domingo, 31 de enero de 2010

Delirios de grandeza


sábado, 30 de enero de 2010

Del ayer...

Así como publicamos hace poco dos páginas de dos escritores y colaboradores en periódicos, españoles ambos, que hablaban, el uno de su barrio y el otro de un político de viejos tiempos, nos complace hoy postear un artículo de otro escritor de la misma nacionalidad, José María Castroviejo: un gallego amante de los bosques, el buen yantar y los paisajes marinos increíblemente hermosos de su Galicia natal.
Esta pieza magistral fue publicada en el diario ABC de Madrid. Estaba en una carpeta de recortes de tapas de cuero azul oscuro que guardaba celosamente mi padre en un cajón de su escritorio.
¡Así se escribía antes!

© J. L. A. F.
Para leer la página cómodamente, pinchar sobre la foto.

El gran otoño del mar (fragmento).

Invictus


Traducción: Invicto

Lejos de la noche que me envuelve

como un pozo, negra de polo a polo,
agradezco al dios que exista
por mi espíritu inconquistable.
Atrapado entre las garras de esta circunstancia

No hice un gesto de dolor ni lloré en voz alta
Ante las puñaladas que me deparó el azar
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas

no se avecina más que el horror de la sombra,
Pero la amenaza de los años por pasar
me encuentran y me encontrarán sin miedo
Ya no importa cuán estrecha sea la puerta

ni cuantos castigos acumule.
Yo soy el señor de mi destino
Yo soy el capitán de mi alma.

© William Ernest Henley

Este poema del escritor inglés William Ernest Henley (1849-1903) fue el predilecto del heroico y sufrido líder pacifista sudafricano Nelson Mandela, quien ocupa un sitial de honor en la historia universal por haber terminado con el oprobio del “apartheid”.
Mandela tuvo siempre consigo el poema durante sus 28 años de cárcel. En un momento de la película “Invictus”, dirigida por Clint Eastwood, con Morgan Freeman como Mandela, éste se lo da a Matt Damon, que personifica a Francois Pienaar, capitán de la selección sudafricana de rugby que ganó el campeonato del mundo en 1995. Fue un discurso de Theodore S. Roosevelt lo que Mandela dio a Pienaar al entregarle el trofeo.
El 24 de junio de 1995, los “Springboks” de Sudáfrica, capitaneados por Pienaar, obtuvieron la Copa Mundial de Rugby al derrotar a los “All Blacks” de Nueva Zelanda por 15 a 12 en el estadio Ellis Park de Johannesburgo.
Mandela, luciendo una camiseta de los “Springboks”, entregó la copa a Pienaar; y a continuación, el discurso de Roosevelt. El jugador dijo al recibirla que no era sólo para los 60000 aficionados que abarrotaban el estadio Ellis Park, sino para 43 millones de sudafricanos.
Esa afirmación fue considerada como un simbólico punto final de la campaña lanzada por Mandela contra la ignominiosa segregación racial en Africa del Sur.
La película “Invictus” se basa en el libro “Playing the enemy” (Jugando con el enemigo) del escritor inglés John Carlin. Ex corresponsal de “The Independent”, Carlin escribe ahora en el diario El País de Madrid.
En cuanto a William Ernest Henley (1849-1903), recordemos que el poema “Invictus” fue escrito en 1875 e incluído en su libro “In Hospital” (En el hospital), editado en 1903.
Henley escribió otra de sus obras más conocidas, “A book of Verses” (Un libro de versos) en la Enfermería de Edimburgo, donde se recuperó durante un año de la amputación de una pierna por complicaciones de una tuberculósis ósea que padeció de niño.
La incapacitación física del escritor movió a su amigo Robert Louis Stevenson a crear el personaje del pirata Long John Silver –con su pata de palo y su loro- de la que quizás fue su novela más conocida, “La isla del tesoro”.
Desfila una hueste de invictos.

© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 29 de enero de 2010

Originales no solicitados: ¡a la basura!

Si a usted, querido lector, se le ocurre escribir un libro, no le aconsejo que lo mande por las suyas a una editorial, porque los manuscritos que no son pedidos por las editoriales van a parar a la basura, o duermen el sueño de los justos en un cajón de un escritorio hasta el día del juicio final.
El escritor tiene que tener hoy en día un agente, como los actores de cine; o mejor todavía, un abogado que represente al autor en las editoriales, que viven aterradas ante la posibilidad de que les den gato por liebre, es decir, textos plagiados. Parece ser que últimamente se plagia mucho.
La periodista norteamericana Katherine Rosman se refiere con pelos y señales al tema en cuestión en un artículo publicado en “The Wall Street Journal” el 29 de enero de 2010. Hay que leerlo.
© J. L. A. F.

Notas relacionadas:

El fin de los descubrimientos literarios espontáneos.
http://online.wsj.com/article/SB126435994487334521.html

Del autor:

No son infalibles.
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2010/01/no-son-infalibles.html
De escritores y libros.
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/04/de-escritores-y-libros.html
El fenómeno “best seller”.
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/04/el-fenomeno-best-seller.html

jueves, 28 de enero de 2010

Antes de callar...

Otro pastelazo

El pastelazo, o el tortazo (de crema) lo sufrió esta vez una ministra canadiense que, al parecer, no tiene muy en cuenta los derechos de los animales y, en particular, representa a un gobierno que no está haciendo nada para evitar el exterminio de las focas, que se da sistemáticamente desde hace muchos años en los mares del norte.

