lunes, 21 de junio de 2010

Psicología

Tenderse en el diván del psicólogo sigue siendo… “lo más” en Argentina, aunque no tanto como décadas atrás, cuando a Buenos Aires le colgaron, justificadamente, el rótulo de Villa Freud.
Mucha gente, perteneciente a lo que a ella le gustaría que se calificara de “alta sociedad”, se despepita por analizarse porque entiende que esa terapia, que para algunos hace el mismo efecto que el agua con azúcar, es propia de gente paqueta “cool”, para la cual tener una asistencia confirmada de quince, o más años de análisis equivale a lo que otros consideran como una medalla, o una distinción.
Otros se hacen lavajes de colon en spas. Corrió la voz e inmediatamente esa práctica se convirtió en modo y moda.
El filósofo argentino Mario Bunge, radicado en Canadá, formuló declaraciones al diario La Nación de Buenos Aires acerca del “negocio de la psicología criolla”, durante una breve estancia en la capital argentina.
Cuando ya se encontraba de regreso en Canadá, salió en el diario Perfil online, también de Buenos Aires, una tibia réplica de algunos psicólogos vernáculos al articulo de Bunge.
Ofrecemos aquí la cara y la cruz de la moneda. Nosotros, desde luego, estamos con Bunge.


© José Luis Alvarez Fermosel

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