sábado, 8 de noviembre de 2008

"Blues" de la calesita

La calesita, antaño sonoro y policromo jalón de la ciudad, apenas gira ya ronca, rota, casi loca en algún barrio extra muros de la City.
El alegre "tiovivo" -como se le llama en España-, con sus caballos y cochecitos multicolores, que giraban lentamente al son de una agridulce musiquilla verbenera, fue acarreada en principio, como el organito, por un caballo: un jamelgo flaco y pardo, eternamente cansino.
Luego adoptó la corriente eléctrica para impulsar ese dar vueltas y vueltas en pos de una sortija que, si se conseguía, daba derecho a una vuelta más.
La calesita le daba "clima" al paisaje yerto y desolador del mísero arrabal. Y tangueros tan ilustres como Cátulo Casti­llo y Mariano Mores le pusieron letra y un compás dos por cuatro:
"Grita la calesita/su larga cita/ maleva.../Cita que por la acera/de Balvanera/nos lleva. Vamos de nuevo, amiga/para vos bailando...Vamos que en su rutina/la vieja esquina/me está llorando…/Vamos que nos espera/con tu/pollera marchi­ta/esta canción que rueda/la calesita...".Y aquello otro de “Carancanfú… vuelvo a bailar/y al recordar una sentada/ de tu enagua almidonada/ te grito ¡Carancanfú!.../y al taconear/y la “lustrada”/ cuando a tu lado, tirado/ tuve mi corazón...".Pasaba el tiempo, barrendero de ilusiones. La calesita se modernizaba. Automóviles aerodinámicos, “jeeps", "Sput­niks", "Apolos" y “Challengers” fueron sustituyendo a los unicornios, cisnes, carrozas y diligencias. Y nuevos ritmos, casi todos trepidantes, desplazaron a los "fox trot", los pasodobles y los tangos de la "guardia vieja".
Pero seguía el mágico "carrousel", la entrañable noria sonora girando y girando en plazas, esquinas y jardines, mien­tras se tejían a su vera ingenuos idilios primerizos, con los libros del "cole" sobre un cercano banco de madera despinta­da por la lluvia, bajo el "pullover" de ella, que olía a lavanda...
"Las vueltas que da la vida", de las que tanto hablan los …"mayores", se diluían en las vueltas de la calesita en una sordina poética, en un tempo que parecía eternizarse y tenía ya la pátina amarillenta de la nostalgia en su corazón azul...
La calesita estaba allí, con su cúpula escarlata, barroca de orlas y grecas de colores violentos, sus "breaks" pintados con purpurina, móvil la basta madera deslucida de su suelo ta­chonado de clavos baratos, goteando música, girando y giran­do bajo el cielo turquí…
Un día, de pronto, como tantas otras cosas, desapareció la calesita de la ciudad.
Ahora los niños hablan de emoticones, “web mail”, navegación, “chat”, videollamada, cámaras de 1.3Mp, reproductores de MP3, “Bluetooth”, memoria de 512Mb, auricular stereo, cable USB, “home theatre” con “play station”…
Permítasenos una coda melancólica, con ritmo de “blues”, sostenida por los versos de González Tuñón:
"La calesita en el baldío,/la calesita está con frío./Frío, frío./ Los últimos pibes se fueron./La música también ha callado,/dejando en el aire un temblor/como cuando se muere un pájaro...".

© José Luis Alvarez Fermosel

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