domingo, 30 de noviembre de 2008

El macho posmo crece


Renovación y cambio

El macho posmo ha crecido, es decir, que ha ido cumpliendo años y ya pasa de los 40.
Perdió el pelo –porque se le cayó o se rapó la cabeza y se la dejó como una bombita eléctrica-. Pero conserva las mañas y adquiere otras nuevas, amparado por padres y parientes que no saben qué hacer con él ni por él–sí, a su edad-, y transita por los inciertos senderos de una sociedad cada vez más vacía, más inconsistente y más frívola, en la que cuentan más los modos y las modas, y el afán de ser “ondero”, o estar de “onda”, que los valores, las virtudes y los códigos.
Antes de seguir, vaya una aclaración: el macho posmo no es un producto exclusivo de Argentina, se da en todo el mundo.
El macho posmo ya no se ocupa tanto de los ositos de peluche, ni calza borcegos. Ha crecido, ya lo dijimos. Ahora se dedica principalmente a “cambiar paradigmas” y “diseñar eventos”.
Al poco tiempo de haberse celebrado la Semana Mundial del Huevo –que muchos dicen que consistió en hacer huevo durante una semana-, se cumple el Día Mundial del Inodoro. La NASA -¡nada menos!- lo festejó por todo lo alto y en adhesión al…”evento” instaló un segundo retrete en la Estación Espacial Internacional (EEI).
La prestigiosa agencia estadounidense de noticias Associated Press (AP) informa que los baños públicos que un fabricante de papel higiénico instaló gratuitamente en Times Square, una de las principales plazas de Nueva York, tendrán en las fiestas de Navidad inodoros forrados de terciopelo y televisores de pantalla plasma en la pared.
La no menos prestigiosa escritora argentina Milagros Belgrano Rawson revela en un interesante artículo de la revista Noticias de Buenos Aires que el japonés Masaru Emoto dijo el otro día ante 900 personas, que pagaron 210 pesos por escucharle, que el agua cura todos los males que aquejan a la humanidad doliente.
Emoto, que no es médico ni tiene profesión conocida, propugna el tratamiento de todas las enfermedades mediante la ingesta de agua. Recomienda que se escriban frases cariñosas en las etiquetas de las botellas de agua mineral y decir “gracias” y “te amo” cada vez que uno tome un sorbo. Parece que ésto hace milagros.
Cambiando de tema, hace muy pocos días se celebró la segunda edición de la Lucha de Almohadas en el Planetario de Buenos Aires. Fue un “flash mob”, término procedente del inglés “flash” (destello rápido) y “mob” (multitud).
Los “flash mobs” corren a cargo de grupos de gente organizada que se reúnen en un lugar determinado, a fin de crear una acción inusual y pasajera y dispersarse enseguida. Tienen por objeto divertirse y hacer algo nuevo y diferente. Proceden, según Facundo Falduto, redactor de la revista Perfil de Buenos Aires, de Helsinki y Tokio. Los principales son los “Critical Mass”, bicicleteadas masivas que se realizan el último viernes de cada mes en 300 ciudades del mundo y el “Flash Mob Bang”. Varias personas se juntan en una plaza y se “disparan” con los dedos hasta que todas terminan “muertas” en el suelo.
Falduto recuerda que después de la primera batalla de almohadas se hizo una Danza Silenciosa, cuando varias personas bailaron en torno al Obelisco de Buenos Aires al son de la música de sus reproductores de mp3, de modo que los espectadores veían bailar a la gente sin que se escuchara ninguna música.
Un “flash mob” muy celebrado fue la Caminata de Zombies. Unas 200 personas, disfrazadas de muertos vivientes, caminaron los calles más céntricas de la capital argentina en silencio.
La psicoanalista argentina Mónica Gruppi señala que “hay una euforia permanente que exige estar linda o lindo y con buena ‘onda’. No hay lugar para el dolor, los duelos, la esperanza ni el compromiso”.
El macho posmo, ya cuarentón, se renueva. Porque ya se sabe: renovarse o morir.

© José Luis Alvarez Fermosel

Del autor:

