatraz Robert Stroud, el hombre de los pájaros, que fue encarnado por Burt Lancaster en una película muy taquillera en su tiempo. Stroud se convirtió en prisión en un destacado ornitólogo.
Hubo 14 intentos de fuga, todos abortados menos el décimotercero, el 11 de junio de 1962.
Los fugitivos fueron Frank Lee Morris y los hermanos John y Clarence Anglin, ladrones de bancos.
Nunca se supo si fueron devorados por los tiburones que infestan la bahía, si murieron ahogados o llegaron, por lo menos alguno, a tierra firme
Clint Eastwood protagonizó una película sobre esa fuga.
El penal se cerró el 21 de marzo de 1963. Desde entonces es una atracción turística más de las que ofrece la hermosa ciudad californiana de San Francisco.


© José Luis Alvarez Fermosel


Nota relacionada:

“La historia y la anécdota (II)”
(
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viernes, 28 de agosto de 2009

La historia y la anécdota (II)

La unión hace la fuerza. Este es el lema que figura en el escudo de armas de Bélgica. Expresa la idea del esfuerzo mancomunado, el que se realiza en forma colectiva, uniendo las individualidades en procura de un logro.
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El inmortal filósofo griego Platón se llamó realmente Aristócles. Recibió el apelativo con el que ha pasado a la historia, que significa espalda ancha, por su corpulencia. Valga como demostración de su fortaleza corporal el decir que en su juventud llegó a ser bicampeón olímpico de lucha.
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Durante el reinado de Felipe II se produjo una fuerte inflación en España, que provocó que la moneda de la metrópoli redujese su valor casi a la mitad de las que circulaban en las colonias americanas, denominadas pesos. Esto determinó que el peso americano fuera conocido a partir de entonces como peso fuerte o peso duro, nombre que caló tanto que las monedas que se acuñaron en Gerona en 1808 fueron llamadas duros de plata. Aquellas monedas eran octogonales y tenían un valor de cinco pesetas. Desde entonces, a todas las monedas de este valor se las llamó duros, hasta que los duros y las pesetas dejaron de circular al ser reemplazadas por el euro.
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El consomé, en contra de lo que se cree habitualmente, no es un plato de origen francés, sino español. Durante su presencia en España, hasta que fueron expulsados de ella, los soldados napoleónicos saquearon la biblioteca del monasterio de Alcántara y se llevaron a Francia, entre otras cosas, un recetario de cocina que habían atesorado los monjes. En él figuraba con el nombre de consumado o consumo, lo que los franceses llamaron rápidamente “consommé”.
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A Virginia Argue, una californiana de 80 años, al ser operada de un supuesto tumor en el ovario derecho se le encontró un diamante tallado.
El cirujano supuso que la piedra preciosa en cuestión pudo caer en el cuerpo de la mujer 52 años antes, cuando se le practicó una cesárea. La única conjetura válida es que el diamante se desprendiera del anillo de una de las enfermeras. Pero, ¿acaso no llevaba guantes quirúrgicos, si estaba presente en la operación?
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Según cuenta Plutarco en la que quizás sea su obra más leída y más citada –sobre todo por Perón- Vidas paralelas, la primera vez que Julio César llegó a Africa tuvo la mala suerte de tropezar y caerse al suelo nada más desembarcar. Con la presencia de ánimo que le caracterizaba, César se sobrepuso en el acto y, levantándose con gran rapidez, dijo: “Teneo te, Africa” (“Te tengo, Africa"), dando a entender que la suya no había sido una caída casual, sino más bien un acto voluntario con el que simbolizaba que había tomado posesión de aquella tierra.
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Entre las muchas mujeres barbudas, reales o falsas, que consigna la historia, destaca el caso de la napolitana Magdalena Ventura, muy conocida por haber servido de modelo al pintor José Ribera (El Españoleto) en su obra Un milagro de la Naturaleza.
A los 37 años, casada y con tres hijos, a esta mujer le crecieron una barba y un bigote pobladísimos, lo cual no le impidió, después de enviudar, volver a casarse y engendrar cuatro hijos más, el último de los cuales nació cuando su madre tenía la poco común edad para serlo de 54 años.
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La costumbre de numerar las casas se inició, al parecer, en el Pont de Nôtre Dame de París en 1463. La modificación de hacerlo reservando los números pares o impares para ambas aceras de una misma calle fue una innovación surgida muchos años después en algunas ciudades de los Estados Unidos.
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La obra teatral La ratonera, de Agatha Christie (1890-1976), se estrenó el 25 de noviembre de 1952 en el teatro Ambassadors de Londres.
En ese mismo teatro se ofrecieron sin interrupción 8.862 representaciones hasta el 25 de marzo de 1974, fecha en que la pieza se trasladó al teatro Saint Martins, donde el 6 de mayo de 1991 llegó a la representación número 16.000.



© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“La historia y la anécdota”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/08/la-historia-y-la-anecdota.html)

La historia y la anécdota

Con la técnica del “tutti-frutti”, y como en una almoneda de puerto abierta a la recepción de pacotilla marinera y a toda suerte de heteróclita mercancía, se confunden aquí los hechos, las anécdotas, las curiosidades, los chascarrillos, los dicharachos, las grandes frases, las máximas de almanaque, informaciones e invenciones. Todo apilado sin orden ni concierto y con efluvios de folletín: como en un “bric-à-brac”.
Este fue otro de mis “hits” en la radio, uno de los más celebrados, por cierto.

