domingo, 27 de junio de 2010

Miércoles

El miércoles es un día simpático. Escribo esto en domingo, un día espantoso que sólo puede soportarse con ayuda de la lectura y el trasiego sostenido de vino de Oporto. El cuarteto para cuerda en re mayor de Borodin y un cigarro habano, un Montecristo número cuatro, no estarían mal como elementos de apoyo.
El miércoles nos empieza a llevar de la mano hasta el viernes, complejo, medio difícil administrativa y laboralmente hablando, mal día para hacer trámites pero bueno porque concluída la jornada de trabajo empieza el fin de semana, y uno cuenta ya con el sábado y el domingo. El martes, aunque no caiga en trece, no es un día bien visto por los supersticiosos, no tiene buena prensa.
Miércoles viene del latín “Mercuri dies”, día de Mercurio, el dios del comercio y los viajeros en la mitología romana –en la griega se le denominaba Hermes-.
Mercurio, mensajero de los dioses, para hacer con más rapidez los numerosos viajes, todos urgentes, que ha de realizar por orden de Júpiter, se adapta el casco y unas pequeñas y movible alas en los talones. Así se lo ve siempre representado en cuadros, grabados y estatuas.
Se le proclama rey de la elocuencia y protector de oradores y abogados. Es un dios andariego, simpático y bromista que distrae a los pastores contándoles anécdotas. Se le consagran la palmera, la tortuga y el número cuatro.
Hay un planeta que se llama Mercurio, el que está más cerca del sol.
El miércoles de ceniza se inicia la Cuaresma, un lapso de cuarenta días que sirve de preparación para el Triduo Pascual: el principal ciclo de celebraciones en la Iglesia Católica.
Curiosamente, el miércoles suele ser día de almuerzo de amigos en clubes, hoteles y restaurantes.
Las conferencias suelen dictarse los miércoles. Yo no recuerdo haber pronunciado ninguna en otro día de la semana. A mediados del mes que viene tengo que hablar sobre el Café Gijón de Madrid y sus tertulias. Un miércoles, naturalmente.


© José Luis Alvarez Fermosel

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