lunes, 28 de junio de 2010

El gol de Dios


Déjate llevar por el niño que fuiste.
(José Saramago)

El abogado, profesor, periodista, y por elección y por pasión narrador, Luis María Bandieri, presentó días pasados su segundo libro de cuentos, “El gol de Dios”, en la Asociación Ex-Alumnos del CNBA (Colegio Nacional Buenos Aires).
El libro sale a la luz editado por Juvenilia, que se encarga de difundir las obras de los antiguos alumnos de ese tradicional colegio argentino, en el que Luis María Bandieri cursó su segunda enseñanza.
Bandieri escribió otro libro de relatos, “No se aflijan por mí”, editado hace algunos años.
Hasta aquí la noticia. Acto seguido, la primera observación. Luis María Bandieri tiene “le mot juste” en todos y cada uno de los trece cuentos que contiene su libro, de 100 páginas. Abundan en él términos que no suelen leerse ni escucharse en esta época de comunicadores, locutores y otros profesionales de la palabra que se manejan con no más de cuatrocientas voces.
Claro, no leen, cosa que Luis María ha hecho toda su vida. De ahí que use expresiones como cancel, pistero, falconete, festón, jerigonza, rolar, prez, enhiesto, inconsútil y varias más que también tienen música.
Sólo este detalle da una idea cabal de que a nuestro autor no le ha resultado inútil ese “vasto saber lateral acumulado mientras sesteaba sobre los textos jurídicos en la Facultad de Derecho de Figueroa Alcorta”, como se dice en una de las solapas del libro.
Entre paréntesis, Luis María Bandieri y yo hemos sido vecinos en las páginas de “La Nueva Provincia”. En ese prestigioso diario de Bahía Blanca, propiedad de la familia Massot, Luis María escribía enjundiosos artículos bajo un título tan logrado como “El parte del torrero”. Yo hacía lo que podía en otras secciones.
Pero hay más coincidencias. Ambos somos de la misma generación, nacimos en casas con biblioteca, hemos leído de niños a los mismos autores, a mí también me encantan, como a él, la historia y la gastronomía, -en ópera estoy flojo- y a los dos nos gustan la aventura, recordar nuestra infancia… y los vinos genéricos, o de corte, no los varietales.
A los dos nos pasaron de la clase turística a la primera, en vuelos intercontinentales. A mí dos veces. Lo que me ocurrió en una de ellas merece una historia aparte que quizás cuente algún día.
Por si todo esto fuera poco, los porteros de nuestros colegios eran gallegos. El mío se llamaba Manolo, había emigrado a Brasil siendo muy joven con la ilusión de hacerse la América, como tantos otros gallegos, pero no se la hizo; se labró, eso sí, una fortunita que se gastó alegremente enseguida, pues tenía una casi ilimitada capacidad de gasto. Así que regresó a España, se instaló en Madrid y se colocó de infalible factótum –disfrazado de portero, como un personaje de la Baronesa de Orczy-, en el colegio que los Hermanos Maristas tenían en la calle Fuencarral de Madrid.
El picarón de guardia en el día de hoy pensará que quizás el hecho de que Luis María Bandieri y yo caigamos bajo tantos denominadores comunes podría alterar a favor suyo mi criterio de apreciación artística. Quienes me conocen bien saben que yo no me caso con nadie a la hora de ejercer la crítica. Del mismo modo, no escatimo elogios a quien los merece. Por eso creo que es justo afirmar que los cuentos de Luis María Bandieri, traten de un tema o de otro, estén escritos con un estilo o con otro, son redondos, de sólida factura, ya que están trazados por el pulso firme de un profesional, y tienen un ritmo sostenido y regular, que facilita un detenimiento en la lectura, tan beneficioso para el intelecto como el pulso lento de los atletas consuetudinarios para la salud, por utilizar una comparación de entrecasa, y no caer en el rebuscamiento y la pedantería de ciertos críticos esnobs, que escriben para leerse a sí mismos y que los lean sus epígonos del Malva.
Yo he leído primero de un tirón el libro de Luis María, que se lee fácilmente, porque es muy ameno. Después me deleité con una lectura más despaciosa y atenta, que me sumió en ese estado que para Ramón Gómez de la Serna era equivalente, en una de sus greguerías, a ver la cernida luz de la tarde mezclada con violetas.
En resumidas cuentas, “El gol de Dios” es un libro original, atrapante, encantador, con un cierto regusto nostálgico en algún relato que marca la personalidad del autor, que no es sólo un “scholar” con un sentido del humor a veces –justificadamente- cáustico, ni un remedo del senescal de Hienaut.
Que Bandieri es un escritor de cuerpo entero lo demuestran cuentos de su libro como “El gol de Dios” –que le da el título-, “Interludio juvenil”, “Del mundo y del reino” y “Acerca de una batalla, una ópera y un pollo”.
Luis María Bandieri es también un lúcido ensayista. Recomendamos la lectura de su ensayo “Las razones de los pobres”, publicado en la revista “Políticamente incorrecto”.
En este libro aparece una constante: la duda, que ronda al creyente, y la fe, que acecha al incrédulo. Esto dice el autor en una suerte de prólogo, o introducción. Y añade que nadie debe asustarse por eso y dejar de leer el libro. “En definitiva, sólo son cuentos”, sonríe.
Los cuentos de Luis María Bandieri, nada menos.


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 27 de junio de 2010

Más mentirillas de las más comunes

Este mismo año sí que me pongo a estudiar.
Por mi madre que nunca más me echo un trago.
¿Yoo?... ¿Con esa/e?... ¡¡iNunca!!!
El profe me tiene manía.
¿Yo te debo algo?... Ni me acordaba...
Te juro por mi madre que te lo envié.
Se me perdió tu teléfono.
Sí, sí, el coche es mío.
Ahora mismo estaba pensando en ti.
Sólo somos amigos.
Se cayó solo y se rompió.
¡Me gustaste desde la primera vez que te vi!
Te llamo en 5 minutos. ¿Vale?
Paga tú, que después arreglamos.
Fue culpa del árbitro.

© Por la transcripción: J. L. A. F.