El periódico comunista El Diario del Pueblo informó que un delegado de Tsingtao, provincia de Shantung (China), dijo durante una conferencia:
“Antes de que se estableciera La Nueva Sociedad, vivíamos peor que los animales. Hoy, gracias a ella, vivimos como animales”.
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El tradicional simbolismo de las estatuas ecuestres de militares: cuando todas las patas del caballo están posadas en tierra, el jinete murió de muerte natural. Dos cascos en el aire indican que el caballero falleció en el campo de batalla. Si la cabalgadura tiene sólo levantada una pata, el jinete perdió la vida después del combate, a consecuencia de las heridas sufridas en él.
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Las cebollas son, además de sabrosas y socorridas en la cocina, tema para recetas de todo tipo, incluídas las afrodisíacas. También suelen obrar prodigios como el siguiente.
Dicen que Juana de Austria, la esposa de Luis XIII de Francia, fue a pedir al santuario de Nuestra Señora de las Virtudes el milagro de quedar embarazada. Cuentan también que en esa zona de Francia las cebollas son riquísimas y que doña Ana comió de las mismas en abundancia y le llevó varias a su marido, a quien le gustaba el buen comer. Hete aquí que tiempo después nacía el futuro Luis XIV, el Rey Sol.
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El pintor francés Claude Monet, una de las figuras más sobresalientes del impresionismo, vivió apreturas económicas, como casi todo el mundo que se dedica al arte. Una vez se le ocurrió jugarse 100.000 francos a la Lotería Nacional Francesa y ganó el primer premio, con lo cual pudo dedicarse sin agobios a vagar por la campiña francesa pintando paisajes.
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Un diplomático ruso apellidado Niuoff, acreditado en Pekín (ahora Beijin) tuvo que hacer una vez un viaje bastante peligroso y, sobre todo, cansador por Mongolia. En un punto del territorio mongol, unos rudos jinetes le ofrecieron hospitalidad a él y su comitiva y le hicieron probar, entre otras cosas, un tazón de té con leche y algunos granos de sal, constumbre que todavía perdura en la zona, dicho sea de paso.
Después de unos días Niuoff continuó su viaje y, al cabo de otro largo trecho, se acordó de la bebida con que le habían invitado sus anfitriones. Hizo otro alto en el camino y, para ahorrar el poco café que llevaba, se le ocurrió mezclarlo con leche y en lugar de añadirle sal, que no tenía, lo endulzó con miel.
Así que el café con leche, como tantas otras comidas y bebidas, surgió por la reacción de una persona ingeniosa acicateada por la necesidad. A todo esto, corría el año 1650.
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En el Museo Rocamora de Barcelona hay una interesante colección de guantes, abanicos y medias antiguas de mujer y de hombre.
En el Museo del Calzado, también en Barcelona –que está en la plaza de San Felipe Neri, en pleno barrio gótico- puede observarse la evolución del zapato desde la antigüedad hasta nuestros días.
En París, en el Museo de la Mujer, en Neully sur Seine, hay una respetable cantidad de guantes, abanicos, corsés y otras prendas que pertenecieron a mujeres famosas como María Antonieta, Sara Bernardt, Edith Piaf y bailarinas y cortesanas como Liane de Pougy, Cleo de Mérode, Mata Hari, etc. Es sumamente agradable visitarlo por el cuidado casi fetichista con que lo lleva su conservador, Jacques Daniot, un célebre anticuario de la Rive Gauche.
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Reinaba en España Carlos IV, o mejor dicho su mujer, María Luisa de Parma y el intrigante Godoy, valido del rey, quien pactó con Napoleón Bonaparte el reparto de Portugal en virtud del tratado de Fointainebleau y consintió el paso de los ejércitos franceses por España.
Juan VI de Portugal tuvo que embarcarse para Brasil, dejando su reino en poder de las tropas napoleónicas.
Al poco tiempo, otro ejército de 100.000 hombres, capitaneado por el general Murat, penetró en España y ocupó las principales plazas… en son de amistad, pero abrigando otra idea, naturalmente.
Carlos IV comprendió al fin la gravedad de la situación e intentó huir de España, en una actitud poco o nada gallarda.
Eso y las intrigas de Godoy, de quien el pueblo español abominaba, fue causa de que el rey abdicara en su hijo Fernando VII (1808).
Napoleón llamó a la familia real española a la ciudad francesa de Bayona, con el pretexto de poner paz en la corte; pero una vez traspasada la frontera hispanofrancesa hizo renunciar a Carlos y a Fernando al trono de España, en el que instaló a su hermano, José Bonaparte, a quien los madrileños llamaron enseguida “Pepe Botella”, debido a una supuesta afición a la bebida de este personaje.
Tamaña felonía indignó al pueblo español, que se alzó en armas como un solo hombre en defensa de su independencia, convocado por el alcalde del vecino pueblo de Móstoles, Andrés Torrejón.
El 2 de mayo de 1808 estalló en Madrid el primer levantamiento popular contra la invasores. La guerra duró seis años y demostró a Europa que Napoleón no era invencible.
Una de las primeras batallas que se ganaron a los franceses fue la de Bailén (en Jaen, Andalucía, sur de España), en 1808. En ella se destacó por su denuedo el teniente coronel José de San Martín.
El general Dupont, que mandaba las tropas francesas, dijo a su enemigo español, el general Castaños, al rendirle su espada: “¡Tomad esta espada vencedora en cien batallas!”. Castaños la recibió y respondió modestamente: “Pues señor, ésta es la primera que yo gano”.
Ganada la que en España se llamó Guerra de la Independencia a los franceses, éstos se retiraron de la Península Ibérica, con un abatido Bonaparte que salió de Madrid a caballo por Chamartín de la Rosa con la cabeza gacha, como le muestra un grabado de la época.

© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 24 de agosto de 2009

La clave es vender

Sí, si se quiere editar el segundo libro hay que haber vendido muchos ejemplares del primero.
Lo ideal para todo escritor -¡y para el editor, por supuesto!- es instalar en el mercado un “megaseller, antes “best seller”.
Vender cien mil, doscientos mil, un millón de ejemplares… ¡Ah, qué maravilla!
Parece ser que no es tan difícil, después de todo. Ari Paluch ha vendido 150.000 ejemplares de su libro El combustible espiritual, que refleja el… espíritu impuesto hace once años por la emisora de radio FM Mileniun de Buenos Aires.
- Entonces…¿hay escritores que pueden vivir de los derechos de autor que les dejan sus libros?
- ¡Pregúntele usted a Paulo Cohelo, que se calcula que recibe 3.600 dólares diarios!
- Es decir, que hay que vender…
- Sí, hay que vender mucho, muchísimo.
- ¿Y qué hay que hacer para vender mucho?
- Supuestamente escribir un buen libro y encontrar un buen editor que lo publique bien. Pero hay otros factores: la oportunidad, la suerte, la publicidad, el boca a oreja, que la gente empiece de pronto a comprar como loca un determinado libro, el efecto dominó…
Para saber más acerca del tema es conveniente leer la interesante nota que publica la periodista Susana Reinoso el 24 de agosto de 2009 en el diario porteño La Nación.


© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:

Literatura por millones / Un fenómeno en todo el mundoLos "megasellers", un éxito asegurado

Se consolida la figura de escritores que garantizan entre el 15 y el 40 por ciento de las ventas de una editorial

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lanacion.com Cultura Lunes 24 de agosto de 2009

“El fenómeno ‘best seller’ "
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/04/el-fenomeno-best-seller.html)

Idiomas extranjeros

Hace 15 años que se admitió la necesidad del estudio de idiomas extranjeros en Argentina.
La inquietud, planteada en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), determinó que surgiera el Centro Universitario de Idiomas (CUI), que acaba de informar en la capital argentina que cada vez hay más ciudadanos de esta nacionalidad que se anotan en cursos de chino, hebreo, quechua y guaraní.
¡Qué bien! Mejor aún que el 60 por ciento de los interesados en aprender otra lengua hayan escogido la inglesa, que es bastante fácil, sobre todo comparada con el alemán, el chino, el sueco o el tagalo.
El inglés, precisamente, es desde hace ya bastante tiempo el idioma universal, el idioma comodín.
Se habla en todo el mundo y lo habla todo el mundo que tiene la necesidad o el placer de viajar a Inglaterra, a los Estados Unidos o a cualquier otro país, sea el que sea, porque en todos se habla ya inglés, o de ver películas, o series en televisión en ese idioma sin tener que recurrir a los subtítulos, o leer en su lengua a los escritores anglófonos, porque los traductores vienen últimamente con poca carga profesional en su mochila.
Ni que hablar de los políticos, dignatarios, diplomáticos, cancilleres, presidentes… Es una vergüenza que tengan que viajar siempre a todas partes con un intérprete colgado del cuello, como quien dice.
Cuando yo quería ser diplomático en España –tampoco hace tanto tiempo- la prueba de idiomas consistía en escribir en inglés y en francés un texto de una hoja tamaño oficio sobre un determinado tema. En el exámen oral tenía que hablarse durante cinco minutos -¡cinco siglos!- en francés y en inglés sobre temas tales como Eva, madre del mundo, la filosofía de Schopenhauer o los comentarios de César a la Guerra de las Galias, que ya habíamos estudiado en latín en el colegio.
Creo haber recordado en este blog lo que dijo el emperador Carlos I de España y V de Alemania: “Poseer otro idioma es como poseer otra alma”.