sábado, 29 de noviembre de 2008

Lluvia

De pronto, en fracciones de segundo, me sorprende la lluvia en la ciudad, una ciudad que ha cambiado su clima mediterráneo por el del trópico.
El agua cae a oleadas, a borbotones, ruge, arrasa, inunda. El gran paraguas que compré en Nueva York se da vuelta por la fuerza del viento y tengo que agarrarlo con las dos manos, porque tira de mí como las velas tiran de los bergantines y temo que me arrastre a uno de los enormes charcos que se han formado instantáneamente, y parecen hervir, y me quede ahí, manoteando, hasta que me rescaten los bomberos.
El fragor de las turbonadas de agua que caen como si el cielo estuviera lleno de ella y quisiera vaciarse de pronto es, más que inquietante, amenazador. Las calles se anegan, de algunas bocas de tormenta brotan gruesos chorros de espuma de más de metro y medio de altura.
El agua es blanca, fría. Estamos a las puertas del verano, ha hecho estos días un calor de casi cuarenta grados centígrados. Se vino la tormenta, como era lógico; se vino con toda su artillería de rayos, truenos y lluvia aluvional.
Me refugio bajo una marquesina y trato de enderezar mi paraguas, seriamente amenazado por la furia del trópico, que es precioso, con ese mar tan sereno y tan azul, y las mulatas, y el ron y toda la parafernalia publicitaria, tan engañosa.
Tras esa bonanza, esa pachorra, las largas siestas con pesadillas bajo ventiladores de paletas, el cielo de tisú, el “beachcomber”, la luna de plata, el sabor frutal de los pechos turgentes y morenos de las chigras (1); detrás de esa belleza y esa sensualidad alienta un gigante resentido e hijo de perra que en un segundo, sin que se sepa por qué, declara el fin de la paz y parece decidirse a terminar con el mundo por el agua y el viento huracanado, como un asesino a sueldo que se prepara desde una azotea a disparar su fusil de precisión y largo alcance, fijando la mira en la frente del político o el magnate condenado a muerte por una sociedad anónima o en una reunión de un servicio de inteligencia.
Es la misma voluntad de hierro, inevitable, impiadosa y fríamente certera de acabar con alguien; el gigante del trópico quiere terminar con mucha gente y muchas cosas.
He visto llover y he estado bajo lluvias desatadas, coléricas, lacerantes en el hermoso y postalero Caribe. Si te daba un chorro de agua en la cabeza te noqueaba, te caías al asfalto con varios palmos de agua y te ahogabas. Como Dios pintó a Perico.
En ninguna parte del mundo llueve como en el con tanta benevolencia traído y llevado Caribe. Ese paraíso de melaza, aguardiente de caña, pieles de mujer de brillante seda oscura, guayaba y aceite de coco está pintado con purpurina, como los letreros de cartón piedra de los teatros; no tiene solidez ni seriedad, ni es seguro, ni mucho menos.
Está lleno de escorpiones –yo me encontré uno en Aruba, en la habitación de mi hotel de cinco estrellas, bajo la cama, al lado de una de mis chinelas-; te topas con serpientes y otras alimañas en cuanto te internas en la espesura; también hay murciélagos gigantescos que en realidad son vampiros que carecen de la distinción del conde Drácula, pero son igualmente letales.
Cuando llueve en el trópico la tierra tiembla, las palmeras se inclinan hasta casi tocar el suelo y el cielo se congestiona bajo el maquillaje de plomo que intoxica el paisaje rutilante y deslumbrador al sol del mediodía.
He sentido miedo de la lluvia en Trinidad, Tobago, Aruba, Curaçao, Bonaire, Montego Bay… En todos esos lugares esperaban a que yo llegara para desencadenar tempestades violentas, brutales, que casi siempre duraban una semana.
La mayoría de las veces veía desde una ventana del hotel, o del lugar donde me encontrara, cómo la lluvia se convertía en tromba de agua. Y me acordaba, suspirando, de la cariñosa garúa peruana, el suave orballo de Galicia y el pícaro chirimiri vasco. Lluvias encantadoras que llevaron a poetas y cronistas románticos a escribir preciosidades.
¡Qué pena que en Buenos Aires llueva ya como en las Antillas!


1).- Mestizaje de chino y negra, o de negro y china, que es muy común en Jamaica y da especímenes de gran belleza.

Foto:
De la serie “Cielos”
© Maite


© José Luis Alvarez Fermosel



martes, 25 de noviembre de 2008

Variaciones sobre un mismo tema

He oído decir últimamente ”porcionado” por fraccionado o dividido en porciones, “tunear” por tonificar, “ondero” por alguien que está “de onda”, “le propiciaron” por le propinaron…
- Oiga, ¿pero dónde se mete usted?; ¿con quién anda, para oir esas cosas?
- No crea que voy a ningún sitio en especial. Voy al Malba, de cuando en cuando; almuerzo alguna vez en uno u otro restaurante de Puerto Madero, o de Palermo Soho; veo la televisión, escucho a los políticos…
- ¿Y en esos lugares oye usted esas cosas?
- En esos y en otros de más alto alto nivel.
- Pero, ¿estamos rodeados de ignorantes?
- No, estamos rodeados de esnobs, que es peor.
- ¿Y los esnobs hablan así, dicen esas cosas?
- Sí, y otras más… “bizarras”, porque hay que inventarse cosas, crear expresiones, palabras, modas y costumbres que sean “trendy” para que nosotros podamos ser “cool”. A una persona de escasa instrucción no se le ocurriría nunca decir “tunear” por tonificar. Tal vez pronuncie mal algunas palabras, pero no juega con ellas, ni las retuerce para que le digan cuán de onda es, o está.
- Entonces…
- Hay una obsesión enfermiza y enfermante por estar a la moda, a la que publicita el “marketing”. Hay que hacer algo nuevo y diferente, ya lo dije. Hay que ser individualista. Ir por la vida de culto, de informado. Crear una jerga que revele que somos selectas minorías, que la nuestra no es una “cultura de masas”, sino una “cultura elevada”, que hablamos inglés –más o menos “broken”-, que tenemos acceso a altos niveles de refinamiento…
- ¡Pare usted, hombre de Dios, pare usted, que me va a volver loco!
- No tengo más remedio que seguir. Alguien tiene que contar esto, para que la gente se entere. Como bien dijo Jaime Rest, la simulada y espuria seriedad sólo sirve para confundir a la gente, ya sea porque se le dé una noción falsa de su saber o porque se le proporcione una visión distorsionada del conocimiento y la cultura.
- Así que…
- Hay mucha superchería, mucha delicuescencia, mucha cursilería: un “ersatz” cultural llamado a satisfacer un nocivo esnobismo que seduce cada día más.
- ¿Pero qué es en realidad el esnobismo, qué es un esnob?
- Virginia Woolf dijo en “Momentos de vida”: “La esencia del esnobismo estriba en el deseo de impresionar a la gente. El esnob es un ser aturdido y de escasa capacidad mental, tan poco contento de sí mismo que, a fin de consolidar su personalidad, no hace más que pasar un título o algo que suponga un honor por la cara del prójimo a fin de que el prójimo le crea y ayude al esnob a creer lo que realmente no cree –que él o ella es, de una manera u otra, persona importante-”.
- ¡Válgame Dios!
- Sí, así están las cosas, qué le vamos a hacer.



© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 23 de noviembre de 2008

"¡Aquí estoy y aquí me quedo...!"

Tengo un amigo, Guillermo –no voy a decir su apellido-, que no es que more o habite en una plaza, sino que la ha tomado como quien toma La Bastilla, pero sin más armas ni bagajes que su determinación y su sentido de la libertad y la independencia.
Llegó un día a una plaza, echó un vistazo, escogió un banco, depósito en él su impedimenta y pronunció la misma frase que el general Patrice Mac-Mahon –presidente de Francia entre 1873 y 1875-, que cuando llegó a las murallas de Malakoff, en la guerra de Crimea (1), dijo:
“¡Aquí estoy y aquí me quedo!”.
Guillermo es un hombre de edad mediana, ni alto ni bajo, más bien robusto; se deja la barba, que le sale gris, y tiene los ojos azules e invictos como el mar; a veces se toca con un gorro negro que, visto de lejos, parece una boina que se hubiera calado hasta las orejas.
Guillermo es el señor de la tarde y el vigía del crepúsculo. Tiene una guardia de palomas.
Tuvo un pasado, como el de usted, el mío y el de cualquier otro. Sufrió y fue feliz, como todos. Ahora mira el futuro sin hacer planes, sin sobresaltos. Lo que tenga que ser, será.
Guillermo vende café y gana unos dineros. No le pide nada a nadie. Tiene sus mínimas necesidades vitales cubiertas y aún le sobra para darse un gustito de vez en cuando, asegura.
Tiene amigos que le prestan libros. Y, ya lo dijimos, una libertad plena y total, hasta el punto de que, como él dice recordando al cantante Alberto Cortez, no tiene horario para dar unas cabezadas. Quiere ésto decir que se puede echar a dormir la siesta –el yoga hispánico, según Camilo José de Cela-, en el momento del día que quiera. Si ésto se supiera despertaría no pocas envidias.
Un hombre honrado, sereno, alegre, digno, que está más allá del bien y del mal. Por eso le aprecio y le estimo. Hay que tener muchos bemoles para estar por encima del bien y del mal.
Damos noticia de que en una plaza de la ciudad vive un hombre bueno a pleno sol. Cuando vienen las sombras, impredecibles, misteriosas, que todo lo oscurecen y lo tornan un poco ominoso, Guillermo se abraza al paisaje.
Los jacarandáes –recién florecidos- y los perros callejeros son sus amigos. Y yo también.

(1)Librada de 1854 a 1856 para defender la integridad de Turquía. Firmado el Protocolo de Viena entre Francia, Inglaterra, Austria y Prusia, Francia e Inglaterra formaron una alianza y declararon la guerra a Rusia. Siguiendo el parecer de Napoleón III, sitiaron la plaza fuerte de Sebastopol, en Crimea, donde los rusos sufrieron un gran descalabro que les obligó a capitular.


© José Luis Alvarez Fermosel


sábado, 22 de noviembre de 2008

También en inglés

Las traducciones del inglés al español de los diálogos de los actores en los subtítulos de las películas estadounidenses, y de otros textos en diferentes medios dejan mucho que desear.
Veamos:
“Blind alley” no es calle ciega, sino callejón sin salida. “Mr. Speaker” no es señor orador; la traducción correcta es señor Presidente de la Cámara de Representantes (de los Estados Unidos).
“Miserable”, en inglés, no quiere decir miserable, sino abatido, desdichado, lo mismo que “to be blue” no es estar azul, sino melancólico y “Blue Moon” –título de una vieja canción que jamás pasará de moda- no es luna azul, sino luna triste.
Los “domestic flies” no son vuelos domésticos, sino vuelos internos o de cabotaje. “Emphasize” no es enfatizar, sino subrayar o recalcar. La diferencia es sutil, pero hay que acostumbrarse a traducir con la mayor exactitud posible, para lo cual es necesario manejar muy bien los dos idiomas –en este caso que estamos tratando el inglés y el español- y, sobre todo, la lengua propia.
“Dramatic” no significa dramático, como parece; quiere decir drástico, espectacular o llamativo, que no es lo mismo que dramático, que viene de drama.
“Deception” no es decepción: es engaño. Y “school of fishes” no es, naturalmente, escuela de peces, sino banco de peces.
“Vicious” no es vicioso: es salvaje, violento. “scholar” es estudioso, erudito y no escolar, del mismo modo que sensible no es “sensible”, sino sensato, persona con sentido común. Sensible es “sensitive”.
“Actually” quiere decir verdaderamente, de hecho, y no actualmente, que en inglés se dice “presently”, “currently” o “nowadays”. “Ability” es capacidad y no habilidad.
“Aggresive” no es agresivo, sino dinámico, emprendedor, insistente. Así que la expresión “vendedor agresivo” no es correcta, lo que pasa es que ya se coló, hizo callo y todo el mundo la usa, mal pero la usa.
“Appreciable” es considerable, no apreciable ni apreciado y “appreciate” es agradecer.
“Contemplate” no significa contemplar, sino proyectar, proponerse algo.
“Directives”, mejor que por directrices tendría que traducirse como órdenes o indicaciones.
“Eventually” no significa eventualmente, como parece, sino finalmente, por último. E “ingenuity” no tiene nada que ver con la ingenuidad, sino con la inventiva o el ingenio.
“Disgusting” no es algo que disguste, significa repugnante. Y “securities” son valores de renta fija. “Compass” no es compás, sino brújula y “porter” no es portero sino porteador, maletero, changarín; portero es “doorman”.
Por último, “stinking bishop” no es obispo maloliente, sino un queso inglés riquísimo.
Seguiremos, porque hay mucha tela que cortar.