Miércoles

El miércoles es un día simpático. Escribo esto en domingo, un día espantoso que sólo puede soportarse con ayuda de la lectura y el trasiego sostenido de vino de Oporto. El cuarteto para cuerda en re mayor de Borodin y un cigarro habano, un Montecristo número cuatro, no estarían mal como elementos de apoyo.
El miércoles nos empieza a llevar de la mano hasta el viernes, complejo, medio difícil administrativa y laboralmente hablando, mal día para hacer trámites pero bueno porque concluída la jornada de trabajo empieza el fin de semana, y uno cuenta ya con el sábado y el domingo. El martes, aunque no caiga en trece, no es un día bien visto por los supersticiosos, no tiene buena prensa.
Miércoles viene del latín “Mercuri dies”, día de Mercurio, el dios del comercio y los viajeros en la mitología romana –en la griega se le denominaba Hermes-.
Mercurio, mensajero de los dioses, para hacer con más rapidez los numerosos viajes, todos urgentes, que ha de realizar por orden de Júpiter, se adapta el casco y unas pequeñas y movible alas en los talones. Así se lo ve siempre representado en cuadros, grabados y estatuas.
Se le proclama rey de la elocuencia y protector de oradores y abogados. Es un dios andariego, simpático y bromista que distrae a los pastores contándoles anécdotas. Se le consagran la palmera, la tortuga y el número cuatro.
Hay un planeta que se llama Mercurio, el que está más cerca del sol.
El miércoles de ceniza se inicia la Cuaresma, un lapso de cuarenta días que sirve de preparación para el Triduo Pascual: el principal ciclo de celebraciones en la Iglesia Católica.
Curiosamente, el miércoles suele ser día de almuerzo de amigos en clubes, hoteles y restaurantes.
Las conferencias suelen dictarse los miércoles. Yo no recuerdo haber pronunciado ninguna en otro día de la semana. A mediados del mes que viene tengo que hablar sobre el Café Gijón de Madrid y sus tertulias. Un miércoles, naturalmente.


© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 26 de junio de 2010

Suicidio


miércoles, 23 de junio de 2010

La linterna

La linterna no es sólo una lámpara eléctrica manual provista de bombilla y alimentada por pilas o acumuladores, según la definición del diccionario de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, que entre paréntesis a mí me parece mejor que el de la Real Academia Española.
La utilidad de la linterna es relativa, ya que no puede disolver del todo la oscuridad, sino como mucho incrustar en ella una moneda de luz.
Elemento infaltable en las novelas, películas y series policiales, se le aplicó el adjetivo de sorda en épocas lejanas. Se llevaba de un asa que tenía en la parte de arriba e iluminaba por una sola cara. La linterna chinesca era un farol decorativo, adornado con dibujos. La linterna mágica proyectaba, agrandándolas, figuras pintadas sobre vidrio. Su inventor fue el jesuita alemán Athanasius Kircher.
La linterna sorda fue la preferida por los autores ingleses de novelas policiales en la época victoriana. Su luz apenas horadaba la espesa niebla de la la noche de Londres, en inquietantes barrios como Whitechapel, el escogido por Jack el destripador para perpetrar sus atroces asesinatos.
Compañera inseparable del revólver, cuando la linterna evolucionó se pasó del Webley Scott de Lawrence de Arabia a las pistolas FN Browning 9 MM, Glock 9 MM –las dos semiautomáticas- y otras, todas con mucha mayor capacidad de fuego que ella de luz.
La linterna se quedó canija y plantada en su papel de hacer de perro perdiguero que levanta las perdices que cobra el cazador con su escopeta, por seguir asociándola con las armas de fuego.
Para nosotros fue un juguete, cuando eramos niños. Recorríamos con ella encendida habitaciones a oscuras, para ver como el delgado chorro de luz resbalaba por los muebles, los libros y las paredes con cuadros, imprimiéndoles el toque enigmático e intrigante que catalizaba nuestros juegos de policías y ladrones.
Nada tan emocionante como subir, linterna en mano al desván y tratar de iluminar con su lucecita ínope al menos el rincón donde estaba el baúl.
La linterna tuvo su lugar en la literatura y otras disciplinas humanísticas –los médicos las utilizan para vernos la garganta por dentro-.
“Los ladrones usan gorra gris, bufanda oscura y camiseta a rayas. Algunos llevan una linterna sorda. Por otra parte, se enamoran de robustas muchachas, coleccionan tarjetas postales y a veces lucen un tatuaje en el brazo izquierdo, una flor, un barco y un nombre: Rosita”, se dice en un poema en prosa de González Tuñón titulado “Los ladrones”.
Alvaro Cunqueiro –el Aretino español del siglo XX- escribe en “Crónicas 77” : “Como a mi madre le había salido el partido de un ambulante alemán que andaba mostrando la novedad de una linterna sorda en Borgoña, me dejó en la taberna”. Buen lugar, la taberna, para el dionisíaco escritor gallego, tan amante de la buena comida y la buena bebida.
Juan Goytisolo revela en su “Recuento 71” que “(…) a los lados, los bares se ahondaban coloreados por linternas chinescas y vibrantes ristras de flecos y banderitas de papel”.
Una linterna, o entonces farol de mecha empapada en aceite o algún material combustible, iluminaba el frente de la Posada del Almirante Benbow en “La Isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson.
Hay una linterna, o varias, que juegan un papel importante en la novela de Daphne du Maurier, “La Posada de Jamaica” –de la que se hizo una película con el mismo título, dirigida por Alfred Hitchcock y protagonizada por Charles Laughton y Maureen O’Hara-.
La posada, situada en Cornualles, al suroeste de Inglaterra, es en realidad un antro de piratas, contrabandistas y ladrones que desvían con los rayos de luz de linternas sordas, en noches tormentosas, a barcos que se estrellan contra las rompientes y son saqueados.
En un orden más tranquilo, recordemos a Diógenes el cínico alumbrándose con una linterna para descubrir en las calles de Atenas a un hombre que mereciera el calificativo de tal.
La linterna de Aristóteles se llama al aparato masticador del erizo. Nunca se vio honrado un animal –que a uno no le resulta antipático, pero esa es otra historia- con el nombre de un filósofo como el Estagirita, aunque no fuera más que para referirse a su complejo paladar-.
Uno tuvo que valerse alguna vez de una linterna, en su azarosa andadura profesional. Pero las que iluminan con luz de luna su brumosa memoria son aquellas cuadradas a las que se llamaban “de petaca” porque tenían forma de cigarrera; y tres focos que daban luz roja, verde y ámbar, como los semáforos.
Eran adminículos infaltables en aquellas obritas de teatro, por llamarlas de algún modo, que yo montaba de niño en mi caserón de la Dehesa de la Villa, en Madrid, basándome casi siempre en la misma novela de Edgar Wallace: “El rostro en la noche”.
Yo hacía siempre de malo, o sea, de Malpas. En otras ocasiones era Slick Smith, el jocundo detective estadounidense que dirigía en Londres la agencia de investigaciones Stormer. (Slick Smith fue el seudónimo con el que firmé muchas de mis crónicas de corresponsal extranjero, o enviado especial.)
Mi hermano Manolo era el inspector de policía de Scotland Yard, Richard Shanon y la… “muchacha” mi prima Mary.
Tenía un cierto éxito con aquellos pasatiempos, que muchísimos años después repetí con mis hijos, Juan Ignacio y María Soledad, con no menos suerte. Con una escenografía más compleja y con linternas sofisticadas que alumbraban más o menos lo mismo que sus elementales antecesoras.


© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 21 de junio de 2010

Hechos insólitos

EL BEBÉ DE LA CEBOLLA
Las cebollas, además de sabrosas y socorridas, figuran en recetas de todo tipo, incluídas las afrodisíacas. En alguna oportunidad obraron prodigios como el siguiente:
Dicen que Ana de Austria, la esposa de Luis XIII, fue a pedir al santuario de Nuestra Señora de las Virtudes el milagro de quedar embarazada.
En varias zonas de Francia hay cebollas riquísimas. Doña Ana comió de ellas en abundancia y le llevó varias a su marido, a quien le gustaba el buen comer. Y hete aquí que tiempo después nacía el futuro Luis XIV, el Rey Sol.
----------
CUESTION DE PARECIDOS
Las Cortes de Cádiz denegaron los derechos sucesorios al príncipe Francisco de Paula (1794-1865) por su gran parecido físico con Manuel Godoy, que años antes había sido valido del rey Carlos IV y, presuntamente, amante de la reina María Luisa de Saboya, madre del aspirante.
----------
LA LOCURA DEL VALS
Un edicto imperial austríaco, promulgado el 18 de marzo de 1875, prohibió bailar el vals en la corte vienesa, pretendiendo frenar lo que se consideraba locura por este tipo de baile en la corte centroeuropea.
----------
“DURA LEX, SED LEX”
Una ley del territorio estadounidense de Maryland de 1634 obligaba a las mujeres viudas que habían heredado propiedades de sus maridos a volver a casarse en un plazo máximo de seis años. Si no lo hacían perdían sus pertenencias, que pasaban al pariente masculino más cercano.
----------
SOLUCION PARA LAS MENOS LINDAS
Según cuenta Herodoto, los babilonios subastaban anualmente a las muchachas casaderas. Lógicamente los hombres pujaban por las más bellas. Con el dinero de sus ofertas se constituían unos fondos con los que posteriormente se formaban dotes para que las chicas menos bonitas pudieran encontrar marido.
----------
BANQUETE EN LAS ALTURAS
Nueve miembros de un club de alpinismo coronaron la cima del monte Huascarán (6.768 metros, en Perú) con una mesa, sillas, comida de tras platos y vino. Celebraron en la cumbre la que, sin duda, fue la comida formal realizada a mayor altura de la historia.
----------
DEMASIADOS VESTIDOS
A la muerte de la zarina rusa Isabel I Petrovna (1709-1762) se comprobó que su guardarropa contenía la nada despreciable cantidad de 15.000 vestidos. Se cuenta que solía cambiarse de ropa hasta tres veces en una misma noche.
----------
SIMBOLISMO DE LAS ESTATUAS ECUESTRES
Es tradicional el simbolismo de las estatuas ecuestres de militares: cuando todas las patas del caballo están posadas en tierra, el jinete murió de muerte natural. Dos cascos en el aire indican que el jinete falleció en el campo de batalla. Si la cabalgadura levanta una pata el caballero perdió la vida a consecuencia de las heridas recibidas en combate.
----------

© José Luis Alvarez Fermosel

Psicología

Tenderse en el diván del psicólogo sigue siendo… “lo más” en Argentina, aunque no tanto como décadas atrás, cuando a Buenos Aires le colgaron, justificadamente, el rótulo de Villa Freud.
Mucha gente, perteneciente a lo que a ella le gustaría que se calificara de “alta sociedad”, se despepita por analizarse porque entiende que esa terapia, que para algunos hace el mismo efecto que el agua con azúcar, es propia de gente paqueta “cool”, para la cual tener una asistencia confirmada de quince, o más años de análisis equivale a lo que otros consideran como una medalla, o una distinción.
Otros se hacen lavajes de colon en spas. Corrió la voz e inmediatamente esa práctica se convirtió en modo y moda.
El filósofo argentino Mario Bunge, radicado en Canadá, formuló declaraciones al diario La Nación de Buenos Aires acerca del “negocio de la psicología criolla”, durante una breve estancia en la capital argentina.
Cuando ya se encontraba de regreso en Canadá, salió en el diario Perfil online, también de Buenos Aires, una tibia réplica de algunos psicólogos vernáculos al articulo de Bunge.
Ofrecemos aquí la cara y la cruz de la moneda. Nosotros, desde luego, estamos con Bunge.


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 20 de junio de 2010

Adultez

Me acaban de hacer opinar otra vez sobre el hombre actual.
Mi opinión fue utilizada en una revista para hacerme aparecer como un observador de la superficie y no de “la almendra de la cosa”, como dicen los seudo intelectuales y los… “filósofos” de café, que jamás crearon una escuela de pensamiento.
Me instalaron poco menos que como un frívolo en las satinadas páginas del “magazine” que acompaña como suplemento, un determinado día de la semana, a un diario especializado en economía y finanzas.
En todo caso, aparezco como un caricato facilón que se ocupa poco menos que de hacer chistes y se desarbola en los detalles -¡oh, pecado mortal, el detalle!-
Incluso cada dos por tres, después de alguna expresión mía, se añade entre paréntesis la palabra “risas”, como si yo me riera de mis propios chistes, que así parece ser que se consideran mis conceptos, avalados por una realidad que no puede dejar de verse, por más que uno meta la cabeza bajo la arena, como los avestruces.
Una de las cosas que yo he sostenido siempre en mis disquisiciones sobre el hombre joven del posmodernismo, no exentas de humor pero reveladoras de verdades como puños, es que le cuesta mucho –a la mujer, menos- madurar, independizarse y salir del nido: la casa de pá y má en la que se crió.
Invito a los lectores de este blog no ya a repasar la corta saga sobre el macho posmoderno (ver al pie, en Secciones, El macho posmo) que incluye, sino a fijarse en los links de muchos de mis posts, como la nota de Patricia Cohen que recomiendo ahora, titulada “La adultez llega cada vez más tarde”, publicada en “The New York Times”, que recoge el diario La Nación de Buenos Aires.
En cuanto a mi obsesión, por así llamarla, por lo aparentemente superfluo, por lo pequeño, por los detalles, me limitaré a resaltar su importancia, por enésima vez.
Los escribas de párrafo largo y denso, bien oscuro; los…”intelectuales” de gafas manchadas de grasa que pululan por los cafés, a ver si logran colarse en una tertulia; los eternos analistas de “los grandes temas nacionales”, los adjetivadores barrocos, los pensadores de viejos ateneos polvorientos, los escritores que darían parte de su vida por haber escrito el “Finnegan walk” de Fitzgerald …, en fin, toda esa runfla, ya saben ustedes, ignoran entre otras muchas cosas cómo y cuánto depende con frecuencia la vida de los detalles.

© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 19 de junio de 2010

¡Objeción!


miércoles, 16 de junio de 2010

Doce mentirillas de las de todos los días

¡Oye, te queda muy bien!
¿En serio, “Play Boy tiene una web?”
No, no escuché el móvil; debo haberme quedado dormido.
Sí, salí con ella, pero no pasó nada.
¡Te juró que no se lo voy a decir a nadie!
Aunque lo hemos dejado, seguimos siendo amigos.
Cuando me case, nunca más voy a mirar a otra.
En cuanto terminen las fiestas dejo de fumar.
El mes que viene, sin más dilación, me anoto en inglés.
¿La rubia de la disco? Estaba claro que iba por mí, pero yo no quiero compromisos.
Y entonces le dije al jefe: ¡No lo hago, no me da la gana! ¡Hágalo usted, si le da el cuero!
No, no es por dinero: es que a mí no me gusta nada viajar.

© Por la transcripción: J. L. A. F.

lunes, 14 de junio de 2010

Apuntes para la historia del traje

MUSEOS
En el Museo Rocamora de Barcelona hay una notable colección de guantes, abanicos, y sobre todo medias antiguas bordadas de mujer y de hombre.
En el Museo del Calzado, que también está en Barcelona –en la plaza de San Felipe Neri, en pleno barrio gótico- puede observarse la evolución del zapato desde la antigüedad hasta nuestros días.
En París, en el Museo de la Mujer, en Neully Sur Seine, en el antiguo palacio del millonario chileno Arturo López, famoso por sus fiestas, hay una gran cantidad de guantes, abanicos, corsés y otras prendas que pertenecieron a mujeres célebres de la historia como María Antonieta, Sara Bernardt, Edith Piaff y bailarinas y cortesanas como Liane de Pougy, Cleo de Merode, Mata Hari, etc.
Es muy interesante visitarlo por el cuidado, un tanto fetichista, con que lo lleva su conservador, Jacques Daniot, viejo y famoso anticuario de la Rive Gauche.
----------
UNIFORMES Y FRAQUES
El traje masculino…”moderno” fue en principio el adoptado entre 1770 y 1780, que surgió en Inglaterra: calzón “beige” con botas de montar, chaleco de otro color, cortado en cuadrado y frac de paño liso, abotonado delante.
El sombrero de los cuáqueros americanos, de copa redonda y alta, se convertirá en la chistera, o la galera de la burguesía que dominó la sociedad en todo el siglo XIX..
El pantalón de los “sans-culottes”, que llevaba la gente pobre, guardará su carácter contestatario durante el primer tercio del siglo XIX. El ejército inglés lo adoptó como parte de su uniforme hacia 1806, pero nunca fue admitido como prenda elegante.
El frac ha sobrevivido hasta hoy como imprescindible en el protocolo de ciertas fiestas de gala, como la recepción del premio Nobel. Lo usan también los directores y músicos de orquesta en las funciones de ópera.
----------
INNOVACIONES
Las modificaciones que introducen en el traje masculino personajes de alto copete, soberanos, militares y “dandies” permanecen. .
Al rey Eduardo VII de Inglaterra se atribuye la creación del dobladillo o bocamanga del pantalón, al dárselo vuelta para no mojárselo en un día de lluvia.
El general Raglan, que había perdido un brazo en la batalla de Waterloo, inventó un abrigo con capelina que derivó en el corte especial de las mangas que lleva su nombre.
El también general Thomas Brudenell, conde de Cardigan, que como su colega Raglan luchó en la guerra de Crimea, usó por primera vez una prenda de lana larga abotonada delante, con bolsillos, que lleva su nombre.
Las chaquetas, entre 1850 y 1855, se cortan con una costura bajo el brazo. En 1895 se plancha la raya del pantalón.
Bajo el Segundo Imperio conviven el sombrero hongo, que en Madrid se llama bombín, y la chistera. La boina con visera, creada en Egipto para proteger del sol al cuerpo expedicionario francés, precursor de la Legión Extranjera, se hace pronto popular.
En ese período sólo los uniforme militares mantienen el esplendor que había acompañado al traje masculino durante el antiguo régimen; pero en su conjunto, el sexo masculino parece aceptar de buen grado su severo traje, como si así se distanciara todavía más de la condición femenina y de su desfavorable situación a lo largo del siglo XIX.
Ahora a los hombres les encanta vestirse de mujer, e incluso salen por la televisión anuncios publicitarios con modelos masculinos vestidos de mujer, sin que la firma anunciadora ni el producto lo justifiquen.
----------
EL “BLAZER”
El “blazer” azul marino con botones plateados o dorados deriva de las chaquetas cortas cruzadas del uniforme de los marinos ingleses del siglo XIX.
En el año 1873, el comandante de fragata Blazer daría la orden de confeccionar una chaqueta especial para ser lucida durante la visita de la reina Victoria: el “blazer” derecho que, a diferencia del cruzado, no procede del ámbito militar, sino que deriva de las chaquetas de club utilizadas en Inglaterra durante el siglo XIX
----------
TRAJES
En 1925, la Exposición de las Artes Decorativas de París sella un acuerdo buscado por creadores de todas las técnicas, a fin de imprimir un estilo moderno a la vida cotidiana y al traje. Un pequeño libro de consejos sugiere a los elegantes que sólo lleven trajes de tonos discretos: gris, azul marino o negro; que la “régate” (corbata de nudo) sea la única permitida, y que en bodas de alto copete y en determinados actos de los gobiernos –sobre todo a los que asistan reyes- se vista chaqué. No hay que olvidarse de los zapatos, que deben ser de primerísima calidad y estar siempre relucientes como espejos.
----------

© José Luis Alvarez Fermosel

La forense y su perro

En una de esas series televisivas de investigadores de escenas de crímenes y médicos forenses que vi el otro día, el detective y su “partner”, una trigueña espectacular, hablan de perros, o de un perro, que según parece tiene algo que ver con el asesinato que investigan. El diálogo transcurre en una morgue, donde se acaba de hacer la autopsia a un cadáver.
En un momento dado, la médica forense, una mulata de muy buen ver, también, dice que el perro del que se habla se parece al suyo.
- ¿Cómo, pero tienes un perro? –le pregunta el detective-.
- –le responde la forense, que debe ser soltera, o más probablemente divorciada-. Necesito tener a alguien vivo que me reciba cuando llego a mi casa, después del trabajo.
Los guionistas de ese capítulo de la serie le dieron vida y humanidad al personaje de la forense, que se pasa el día entre muertos y precisa que al llegar a su casa de noche, como no tiene marido ni hijos, ni ningún otro familiar, la reciba al menos un perro, que es un ser vivo.
Sería terrible que le aguardara un muerto en vida que no la dejara vivir. Hay mucha gente así, que no vive ni deja vivir.
Después de una larga jornada de trabajo dedicada a abrir muertos en canal, para una doctora joven y bella que vive sola debe ser reconfortante recibir al volver a su casa la vital, alegre, cariñosa y emocionante bienvenida de un perro, grande, pequeño, de raza, un chucho de la calle, lo que sea: un ser entrañable, todo vitalidad y calor que recobra al ser querido que creyó que le abandonaba cuando se fue, horas atrás.
Debe haber médicos forenses, hombres o mujeres, de una raza u otra, a quienes les pase en la vida real lo que al personaje de la serie en la ficción: que sólo -¡y nada menos!- tengan un perro en casa. No están solos. Les acompaña la vida.
¡Qué terrible que haya profesionales de la muerte, servidores de Tánatos cuyos únicos compañeros sean los muertos, que ni siquiera haya un perro en su vida!