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“Crece el estudio de idiomas exóticos”
(
http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=29645)

sábado, 22 de agosto de 2009

Peores que las mulas

Hay que ser muy “malparit” -dicho así, en catalán, parece que suena menos mal-, para entrar en un ascensor, o en un consultorio médico, o en un bufete de abogados, o en una tienda, o en cualquier lugar en el que haya gente y no dar los buenos días, o las buenas tardes, o no contestar si son los demás quienes se los desean, o se las desean, según sean días o tardes.
Hay una señora francesa que tiene un kiosco de venta de diarios y revistas en una esquina de la calle Corrientes de Buenos Aires –naturalmente, no voy a decir cual-, que cuando ve que se aproxima alguien conocido y va a tener que responder a su saludo, o saludarle ella, baja la cabeza para no verlo. Lo he observado muy bien. ¡Sólo un francés, o en este caso una francesa puede ser capaz de tener un detalle de semejante exquisitez!
Con los saludos pasa lo mismo que con dar las gracias, pedir las cosas por favor o excusarse cuando corresponde. Muy poca gente lo hace.
Estas sencillas normas no son exclusivas del protocolo y ceremonial de ciertas fiestas complicadas, con grandes personajes y dignatarios que suelen ofrecerse en legaciones, cancillerías y “roof gardens” de hoteles de seis estrellas.
Saludar al entrar en el ascensor, o donde sea, es algo que las mulas no hacen porque no hablan, que si hablaran lo harían.
Simplificando un silogismo, cabría decir que determinadas personas son peores que las mulas, al menos en lo que se refiere a los buenos modales.
Las reglas más elementales de los manuales de urbanidad se refieren a los saludos. Se supone, además, que padres, abuelos, tíos, otros parientes y maestros y educadores es lo primero que enseñan a los niños en cuanto estos empiezan a hablar.
No es que esas reglas se aprendan con dificultad, como uno aprende el binomio de Newton, sino que se incorporan, se absorben, quedan ya impresas indeleblemente en un rincón del cerebro y saltan como reflejos condicionados en las ocasiones pertinentes. Es decir, tendría que ser así.
Pero, no: hay personas, y muchas, que no saludan, ni piden las cosas por favor, ni piden permiso, ni perdón, ni dan las gracias en los lugares públicos.
Si ni siquiera son capaces de observar esas normas, ¿cómo se manejarán en la oficina, cómo comerán, cómo se relacionarán con el prójimo, al que agreden de tal manera, negándoles el saludo, o rechazando el que el prójimo les ofrece con una sonrisa?
¿Cómo tratarán a sus novias, a sus mujeres, a sus padres? ¿Qué les enseñarán a sus hijos. ¿Cómo se comportarán en sociedad?
Que no me vengan con que saludar, como llevar corbata, es cosa de la derecha.
Es que son peores que las mulas.
© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“De desaliños e ideologías”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/07/de-desalinos-e-ideologias.html)

Para los que escriben

A todos aquellos que escriben, sea lo que sea, y quieran publicar, no les vendrá mal leer en nota relacionada un trabajo claro, directo y exhaustivo; y, fundamentalmente, útil.
Queridos colegas, en especial los más jóvenes: ¡ánimo!
Y, por encima de todo, mucha, mucha paciencia. ¡Y suerte!


Nota relacionada:

“Lectores de editoriales, primeros críticos (Alvaro Colomer)”
(
http://dreamers.com/manuscritos/docs/manuales/manual016.htm)

viernes, 21 de agosto de 2009

Así se escribe la historia

Los que saben, ah, los que dicen que saben de esto, lo otro y lo de más allá. ¡Cuántos hay, cuántos tenemos! Y no paran de hablar, ni de escribir en todas partes.
El libro The Experts Speak (Hablan los que saben), de Christopher Cert y Victor Navasky, al cual nos hemos referido en más de una ocasión, recoge más de un millar de afirmaciones de gente que sabía, es decir, que creía saber.
No paran en barras, los expertos. Se meten con todo. Desde la astronomía a la política, pasando por la música, la pintura, la filosofía y otras disciplinas.
Los que más pontifican son los políticos: los que más se equivocan; los que más palos reciben son los escritores.
Algunas perlas de Hablan los que saben:
"No habrá otra guerra mundial", estableció Henry Ford en 1928, once años antes de que estallara la peor guerra de la historia.
Muchos años después, concretamente en 1981, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, aseguró que el déficit nacional se reduciría espectacularmente durante el año fiscal de 1982. Pues bien, al término de 1982 –el segundo año de gobierno de Reagan- el déficit trepó a la cifra récord de 110 billones de dólares.
El general norteamericano Douglas McArthur pronosticó que Japón jamás constituiría un eje político con Italia y Alemania. Veinticuatro horas después se produjo la alianza.
Al asumir Lenin el gobierno de la revolución rusa, en noviembre de 1917, cuatro meses antes de firmar la paz separada con Alemania, expresó su más enérgica protesta por una versión… “capitalista” según la cual se pretendía firmar una paz separada con Alemania.
El famoso ensayista norteamericano Walter Lippman dictaminó a finales de 1968 que Richard Nixon había corregido sus errores y tenía ante sí un promisorio futuro político. Seis años después, precisamente por sus errores –que parece ser que no podía corregir del todo-, Nixon se enfrentaría con el caso Watergate y, sumido en la vergüenza y el deshonor, tendría que renunciar a la presidencia de los Estados Unidos.
Napoleón Bonaparte dijo a sus generales durante el desayuno del 18 de junio de 1811, pocas horas antes de ser derrotado en Waterloo, que el general Wellington era un mal militar y sus soldados no servían para nada. Fue vencido por Wellington y sus tropas en una memorable batalla que marcó el triste destino final del Gran Corso.
"Estos diarios son auténticos", enfatizó el historiador inglés Hugh Trevor en abril de 1983, refiriéndose a unos “Diarios de Hitler” que aparecieron de sopetón en Alemania. Los diarios eran falsos.
La Gazette Musicale de París escribió en 1853 que la ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi, no podría permanecer en ningún repertorio porque carecía totalmente de melodía.
Thomas Alva Edison opinó que el cine sonoro nunca sustituiría al mudo. Corría el año 1913.
La muerte de la pintura se ha decretado varias veces en muchas partes del mundo, incluso en Argentina. El primero en entonar un sentido réquiem por ella fue el pintor francés Paul Delaroche, después de observar, en 1839, la primera exposición de daguerrotipos y asistir así al nacimiento de la fotografía.
Los que saben, saben.


© José Luis Alvarez Fermosel

miércoles, 19 de agosto de 2009

Digresión

Podríamos mejorar nuestra vida, quizás, si tuvieramos en cuenta un par de cosas, o unas pocas más, referentes a nuestras relaciones con el prójimo.
Vayan a continuación algunas observaciones al respecto, sin ninguna pretensión didáctica: con la mayor humildad.
Recordemos que nuestra familia no somos nosotros. Está a nuestro lado, pero no hará exactamente todo lo que esperamos, o queramos, como tampoco lo hacemos nosotros.
El excesivo rigor en nuestras convicciones puede malograr la acción y la búsqueda de nuevas experiencias, lo que es siempre apasionante. Se trata de no ser dogmático. Tampoco es cuestión de caer en el otro extremo y tener convicciones débiles o, lo que es mucho peor, no tenerlas. Tampoco es cosa de caer en la inconsistencia y la frivolidad.
Es muy importante contar siempre con alguien de confianza, a quien podamos contar nuestras cosas; que nos atienda, que nos entienda, que sepa aconsejarnos bien, aunque por lo general uno no se deja aconsejar porque sabe equivocarse solo.
Hay que tener el don, y si no se tiene hay que inventarse algo parecido, de saber retirarse a tiempo: de un campo de batalla, de un matrimonio que naufraga, de una amistad que resulta que no lo es, aunque uno lo haya creído así durante varios años –esto ocurre con mucha frecuencia, y tienen mucho que ver la envidia y los celos-. En un orden más mundano, por así decirlo, también hay que saber cuando uno debe abandonar una reunión, o irse de un trabajo, lo cual no es nada fácil, ni mucho menos aconsejable, con los tiempos que corren.
Algo que no debe preocuparnos: que hablen bien de nosotros. Que hablen de uno…, aunque sea bien, decía aquél, que era un poco cínico. Uno debe saber quién es y qué es, y si hablan de uno, bien o mal, pues que hablen. Lo que uno no debe hacer es hablar bien de sí mismo. Dejemos que lo hagan los otros. El presumido, el que se alaba, es un inseguro, y si lo hace desaforadamente –hay casos- padece un tipo de paranoia protagónica o de egocentrismo llevado a la enésima potencia. Suele caer mal, y hacer el ridículo.
Por encima de todo, hay que tener sentido de la realidad, y no comprometerse a hacer algo que no puede hacerse. No hay que porfiar, ni discutir, ni asegurar nada sin saber a conciencia que se está en lo cierto, e incluso así no hay que imponerse, ni hacer prevalecer nuestra verdad a machamartillo. Cada uno puede tener la que considera suya. Pero realidad, lo que se dice realidad no hay más que una. Al día sucede siempre la noche. Y la primavera al invierno.