© José Luis Alvarez Fermosel

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Más sobre sapos

“Sapo de la noche,
sapo cancionero…”

Me escribe Susan sobre el tema sapos y me dice que ella tuvo uno en los fondos de su casa que se crió en un desagüe. Al principio era pequeño, pero luego creció, y engordó y no podía salir de lo que se había constituído en su hogar porque no cabía por la puerta, como quien dice.
“Cuando regábamos, disponíamos la manguera de tal forma que sus ‘aposentos’ se llenaran de agua ¡Y el tío se asomaba en seguida y nos miraba, muy contento!”, dice Susan.
Es que los sapos son muy buenos, y agradecen las atenciones que se tienen con ellos. En una época oscura y felizmente pasada se los asoció con culebras y se dijo que las brujas los usaban para preparar pócimas y venenos.
También se le ha colgado al pobre sapo el sambenito de que es venenoso. No es verdad. Lo único cierto es que su piel está cubierta de glándulas que segregan una sustancia irritante que afecta sólo, ahuyentándolos, a sus enemigos naturales, como las serpientes, los murciélagos y otras alimañas.
El sapo es noctívago, como uno; es campechano, de natural tranquilo, bonachón. Como muchos gordos, tiene voz de bajo profundo, así que suele cantarle a la luna.
Las ranas, que son de la familia, tienen pretensiones de contralto, pero sí, sí, qué más quisieran.
Además, su canto, como el del grillo, o el sonido que emite el grillo es un poco monótono, aunque en las noches de primavera y verano en el campo, el croar de la verde y vivaracha ranita y el cri cri del grillo constituyen un contrapunto simpático, muy agradable, de la paz nocturna: algo así como la voz del centinela que nos da el parte, diciéndonos que no hay novedad, que todo está bien.
Lo de tragarse un sapo, un dicho de mal gusto, a mi juicio, que equivale a sufrir una contrariedad o a tener que hacer a la fuerza algo desagradable, no tiene lógica, además, porque uno no se comería un sapo ni a tiros, pero bien que se come de vez en cuando unas ancas de rana que, repetimos, es pariente del sapo.
En el jardín de la casa de mi colega, y sin embargo amigo Alfonso Zubas he visto y he tenido en mis manos unos sapos enormes, lustrosos y simpatiquísimos.
Mis hijos aprendieron en la bella ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento a no tenerles a los sapos la aprensión que les tiene la mayoría de la gente.
Hemos ido a Colonia de vacaciones varias veces. Casi siempre alquilábamos una casita con un jardincillo en el que había sapos, a los que perseguíamos hasta alcanzarlos y luego nos los pasábamos de mano en mano. Las luciérnagas enjoyaban la noche.
Recibo un cable en el que se informa que en Santa Clara del Mar se acaba de encontrar un sapo de casi medio metro de envergadura y más de un kilo de peso.
¡Hombre, tampoco es cosa de exagerar!


© José Luis Alvarez Fermosel


Nota relacionada:

“¡Que no le falte agua a Gervasio!”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/11/que-no-le-falte-agua-gervasio.html)




lunes, 17 de noviembre de 2008

Bodegón casero

Si, como dicen, con pan y vino se anda el camino, con queso, uvas y almendras se anda no ya uno, sino varios, e incluso puede llegarse a Roma, ya que como es público y notorio todos los caminos conducen a Roma.
Puede uno irse a la bella y atrafagada capital de Italia o a cualquier sitio, bien alimentado y, más aún, reconfortado por un vasito de vino como el que aparece en el bodegón de andar por casa cuya foto encabeza estas líneas.
El caviar, las trufas negras, las ostras, el salmón rosado, el chocolate con ámbar… Sí, muy bien, pero todo eso es carísimo y a veces no fácil de adquirir.
Organicémonos y preparémonos un condumio para la media tarde –la hora de la merienda, cuando se tiene más hambre-, que si somos personas de buen gusto y mejor diente seguramente va a ser muy rico.
Uvas con queso saben a beso. Vengan, pues. Unas uvas y un buen pedazo de queso. Unas almendras. Un vaso de vino. ¿Para qué más? ¿Qué mejor tentempié?
Las cosas pequeñas y sencillas son muy importantes, también en materia de cocina. Son la sal de la vida. Pues, hombre, ¿no decía Santa Teresa de Jesús que hasta en los pucheros anda el Señor?
Simple, elemental bodegón preparado para hacer una foto, que luego se deshizo porque los componentes, de cierta estética gastronómica casera, fueron consumidos por hambrientos a la caída de la tarde.
Quedó la foto. Algo es algo.