© José Luis Alvarez Fermosel

De la estupidez y su persistencia

A la estupidez asociada con el poder, la burocracia, la tecnología y otras cosas tan de actualidad se refiere un libro de reciente aparición: “El poder de la estupidez”, de Giancarlo Livraghi, experto italiano en comunicación y publicidad, que habla de la navaja de Henlon, la ley de Cipolla, el principio de Peter y otras gilipolleces.
Todavía no hemos leído el libro, que viene muy publicitado, como es natural, pues el tema es apasionante.
Para nosotros, el compendio o tratado por antonomasia de una condición del ser humano tan manifiesta desde que el mundo es mundo, y tan rabiosamente actual, es “La historia de la estupidez humana”, del escritor húngaro Paul Tabori. El libro es un clásico.
Nosotros tenemos un ejemplar, que cuidamos como el oro, de Ediciones Siglo Veinte, de Buenos Aires, de 350 páginas, traducido por Aníbal Leal y con una magnífica introducción de Richard Armour.
El libro no tiene pérdida. Para nosotros es un incunable. Y para mucha gente, nos consta. Lo tenemos siempre en nuestra mesilla de noche. Lo releemos con frecuencia. Y lo recomendamos con entusiasmo.
El autor, al reseñar el tema destaca, entre muchas otras, la estupidez originada por la codicia, la duda, el conformismo, el legalismo, los mitos y mil y una otras formas descaradas o encubiertas.
Expuesta como está a la sátira y a la crítica, la estupidez ha sobrevivido a millones de ataques directos e indirectos; sigue cada vez más vigente, para nuestro pesar, luce triunfante y rejuvenecida. Ya Schiller había observado que hasta los mismos dioses luchan constante e infructuosamente contra ella.
Reproducimos parte del primer párrafo: Este libro trata de la estupidez, la tontería, la imbecilidad, la incapacidad, la torpeza, la vacuidad, la estrechez de miras, la fatuidad, la idiotez, la locura, el desvarío. Estudia a los estúpidos, los necios, los seres de inteligencia menguada, los de pocas luces, los débiles mentales, los tontos, los bobos, los superficiales; los mentecatos, los novatos y los que chochean; los simples, los desequilibrados, los chiflados, los irresponsables, los embrutecidos. En él nos proponemos presentar una galería de payasos, simplotes, badulaques, papanatas, peleles, torpes, bodoques, pazguatos, zopencos, estólidos, majaderos y energúmenos de ayer y de hoy. Describirá y analizará hechos irracionales, insensatos, absurdos, tontos, mal concebidos, imbéciles... y por ahí adelante. ¿Hay algo más característico de nuestra humanidad que el hecho de que el Thesauríts de Roget consagre seis columnas a los sinónimos, verbos, nombres y adjetivos de la "estupidez" y la "sensatez" apenas ocupa una?

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

sábado, 12 de junio de 2010

Vuelta a la vida

Un pintor es un hombre que pinta lo que se vende, pero un artista es un hombre que vende lo que pinta, decía Picasso.
El pintor argentino Darío Mastrosimone es un artista, porque está vendiendo muchos de los cuadros que pinta, aunque quizás tenga algo que ver con esto el hecho de que sea también contador público nacional, con estudio contable propio, y se le den muy bien los números.
El cuadro –que nos encanta- de Mastrosimone elegido para ilustrar este post se titula, muy acertadamente, Vuelta a la vida, pues el pescador, inmerso hasta media pierna en un agua color de lapislázuli, devuelve al pez recién pescado a su elemento natural y a la vida. Colores tranquilos: amarillos oscuros, algún verde parduzco, un poco de azul acá y allá, equilibrio y seguridad.
Mastrosimone estudió pintura con Tano Benedetti, un profesor del colegio Mariano Acosta, donde cursó su enseñanza secundaria; luego hizo taller con el acuarelista Daniel Salaverría. Por eso, quizás, sus cuadros al óleo tengan factura y alegría de acuarela.
Darío empezó a pintar, se presentó a varios concursos, ganó algunos premios y un día, nada menos que Georg Miciu, que había visto algunas pinturas suyas, le dijo: “¡Llegó el momento de quemar las naves!”.
Mastrosimone se despertó, según propia confesión, y empezó a pintar, olvidándose de la contaduría.
Sus cuadros, pintados con espátula, tienen un trazo firme y su temática es hermosa: caballos, el mar, ríos, tardes de invierno, figuras infantiles expresivas, graciosas…
El pintor administra muy bien luces, tonos, escorzos. Su estilo, mezcla de impresionismo y modernismo, es vigoroso y muy personal, con figuras bien resueltas, lo cual no es fácil pintando con espátula.
Mastrosimone se acuerda de Claude Monet, cuando el gran pintor francés dijo que iba a pintar la luz de las cosas.
Monet, entre paréntesis, sufrió apreturas económicas, como casi todo el mundo que se dedica al arte. Un día se le ocurrió jugarse los 100000 francos que constituían toda su fortuna a la Lotería Nacional francesa y ganó el primer premio, por lo cual pudo dedicarse desde entonces a vagar sin agobios por la campiña francesa, pintando paisajes.
No es el caso de Darío Mastrosimone, que por si las moscas habrá hecho bien si continúa manteniendo su estudio contable, aunque sea dirigido por otros.
Con la pintura va a llegar lejos, ya lo verán.