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 16 de agosto de 2009

Decodificando

Los contraespías decodifican, es decir "desclasifican" documentos "classified", o clasificados como secre­tos para ver cuánto y cómo han espiado los espías y cuán­to y cómo siguen espiando.
Los espías han espiado mucho y muy bien, se des­prende del material "en clair", que en la jerga del espionaje significa puesto en un idioma que pueda entender todo el mundo, no sólo los expertos en descifrar códigos. Hemos sabido, por tanto, que Rusia, cuando era la URSS, desveló entre 1940 y 1950 los secretos norteamericanos mejor guardados, incluido el de la bomba atómica, asegura el libro Venona, decodificación del espionaje soviético en América, de John E.Haynes y Harvey Klehr.
El espionaje soviético (la NKBVD/KGB y el brazo de inteligencia, la GRU), además de ser muy eficiente, contó con la inestimable ayuda de desertores de los servi­cios secretos británicos como Guy Burgess, Donald McLean, Kim Philby y, más recientemente, Michael Bettaney y Anthony Blunt, por no citar sino a los más conspicuos.
Algunos "primos" de los ingleses, es decir, los norteamericanos, también se pasaron al bando soviético, co­mo Richard Craig, que trabajó para el servicio de información del ejército de los Estados Unidos… y para la URSS.
Esto pasaba durante la Guerra Fría, pero no nos llamemos a enga­ño: los espías, otros espías siguen trabajando. El diario The New York Times reveló que el agente chino Wen Ho Lee pasó a Beijin, entre otras informaciones, los diseños de la ojiva nu­clear W-88. Esto creó en su momento ciertas tensiones entre los Estados Unidos y China.
Muchas personas que leen los diarios, ven la televisión, navegan por Internet y se enteran de es­tas cosas, vuelven a sacar de los anaqueles los libros de Eric Ambler, lan Fleming, Graham Greene, John Le Carre y otros.
Todos esos escritores, que cultivaron un género literario tan vendedor como el espionaje, fueron espías antes que escritores.
Un matrimonio de agentes secretos de la ex Unión Soviética, conformado por Irina y Vladimir Julien, operó en Buenos Aires durante casi diez años, consta en fichas que Vasili Mitrojin –un ex archivero del KGB- entregó al periodista británico Cristopher Andrew.
Uno ha conocido a varios espías. Unos con cobertura, otros sin ella. Tienen muy buena mano para las relaciones públicas, hablan varios idiomas y trabajan mucho, aunque no se les note. Naturalmente, no se puede confiar en ellos.
Es muy difícil saber, al punto que hemos llegado, si la vida imita a la novela de espionaje o la novela de espionaje imi­ta a la vida.
El escritor británico Somerset Maugham -que fue espía en Rusia en 1917-, ya planteaba la pregunta entre las dos guerras en un libro autobiográfico, Mister Ashenden, agente secreto. La incógni­ta aún no se ha despejado.
Y los espías, mientras tanto, siguen trabajando en la vida real.



© José Luis Alvarez Fermosel

Eclosión de periodismo escrito en India

Los periodistas desocupados, sobre todo los llamados por muchos con cierto matiz despectivo “plumíferos”, o “escribas”, ya tienen su lugar de trabajo en el mundo, siempre y cuando puedan escribir fluidamente en hindi o en inglés: India, donde están apareciendo vertiginosamente medios informativos online y en papel.
Pasa ahora en India con el periodismo escrito lo que pasó hace poco con su cine, que se colocó en un lugar de privilegio en el mundo entero por su gran calidad.
La industria de los periódicos es en India más que floreciente. El ministro indio de Información y Radiodifusión, Pryaranjan Das Munsh, ha calificado este fenómeno de verdadera revolución.
Los diarios impresos en papel –aunque India es una potencia en software- están satisfaciendo una necesidad imperiosa que existía en esa sociedad, que ha progresado mucho en muy poco tiempo.
Así que podemos decir que la prensa escrita, que pensábamos que estaba en proceso de desaparición en todo el mundo, se revitaliza a pasos agigantados en India.
Recomendamos leer al respecto la nota relacionada.


© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:

“Explosión periodística en India: La prensa escrita encontró su paraíso”
(
http://www.urgente24.com/index.php?id=ver&tx_ttnews[tt_news]=127481&cHash=04cc0f3699)

sábado, 15 de agosto de 2009

Campesinos jugando a las cartas

Una obra del pintor belga Adriaen Brouwer, característica de la escuela flamenca, que no deja de mostrar levemente ciertos matices impresionistas.
A Brouwer se le considera, precisamente, como un adelantado, un precursor del impresionismo, debido a la carencia de detalles, para que el ojo se fije en el tema principal de la obra. En todas ellas predomina la pincelada fuerte y desenvuelta.
Brouwer vivió intensamente. Frecuentador habitual de los bajos fondos, llevó a muchos de sus asíduos a sus cuadros, a veces de colores violentos, no ya muy definidos.
Podría decirse que prefirió siempre simplificar la forma, haciendo que predominara el color.
Murió muy joven, incluso para la época: apenas pasados los 30 años. Había nacido en Oudenaarde, Bélgica, en 1605; vivió algún tiempo en Holanda.
Copió y, lo que es peor, falsificó cuadros. El propio Rubens, que le admiraba mucho, se pronunció en su contra y Brouwer fue encarcelado.
En prisión conoció a un panadero, Joost Craesbeeck, que fue su único discípulo.
Los personajes de sus obras guardan consonancia con el ambiente en que vivieron: aventureros, jugadores de ventaja, borrachos, truhanes, camorreros… A todos trató con piedad y hasta con cariño.
Riña de campesinos, El fumador –su cuadro más famoso, que se conserva en el museo del Louvre de París-, Interior del mesón, Campesinos jugando a las cartas –el que hemos escogido como ilustración-.
Influenciado por Frans Hals (1), de la representación de la naturaleza que hizo Brouwer emana una independencia brutal.
Ningún pintor, o muy pocos captaron como él con tanta justeza, con tal aluvión de color esa hora imprecisa del crepúsculo vespertino.
Su cuadro Paisaje del atardecer refleja impecablemente “cette heure exquise qui nous grise…”.

(1) Pintor neerlandés de la escuela barroca flamenca. Excelente retratista.



© José Luis Alvarez Fermosel

Cada vez más jóvenes

Nosotros lo dijimos y lo repetimos hasta el cansancio en la radio, donde hablamos largo y tendido de una realidad que cada vez se perfilaba más como absoluta e innegable; y, desde luego, sin retorno ni marcha atrás: una realidad que hemos vivido y vivimos, que está a la vista, que la vemos todos, que no puede negarse.
También escribimos acerca de este tema, tan…”bizarro” pero tan real, tan actual, en los medios gráficos, e incluso en este blog. Fuimos los precursores. Nos sentimos pioneros.
Nuestras afirmaciones, recibidas en principio con desconfianza, si no con incredulidad, nunca fueron caprichosas, ni carecieron de base.
Nos alegramos de que, a pesar de todo, no cayeran en saco roto, de que otras personas en otros países -¡diez y ocho , nada menos! hayan reafirmado y dado carácter de realidad y actualidad a este fenómeno –porque ya es un fenómeno-, tan incrustado en nuestra vida y nuestra sociedad como el de la prolongación de la adolescencia y la juventud hasta edades consideradas antes como la plenitud del desarrollo mental y físico.
La carencia de madurez funcional y emocional se prolonga a pasos agigantados, y globalmente; más en el hombre que en la mujer, por cierto.
Lo acaban de asegurar, tras prolongados y concienzudos estudios, destacados científicos en diez y ocho naciones de todo el mundo.


© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:

“Ser joven ‘es una actitud’ que podría durar hasta los 34 años”
(
http://www.ambito.com/noticia.asp?id=476494)
“El síndrome de Peter Pan”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/05/la-generacion-odisea.html)

miércoles, 12 de agosto de 2009

Increíble pero cierto

De cuando en cuando nos enteramos, por la decodificación de ciertos documentos secretos, porque reporteros expertos en investigación exhuman viejos informes, o por causas parecidas, de cosas del pasado reciente que nos ponen los pelos de punta.
Pocas tan estremecedoras como “la necesidad de que la gente muera”, expresada en un informe que la industria tabacalera de Gran Bretaña elaboró a finales de la década del 70.
En el documento conocido y divulgado recientemente por el diario El País de Madrid, se dice que habría que vender la idea de que fumar es bueno, porque el cáncer de pulmón que suele producir este hábito reduciría el número de personas mayores que tiene que mantener el estado.


Nota relacionada:

“Necesitamos algo para que la gente muera”
(
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Necesitamos/algo/gente/muera/elpepusoc/20090812elpepusoc_9/Tes)

La topografía sagrada de una ciudad legendaria

Petra, la legendaria y misteriosa ciudad jordana de los nabateos, cobra de nuevo actualidad, después de haber sido mostrada al mundo pos Hollywood.
Se la relaciona con astros y leyendas. Científicos actuales, después de exhaustivos estudios, han llegado a la conclusión de que fue elevada sobre montañas y orientada hacia el solsticio de invierno, a fin de servir de guía a las caravanas que se desplazaban por la Península Arábiga.


Notas relacionadas:

“Los astrónomos diseñaron la legendaria ciudad de Petra”
(
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/08/12/ciencia/1250075934.html)
“Petra: la ciudad de Indiana Jones”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/10/petra-la-ciudad-de-indiana-jones.html)

martes, 11 de agosto de 2009

Una de cal y otra de arena

Los reporteros devenidos articulistas, o columnistas, que al cabo de tantos años de trabajar en la calle y redactar sin firma, pasamos a escribir artículos de opinión y columnas, y a firmar unos y otras, tenemos que verlo todo negro, hemos de escribir sólo acerca de lo mal que está el mundo: en unas partes mejor y en otras peor; pero en general, mal, muy mal.
Todo es negro, todo está negro. No hay leyes, es decir, no se respetan; no hay más que desastres por todas partes, todos los políticos son corruptos, todos los jueces están comprados, todos los militares son asesinos.
Todo es negro, está negro. No hay nada blanco, ni siquiera gris ni, ¡mucho menos!, de color de rosa. Si se nos ocurre hablar de alguien que ha tenido un gesto de grandeza, de honradez, de un perro que salvó a un ciego, de un muchacho que devolvió cien mil dólares que se encontró en un maletín en plena calle; si nos atrevemos a decir que ha llegado la primavera, o que las noches de luna son hermosas, se nos calificará en el acto de intranscendentes o de frívolos, cuando no de cursis.
El que hace notas de color, o viaja y escribe de las cosas positivas que le han pasado, de la bella gente que ha conocido, y le resta importancia a los inconvenientes, a los errores humanos, al ladrón que le robó en el autobús, porque eso pasa en todas partes, es un jodío inútil.
De humor: el humor inteligente, las bromas, los chistes, ¡ni hablar! Eso queda para periodistas de morondanga, que no saben hacer la o con un canuto. Además, aquí no hemos venido a reirnos, ¿eh? Aquí hemos venido a sufrir. Y tenemos que contar los sufrimientos de la gente y los nuestros. Y denunciar a quienes nos hacen sufrir –que suelen ser aquellas personas de ideas políticas contrarias a las nuestras o que, sencillamente, no nos caen bien-.
Los destinatarios de nuestro mensaje final no son tales o cuales empresarios, la propia tropa, amiguetes influyentes, el partido, el sindicato o el que nos trae los sobres. No tenemos que escribir para ellos. Quienes deben recibir nuestros escritos son el hombre de la calle, el ciudadano de a pie, a los que hacemos un gran favor si les damos un poco de alegría, de distracción o les hacemos sonreir.
Muere gente todos los días, en todas partes, violentamente, con harta frecuencia. Muchos se mueren de hambre. Pero también nacen niños todos los días y hay gente que come porque se gana el pan con el sudor de su frente. Eso hay que celebrarlo, y contarlo.
Gente se funde, gente se enriquece, se hunden países, emergen otros, unos están en crisis, otros salen de ellas, también hay países estables.
En muchos lugares se cumplen las leyes, y no hay injusticias, ni corrupción, ni cohecho, ni la gente se mata una a otra, ni se roba.
Pasan cosas agradables en esta vida, aleccionadoras, bien intencionadas, hermosas.
Hay calidez, buenas ideas, bellos gestos. No todo es maravilloso, desde luego, Ni aquí ni en Pekín. Pero tampoco todo es injusto, inhumano, ingrato, desastroso, ni está dejado de la mano de Dios.
No es que los periodistas que opinamos tengamos que volver constantemente la cara a otro lado, hurtarle el cuerpo a la realidad y decir que todo está bien y que todo el mundo es bueno. Hay que criticar, consignar cuanto de negativo nos mortifica a todos, lamentarnos, cantar la palinodia. Nos hemos equivocado, todo está manga por hombro, hemos hecho mal los deberes.
Pero el sol sigue saliendo todos los días, a la tempestad sigue la calma. Hay luces, risas, música, logros, éxitos, amor, amistad, compañerismo, solidaridad, generosidad. Quizás en dosis homeopáticas, pero suficientes como para que nos alegremos de que las haya y se las contemos a la gente, nosotros que podemos.


© José Luis Alvarez Fermosel

Capacidad de síntesis

No hay nada como tener capacidad de síntesis para decirlo todo en pocas líneas, o en pocos trazos.
O no decir nada, que también tiene lo suyo.
El dibujante a quien se debe el rostro de arriba se las ha arreglado, con un dibujo que hizo probablemente en cinco minutos, probablemente después de muchos años de práctica, para retratar la duda, la contención, la timidez, el quiero pero no me atrevo, el yo no sé si debo y hay qué ver las cosas que pasan hoy en día.
Dos círculos, un ángulo, varias líneas curvas…, ¡y ya está! Ya está todo dicho. O todo pensado. Y quizás todo visto, también. Demos vuelta a la página.
No hay necesidad de más líneas, más trazos, colores, perspectiva, personajes de soporte, muebles, árboles, niños, flores, perros, nieve…
Todo está ahí, en la mirada, en la expresión, en la magia de unas líneas, en el pequeño milagro breve de un artista que sublima la capacidad de síntesis.



© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 9 de agosto de 2009

La pronunciación va por barrios

Madriz, Madris o Madrí. En Madrid, nadie, o casi nadie dice Madrid.
¡Hay en Madrid tánta gente de provincias, con tántas formas de hablar, de pronunciar las palabras, con tántos acentos! Andaluces, catalanes, aragoneses, gallegos, vascos…
Los barrios, además… Dicen que la risa va por barrios. Pues en Madrid lo que va por barrios es la pronunciación.
Decir bien la palabra Madrid es cosa de académicos, o de turistas hispanohablantes. Un madrileño castizo dirá siempre Madrí. Alguien que quiera dejar bien sentado que es culto y fino, al exagerar la d final la convertirá en z y dirá Madriz, así como soledaz, cantidaz y todas las palabras terminadas en d.
Hemos encontrado una verdadera joya: el facsímil de la portada –que se debe al dibujante Javier de Juan- de una revista probablemente dedicada al turismo y los viajes, por lo que bajo el título se lee vacaziones con z.
El número de la revista cuya tapa ilustra estos renglones corresponde a julio y agosto… ¡nada menos que de 1984! Hace la friolera de 25 años, un cuarto de siglo.
¿Por dónde andaría uno en julio o agosto de 1984? ¿Dónde estaría uno, que no ha parado de correr? ¿Por qué no en Madrid, en pleno verano?
En la Ribera de Curtidores, un domingo por la mañana, bajo un sol de justicia, con gente zascandileando por el Rastro –el gran mercado de pulgas al aire libre-, turistas con cámaras fotográficas y filmadoras y empleadas domésticas en su día libre, en pequeños grupos, camino de la Puerta del Sol, a encontrarse con los soldados, recién salidos de sus cuarteles después del cambio de guardia.
También podría estar, de noche, en una sala de fiestas –como se las llamaba entonces-, en el parque de El Retiro, con una señora rubia al lado y un camarero hercúleo de esmóquin blanco –como el de la portada de la revista- atendiendo las mesas, los tres flanqueados por árboles y plantas.
No sería descartable que Lilian de Celis cantara un cuplé, mientra uno pedía un Cointreau con hielo para su acompañante y un gin tonic con gin Beeffeater para uno.
No se pasa mal en Madrid, en verano. Ya lo dijo Francisco Silvela (1): “Madrid, en verano, con dinero y sin familia es Baden Baden”.
En las tardes de verano cantan los pájaros de los jardines, incluídos los oscuros vecejos urbanos que pueblan las acacias, los árboles más típicos de Madrid.
Cuando caen las primeras sombras del anochecer sobre la ciudad recalentada y casi desierta, pues julio y agosto son meses de vacaciones, viene una ligera brisa de la sierra del Guadarrama y se recuerda lo que dijo aquel optimista: “En agosto, frío en rostro”.
Cincuenta pesetas costaba la revista Madriz en 1984. Poco podía hacerse entonces con diez duros, que daban para una entrada en un cine de barrio, o una corta ronda por las tascas de vinazo y moscas del Madrid viejo. O, en todo caso, para un bocadillo de calamares fritos y algunos periódicos.
Creo que en 1984 ya no salían los diarios vespertinos Madrid, Pueblo e Informaciones. En el último publiqué yo, mucho antes de 1984, un artículo sobre Agustín de Foxá, muerto hacía poco, en el que creo que recordaba su poema Melancolía de desaparecer (2).
En 1984, un año antes de que España ingresara en la Comunidad Económica Europea, culminaba la alegría de la Movida madrileña, que se extendió durante toda la gestión del alcalde Enrique Tierno Galván.
El arrebato cultural, la noche incandescente, Almodóvar y sus amigos, Ouka, Los Costus, MacNamara, Alaska…
Estaba en boga una música machacona llamada bakalao –sí, con k: ¡qué manía, la de cambiar las consonantes!-. La impusieron los que cortaban el bacalao en el ambiente de las discotecas.
Luego el bakalao se convirtió en una moda absurda y peligrosa, consistente en correr en automóvil de noche, a toda velocidad, con los faros apagados, por carreteras solitarias, compitiendo a veces con otros locos. Las autoridades terminaron con este hábito inconcebible, propio de orates o drogatas.
El caso es que Madrid, escrito su nombre con la letra final que sea, en 1984, ahora mismo y siempre, justifica el dicho popular: “De Madrid al cielo y, allí, un agujerito para poder verlo”.
El chotis de Agustín Lara: “Madriz, Madris, Madri, pedazo de la España en que nací…”


(1) Nacido en 1843 y muerto en 1905. Connotado jurisconsulto y político. Fue jefe del Partido Conservador y presidente del Consejo de Ministros durante la regencia de la reina María Cristina Absburgo y Lorena, antes del advenimiento al trono de Alfonso XIII.
(2)
Y pensar que después que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.

Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;
que he de marchar yo solo hacia el abismo,
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.

© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 7 de agosto de 2009

Una ventana a la vida

Criticamos a los chicos –entiéndase: a los adolescentes; los de 20, 30 y 40 ya no son chicos, son grandes-.
Criticamos a quienes vemos errados, despendolados, insensibles, sin base, sin preocupación por el futuro: su futuro.
Pero también hay chicos con la cabeza en su sitio y la sensibilidad a flor de piel, que van por la vida a paso firme y ven cosas que quizás nosotros, los mayores, no veamos, porque no nos asomamos por la ventanilla del tren que nos lleva por un camino pedregoso, surcado por zanjas, con cardos con espinas, con barro y alimañas, pero también con bellas flores silvestres, hombres y mujeres que trabajan en el campo, caballos –animal noble si los hay- y niños que juegan con perros: paisajes y gentes con melodía.
Tal vez una clave para nosotros, los adultos, los mayores, sea sacar a relucir de tanto en tanto ese niño que dicen que todos tenemos en un rincón del corazón.
Sobre este tema, que a lo mejor es el del reencuentro del hombre con el hombre: un tema serio, actual, que no por ello deja de prestarse a disquisiciones poéticas, escribe Eugenia Villegas una carta al director del diario La Nación de Buenos Aires, publicada en la sección Cartas de Lectores el 6 de agosto de 2009. Son unos párrafos entrañables bajo el título Volver a ser Chico. Los transcribimos a continuación sin poner ni quitar ni una coma.


© José Luis Alvarez Fermosel


"Me gusta observar a la gente y pensar que atrás de cada rostro hay una historia, una familia, tristezas y alegrías. Miro por la ventana del colectivo. El paisaje se repite constantemente, avanzo y siempre encuentro lo mismo: rostros tristes, preocupados, sin motivaciones, simplemente transitando por la vida; pero, a lo lejos, algunas personas sobresalen, brillan más, y observo que el paisaje cambia, hay sonrisas, niños saliendo de la escuela, esperando ver el cálido rostro de su madre.
"Risas que brotan, sumamente contagiosas. Viven, sienten, aman.
"Me pregunto: ¿por qué la gente grande cuando crece olvida ser niño y olvida reírse, alegrarse?, ¿se transforman? Me animo a desafiar la biología y digo que las personas no crecen, decrecen.
"A medida que van aumentando de tamaño, el corazón se vuelve más pequeño, decrecen en sentimientos, las alegrías, el amor. Se olvidan de jugar, se olvidan las reglas, no se animan, están llenos de miedos, de inseguridades que no les permiten ser.
"Yo le digo a las personas que se animen a ser un poco menos adultos y empiecen a ser más niños. Y así poder vivir los días de su vida."