Notas relacionadas:

Le dieron un tortazo a una ministra de Canadá.
http://www.infobae.com/mundo/497665-601275-0-Le-dieron-un-tortazo-una-ministra-Canadá

Del autor:

Tortas de crema.
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/07/tortas-de-crema.html

Más almirantes que barcos

“Llegará el día en que la Marina Real tenga más almirantes y funcionarios que barcos”, sentenció el escritor inglés Cyril Northcote Parkinson (foto). No se equivocó.
Parkinson (1909-1993) fue un exitoso cultor del género histórico. Además, combatió con denuedo ese azote de la humanidad que es la burocracia.
Fue autor de sesenta libros de historia y de ficción histórica, muchos de los últimos ambientados en la era napoleónica.
También escribió relatos sobre el mar y los marinos, como “The life and time of Horatio Hornblower” (La vida y la época de Horacio Hornblower): un personaje de ficción creado por el también británico Cecil Scott Forrester en 1937 y protagonista de once novelas que narran sus vivencias como oficial de la Armada inglesa durante las guerras napoleónicas, desde finales del siglo XVIII a principios del XIX.
El actor estadounidense Gregory Peck personificó en 1951 a Hornblower en “El hidalgo de los mares”, una película basada en la novela “Happy return” (Feliz regreso) de Forrester. En 2007 se la pasó a formato para DVD.
Volviendo a Parkinson, es destacable su libro “Parkinson law and other studies” (La ley de Parkinson y otros estudios): una colección de ensayos breves en los que se anticipa la terrorífica expansión de la burocracia.
Los libros de Parkinson fueron traducidos a 14 idiomas y se vendieron como pan caliente.
Transcribimos algunos de sus conceptos:
* El ideal de todo burócrata es alargar la lista de sus subordinados y acortar la de sus rivales.
* Los funcionarios se inventan trabajo carentes de todo interés y finalidad y se los intercambian con entusiasmo.
* Todo gasto aumenta, con fundamento o sin él, hasta cubrir e incluso superar la cantidad de dinero destinada a sufragarlo.
* La demora es la forma más mefítica de la negativa: “Te llamo un día de éstos; te invito a comer cualquier día de la semana que viene; le doy forma al proyecto y te lo hago llegar enseguida…”. Todo suele quedar en la nada.
* La eficacia de una llamada telefónica está en proporción inversa al tiempo que insume. Por ejemplo, media hora larga para no decir más que naderías.
Parkinson reveló que en la década del 30 la cantidad de barcos existentes en la Armada Real Inglesa disminuyó un 67 por ciento con respecto a la década anterior, mientras que los funcionarios del Almirantazgo aumentaron un 78 por ciento y el personal administrativo y de los muelles un 40 por ciento.
Una coincidencia curiosa, a no ser que los libros de Parkinson circulen por la farándula argentina. Hay una expresión muy usada en ese medio, “touch and go” (toco y me voy), que define con cierta sorna una relación amorosa, o sexual, de corta duración.
Pues bien, “Touch and go” es el título de una obra de Cyril Northcote Parkinson publicada en 1977.

© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 26 de enero de 2010

Más sobre filósofos

Los filósofos casi nunca alcanzaron sus objetivos, consistentes en que sus premisas generales tuvieran validez universal, sin que importaran el tiempo, la distancia, la geografía y la historia.
Ni Kant, ni Schopenahuer, ni Bergson, ni Hegel ni tantos otros coronaron esas cumbres, ya que sus verdades sólo pudieron ser relativas, en tanto en cuanto fueron impugnadas por otros filósofos.
Más vale que no entremos en disquisiciones filosóficas, más o menos abstrusas. Enterémonos, mejor, de algunos datos referentes a esos hombres admirables que se han quemado las pestañas tantas noches, a veces a la luz ínope de un quinqué para explicarnos cosas en un lenguaje que no siempre llegamos a entender.
“Jerga de rufianes” llamó Walter Benjamin a la manera de expresarse que prevaleció entre los filósofos.
El escritor francés Pierre Rifard, que ha estudiado a muchos filósofos a conciencia, sale al frente con estadísticas y nos revela, por ejemplo, que el filósofo anglo-irlandés Francis Bacon (foto) sirvió en el Parlamento, fue nombrado barón de Verulam y vizconde de Saint Albans, llegó a ministro de Justicia y a canciller y amasó una considerable fortuna.
Los filósofos, siempre según Rifard, suelen ser varones (el 99 por ciento) y comunicar sus teorías mediante libros y tratados (el 98 por ciento), mientras están solteros (el 70 por ciento).
El 69 por ciento perdió a sus padres en la infancia. El 54 por ciento de ellos pensó fuera de su país, es decir, que se expatrió.
Casi todos fueron feos, pero el que se llevó la palma fue Sócrates, revela el estudioso Rifard.
Se puede ser filósofo y rico, aunque no es lo más común. Rifard asegura que Séneca tenía al morir 400 millones de sextercios.
Una última acotación de nuestra cosecha: filósofo es todo aquel que crea un sistema filosófico o una corriente de pensamiento. Los sociólogos, pensadores, licenciados o doctores en Filosofía y Letras, los profesores de filosofía o los ensayistas no son filósofos.