© José Luis Alvarez Fermosel

Dichos y dicharachos

ENTRA, PIDE, BEBE, CALLA, PAGA Y VETE
Divisa, por así llamarla, que algunos taberneros exponían antaño sobre la puerta de su establecimiento. Por extensión, este dicho recomienda no demorarse en un sitio más tiempo del necesario.
----------
LA HARINA DEL DIABLO, TODO SE VUELVE SALVADO
Esto quiere decir, figuradamente, que lo mal adquirido se dilapida pronto y en vano, lo cual es más grave si, como decía Tennesse Williams, “se puede ser joven sin dinero, pero no viejo sin él”.
----------
HOMBRE CHICO, VENENICO
Al igual que otros varios, este refrán afirma que los hombres bajos suelen ser punzantes y de lengua afilada. Al célebre pintor impresionista francés Henri de Toulouse Lautrec, rodeado una vez de circunstantes muy altos, alguien totalmente desprovisto de tacto vino a decirle que sin duda debía sentirse muy incómodo allí, dada su baja estatura. “En efecto, querido amigo –dijo al punto el genial pintor-: me siento como una moneda de oro entre un montón de calderilla”.
----------
LA UNION HACE LA FUERZA
Lema que figura en el escudo de armas de Bélgica y expresa la idea del esfuerzo mancomunado que se realiza en forma colectiva, uniendo las individualidades en procura de un logro.
----------
ARMARSE LA DE SAN QUINTIN
Formarse una gran riña entre varias personas. La comparación surge con la batalla de San Quintín (10 de agosto de 1557), festividad de San Lorenzo, por la que los españoles aniquilaron a los franceses, aun a costa de grandes bajas.
----------
CORTAR EL BACALAO
Ser el que manda en una sociedad o grupo de personas. El bacalao fue, durante mucho tiempo, un elemento básico en la alimentación de los pobras. Por eso la misión de cortarlo se reservaba a los jefes de familia.
----------
EL MOVIMIENTO SE DEMUESTRA ANDANDO
La frase expresa que llega un momento en el que sobran las palabras y hay que pasar a los hechos. Se atribuye al filósofo griego Diógenes el cínico, quien la habría pronunciado ante Zenón de Elea cuando éste negó ontológicamente el movimiento. Entonces Diógenes se levantó, se puso a caminar y dijo la frase.
----------
EL ZORRO PIERDE EL PELO PERO NO LAS MAÑAS
El zorro tiene la característica de padecer la caída del pelo, y tan importante es esta particularidad que la enfermedad, en el hombre, se llama alopecia, palabra tomada del griedo “alops”: zorro. La frase explica también que, por más que este animal pierda su pelaje, sus costumbres y mañas permanecerán inalterables. Lo mismo pasa con el hombres.
----------

© José Luis Alvarez Fermosel

Pérdidas


miércoles, 9 de junio de 2010

Restaurantes

Muchos artistas de cine, casi todos norteamericanos, han querido tener el oficio de “restaurateur” como segundo trabajo, afición, alternativa u otra fuente de ingresos.
A casi todos les ha ido mal, a la corta o a la larga. Es que estas cosas casi sublimes, me atrevería a decir, del “comercio” y el “bebercio” son muy difíciles de manejar, aunque cualquiera se crea capaz de hacer una buena tortilla de patatas, un “souffle” de queso y otros platos, y, además, convertir esa habilidad en un negocio bien saneado.
Los argentinos, todos, uno por uno, dominan magistralmente la técnica del asado de carne a la parrilla, para delicia de sus invitados. Pero no les suele ir bien cuando se deciden a profesionalizar ese amateurismo tan interesante, extramuros de sus parrillas.
Les pasa lo mismo a algunos divos de Hollywood cuando abren restaurantes, cafés, bares y otros establecimientos similares. Al menos eso nos dicen algunas estadísticas que hemos recogido en este blog.
Quizás esa mala fortuna se haya debido a que ellos, o quienes pusieron al frente de su negocios incurrieron en las falencias comunes a los restaurantes argentinos y a muchos de otras latitudes, algunas de las cuales incluimos también aquí. Todos quienes salimos con frecuencia a comer fuera padecemos esos y otros inconvenientes.
O a lo mejor todo, en unos casos y en otros, se debió a la mala suerte, que también acecha a cada quisque detrás de todas las esquinas, digan lo que digan los deterministas.
Acaso fuera mejor que cada uno se dedicara a lo suyo.

© José Luis Alvarez Fermosel

El casino planetario

La zona del euro se ha convertido en un casino planetario, en la opinión de analistas dignos de crédito.
Los más pesimistas temen que el sistema de moneda única europea empiece a hacer agua y el barco se hunda, o se quede al garete a corto plazo. Esperemos que llegue a buen puerto, aunque se descuenta que la travesía va a ser difícil.
Los hechos parecen dar la razón a nuestra teoría: los bancos, las financieras, los “traders”, los especuladores, los reguladores y, los peores, o sea, los ignorantes de siempre, que dijeron que sabían lo que se traían entre manos, al crear el euro como moneda comunitaria, provocaron la crisis económico-financiera global que conmociona al Viejo Mundo, o a una parte considerable de él.
La prestigiosa agencia de calificaciones Moody’s destaca declaraciones de Pierre Cailleteau, director del área de Deuda Soberana, en el sentido de que a su entender la gestión de los organismos reguladores para revertir la crisis no está dando resultado.
Los más culpables son gente de la calaña del financiero malversador estadounidense Madoff –que cumple una pena de 150 años de cárcel-, y sus émulos europeos. Madoff acaba de decir, refiriéndose a las víctimas de sus estafas: “¡Que se jodan!” (sic).
No sé si no son peores los ignorantes, los que dicen que saben y no saben, y nos metieron en este tinglado, y ahora no saben cómo sacarnos.
Josep Borrell Fontelles (foto), secretario de Estado de Hacienda y ministro de Obras Públicas en los gobiernos de Felipe González, ahora presidente del Instituto Universitario Europeo, habla en el diario El País de Madrid de la imprevisión y otros factores que generaron la crisis.
Entre otras cosas que no hay que perderse, Borrell se refiere a la gigantesca acumulación de la deuda privada en España, al incumplimiento del Pacto de Estabilidad por parte de Alemania y Francia, a los ajustes salvajes que pueden hacer perder la cohesión social y a lo que define como casino planetario: “Los gobiernos jugaron al póquer con los mercados y perdieron”.
Y pagaron justos por pecadores.


© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 7 de junio de 2010

En el Día del Periodista en Argentina

¿Qué mejor que extraer, en la celebración del Día del Periodista en Argentina, algunos conceptos del discurso de ingreso en la Academia Nacional de Periodismo de ese maestro y espejo de profesionales de la información que fue Martín Allica?
Evocamos a Martín, corpulento, barbado, jocundo, acaso pope en otra vida -su sortija de obispo, comprada en El Cairo-, Júpiter tonante de mentirijillas, cultísismo, poliglota, amigo nuestro desde que llegamos a Buenos Aires, con quien compartimos horas felices y otras no tanto, en la turbulenta marejada de los que quizas fueran los años más difíciles de la historia reciente de este ubérrimo país, sistemáticamente mal administrado y mal gobernado.
Martín nos dejo prematuramente, por desgracia, hace algunos años, cuando aún cabía esperar muchas muestras de su ingenio, su “savoir faire”, su calidad y su calidez. Porque era tan buen ser humano como buen periodista.
Martín Allica afirmó en su discurso –en el que tuvo la gentileza de nombrarme- que los primeros cronistas de la era cristiana fueron Mateo, Marcos, Lucas y Juan “(…) que no sabían de globalizaciones, sino de universalización en la Palabra de Vida eterna, ni dextrógira ni sinistrógira”.
Allica recordó que los cuatro evangelistas fueron tenaces hasta el martirio por defender los verdaderos derechos fraternos, a principiar por los pobres, los débiles, los enfermos, los desclasados y los considerados extranjeros y despreciables.
¡Qué bueno sería que, como los bíblicos reporteros citados, recusáramos la mentira, el lenguaje soez como prenda de la herejía (es un decir) reduccionista del idioma, la chismología, la chabacanería, el mercenarismo, el oportunismo, la difamación, el libelo, la extorsión y el exhibicionismo!
Para Martín Allica, la primera obligación del periodista tendría que ser proteger y ayudar con el don del concepto justo y el ejemplo existencial.
“Serían los recipiendarios de nuestra protección -enumeraba el académico en su discurso-, todos los sentenciados a remar en las galeras de la ignorancia, el abandono, la idolatría del consumismo, el trabajo indecente o ilegal, la cursilería que rebaja la dignidad del mensajero y el destinatario, el pauperismo y la discriminación de cualquier género, la indisponibilidad al diálogo, la desinformación ilustrada y aun la tortura psicológica del semejante premiada con una recompensa metálica, porque la misión del Maestro y de sus comunicadores sociales fue la de redimirnos y enaltecernos en la verdad y como vehículos de esa verdad que aproxima”.
Lo anterior forma parte de la deontología del periodismo desde el punto de vista de un hombre de acendrada fe católica que, empero, respetaba a quienes profesaban otros credos o posturas filosóficas, e incluso a los agnósticos.
Los periodistas somos la infantería de las letras, pero eso no nos exime, al contrario, ha de impulsarnos a hacer literatura, hablo de literatura en serio, no de lírica fácil, ni del pedantesco alambicamiento de los falsos intelectuales de gafas cuadradas con montura negra de Martin Nahra.
La verdadera literatura, como la auténtica delicadeza, está casi siempre en las cosas pequeñas, en apariencia poco importantes, en los detalles. Hay que peraltar el detalle, de modo de conseguir la mágica profundidad del cuadro vital. Stendhal decía que no hay originalidad más que en el detalle.
Otro querido escritor, que volcó quizás lo mejor de su producción en los periódicos, siempre extramuros de las redacciones, fue César González-Ruano, cronista tenaz y fascinante de la nostalgia y las pequeñas cosas de la vida.
Lo citamos con frecuencia en estas páginas porque tuvimos la suerte de conocerlo en Madrid y forjar una amistad, a pesar de la diferencia de edad que nos separaba. Aprendimos mucho de su andadura profesional y vital.
González-Ruano amparó siempre su labor literaria de escritor de diarios bajo esta frase de Racine: “Toute l’invention consiste à faire quelque chose de rien”. Toda la invención consiste en hacer cualquier cosa de la nada.
Si uno tiene la suerte de ser un periodista a quien sus mandantes le permiten que escriba de lo que quiera –después de haber hecho su noviciado-, debe preferir los temas pequeños a los grandes. Y, naturalmente, no ser objetivo, en contra de lo que predican los capataces del oficio. La clave está en la subjetividad.
Lo que le ocurre al periodista puede ser lo más interesante para el lector. González-Ruano decía: “Así como en la novela lo local puede ser exactamente lo universal, en el artículo o en la crónica dificulto que exista nada más general que lo personal, nada más objetivo que lo subjetivo”.
Para que un tema interese hay que partir de uno mismo. Lo general es lo subjetivo.
Por último, recuerdo en este Día del Periodista a los compañeros que ya no están. Unos fueron amigos del alma, con otros disentimos. Algunos, como Hemingway, supieron dejar el periodismo a tiempo. Otros murieron en acción. Otros siguen en la brecha, aquí y en la otra orilla. No olvidaré a ninguno de ellos.
A los jóvenes, a los que empiezan, les deseo que tengan aciertos y éxitos, que levanten una desusada bandera de concordia, sin que ello signifique que no tengan que denunciar lo que hay que denunciar y criticar lo que hay que criticar.
Mariano Moreno fundó La Gazeta de Buenos Ayres el 7 de junio de 1810, el primer periódico de la independencia, recuerda la web 26noticias. En ese primer número, Mariano Moreno escribió: “El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”.
¡Feliz Día del Periodista para todos!

© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 6 de junio de 2010

Inmigrantes emprendedores

Los datos que siguen están contenidos en una crónica de la periodista argentina Silvia Pisani, una de las más brillantes de su generación, que estudió en España y en los Estados Unidos y ganó en Argentina el codiciado premio Konex. Silvia fue durante varios años corresponsal en Madrid del diario La Nación de Buenos Aires. Hace poco fue trasladada a los Estados Unidos.
Los argentinos son los inmigrantes más emprendedores de España. En 30 años desarrollaron 21000 empresas, con una inversión de 1000 millones de euros.
Quince de cada 100 residentes argentinos fueron capaces de generar su propio negocio. Otros 85 trabajan por cuenta de otros.
Estos datos surgen del informe GEM que elabora todos los años el Instituto de la Empresa de Madrid, a fin de medir el índice de la actividad emprendedora en España.
El estudio no especifica los tipos de negocios en manos de los argentinos, pero sí da a conocer el capital inicial promedio para ponerlos en marcha: 50.000 euros.
Esa cifra, combinada con los no menos de 21000 emprendimientos estimados, arroja la cantidad de 1000 millones de euros invertidos por argentinos residentes en España.
La cantidad asombra, pero hay que considerar que muchos argentinos viven desde hace varias décadas en España, un país con tasas de interés bajas, en proceso de desarrollo sostenido y con facilidades para la obtención de créditos. Al menos así fue hasta que se desató la crisis actual. Ahora hay españoles que emigran a la Argentina.
Silvia Pisani informó, cuando era corresponsal en España, que muchos de los inversores argentinos residen, como promedio, desde hace siete años en la península. En condiciones regulares y con su documentación en regla.
“Frente a estos datos, uno piensa que es lamentable que esa gran corriente de actividad producida por argentinos allende sus fronteras no pueda circular en Argentina, país que pierde constantemente recursos humanos”.
Así opina uno de los argentinos que lleva más años viviendo en España, Carlos Rodríguez Braun, entrevistado por Silvia Pisani. La corresponsal destacó en uno de sus despachos el espíritu empresarial de los inmigrantes argentinos en su conjunto.
“Entre quienes vienen de América Latina, los argentinos van claramente a la cabeza y son, incluso, más emprendedores que los propios españoles”, dijo el investigador jefe de la encuesta, Ignacio de la Vega.

