lunes, 28 de junio de 2010

El gol de Dios


Déjate llevar por el niño que fuiste.
(José Saramago)

El abogado, profesor, periodista, y por elección y por pasión narrador, Luis María Bandieri, presentó días pasados su segundo libro de cuentos, “El gol de Dios”, en la Asociación Ex-Alumnos del CNBA (Colegio Nacional Buenos Aires).
El libro sale a la luz editado por Juvenilia, que se encarga de difundir las obras de los antiguos alumnos de ese tradicional colegio argentino, en el que Luis María Bandieri cursó su segunda enseñanza.
Bandieri escribió otro libro de relatos, “No se aflijan por mí”, editado hace algunos años.
Hasta aquí la noticia. Acto seguido, la primera observación. Luis María Bandieri tiene “le mot juste” en todos y cada uno de los trece cuentos que contiene su libro, de 100 páginas. Abundan en él términos que no suelen leerse ni escucharse en esta época de comunicadores, locutores y otros profesionales de la palabra que se manejan con no más de cuatrocientas voces.
Claro, no leen, cosa que Luis María ha hecho toda su vida. De ahí que use expresiones como cancel, pistero, falconete, festón, jerigonza, rolar, prez, enhiesto, inconsútil y varias más que también tienen música.
Sólo este detalle da una idea cabal de que a nuestro autor no le ha resultado inútil ese “vasto saber lateral acumulado mientras sesteaba sobre los textos jurídicos en la Facultad de Derecho de Figueroa Alcorta”, como se dice en una de las solapas del libro.
Entre paréntesis, Luis María Bandieri y yo hemos sido vecinos en las páginas de “La Nueva Provincia”. En ese prestigioso diario de Bahía Blanca, propiedad de la familia Massot, Luis María escribía enjundiosos artículos bajo un título tan logrado como “El parte del torrero”. Yo hacía lo que podía en otras secciones.
Pero hay más coincidencias. Ambos somos de la misma generación, nacimos en casas con biblioteca, hemos leído de niños a los mismos autores, a mí también me encantan, como a él, la historia y la gastronomía, -en ópera estoy flojo- y a los dos nos gustan la aventura, recordar nuestra infancia… y los vinos genéricos, o de corte, no los varietales.
A los dos nos pasaron de la clase turística a la primera, en vuelos intercontinentales. A mí dos veces. Lo que me ocurrió en una de ellas merece una historia aparte que quizás cuente algún día.
Por si todo esto fuera poco, los porteros de nuestros colegios eran gallegos. El mío se llamaba Manolo, había emigrado a Brasil siendo muy joven con la ilusión de hacerse la América, como tantos otros gallegos, pero no se la hizo; se labró, eso sí, una fortunita que se gastó alegremente enseguida, pues tenía una casi ilimitada capacidad de gasto. Así que regresó a España, se instaló en Madrid y se colocó de infalible factótum –disfrazado de portero, como un personaje de la Baronesa de Orczy-, en el colegio que los Hermanos Maristas tenían en la calle Fuencarral de Madrid.
El picarón de guardia en el día de hoy pensará que quizás el hecho de que Luis María Bandieri y yo caigamos bajo tantos denominadores comunes podría alterar a favor suyo mi criterio de apreciación artística. Quienes me conocen bien saben que yo no me caso con nadie a la hora de ejercer la crítica. Del mismo modo, no escatimo elogios a quien los merece. Por eso creo que es justo afirmar que los cuentos de Luis María Bandieri, traten de un tema o de otro, estén escritos con un estilo o con otro, son redondos, de sólida factura, ya que están trazados por el pulso firme de un profesional, y tienen un ritmo sostenido y regular, que facilita un detenimiento en la lectura, tan beneficioso para el intelecto como el pulso lento de los atletas consuetudinarios para la salud, por utilizar una comparación de entrecasa, y no caer en el rebuscamiento y la pedantería de ciertos críticos esnobs, que escriben para leerse a sí mismos y que los lean sus epígonos del Malva.
Yo he leído primero de un tirón el libro de Luis María, que se lee fácilmente, porque es muy ameno. Después me deleité con una lectura más despaciosa y atenta, que me sumió en ese estado que para Ramón Gómez de la Serna era equivalente, en una de sus greguerías, a ver la cernida luz de la tarde mezclada con violetas.
En resumidas cuentas, “El gol de Dios” es un libro original, atrapante, encantador, con un cierto regusto nostálgico en algún relato que marca la personalidad del autor, que no es sólo un “scholar” con un sentido del humor a veces –justificadamente- cáustico, ni un remedo del senescal de Hienaut.
Que Bandieri es un escritor de cuerpo entero lo demuestran cuentos de su libro como “El gol de Dios” –que le da el título-, “Interludio juvenil”, “Del mundo y del reino” y “Acerca de una batalla, una ópera y un pollo”.
Luis María Bandieri es también un lúcido ensayista. Recomendamos la lectura de su ensayo “Las razones de los pobres”, publicado en la revista “Políticamente incorrecto”.
En este libro aparece una constante: la duda, que ronda al creyente, y la fe, que acecha al incrédulo. Esto dice el autor en una suerte de prólogo, o introducción. Y añade que nadie debe asustarse por eso y dejar de leer el libro. “En definitiva, sólo son cuentos”, sonríe.
Los cuentos de Luis María Bandieri, nada menos.


© José Luis Alvarez Fermosel

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