© José Luis Alvarez Fermosel

Adicciones y publicidad

La adicción al alcohol es una de las peores, quizás la que más daño causa al individuo, la familia y la sociedad.
Muchos adolescentes y jóvenes comienzan a consumir regularmente bebidas alcohólicas impulsados por lo que ven en las películas, las series y los espacios de publicidad de la televisión.
La periodista española Laura Tardón se explaya sobre este problema, que es universal, en un artículo publicado en el diario El Mundo de Madrid. Su lectura es muy conveniente, a nuestro juicio.

Nota relacionada:

Las tretas de la industria para publicitar el alcohol entre los jóvenes.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/01/25/neurociencia/1264446706.html

¡Pobres gansos...!

Los estadounidenses utilizan gansos –nos referimos a los ánades…- como centinelas de sus bases militares en previsión de ataques terrroristas, imitando a los romanos que, avisados por los graznidos de esos volátiles, frustraron en 390 antes de JC un ataque de los galos.
Las autoridades que están a cargo de la defensa aérea en Darmstad (oeste de Alemania), los reclutaron después de ver en un reportaje de la televisión a una bandada de ocas defendiendo a aletazos un depósito de whisky en Escocia.
Cerca de un millar de esos palmípedos, que tienen una vista de águila y un oído finísimo, está en funciones desde hace tiempo.
El rebaño alado costó 25000 dólares, la mitad de lo que vale un solo perro adiestrado. Los gansos, además, viven 20 ó 30 años, unos 8 más que los perros.
Los militares estadounidenses utilizaron gansos en su ejército -¡por favor, que no haya malentendidos…!- en Vietnam y en Puerto Rico.
Hace treinta años el ejército holandés hizo un ensayo con ánsares. Pero la experiencia no dio resultado. El número de desertores fue muy alto. Además, los soldados se exasperaban con sus graznidos. Así que la mayoría de los volátiles terminó en la cacerola.
Lo que se hace con los pobres gansos no tiene nombre. Se los encierra en minúsculos habitáculos, se los clava al suelo por las patas y se les dan de comer cantidades enormes de pienso, a fin de que su hígado se dilate anormalmente y pueda hacerse con él, una vez que se lo extraen, el “foie gras” que alegra las rebanadas de pan de nuestro té de las cinco.
Cuando los vemos en los circos bailando, mientras baten las alas desesperadamente, no es que estén amaestrados sino que los tiran sobre una chapa caliente disimulada en el escenario. ¡Se queman, por eso saltan!
Mejor es que los gansos, ya que no se los deja morir de muerte natural, caigan súbitamente a la orilla de un río, abatidos por el escopetazo de un cazador en un paisaje que se tiñe de sangre y cobra el olor a muerte de la pólvora.
Mientras escribo estas líneas me entero de que en España recrudece la campaña contra los galgos con los que se azuza a las liebres.
Terminada la temporada de caza se los mata; la mayoría de las veces ni siquiera de un tiro, sino de una forma tan cruel que nos resistimos a contarla. “Un galgo no vale una bala”, se dice entre risotadas antes de entrar en la taberna a trasegar la cazalla.
Así somos los seres humanos.


© José Luis Alvarez Fermosel


lunes, 25 de enero de 2010

Revisión de la filosofía

Seguimos a vueltas con la diferencia entre la verdad y la realidad, y otras cuestiones como la razón, la racionalidad, lo racional, la existencia del mundo, la vida, el pensamiento y otras que han manejado los filósofos desde tiempos inmemoriales.
¡Ah, los filósofos, creadores de corrientes de pensamiento, instaladores de teorías que durante mucho tiempo se consideraron axiomáticas!
Según los textos Vedas, en los que se concentra la antigua sabiduría india, este mundo en el que nos debatimos cada vez con más furia es pura ilusión. Es imposible no recordar a Shakespeare y la frase de su Macbeth (acto quinto, escena quinta): “La vida es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia que no significa nada”.
Anaxágoras de Clazomene fue uno de los primeros filósofos que supuso la existencia de un espíritu racional (el Nous) responsable de haber ordenado el universo a partir del caos originario. O sea, que no creía, ni mucho menos propugnaba que el mundo fuera una ilusión.
El escritor y profesor de filosofía español Pedro González Calero recuerda en su libro “Filosofía para bufones” que Anaxágoras gozó por su teoría de una consideración especial, fundamentalmente entre los filósofos presocráticos, quienes llegaron a decir de él que parecía un hombre sobrio en medio de una runfla de borrachos.
Muchos filósofos posteriores negaron la existencia del mundo y de la realidad, entre ellos Schopenhauer, para quien la última es una simple representación que se produce en nuestra mente, un velo que nos tapa los ojos y nos hace ver espejismos.
Ya en el siglo XX, el filósofo inglés Georges E. Moore, defensor del realismo y del sentido común afirmaba, con un “sense of humour” muy británico, que para demostrar la existencia del mundo exterior bastaba con extender las manos hacia fuera.
Doscientos años antes el también británico David Hume defendió el empirismo radical, o la doctrina según la cual sólo es confiable la información que proveen los sentidos. Hume propuso aderezarla con una buena dosis de sentido común.
La historia de la filosofía, hecha con las teorías de los filósofos desde que el mundo es -o no es- mundo está llena de contradicciones e impregnada de mitología. Se somete hoy en día, por fortuna, a un razonable proceso de revisionismo, si no de desmitificación.
Recomendamos en ese sentido la lectura del libro “El olvido de la razón”, de uno de los mejores, si no el mejor pensador argentino de la actualidad, Juan José Sebreli.
Se trata de una obra escrita con precisión, lucidez y objetividad que descalifica con una argumentación incontrovertible tendencias y corrientes que ocultan en muchos casos, con artilugios retóricos, vocaciones fanáticas, dudosos ejercicios de omnipotencia y turbias complejidades psicológicas.