Foto:
De la serie “Bodegones”
© Maite


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 16 de noviembre de 2008

De los plesiosaurios al sapito limón

Están apareciendo fósiles de reptiles por todas partes. Una lagartija de hace 23 millones de años dentro de un bloque de ámbar en una mina de Chiapas (México). El esqueleto fosilizado de un plesiosaurio de 15 metros de longitud, reptil marino extinguido hace unos 65 millones de años, en la Antártida. Y los restos de un gliptodonte, mamífero que habitó la tierra 8.500 años atrás, en Puerto Deseado, en la sureña provincia argentina de Santa Cruz.
El descubrimiento del plesiosaurio se debe a los científicos argentinos Marcelo Reguero, Sergio Marenssi y Santiago Santillán y los estadounidenses James Martin y Jude Case.
Fuentes del Instituto Antártico Argentino especificaron que los restos del plesiosaurio se encontraron en el norte de la península Antártica, en una expedición costeada por ese organismo y la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos.
En Argentina vivieron los reptiles más grandes del mundo, e incluso se dice que en la Patagonia hay un plesiosaurio vivo igual o parecido a “Nessie”, el supuesto habitante del lago Ness (Escocia).
El Antarctosaurus Wichmannianus, cuyos restos están en el museo de Historia Natural de La Plata -capital de la provincia de Buenos Aires-, medía 40 metros y pesaba 100 toneladas.
El Diplodocus Carnegu, de 26 metros de longitud y 4 de altura, se encuentra también en el museo de La Plata. Su gigantesco esqueleto blanco constituye un documento prehistórico de gran valor.
Según leyendas que corren de boca en boca por una buena parte del inmenso territorio argentino, monstruosos reptiles viven todavía en varias regiones del extremo sur del país.
Clemente Ollin organizó una expedición a la Patagonia en 1922, en busca del plesiosaurlo vivo que un aventurero norteamericano dijo haber visto en un lago patagónico.
Narraron su historia en su libro “Tierra maldita” Armando Braun Menéndez y Lobodón Garra –seudónimo de Liborio Justo, hijo del general Agustín P. Justo, que fue presidente de Argentina entre 1932 y 1938-.
Carlos Rusconi, uno de los más ilustres naturalistas de América Latina, fundador del museo de Historia Natural de Mendoza, descubrió el ictiosaurio Ancanamunía Mendozana, de siete metros de largo, que nadaba en el período Jurásico en los océanos que cubrían lo que hoy es la provincia de Mendoza -en el límite con Chile-. Se le llamó así en homenaje al cacique araucano Acan Amun.
No siempre los reptiles más grandes son los más venenosos. Cuando un visitante del zoo de Buenos Aires se asombra ante el tamaño y agresividad de una serpiente de cascabel, habría que explicarle que la Bothrodon Pridil fue más ponzoñosa, más grande y la primera -según el herpetólogo argentino Armando Greiberg, autor de la interesante obra "Batracios y Reptiles Sudamericanos"-, que habitó en el Chaco argentino, en el norte del país. Medía 20 metros de la cabeza a la cola, o sea, el doble de las imponentes anacondas de nuestros días.
Sus antepasados son unos advenedizos, pues sólo existían hace pocos millones de años, en el Cuaternario. Tenían dientes enormes y su veneno era mortal, incluso para enemigos gigantescos.
Si actualmente hay grandes ofidios como las anacondas, pitones y boas constrictoras, todas carecen de veneno, que no necesitan, pues la fuerza de sus músculos les basta y sobra para triturar a un potro.
Tortugas, yacarés -similares a los gaviales del Ganges hindú-, lagartos -menos grandes que los varanos de los desiertos de África y de los relatos de Pierre Benoit-, boas, "cascabeles", víboras de la cruz -que ostentan en el blanco vientre la cruz de Santiago- las "curijúes" -una variedad americana de la cobra- y las inofensivas y útiles para la agricultura mussuranas azules pueblan extensas zonas de la Argentina, desde Jujuy a Tierra del Fuego.
Algunos batracios, como el feo pero benéfico sapo, han sido reivindicados. A estos animalitos, que parecen pequeños Budas bonachones y apacibles, de color verde jade, se les concedió hace algunos años el título de caballeros del Mérito Agrícola, como reconocimiento a su meritoria labor sanitaria de exterminio de insectos dañinos.
La mussurana que habita en todo el noroeste de la Argentina, conocida también con los nombres de "mamona" y "luta", es sumamente beneficiosa, a diferencia de la terrible mamba negra -hay otra especie verde menos peligrosa-, que también vive en la Argentina.
La mussurana devora a sus congéneres ponzoñosos que después de inundaciones provocadas por lluvias torrenciales se convierten en plaga.
Ahora -y tal vez hace millones de años también- no todos los reptiles son dañinos, a pesar de su ominosa apariencia.
El "sapito limón" de aquella alegre guaracha de César Caminero, circunspecto caballero del Mérito Agrícola y la flexible mussurana azul Prusia de los médanos del Chaco dan fe.


© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“¡Que no le falte agua a Gervasio!”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/11/que-no-le-falte-agua-gervasio.html)



sábado, 15 de noviembre de 2008

¡Que no le falte agua a Gervasio!

Nos lo contó por teléfono una oyente de la radio que no dejó su nombre ni sus datos personales, al menos a nosotros. Tal vez los tenga la producción.
De todos modos, con lo poco que nos dijo basta para reconstruir la historia, que merece tomar estado público, como quien dice.
Nuestra oyente nos llamó en relación con una sección nueva que se le ocurrió al conductor del programa, Rolando Hanglin, destinada a recibir comentarios sobre alguien que tenga un animal más o menos exótico en su casa, o que se haya topado con alguno en el campo, la carretera o donde sea.
La señora en cuestión nos dijo que en el tejado de su casa, que debe estar en alguna localidad del Gran Buenos Aires, vive un sapo al que ella ha adoptado, por así decirlo, y le ha puesto de nombre Gervasio, un nombre de lo más apropiado para un sapo.
Los tejados no son lugares para sapos, cuyos hábitats suelen ser las cercanías de una charca o cualquier sitio fresco, umbrío y húmedo en el que haya hierba y juncos. En los tejados da el sol y están siempre resecos y calientes, a no ser que llueva, y en ellos no crece más que un musgo ralo y oscuro, bastante desagradable.
Los tejados son ideales para los gatos, que celebran en ellos ruidosos cónclaves nocturnos, no precisamente gratos para los vecinos. Al lado de los campanarios de las iglesias y en las torres suelen anidar las cigüeñas.
Gervasio vive en un tejado, lo más pancho. Para los habitantes del inmueble es de la familia.
Cuando el tejado está muy seco, la señora de la casa –que debe ser de un piso, y no muy alta- apoya una escalera de mano contra una de las paredes, sube por ella con un cubo de agua fresca y se lo vuelca encima al sapo.
Si está ocupada, o tiene que salir a hacer un mandado, llama a alguien de la familia y le encomienda:
“¡Que no le falte agua a Gervasio!”.
Hasta aquí, con la poca información que tenemos, pudimos reconstruir al menos parte de una historia suburbana, hermosa en su sencillez, que es una síntesis de la bondad y ternura que anida en el corazón de la gente que ama a los animales, pertenezcan a la especie o raza que sea.
Teníamos ya el drama “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, de Tennessee Williams.
Ahora tenemos la historia del sapo Gervasio sobre un tejado fresco por la (buena) voluntad de sus amos.
Que pase lo que tenga que pasar –que no será bueno, con los tiempos que corren-, ¡pero que no le falte agua a Gervasio!


© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 10 de noviembre de 2008

Jerga de rufianes

Hemos hablado varias veces en este blog de la claridad idiomática, de la claridad de pensamiento y expresión que, a nuestro juicio, deben caracterizar a todo comunicador, sea periodista, animador de radio o televisión, escritor, filósofo, cineasta…
Consideramos de interés citar parte de un capítulo del divertido libro “Filosofía para bufones”, de Pedro González Calero, ilustrado por Anthony Garner y editado en 2007 por Ariel, S.A. (colección Claves), Barcelona.
González Calero -no es ésta la primera vez que lo mencionamos- recuerda en un capítulo de su libro que Walter Benjamin, bastante más radical que nosotros, llamó “jerga de rufianes” a la manera de explicarse de una buena parte de los filósofos del siglo XX. (En el siglo XXI hay muy pocos, ¡ay…!)
El autor de “Filosofía para bufones” dice, a su vez, que “cuanto más difícil de entender parezca el pensamiento propio, más profunda resultará a los ojos del vulgo y más autoridad confiere al pensador. Además, ¿qué iba a ser de los aduladores de la doctrina del maestro, si no pudieran especializarse en la disciplina de descifrar sus palabras?”
González Calero, madrileño, de 45 años, es soltero, sin hijos, republicano y ateo. Profesor de filosofía, ha recogido anécdotas humorísticas de grandes filósofos y coincide con Bertrand Russell en que “todo acto de inteligencia es un acto de humor”.



© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 8 de noviembre de 2008

"Blues" de la calesita

La calesita, antaño sonoro y policromo jalón de la ciudad, apenas gira ya ronca, rota, casi loca en algún barrio extra muros de la City.
El alegre "tiovivo" -como se le llama en España-, con sus caballos y cochecitos multicolores, que giraban lentamente al son de una agridulce musiquilla verbenera, fue acarreada en principio, como el organito, por un caballo: un jamelgo flaco y pardo, eternamente cansino.
Luego adoptó la corriente eléctrica para impulsar ese dar vueltas y vueltas en pos de una sortija que, si se conseguía, daba derecho a una vuelta más.
La calesita le daba "clima" al paisaje yerto y desolador del mísero arrabal. Y tangueros tan ilustres como Cátulo Casti­llo y Mariano Mores le pusieron letra y un compás dos por cuatro:
"Grita la calesita/su larga cita/ maleva.../Cita que por la acera/de Balvanera/nos lleva. Vamos de nuevo, amiga/para vos bailando...Vamos que en su rutina/la vieja esquina/me está llorando…/Vamos que nos espera/con tu/pollera marchi­ta/esta canción que rueda/la calesita...".Y aquello otro de “Carancanfú… vuelvo a bailar/y al recordar una sentada/ de tu enagua almidonada/ te grito ¡Carancanfú!.../y al taconear/y la “lustrada”/ cuando a tu lado, tirado/ tuve mi corazón...".Pasaba el tiempo, barrendero de ilusiones. La calesita se modernizaba. Automóviles aerodinámicos, “jeeps", "Sput­niks", "Apolos" y “Challengers” fueron sustituyendo a los unicornios, cisnes, carrozas y diligencias. Y nuevos ritmos, casi todos trepidantes, desplazaron a los "fox trot", los pasodobles y los tangos de la "guardia vieja".
Pero seguía el mágico "carrousel", la entrañable noria sonora girando y girando en plazas, esquinas y jardines, mien­tras se tejían a su vera ingenuos idilios primerizos, con los libros del "cole" sobre un cercano banco de madera despinta­da por la lluvia, bajo el "pullover" de ella, que olía a lavanda...
"Las vueltas que da la vida", de las que tanto hablan los …"mayores", se diluían en las vueltas de la calesita en una sordina poética, en un tempo que parecía eternizarse y tenía ya la pátina amarillenta de la nostalgia en su corazón azul...
La calesita estaba allí, con su cúpula escarlata, barroca de orlas y grecas de colores violentos, sus "breaks" pintados con purpurina, móvil la basta madera deslucida de su suelo ta­chonado de clavos baratos, goteando música, girando y giran­do bajo el cielo turquí…
Un día, de pronto, como tantas otras cosas, desapareció la calesita de la ciudad.
Ahora los niños hablan de emoticones, “web mail”, navegación, “chat”, videollamada, cámaras de 1.3Mp, reproductores de MP3, “Bluetooth”, memoria de 512Mb, auricular stereo, cable USB, “home theatre” con “play station”…
Permítasenos una coda melancólica, con ritmo de “blues”, sostenida por los versos de González Tuñón:
"La calesita en el baldío,/la calesita está con frío./Frío, frío./ Los últimos pibes se fueron./La música también ha callado,/dejando en el aire un temblor/como cuando se muere un pájaro...".

© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 7 de noviembre de 2008

La Real Academia Española trabaja

La Real Academia Española (RAE) trabaja, no vayan a creer ustedes…
Muchos dicen que trabaja “al pepe”, valga una expresión del lenguaje popular de estas cálidas tierras criollas que todavía no aceptó la docta institución. Ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos y que “palos porque bogas y palos porque no bogas”.
Quienes critican a la RAE lo hacen porque sostienen que es muy permisiva y acepta expresiones de aquí y allí, dando la sensación de que no se esfuerza demasiado por defender a ultranza el idioma español, antaño tan puro y tan hermoso y salpicado hoy en día por extranjerismos (anglicanismos, sobre todo) y palabras procedentes de la tecnología de punta.
Es que no hay más remedio que renovarse, compréndanlo ustedes. Ya lo dice la voz del pueblo, que siempre dijeron que era la voz de Dios: “Renovarse o morir”.
El lema de la Real Academia Española es: Limpia, fija y da esplendor.
En 2013 saldrá a la luz una nueva edición del Diccionario, en coincidencia con el tricentenario de la RAE. Preténdese renovar definiciones que hayan quedado anticuadas y, al mismo tiempo, innovar, por encima de todo innovar, una de las grandes preocupaciones de nuestro tiempo: ser y estar moderno.
Apliquémonos a hablar y escribir “cool”, a fin de no ser “old fashion”.



© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“El ‘pen drive’ y el ‘USB’, en el Diccionario”
(
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/11/07/cultura/1226062217.html)

jueves, 6 de noviembre de 2008

Los chicos con los chicos...

Se justifica, siempre se ha justificado que los jóvenes hablen en un idioma, por así llamarlo, suyo, muy particular, una lengua que en realidad es una jerga, o un argot que, como la risa, va por barrios, es decir, que en determinadas zonas de la ciudad se habla de una manera y en otras de otra, según el nivel económico social.
Ese modo de expresarse casi siempre produce simpatía y, en muchas oportunidades, aquí y en Pekín, los no tan jóvenes adquieran alguno de esos términos y los usan por estar a la moda: una de las obsesiones de estos tiempos pormodernos que soplan por doquier. El “marketing” también hace lo suyo, para qué vamos a negarlo.
Así que carta blanca para los jóvenes, a los que zarandeamos tanto, a veces pasándonos de rosca, y a los mayores un poco de sentido del ridículo –lugar del que no se regresa-, que hacerse el chico no queda bien.
Nosotros, los grandes, tenemos las malas palabras tan en boga, tan difundidas a toda hora, vengan a cuento o no, sobre todo por conductores y columnistas de radio y televisión.
Peor es la forma gramaticalmente incorrecta de expresarse y la introducción de latiguillos y ripios que empobrecen y afean nuestra hermosa lengua. Están presente en todas partes.
El esnobismo imperante ha hecho sentar últimamente patentes de corso a expresiones como: obvio u obviamente repetido hasta la saciedad, como que y la “vedette”: ¡A ver…!, dicho con un tono imperioso o displicente, como si quisiera decirse: “¿A ver si me entendéis lo que quiero decir, manga de bobos!”.
La palabra obvio, como la expresión ¡A ver!, es correcta, lo que irrita es la constante reiteración; lo mismo pasa con éste, digamos, nocierto, cómo se llama, cómo es y otras. Como que no es correcto gramaticalmente hablando; en todo caso, habría que decir como si, y no cada veinte segundos.
A continuación, lo último que he cosechado en estos días en los medios y en otros lugares:
Floristería por florería, pasivar por desactivar, completud por plenitud, bendicionar por bendecir, desaveniencia por desavenencia, convalescencia por convalecencia, ficcional por ficticio o algo relativo a la ficción, ficcionalizar por hacer ficción, lesión ligamentaria por lesión de o en los ligamentos, arribamiento por arribo, compite por compete, produjieron por produjeron, esfigie por esfinge o efigie, lo traigo a acotación por lo traigo a colación, multicidad por multiplicidad, tendencial por tendencioso, cartelizar por fijar carteles o señalizar, rediticio por redituable, especificidades por especificaciones, exceptó por exceptuó, extensar por estirar y prensable por noticioso.
Hay muchas más, pero tampoco es cuestión de cansar al lector. Ya volveremos.


© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:

“Los jóvenes hablan raro, pero eso refleja una sociedad plural”
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0309/articulo.php?art=10783&ed=0309
“A la lengua la crea el pueblo”
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0309/articulo.php?art=10785&ed=0309

