domingo, 30 de noviembre de 2008

El macho posmo crece


Renovación y cambio

El macho posmo ha crecido, es decir, que ha ido cumpliendo años y ya pasa de los 40.
Perdió el pelo –porque se le cayó o se rapó la cabeza y se la dejó como una bombita eléctrica-. Pero conserva las mañas y adquiere otras nuevas, amparado por padres y parientes que no saben qué hacer con él ni por él–sí, a su edad-, y transita por los inciertos senderos de una sociedad cada vez más vacía, más inconsistente y más frívola, en la que cuentan más los modos y las modas, y el afán de ser “ondero”, o estar de “onda”, que los valores, las virtudes y los códigos.
Antes de seguir, vaya una aclaración: el macho posmo no es un producto exclusivo de Argentina, se da en todo el mundo.
El macho posmo ya no se ocupa tanto de los ositos de peluche, ni calza borcegos. Ha crecido, ya lo dijimos. Ahora se dedica principalmente a “cambiar paradigmas” y “diseñar eventos”.
Al poco tiempo de haberse celebrado la Semana Mundial del Huevo –que muchos dicen que consistió en hacer huevo durante una semana-, se cumple el Día Mundial del Inodoro. La NASA -¡nada menos!- lo festejó por todo lo alto y en adhesión al…”evento” instaló un segundo retrete en la Estación Espacial Internacional (EEI).
La prestigiosa agencia estadounidense de noticias Associated Press (AP) informa que los baños públicos que un fabricante de papel higiénico instaló gratuitamente en Times Square, una de las principales plazas de Nueva York, tendrán en las fiestas de Navidad inodoros forrados de terciopelo y televisores de pantalla plasma en la pared.
La no menos prestigiosa escritora argentina Milagros Belgrano Rawson revela en un interesante artículo de la revista Noticias de Buenos Aires que el japonés Masaru Emoto dijo el otro día ante 900 personas, que pagaron 210 pesos por escucharle, que el agua cura todos los males que aquejan a la humanidad doliente.
Emoto, que no es médico ni tiene profesión conocida, propugna el tratamiento de todas las enfermedades mediante la ingesta de agua. Recomienda que se escriban frases cariñosas en las etiquetas de las botellas de agua mineral y decir “gracias” y “te amo” cada vez que uno tome un sorbo. Parece que ésto hace milagros.
Cambiando de tema, hace muy pocos días se celebró la segunda edición de la Lucha de Almohadas en el Planetario de Buenos Aires. Fue un “flash mob”, término procedente del inglés “flash” (destello rápido) y “mob” (multitud).
Los “flash mobs” corren a cargo de grupos de gente organizada que se reúnen en un lugar determinado, a fin de crear una acción inusual y pasajera y dispersarse enseguida. Tienen por objeto divertirse y hacer algo nuevo y diferente. Proceden, según Facundo Falduto, redactor de la revista Perfil de Buenos Aires, de Helsinki y Tokio. Los principales son los “Critical Mass”, bicicleteadas masivas que se realizan el último viernes de cada mes en 300 ciudades del mundo y el “Flash Mob Bang”. Varias personas se juntan en una plaza y se “disparan” con los dedos hasta que todas terminan “muertas” en el suelo.
Falduto recuerda que después de la primera batalla de almohadas se hizo una Danza Silenciosa, cuando varias personas bailaron en torno al Obelisco de Buenos Aires al son de la música de sus reproductores de mp3, de modo que los espectadores veían bailar a la gente sin que se escuchara ninguna música.
Un “flash mob” muy celebrado fue la Caminata de Zombies. Unas 200 personas, disfrazadas de muertos vivientes, caminaron los calles más céntricas de la capital argentina en silencio.
La psicoanalista argentina Mónica Gruppi señala que “hay una euforia permanente que exige estar linda o lindo y con buena ‘onda’. No hay lugar para el dolor, los duelos, la esperanza ni el compromiso”.
El macho posmo, ya cuarentón, se renueva. Porque ya se sabe: renovarse o morir.

© José Luis Alvarez Fermosel

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