© José Luis Alvarez Fermosel

Que hablen de uno aunque sea bien

Hay escritores chismosos -“gossip writers”, los llaman los norteamericanos-. Hay también habladurías, cuentos, enredos y fábulas de escritores. De éstos últimos habla Mónica López Ocón, una de nuestras más apreciadas referentes, en la nota “Chismes de famosos escritores” publicada en la revista Noticias de Buenos Aires, citando varios libros acerca del tema, tan interesante como los comadreos, cotilleos y comidillas en general.

Notas relacionadas:

Chismes de famosos escritores
http://www.revista-noticias.com.ar/comun/nota.php?art=2492&ed=1726

Del autor:

Musas
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2010/01/musas.html
Acerca de un buen puñetazo
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/04/acerca-de-un-buen-punetazo.html

domingo, 24 de enero de 2010

El primero, el único

El pintor inglés John Haynes Williams (1836/1908) muestra en este cuadro toda la belleza y la expresividad del idealismo romántico de finales del siglo XVIII. Esa corriente sometió la razón al sentimiento antes de ser contaminada por la Revolución Industrial.
Cuadros de Haynes y de otros artistas británicos como Robert Kemm, John Bagnold Burgess, William Oliver y Edwin Roberts se exhibieron el año pasado en una sala del teatro Calderón de la ciudad española de Valladolid, en la muestra Pintores Románticos Ingleses en la España del siglo XIX. Las obras exhibidas, 40 entre óleos y acuarelas, pertenecen a la coleccionista española Aurora Marín.
El cuadro de Haynes reproducido arriba se titula “The first, the only one” (“El primero, el único”). Se refiere al hijo de la joven que comparte el primer plano con el niño dulcemente dormido en su cuna-balancín de madera color castaño.
La obra integra la maestría, el tema, la composición, la perspectiva, la técnica y el color.
Se expresa con precisión de metrónomo la (digna) pobreza reinante en esa minúscula pieza, que el pintor hizo aún más angustiosa al circundarla.
Una luz alimonada y pálida se cuela -delimitando dos muros y un estrecho espacio entre los dos-, por una ventana abierta a medias que parece dar a un jardín enmarañado y difuso. Hay una pequeña cortina amarillenta, poco menos que un harapo, para tapar el ventanuco.
La joven madre está vestida de rojo vino de Burdeos, con una pañoleta color maíz con rayas blancas y un delantal verde que le cae en el regazo. Ha dejado la costura en un cesto, sobre una mesa. La silla de madera oscura está trabajada más toscamente que la cuna, que parece artesanal, como si hubiera sido hecha por un carpintero que también fuera ebanista.
La muchacha está sumida en sus pensamientos, que se adivinan sombríos. No empañan la fresca hermosura de su rostro, de rasgos perfectos. Cruza las manos, sin crisparlas, y las apoya sobre las rodillas. ¿Qué será de ella, de su hijo, del padre, si es que hay un padre? ¿Saldrán de la pobreza? ¿Podrán mudarse a otra casa? ¿Podrán tener un hijo más?
La criatura duerme el sueño de los justos, tapada hasta la tierna garganta con una mantita amarilla. Una especie de colcha roja cuelga desde los pies de la cuna hasta el suelo.
Una cesta de mimbre pende de una viga del techo. No es una lámpara. Ni una jaula, al menos no hay dentro ningún pájaro.
A la derecha, en un rincón, hay un pequeño cántaro de barro, la mitad superior de color chocolate brillante. Pegado a él está lo que parece ser un rústico cucharón, atado a un tira de tela azul verdosa. Al lado hay una bolsita blanca cerrada por una cinta roja.
No hay más. La dura piedra gris. La resolana. La pobreza circular.
Y, por encima de todo, la belleza.

© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 23 de enero de 2010

Los chistes de Eugenio

Eugeni Jofra i Bafalluy, más conocido como Eugenio a secas, (1941/2001) fue el humorista catalán por excelencia (Ver vídeo: "Chistes de Eugenio"), así como Gila lo fue de Madrid.
La fama de ambos trascendió sus fronteras. Puede decirse que fueron los mejores, cada uno en su estilo, o al menos los más populares y aplaudidos de España durante muchos años.
Eugenio vio truncada prematuramente su carrera al morir de un ataque al corazón a los 59 años.
Eugenio contaba chistes con marcado acento catalán e introducía algunas expresiones de su lengua materna en el castellano.
Fue extraordinariamente popular en los años 80, cuando actuó en vivo y en televisión.
A principios de la década del 90 se apartó de los escenarios para volver poco antes de su muerte con el espectáculo “Erase otra vez Eugenio”.
Grabó varios discos y trabajó en la película “Un genio en apuros” (1983).