miércoles, 5 de agosto de 2009

No todos fueron como parecieron

Hemos vivido en España muchos años con el mito a cuestas, como una joroba.
Mucha gente de campanillas no fue como parecía. Gente de letras, y otras.
Uno piensa que un escritor que a uno le gusta, al que se ha aficionado, que le ha hecho pasar buenos ratos, tiene que ser una persona de bien.
Claro, por eso escriben como escriben, porque lo hacen al dictado de sus nobles corazones.
Pues bien, hay que leer el libro Las palabras de la tribu, de Francisco Umbral, editado por Planeta, y comprobar que no es oro todo lo que reluce.
Hay que ir a los cafés y ver a los escritores en su salsa, también. No hay mejor lugar para conocer a un escritor que un café de tertulianos.
Tomemos varios escritores españoles –y algún latinoamericano- de las generaciones del 98, el 27 y el modernismo, que tantas lumbreras, tantos monstruos sagrados dio a España.
Gente recta, íntegra, ecuánime, generosa. Ahí tenemos a Unamuno, sin ir más lejos.
¡Don Miguel de Unamuno, ahí es nada! El gran pensador vasco, el hombre amplio de miras y generoso, a quien no se le supone ninguna miseriuca.
Pues don Miguel, la verdad, era un tacaño, y no tenía mucho trato social: tras dejarse invitar continuamente por un amigo que le visitó durante varios días en Salamanca, cuando toma el café de despedida con su visitante le dice:
- ¡No, no, por Dios, cada uno lo suyo!
Peor fue lo de Gerardo Diego, en cuanto a tacañería se refiere. Gerardo, que tenía cabeza de santo de vidriera, entre paréntesis, daba siempre en el café Gijón de Madrid cincuenta céntimos de propina a Pedro, el camarero que le atendía. Era muy poco, incluso para la época. Un día se le cayeron las cinco monedas de diez céntimos al suelo y le dijo al mozo al irse:
- Se me ha caído su propina. Búsquela luego.
Así son nuestros católicos, comentaba Umbral.
El gran poeta Luis Cernuda –que vivió algún tiempo en Londres con el pintor Gregorio Prieto, a quien le hacía lavar y planchar la ropa de ambos, incluso la interior- andaba una vez en muy mala situación económica en Madrid. Los del 27 hicieron una colecta, recogieron un dinero y se lo dieron. Se lo embolsó, no dio las gracias y se fue.
Cernuda era gran poeta y mala persona, dice Paco Umbral.
Cuando le entregaron el premio Cervantes –el Nobel de las letras hispanas- al uruguayo Jorge Onetti, éste le dijo a su amigo Luis Rosales, un gran poeta español, que había contribuído a que se lo dieran:
- Esto sólo significa para mí diez millones de pesetas.
Luis Calvo fue un periodista excepcional. Timoneó con mano maestra durante muchos años el tabloide matutino ABC, de tendencia conservadora.
Calvo le mando un día una carta, despidiéndole sin motivo, a Jacinto Miquelarena, corresponsal del diario en París, que vivía sólo de su sueldo, y no precisamente con holgura.
Miquelarena se fue al metro de París y esperó a que llegara un tren. Segundos antes de que se detuviera se quitó las gafas, se las dio a un señor que estaba a su lado y se arrojó al paso del convoy. Arrollado, murió en el acto. Le encontraron la carta de Calvo en el bolsillo.
Umbral se refiere en su libro al espeluznante episodio, al que califica de crimen perfecto. “Un asesinato a distancia”, dice textualmente, para lanzar después la siguiente afirmación: “Miquelarena era mucho mejor prosista que Luis Calvo”.


© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 3 de agosto de 2009

Escritores, bolivianas... y Jeeves

No toda la gente bien educada y culta, o rica, y por ello supuestamente instruída y cultivada, es detallista.
Hay gente iletrada, y muy humilde, que es detallista y tiene detalles de gran calidad, de una manera completamente instintiva.
El detalle es como un gesto automático: un bello gesto, un “beau geste”, que dicen los franceses.
No todo el mundo es capaz de tener bellos gestos. Repito, no se trata de tener riqueza, cultura, trato social, don de gentes, ni de haber hecho un curso, o un “master” de protocolo y ceremonial.
El detalle se dispara, como accionado por un oculto mecanismo interno. Los detalles saltan como muelles
Al detallista no le enseña nadie. El mismo no sabe que lo es. Es una cuestión de instinto, o de reflejo. Es, muy probablemente, un asunto de genes.
Horacio Salas (1) contó lo siguiente en el diario Perfil de Buenos Aires, de cuando estuvo exiliado en España durante la última dictadura militar argentina:
“El dueño de una fiambrería vecina a mi departamento, cuando supo mi situación y mi nacionalidad, se tomaba el trabajo de recortarme del diario deportivo Marca los resultados del fútbol argentino, ‘porque –dedujo- usted debe ser hincha de San Lorenzo’, que era el equipo que a comienzos de 1947 había realizado una gira por España y que lo había sorprendido en su infancia con los goles de Farro, Pontoni y Martino. Decirle que yo era hincha de otro club hubiera sido una crueldad y semana a semana recogía sus recortes como si fuera fanático del Ciclón”.
En realidad, en esta historia los detalles son dos: el del español por guardarle los recortes al argentino, y el de éste por aceptárselos, aunque no le resultaran de utilidad, con tal de no defraudar a quien se preoucupaba regularmente de facilitárselos.
Hace unos días, un ratero le arrebató de la mano a un señor un dinero con parte del cual iba a pagar unas habas, que acababa de comprarle a una boliviana que vende verduras y hortalizas en la calle, en una esquina de un barrio muy elegante de la capital argentina.
El señor se quedó petrificado, mientras el ladrón se perdía en la distancia a todo correr.
- Me ha dejado sin un céntimo, ni siquiera le puedo pagar –se lamentó el señor cuando reaccionó, mientras le devolvía a la boliviana la bolsita con las habas-.
- Siento que le hayan robado, señor, pero llévese las habas igual: se las regalo.
El señor le dio las gracias y se fue con sus habas. Si es hombre de tener detalles, volverá y le hará una compra considerable a la boliviana, o la compensará de una manera elegante.
No lejos de donde están instaladas las bolivianas, porque son dos, que venden sus habas, sus arvejas, sus alcachofas, sus calabazas y esos ajos morados tan sabrosos, vive mi amigo, el escritor argentino Jorge Torres Zavaleta, de obra variada y reconocida.
La otra noche nos invitaron a cenar a su casa él y su encantadora mujer, Carolina, a la también escritora Ana Bisignani -igualmente conocida y aplaudida-, a Maite y a mí.
Jorge, que casi nunca lleva corbata, según propia confesión, se había puesta una y un “blazer”, por si yo iba vestido con más o menos formalidad, porque quería recibirme “comme il faut”.
Cuando estábamos recordando a Jeeves (2), ya ninguno de los dos tenía puesta la chaqueta y la corbata.
¡Qué hubiera dicho Jeeves…!

(1) Escritor argentino que cultivó con éxito la poesía, la narrativa y el ensayo. Vivió 13 años en España. Fue condecorado por el gobierno francés. Actualmente dirige el Fondo Nacional de las Artes.
(2) Mayordomo y mentor del joven y desventurado caballero Bertie Wooster. Uno de los más conocidos y entrañables personajes del escritor anglo estadounidense P.G. Wodehouse.

© José Luis Alvarez Fermosel

El viejo titiritero y la Muerte

Salió de su casa con el teatro al hombro. Iba silbando como todos los domingos y en el camino lo atajó la Muerte. Entonces, el titiritero sacó del bolsillo un títere casi tan viejo como él. Era el Anunciador. Lo calzó en la mano derecha -su acostumbrado cuerpo, su piel- y con la voz del Anunciador le dijo a la Muerte:
-Respetable señora, le ruego espere unos minutos. Él -y señaló al titiritero- jamás llegó tarde a hacer un espectáculo y quiere justificarse. ¿Comprende?
La Muerte dio un paso atrás.
El viejo titiritero guardó el títere en el bolsillo. Cruzó la calle. En la esquina había un teléfono público. Metió una moneda en la ranura, marcó un número y dijo:
-Habla el titiritero para disculparse. Hoy no puede hacer la función.
Volvió a cruzar la calle con el teatro al hombro. Sabía quién lo estaba esperando en la vereda de enfrente.