domingo, 2 de noviembre de 2008

Nada es lo que parece

Nada, o casi nada es lo que parece. Vean, si no, la imagen que ilustra estos renglones.
A simple vista, parece que al señor no se le ha ocurrido nada mejor, para ver lo que hay al otro lado de la tapia, que empinarse sobre un montón de escaleras, en vez de usar una sola, como sería lo normal.
Pero si uno se fija, se da cuenta enseguida de que ninguna de las escaleras amontonadas tiene la longitud necesaria como para que el caballero pudiera trepar por sus peldaños hasta el borde del muro.
De modo que fue trayendo pequeñas escaleras de algún lugar donde había muchas hasta formar una pila que le permitiera, una vez encaramado en ella, ver lo que pasa detrás del muro.
El montón de escaleras de madera se asemeja a una pira, al primer golpe de vista. Pero no lo es, nadie va a prender un fuego y el mirón, si bien en puntas de pie, en un equilibrio difícil, puede satisfacer su curiosidad sin correr más peligro que el de caerse y darse un buen trastazo.
Hay un contraste entre la pared descascarada en algunas partes y el buen aspecto del hombre, que luce un traje que se adivina bien cortado y unos zapatos que parecen nuevos, a juzgar por las suelas, poco gastadas.
Cabría preguntarse, entonces: ¿qué fue a hacer aquí, qué fue a mirar un señorito tan bien puesto a un barrio de muros un tanto cochambrosos? ¿Qué urgencia le impulsó a buscar, y encontrar tántas escaleras pequeñas como para formar un conjunto de ellas que le sirviera de base para poder subirse?
¿Qué hay detrás de la pared?

- Señor, usted, oiga!...: ¿qué está usted mirando? ¿Por qué esa precipitación, esa ansiedad, ese trabajo que se ha tomado para no perderse nada de lo que pasa al otro lado?

Es evidente que no vamos a obtener respuesta alguna. La escena, en realidad, es un dibujo –muy bien hecho, por cierto, pero no sabemos por quién- que tiene su gracia y su intriga y merece la pena que gastemos unos minutos escribiendo alguna obviedad acerca de él.

- ¡Detrás de la pared hay una mujer desnuda!
- ¡Jaimito, cállate!


© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 1 de noviembre de 2008

Hacia una nueva Babel

- El idioma nos une.
- ¿De verdad? ¿Qué idioma? ¿Qué idiomas?
- A los hispanos, el español. ¿O acaso los españoles y los latinoamericanos no hablamos la misma lengua?
- Pues no, señor; ya va usted a ver, o a oir.
Por poca televisión que veamos nos daremos cuenta enseguida de que es así. Los lenguajes de las series y las películas dobladas en guachinango no se parecen casi nada al español de Quevedo o al de Borges.
Los españoles dicen tiroteo. Los venezolanos, balacera y plomazón. Pero tiroteo (amoroso) se le llama en Argentina al flirteo, que viene de flirtear o practicar el flirt (palabra inglesa), es decir, el coqueteo.
Flipar, en el lenguaje del hombre joven de la era posmoderna, del llamado macho posmo –el macho posmo español, en este caso- es sentir una emoción equivalente a la de quien se encuentra en un estado raro (1).
Si un cachudo o grasa (vulgar, burdo) argentino se va a Madrí, Madrís o Madriz –se dice allí en vez de Madrid, que es la forma correcta de decirlo- le llamarán hortera y si, además, es ordinario –de una ordinariez “under”- será justamente calificado de cutre.
El engrupido no tiene nada que ver con ningún grupo; es más, no suele ser gregario: es lisa y llanamente un presumido. Grupo es sinónimo de engaño y, lógicamente, no me engrupas significa no me engañes.
En México las rubias son hueras aunque no tengan el cerebro huero, o vacío; en Venezuela se las llama catiras. (“La catira” es una novela de Camilo José Cela, que introdujo en España el estilo llamado tremendista, a base de malas palabras.)
El inglés, que es hoy en día el idioma del mundo, ya no es el inglés de siempre. Hoy no hay un inglés británico y otro estadounidense. Están también el inglés canadiense, el australiano, el sudafricano, el neocelandés, el técnico y el de la computación.
El Spanglish -que surgió del contubernio del inglés norteamericano con el español- dio a luz engendros como los siguientes: te veo pa’trá (“traducción”..., por así llamarla, de “I’m coming back"), yarda en vez de “yard” (patio), Loisaida por “Low East Side”, vamos a vacunar la carpeta por “we are going to vacuum the carpet”, que en español quiere decir vamos a limpiar la alfombra con la aspiradora y manchón por “staff”.
Ahora, es decir, desde hace ya mucho tiempo tenemos, además, el idioma abreviado de los mensajes de texto de los teléfonos celulares y de otros artilugios tecnológicos, que vienen con ideogramas, pictogramas, iconos y otras zarandajas que nos obligan a estudiar constantemente nuevos idiomas, mientras olvidamos los que aprendimos antes.
(1) "Estado raro: ver la sombra mezclada con violetas": greguería del escritor español Ramón Gómez de la Serna.


© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“Demasiados ingleses”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/05/demasiados-ingleses.html)

Aquella inolvidable película...

Los aficionados al cine que cuando ven una película que les gusta se les queda impresa para siempre en la memoria, la compran después en una tienda de venta de videos y la vuelven a ver cada tanto, disfrutarán con la nota de Paula Lugones titulada “California: Bagdad Café, un lugar para la nostalgia”, que publica hoy el diario Clarín de Buenos Aires y trata de aquella película que ya puede considerarse legendaria: “Bagdad Café”, dirigida por Percy Adlon, estrenada en 1988 y premiada en Europa, como recuerda Paula en una nota muy buena, con referencias al lugar, situado en medio del desierto de Mojave (California, Estados Unidos), al café y sus dueños actuales.
La nota de Paula está muy bien escrita, cosa infrecuente hoy en día. Por eso merece plácemes y determina que se lea una vez de un tirón y luego otra, por lo menos, deteniéndose en algún párrafo y recordando escenas bien pintadas para la evocación en un texto como los que pocas veces pueden leerse en un diario o una revista.



© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“California: Bagdad Café, un lugar para la nostalgia”
http://www.clarin.com/diario/2008/11/01/um/m-01793635.htm

Anterior:

“La isla de Orwell”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/10/la-isla-de-orwell.html)