© José Luis Alvarez Fermosel


viernes, 22 de enero de 2010

Nieva en Madrid

Nieva en Madrid, mientras en Buenos Aires los porteños se asan a la parrilla a 34 grados centígrados, con un elevado porcentaje de humedad y la presión atmosférica por los suelos: la fórmula clásica del verano en la capital del Plata.
Mi hija ha tomado unas fotografías bellísimas de Madrid bajo la nieve, algunas en el jardín de su casa –que fue la de mis padres, mi hermano y mía durante muchos años-.
A la fuente que hay en el centro del jardín le falta una estatuilla; creo que se trataba de una Venus púdicamente envuelta en velos. Lo demás está igual; los árboles más frondosos, quizás.
En esa casa yo vi nevar por primera vez, aprendí a leer y escribir, a soñar, a hacerme ilusiones –muchas de las cuales nunca se cumplieron-; sentí el calor del hogar y disfruté de una magnífica familia, en cuyo seno no faltaban, habiendo chicos, el orden, la disciplina y un cierto rigor. Eran otros tiempos.
Allí escribí mis primeros relatos y, apenas entrado en la adolescencia, me enamoré por primera vez de una vecinita de pelo y ojos castaños de mi misma edad. No fui correspondido.
Estrené en esa casa pantalones largos y me hice un hombre, que al cabo se fue para entrar en un mundo que le pareció enmarañado y enfermo. Entonces me convertí en individualista. El desarrollo de nuestra civilización va emparejado con el individualismo, como dice Rosa Montero.
He vuelto a la casa muchas veces desde que me fui. De ella partieron para siempre mis padres y mi hermano. La casa, naturalmente, envejeció, pero su fisonomía no cambió mucho.

¡Ah, si pudiera hablar…! No tendría nada de particular que ventilara los idilios de mi hermano y míos con encantadoras “chachas”, como se llamaba entonces a las chicas de servir, conocidas hoy –las pocas que quedan- con el nombre un poco ampuloso de empleadas del hogar.
Nieva en Madrid. El jardín de la casa a la que yo fui a vivir a los seis años, el hogar de mi infancia, mi adolescencia y mi primera juventud está completamente cubierto por la nieve, lo cual le imprime un aspecto inmaculado que perderá en cuanto la nieve se licue y, al mezclarse con la tierra, se convierta en barro.
He mirado y remirado las fotos de mi antiguo barrio y mi antiguo jardín que me ha mandado María Soledad.
Anoche soñé yo también que había vuelto a Manderley (1).

(1) Alusión a la novela “Rebeca” de la escritora inglesa Daphne du Maurier, llevada al cine bajo la dirección de Alfred Hitchcock y con Joan Fontaine Y Laurence Olivier en los papeles protagónicos. La novela empieza diciendo: “Anoche soñé que había vuelto a Manderley…”.

© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 21 de enero de 2010

Novelas y cocinas

Se ha hablado mucho de la cocina en sentido figurado y literario. La conocida escritora argentina Angélica Gorodischer (foto) habla de la cocina como tal. “Cocinas lindas, feas, horribles, incómodas, lujosas, miserables, un rinconcito con un calentador, divinas, supermodernas, del tiempo de mi abuelita, del tamaño de una cancha de tenis…”.
Angélica y yo coincidimos en la revista Playboy hace algunos años. Ella escribía la columna Mujeres y yo la de Hombres. No nos encontramos nunca en la redacción. Los dos mandábamos nuestros originales por correo electrónico, o por mensajero, ya no me acuerdo.
Hoy me resulta grato enterarme de que Angélica Gorodischer puede y quiere escribir –y lo hace muy bien- de temas que algunos… “intelectuales” consideran mínimos, baladíes, de escasa o ninguna importancia, cosas de andar por casa, sin densidad, nada sesudo, parece mentira, ni siquiera serio, ¡y ni qué hablar de cocinas, guisos, recetas, postres y otras zarandajas gastronómicas sin ser “chef”!
El artículo de Angélica Gorodischer titulado “Las manos en la masa”, publicado en la revista cultural Ñ del diario Clarín de Buenos Aires, es delicioso y quiero compartir la grata sensación que me produjo su lectura con todos los amigos que siguen este blog.


© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

Las manos en la masa
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/01/20/_-02122532.htm