© Javier Villafañe

N. del E.: Vaya este hermoso cuento corto de Javier Villafañe como homenaje a su memoria. Hubiera cumplido 100 años el pasado 24 de junio.
Le entrevisté cuando estaba a punto de cumplir 80 años. Representaba 10 menos. Le acababan de entregar el premio Mecenas en el Centro Cultural del Teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires.
Pocas veces he tenido ocasión, en mi larga y movida carrera de periodista, de hablar de cosas tan serias –no aburridas, que no es lo mismo- como el amor, el humor, la poesía, la gracia, la gente, los bares, la calle, los títeres, con alguien tan inteligente, tan sensible y tan joven, tan juvenil.
En su bitácora salpicada de azules flores de jacarandá, se inscribieron éxitos memorables, como su primera obra, pensada para títeres de hilo, Don Juan Farolero, estrenada en un salón independiente con un grupo de artistas plásticos de su amistad, entre los cuales Raúl Soldi y Antonio Berni.
Con su lírico teatro de títeres La Andariega recorrió todo el país. Luego se quedó varado en Miramar y él se fue a Panamá en un barco de carga. Le acompañaba el pintor Liber Fridman. El hacía los cuadros y los dos presentaban títeres. Allí escribió Villafañe Los sueños del Sapo.
Haría luego la ruta del Quijote en España. En Argamasilla de Alba, donde Cervantes escribió los primeros capítulos de su novela inmortal, el titiritero encontró lo que necesitaba: una carreta vieja y una mula joven. Y se echó a los caminos, una vez más, a hacer títeres.
Después, Francia, Italia, Portugal…: el mundo por frontera. Y el éxito, y los premios, y la fama…
Recuerdo a Javier Villafañe despidiéndome a la puerta de su casa, guiñando un ojo azul, mesándose con mesura su barba blanca de Júpiter de mentirijillas. Se le había arrugado el mameluco de jean. Se iba la tarde y él hizo un ademán indefinible con la mano, como una greguería en el aire.
En realidad, buscaba un títere.

domingo, 2 de agosto de 2009

La veteranía es un grado

La veteranía es un grado, se dice en el ejército español. Consolémonos con esto, los veteranos, porque últimamente no estamos en ninguna cúspide, ni sagrada ni profana.
La figura del anciano fue siempre objeto de admiración o, por lo menos, de respeto, por los menores en edad, saber y gobierno.
Siempre se dijo que las personas mayores tienen una sabiduría procedente, aunque más no sea que del empiris­mo o, como decimos en España, la gramática parda, que se refleja, por ejemplo, en los proverbios.

El otro día, una de esas personas que saben, o que dicen que saben, dijo en un diálogo con un conductor de radio: "Los chicos tienen la sapiencia que han perdido los mayores con el tiempo".
Poco antes, en el subte, un muchacho le decía a mi lado a otro, en el curso de una conversación: "Es un viejo loco; no sabe nada: no le hagas caso”.
La sabiduría no sobreviene así, de sopetón, y el joven la toma en el aire, como quien caza una mosca, se la mete en la mochila y se va con ella a la genialidad.
Ni se pierde con el transcurso del tiempo, sino todo lo contrario. Las mujeres se tornan más bellas, más interesantes, cuantos más años cumplen.
Recordemos a Balzac y sus loas a la mujer cuaren­tona, que en su época, a mediados del siglo XIX, era una mujer madura, no como ahora, que es una jovencita, o poco menos.
Los vinos añejos son mejores que los jóvenes y más frescos, según nos dijeron siempre los expertos. La pátina ennoblece la madera -ya noble por sí misma-, edificios y otras cosas.
Escuchemos voces más autorizadas que la nues­tra en tomo al tema de la veteranía. La periodista y escritora española Rosa Montero escribió hace algún tiempo lo si­guiente en la revista de los domingos del diario ma­drileño El País:
"Antes, a los viejos se les llamaba ancianos, que era una palabra con honor, una palabra que ocupa­ba un lugar en el mundo, el espacio de la experien­cia y la memoria. No estoy reivindicando la gerontocracia, o sea, que los viejos tengan que seguir man­dando simplemente por ser viejos: eso es una per­versión del poder social y suele terminar muy mala­mente, con sistemas jerárquicos muy rígidos y la tradición convertida en un dogma inmutable. Lo que yo añoro es un mundo más sensato y más ar­mónico, en el que cada cual ocupe su lugar. Los ancianos no son trastos inútiles ni mentes obsole­tas, sino la voz de nuestro pasado, el ayer de don­de salimos. Sí no conocemos lo que fuimos, ¿cómo diantres vamos a saber lo que somos?
Las generaciones estaban antes trenzadas las unas a las otras y los viejos transmitían a los jóve­nes sus conocimientos, el marco de sus referencias culturales y la certidumbre de la continuidad del ser. Hoy se han roto los eslabones de esa cadena natural y todos desdeñamos el pasado con petulancla espléndida. Por eso, volvemos a reinventar cada dos por tres la gaseosa, porque ignoramos que ya había sido inventada en otro tiempo. Y es que hay que conocer lo que pensaban nuestros mayores. Incluso para ser capaces de pensar lo contrario".
Los viejos, además de ser la memoria de nuestro pasado, son los adelantados de nuestro futuro. Les debemos gratitud, cariño y, sobre todo, respeto.
En Japón, tan admirado por sus avances en la tecnología, no se ha olvidado la tradición. El sempai (maestro) es venerado por el kohai (joven), quien le profesa una admiración rayana en la idolatría y le dispensa, contínuamente y con extrema delicadeza, los cuidados que requie­re. Los menores deseos del jugaku (superior) son órdenes para su subordinado.
¿Qué sería de muchos de los jóvenes de ahora, que ignoran cuál es su norte, que patrullan a diario por la frontera en­tre la civilización y la barbarie -pasándose con frecuencia a la última-, sin un sempai ca­paz de contenerlos, retenerlos y llevarlos de la ma­no por el buen camino?


© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 1 de agosto de 2009

Las nubes de Azorín

Azorín (1) tenía un bastón, con el que decía que pastoreaba nubes.
Venía una visita, Azorín la recibía vestido para salir –siempre estaba en casa vestido para salir- y la invitaba, mostrándole el bastón:
- ¿Qué le parece si salimos un rato a pastorear nubes?
Lírico pastoreo. Tenía que habérsele ocurrido precisamente a Azorín, escritor miniado y exquisito que la iba de pequeño filósofo y, a juicio de Paco Umbral, navegaba entre el sol y el pasado, entre el cielo y el futuro, que es la vida, siempre sin acelerar el paso.
Azorín, de humildes orígenes, trató con su estilismo, con el preciosismo de su vida y su literatura, integrar la escuadra de dandies de la generación del 98, pero se quedó en callado y aquilino esnob de procedencia levantina.
Las nubes son mas bien para verlas. Uno las ve poco porque mira poco hacia arriba. Hemos perdido la hermosa costumbre de mirar al cielo.
Uno es de estar en las nubes, que no sabe si es un estado de ensoñación o de despiste, hasta que alguien le saca de madre con la frase de rigor, que restalla como un latigazo: “¡Estás en las nubes!”.
Hay nubes guapas, algodonosas, que viajan lentamente, cruzando el cielo azul, a veces una tras otra, y ahí parece que uno podría pastorearlas con el bastón de Azorín.
Pero de pronto se oscurecen, se apelotonan y se torman ominosas: se convierten en nubes de tormenta.
Algunas nubes, como los cumulunimbus, son las que usan los extraterrestres para abducir pilotos de parapente.
Hay personas con ojos de nube, más propensas al llanto que las de mirada oscura. Otras tienen una nube en el ojo, que es una manera poética de decir que, en realidad, se les ha nublado un ojo.
Las nubes viajan mucho, nunca se están quietas. La blancura de algunas y su aspecto inocente y lánguido engañan, como ciertas mujeres modositas.
Yo tengo un bastón, pero con un estoque dentro. No es un bastón de pastor, es mucho menos bucólico.
De cualquier modo, pastorear nubes es siempre mejor que papar moscas o cazar cachirlas.
Quizás Azorín, que denunciaba las metáforas como una trampa, porque él no sabía hacerlas, pretendió hacer una y darle vida con un bastón y su invitación a las visitas a salir con él a la calle a convertirse por un rato en rabadán celeste.

(1) José Martínez Ruiz (1873-1967). Caracterizado cronista de la generación de escritores españoles llamada del 98. Fue miembro de la Real Academia Española desde 1924 hasta su muerte. Autor de Doña Inés, La ruta de Don Quijote, Castilla y Confesiones de un pequeño filósofo, entre otras obras.

Foto:
De la serie: Nubes
© Maite


© José Luis Alvarez Fermosel