© Por la transcripción, José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 5 de junio de 2010

Un "affaire" para recordar

Este blog dio el año pasado la primicia mundial del escandaloso “affaire” de la gripe porcina o gripe A, que no fue, que no es más ni peor que la gripe común y silvestre de todos los inviernos y no necesita tratamientos especiales, sofisticados ni costosos.
A decir verdad, la llamada gripe A es más benigna que la corriente, demostraron autoridades médicas competentes.
La gripe A fue un montaje, un fraude, y así lo reconocieron y lo denunciaron profesionales, especialistas y medios de comunicación social serios.
Cundió el pánico entre la población, el factor psicosomático causó sus efectos y, como suele ocurrir en estos casos, mucha gente inescrupulosa ganó, es decir, se hizo con grandes cantidades de dinero.
Acerca de las acusaciones que pesaron sobre quienes lanzaron la especie y las posibles sanciones a las que se hicieron acreedores, no se dijo nada, y nada se sabe.
Ahora saltan a la actualidad nuevas, aunque tibias denuncias que implican a laboratorios, industrias elaboradoras de fármacos y a la mismísima Organización Mundial de la Salud (OMS).
Hay que estar muy atento porque –esto es una cuestión de olfato- da la impresión de que está preparándose, de cara al invierno inminente, una nueva campaña.
Y en cuanto se produzcan los primeros casos de la gripe de siempre, ni A ni B, ni porcina ni conejil, volverán la especulación, el fraude, el chanchullo, la corrupción –moneda de curso ilegal tan corriente, en estos tiempos- y pagaremos el pato nosotros, la gente, la gente honrada que ya tendrá bastante con sufrir los incómodos efectos de los resfríos y la gripe como para llenarle la cabeza con malévolas fantasías que involucren a los cerdos, pobres animales que no tienen la culpa de nada.
La gripe A no es una pandemia, es una pamema.
El que avisa no es traidor. ¡Alerta, pues!

© José Luis Alvarez Fermosel

Bulimia

viernes, 4 de junio de 2010

El asiento del alma

La glándula pineal, o epífisis –llamada también “tercer ojo” por los monjes tibetanos-, es un órgano secretor del tamaño de un guisante, que pesa entre 100 y 200 miligramos y está situada en el techo del diencéfalo, en la fosa pineal, es decir, en el centro del cerebro.
Esta glándula segrega una sustancia llamada melatonina, que es el antioxidante endógeno (formado en el interior del organismo) más potente que se conoce. Coordina y regula los ritmos biológicos, potencia y estimula el sistema inmune y ayuda a prevenir enfermedades graves –incluído el cáncer-.
Profesionales de la Medicina de reconocida solvencia afirman desde hace tiempo que, además, la melatonina mejora la actividad sexual, favorece la función glandular, regula el sueño, calma la tensión y el estrés e intensifica la sensación de bienestar.
Científicos, filósofos, investigadores y estudiosos de diversas disciplinas se ocuparon desde siempre de la glándula pineal.
Se sabe de su existencia al menos desde el año 300, gracias a los médicos griegos Herófilo de Calcedonia y Erasístrato de Ceos, a quienes se debe la denominación de pineal por su parecido a una piña.
La obra de estos sabios de la antigua Grecia desapareció con la destrucción de Alejandría por Julio César, pese a lo cual algunos de sus conocimientos trascendieron gracias a las citas de autores posteriores, entre ellos Galeno.
En el siglo XVII, el filósofo y matemático francés René Descartes –el padre de la crítica del conocimiento- llamó a la glándula pineal “el asiento del alma” y se refirió a ella como activador psíquico y somático.
Lo cierto es, siempre según los científicos, que además de producir melatonina la glándula pineal controla todos los centros neuroendocrinos del hipotálamo y, en consecuencia, todos los factores liberadores e inhibidores que hacen funcionar el organismo.
El hipotálamo es una glándula que se ubica también en el diencéfalo, en el suelo de la fosa pineal. Se la considera centro integrador del sistema nervioso autónomo o vegetativo y regulador del equilibrio dinámico del organismo.


© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 3 de junio de 2010

Nuevos españoles en Argentina

Argentina vuelve a recibir inmigrantes españoles. Ahora no vienen en la tercera clase de un barco, vestidos de pana, con una mano detrás y otra delante, ni se hospedan, nada más llegar, en el Hotel de Inmigrantes, entre otras razones porque el Hotel de Inmigrantes es ahora un museo.
Vienen en avión, vestidos con deportiva elegancia, se alojan en hostales de tres estrellas, o en casas de amigos o conocidos que les precedieron. Traen unos miles de euros que, al cambio en pesos, les alcanzan para tirar varios meses sin pasar estrecheces, hasta que se ubican, cosa que están haciendo rápidamente. Más que inmigrantes podría considerárselos como turistas que a lo mejor se quedan aquí un tiempo largo.
Son muchachos de entre 25 y 35 años –no suele venir ninguna chica- con buena cultura general, algunos universitarios, casi todos con buen inglés, que se alejan de España empujados por la crisis del euro y están formando en Buenos Aires grupos que desarrollan con fortuna actividades relacionadas con el cine, el teatro, la publicidad, la fotografía y otras artes.
Se presentan en “castings” para hacer papeles de modelos publicitarios, o de actores españoles en coproducciones cinematográficas hispano-argentinas. Casi siempre es elegido alguno del grupo. Les pagan muy bien, pues muchos films publicitarios se ruedan en países latinoamericanos, en los Estados Unidos o en España, y les costean el viaje, el alojamiento y los gastos diarios en dólares o en euros, amén de su retribución pactada por contrato, que suele ser sustanciosa.
Son simpáticos, laboriosos, tienen muy buena pinta, casi todos se echan una novia de trámite a las primeras de cambio, en seguida se compran un coche o una moto, viajan, se interesan enormemente por la idiosincrasia y la cultura del argentino, con quien se entienden muy pronto.
Conforman la otra cara de la moneda, al cabo de tantos años, acuñada por aquellas inmigraciones en oleada de finales del siglo diecinueve y principios del veinte, que poblaron estas costas de españoles –casi todos procedentes de Galicia-, italianos del sur y polacos, fundamentalmente.
Casi toda aquella pobre gente –muchos se enriquecieron a fuerza de trabajar de sol a sol durante toda su vida, en tierra extraña- venían muertos de hambre, prematuramente envejecidos, presa de un profunda tristeza que no les abandonó jamás, ni siquiera cuando se se insertaron en una sociedad hospitalaria y generosa, como la argentina, y se ganaron la vida honradamente y con provecho.
La añoranza del terruño perdido les carcomió el alma, como un cáncer. Cuando al cabo de muchos años volvieron de turistas a sus pueblos de origen, nada era lo mismo; todo había cambiado: la novia se casó con otro, los padres murieron y, como dice Sabina, la taberna de las tertulias con sus amigos había sido reemplazada por una sucursal del Banco HispanoAmericano.
En cambio, estos chicos son alegres, deportivos, les consta que la globalización y la tecnología de punta los convierte en ciudadanos del mundo y que no necesitarán pasarse aquí la vida, ni trabajar hasta la extenuación para pasarlo bien e irse cuando quieran a donde les dé la gana, siempre con un duro en el bolsillo, cazadoras de piel de pecarí, camisas Oxford y “jeans” de firma.
Quizás alguno se quede y forme aquí una familia, después de todo.
Mientras tanto, aquí están, contrapunto simpático de una ciudad cosmopolita y variopinta, que les ofrece una variada y rica actividad cultural para disfrutarla o formar parte de ella.


© José Luis Alvarez Fermosel