Solitaria Navidad en Nueva York

El hombre alto caminaba a buen paso por la avenida Lexington, según se viene de Bloomingdale's. Llevaba un abrigo gris sobre un traje del mismo color gris acero. Guantes negros. Zapatos negros, Oxford. Un paraguas arrollado, a la inglesa, en la mano derecha.
Hacía frío. Una neblina sutil velaba los imponentes rascacielos del bajo y medio Manhattan, tornándolos fantasmagóricos.
El hombre del abrigo gris silbaba la melodía de fondo de una comedia musical que había tenido mucho éxito en Broadway el año pasado. La bruma tenía ese sabor ligeramente amargo de algunas aguas tónicas. Arreciaba el frío y se oscurecía la noche. De las alcantarillas salía el vaho blanquecino que se ve tanto en las películas.
El hombre alto llegó a Park Avenue, entró en el hotel Waldorf Astoria y bajó al bar "Bull and bear". En el centro, bajo una lámpara de veinte brazos, hay un toro y un oso de bronce oscurecido por esa pátina que deja el tiempo; cada uno tiene el tamaño de un perro mediano.
En el bar había tres clientes. Uno de ellos hablaba en español con el “barman” cubano. Olía a jugo de limón, a vainilla y a vermú con ginebra. El hombre del traje gris pidió un “bloody Mary”. Se lo sirvieron con un tallo de apio que emergía del vaso panzudo.
El recién llegado parecía contento, quizás por oir hablar a alguien en su idioma. Pronto tuvo oportunidad de practicarlo, porque el “barman” se le acercó y ambos empezaron a dialogar en español.
- ¿Qué, para casa ya? -preguntó el “bartender”.
- Sí, me están esperando.
- Su mujer, sus hijos…
- Y mis padres, mi hermano, mis tíos, unos primos... Este año vamos a estar todos juntos.
Algo le sonó raro al avispado “barman” cubano, gran conocedor de la raza humana después de ver beber y oir hablar, desvariar, reir y llorar a mucha gente en el mostrador de un bar. Le pareció que su cliente y viejo conocido impostaba, como si se esforzara en remarcar la alegría de poder celebrar una Nochebuena en familia.
Los tres hombres adosados a la barra bebían ahora en silencio. El nuevo cliente daba cuenta de su cóctel con fruición. Lucía bigote y una cuidada barba entrecana en forma de candado. Sus facciones eran grandes y regulares. Bajo los ojos claros tenía profundas ojeras. Una pequeña cicatriz tatuaba apenas su pómulo derecho. Casi no se le notaba. Las cicatrices, externas e internas, van borrándose del cuerpo y del alma con el paso del tiempo.
El hombre alto se despojó del abrigo y los guantes y los dejó, junto con el paraguas, en un taburete, a su lado. Extrajo un largo y delgado cigarro de hoja de un bolsillo interior de su bien cortada chaqueta y lo encendió. ¡Todavía se podía fumar en los Estados Unidos!
- Sí, amigo -dijo tras expeler una gran bocanada de humo por boca y nariz-, toda la familia. Y el arbolito, el pavo, el champán y todo lo demás. ¡Esta va a ser una de mis mejores Nochebuenas!
El “barman” sonrió levemente. Alguien de voz parecida a la de Bing Crosby –o quizás él- cantaba una canción relacionada con la Nochebuena, la nieve, las Navidades blancas. La música llegaba, sincopada, desde un rincón lejano.
Fuera, la niebla tamizaba las luces violentas de los anuncios luminosos y los adornos navideños callejeros. Manhattan montaba una guardia nocturna de excepción.
Espléndida, heterogénea, impredecible, colorido mosaico de contrastes y paradojas, de esperanzas frustradas y promesas rotas…, Nueva York, epicentro del mundo del “big money” ni siquiera podía costear ese año los intereses de sus empréstitos.
El hombre alto pagó, dejó una propina suntuaria y salió a la calle, después de ponerse el abrigo y los guantes y coger el paraguas. Antes de llegar al sotabanco donde Madame Rae tira las cartas del Tarot, encontró un taxi conducido por el típico chofer bengalí con turbante y anteojos, que siempre huele a almizcle.
En el Village no había un alma. Las calles húmedas relucían. El ramaje de los árboles estampaba su negra encajería en la noche evanescente.
Chirrió una llave. El hombre entró en su apartamento, un dúplex pequeño, casi un estudio. Encendió una lámpara. Cuadros y libros por todas partes.
Metió el paraguas en un paragüero donde había otros y varios bastones, uno de ellos con alma de acero. Se sacó los guantes, el abrigo y la chaqueta y tiró todo en un sofá de cuero.
De una mesa donde había varias botellas tomó una de whisky y un vaso y se sirvió tres dedos. Se sentó en un sillón, bajo una acuarela vívida de tema africano que recordaba las de Mariano Bertuchi, con sus cedros de Ketama cubiertos de nieve. Le dio un tiento al whisky y encendió otro cigarro.
De un departamento vecino llegaban las notas de una canción de Luis Aguilé: “Ven a mi casa esta Navidad…”.
El hombre del traje gris estaba solo. No iba a venir nadie.
El whisky, los fantasmas…


© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 18 de enero de 2010

Musas

Para la antigua cultura grecolatina, las musas eran deidades que inspiraban a los artistas. Desde entonces, musa equivale a fuente de estímulo y creación, especialmente para poetas.
“Y más de ciento,
en horas veinticuatro,
pasaron de las musas
al teatro”.
Lope de Vega reveló así que más de cien de casi las 1.800 comedias y 400 autos sacramentales que escribió en su vida fueron empezadas y terminadas en un día. Musas eficaces, las suyas.
Casi dos siglos después, más modesto –con menos obra, también- Baudelaire dijo que cuando llegara la inspiración le encontraría trabajando.
Siempre hubo musas de carne y hueso que catalizaron la vida y la obra –sobre todo, la vida- de grandes creadores.
Acaba de publicarse un libro de Francine Prose -una escritora francesa que vive en Nueva York-, titulado “Vidas de musas” y editado por Bronce, que cuenta las historias de varias musas modernas, como las de Lewis Caroll, Reiner María Rilke, Samuel Johnson, Friedrich Nietzsche, John Lenon y algunos otros creadores ilustres.
Casi todas esas musas fueron esposas o amantes de los hombres a quienes inspiraron, y con los que mantuvieron relaciones un tanto…bizarras, por lo menos algunas.
Gala Dalí, siendo ya esposa de Salvador Dalí seguía acostándose con su ex marido, el poeta Paul Eluard, a quien no debió estimular tanto como al pintor catalán, que ganó dinero a espuertas.
La escritora Lou Andreas-Salomé fue musa a la vez de Rilke, Freud y Nietzsche.
La bailarina de ballet Suzanne Farrell amó platónicamente, nada más que platónicamente al gran coreógrafo George Balancine.
Las musas de Prose fueron seres excepcionales que lograron intensificar la creatividad de quienes las amaron. Otros las tildaron de mujeres de atractivo poco o nada convencional, complejas y contradictorias.
Hubo hombres que ejercieron de musas, o para decirlo con propiedad, que incentivaron a mujeres. Ese fue el caso de Drieu la Rochelle, que constituyó durante algún tiempo la… “distracción” de Madame (Victoria) Ocampo.
Estaban también las musas de café, como Sandra, una argentina muy sensual, de grandes ojos oscuros y dulce habla criolla, que encandiló a una cierta cantidad de cultores de varias artes en el legendario café Gijón de Madrid.
Pero quizás la verdadera musa de ese café de artistas tan conocido y tan particular fuera Madame Pimentón, a quien yo no llegué a conocer, pero de la que me hablaron mucho.
Doña Cundis, o doña Yocunda, como la habían bautizado algunos tertulianos chistosos, aseguraba que fue una cantante muy famosa y que incluso actuó en el Teatro Real de Madrid.
Parece ser que era menudita, se maquillaba en exceso y se vestía estrafalariamente. Cantaba con voz de tiple y luego pasaba un gorrito con el que se tocaba siempre.
Los saineteros le dedicaron coplillas, entre ellos López Silva. Fue una musa triste e incluso cariacontecida, pero musa al fin, aunque de café.


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 17 de enero de 2010

No son infalibles

Las editoriales disponen de escritores magníficos, que no han podido llegar a más o no los han dejado, como los “ghost writers” o “negros” que escriben para otros.
Los escritores de las editoriales redactan unos textos estupendos en las contraportadas o las solapas de los libros, reseñando la obra del autor, o hablando de él. Jamás la pifian, son infalibles.
Son falibles, por el contrario, los lectores que también tienen las editoriales, quienes leen los manuscritos de los autores, a los que pueden elevar a la categoría de “best sellers” o mandar sencillamente al diantre.
Suben el pulgar o lo bajan, como hacían los emperadores romanos en los circos. Y sellan la suerte del escritor. Arriba o abajo: el éxito, la popularidad, el dinero o la ingurgitación del original con patatas por parte del autor.
Hay muchos ejemplos acerca del desempeño del lector experto en calidad, originalidad, extensión, mercadotecnia y otros asuntos –incluída la literatura, naturalmente- a la hora de subir o bajar el pulgar.
Vaya uno solo como botón de muestra, por ahora.
“Pasos” (1968) fue quizás la mejor novela de Jerzy Kosinski (1933 -1991), el escritor estadounidense de origen polaco autor de “Being there” (Desde el jardín), llevada al cine y magistralmente protagonizada por Peter Sellers. La novela ganó el National Book Award 1969 y se vendió como rosquillas.
Pues bien, Chuck Ross (un escritor de Los Angeles) quiso hacer un experimento y envió 21 páginas del libro, firmadas con el seudónimo Erik Demos, a cuatro importantes editores.
El libro fue devuelto por todos… ¡incluso por Random House, que había publicado la novela de Kosinski!
Ross repitió la experiencia en 1981, pero en esta oportunidad mandó la novela entera. También fue rechazada.

© José Luis Alvarez Fermosel

Sinfonía de tejas

Las tejas son hermosas: las abarquilladas, a las que cuando se rompen les brota el pimentón, que es su sangre.
Las tejas tienen abolengo, como la hiedra que cubre los muros de mansiones y castillos. Las tejas adornan las casas de piedra berroqueña; pero es más útil la pizarra, porque por ella resbalan mejor la lluvia y la nieve.
Los tejados de pizarra despiden una fría luz gris cuando la tarde se va con tristeza, como una novia recién abandonada. En cambio, el sol color compota de membrillo del crepúsculo vespertino imprime a las tejas una luminosidad especial, entre anaranjada y ambarina, que embellece los ojos de las muchachas que pisan las uvas para hacer el vino.
Las tejas son clásicas. La pizarra es “parvenu”, como los nuevos ricos y sus casas.
El tejado que aparece en la foto es complejo y barroco; nada convencional, por lo menos, con tejas de todos los tonos, del blanco tiza al gris oscuro, pasando por el bermellón, que es su color, así como áspero es su tacto.
Las chimeneas están cubiertas con tejas. La casa ha de ser sólida y uno adivina que su interior es confortable, en su rusticidad, si es que se ha querido emparejar lo externo con lo interno. (Pocas veces coincide, también en personas, lo de dentro con lo de fuera).
Las tejas están acostumbradas a ser holladas de noche por los gatos, y son testigos impertérritos de sus batallas estridentes de amor y celos.
Ya casi no se llevan las tejas, y es una lástima, porque siempre formaron parte de un paisaje rural y entrañable de mozas con cántaros que iban a buscar agua a la fuente, el paso cansino de un burrito ceniciento cargado de leña y el sonido rotundo de la siringa del capador, que despertaba ecos agridulces en la mañana soleada, con olor a mies recién cortada y a manzanas maduras.
Las casas de los cuentos de hadas tenían tejas que se convertían en turrón, para que se lo comieran los niños perdidos en los bosques y perseguidos por ogros.
Las tejas no reflejan la luz azul de la luna llena, sino la del sol. La luna se cuela por las ventanas, apenas veladas por tenues visillos, detrás de las cuales suspiran pálidas adolescentes, atormentadas por el primer amor.
No es raro ver un lagarto verde, naranja, amarillo y azul sesteando al sol del verano en un tejado de tejas lavadas por la lluvia de la noche anterior.
Las tejas, los árboles, las fuentes son notas, detalles, puntos de referencia de los pueblos con fonda, la fragua del herrero con su roja luz dentro, la taberna, el relincho lejano de un caballo y las campanadas de la iglesia, que rebotan en las esquinas, donde las luces y las sombras juegan una partida de ajedrez todos los atardeceres.


© José Luis Alvarez Fermosel

Recordando a Gila

¿Quién no recuerda a Gila y sus desternillantes monólogos telefónicos? (Ver vídeo: "sketch" Gila 2)
Miguel Gila; Gila, a secas, fue uno de los humoristas y actores cómicos más queridos y populares del mundo hispanohablante.
Nació en 1919 en el castizo barrio de Chamberí de la capital española, de familia muy pobre. Huérfano de padre a temprana edad, tuvo que abandonar sus primeros estudios a los 13 años. Hasta retomarlos desempeñó diversos oficios, entre ellos el de pintor de automóviles y mecánico de aviación.
En el año 1944 debutó como humorista gráfico en la revista “La Exedra” de Salamanca, editada por un grupo de estudiantes universitarios. Años más tarde pasó al famoso semanario madrileño “La Codorniz”.
Pero, según contó él mismo, el éxito le llegó en 1951, cuando improvisó durante una actuación en el teatro Fontalba de Madrid un monólogo que fue muy aplaudido.
Habiéndose hecho ya un nombre en la radio y la televisión españolas, en 1968 se vino a Buenos Aires, donde formó una compañía de teatro y fundó la revista satírica “La Gallina”.
Recorrió toda Latinoamérica, siempre con el éxito por compañero. En esta cálida orilla se le admiró y aplaudió a rabiar y, lo más importante, se le quiso muchísimo.
Lo suyo era el diálogo telefónico fingido, es decir, el monólogo, en el que siempre hizo gala de un costumbrismo salpicado de surrealismo que constituyó una fórmula infalible. Como curiosidad: jamás utilizó palabras malsonantes ni conceptos que despertaran discusiones o polémicas.
Tomaba el teléfono, averiguaba si su (imaginario) interlocutor se encontraba al habla e inmediatamente decía: “¡Qué se ponga!”, muletilla que se convirtió en su caballito de batalla.
Escribió diez libros y varios guiones para cine y televisión y trabajó en una docena de películas. Pero lo suyo fue la televisión y sus presentaciones en público en teatros y cafés-conciertos.
Murió en loor de popularidad en Barcelona, a los 82 años.

© José Luis Alvarez Fermosel


jueves, 14 de enero de 2010

Paisaje cántabro


Aires de eternidad, espuma y roca
en sinfonía hirviente y ondulada.
Verde paisaje que en el mar se aboca
entre harapos de niebla coagulada.
El humo del trabajo difumina

andantes nubes sobre el mapa gris,
y entre cántabras olas se adivina
el lomo corcovado del delfín.
Grave paisaje de fresca madrugada,
de escapada al ensueño y de regreso.
La montaña va al mar en andanada,
el mar a la montaña en dulce beso.
Se respira un silencio ceniciento.

Y con hilos de sutil melancolía
a la tierra y el mar anuda el viento.
El otoño está anclado en la bahía.

© Eduardo Carbonell de la Cruz

N. del E.: Este poeta valenciano, que procedente del tranquilo “mare nostrum” cantó con justeza y sentimiento al bravío Cantábrico, nació en 1909 y murió en 1981. Fue autor de varios libros de versos, entre ellos “Galería impresionista” (1948).Fue un poeta entre clásico e impresionista. Dentro del primero de los dos movimientos destaca el poema reproducido, elaborado con gran precisión descriptiva.

Periodistas

Los periodistas españoles eran antes escritores que daban lo mejor de sí mismos en los diarios y las revistas, en artículos intimistas y entrañables que tenían el impresionismo y el colorido de la acuarela.
Describían con precisión fotográfica no sólo ambientes, paisajes y cuanto pasaba a su alrededor, sino que también expresaban lo que bullía más o menos a la sordina en su interior o lo que les sucedía, o lo que recordaban de otros tiempos, siempre con un lenguaje depurado y exquisito.
Como prueba, incluyo hoy una página del diario Madrid -que ya no sale más- en la que dos brillantes columnistas –desaparecidos tiempo ha-, Francisco Serrano Anguita y Antonio de Obregón escriben, con un lirismo no por soterrado menos conmovedor, dos textos magníficos. Recordarlos es ejemplo y es homenaje.
Uno (Serrano Anguita) evoca parte de su infancia, canta al barrio madrileño en el que se afincó desde muy niño, cuando llegó a la Villa y Corte de su Sevilla natal y desgrana recuerdos de una época de su vida signada por altibajos, contrariedades, alegrías y, en general, vivencias que le quedaron grabadas a fuego en la memoria.
El otro (Antonio de Obregón) glosa la personalidad de un político español de finales del siglo XIX del que se conoció poco, a pesar de ser un hombre de gran talento, palabra fácil y pluma bien cortada.
Empero, una frase suya que pasó de generación en generación se repite todos los años en el abrasador estío madrileño: “Madrid, en verano, con dinero y sin familia es Baden Baden”.
Baden Baden era entonces el no va más en materia de vacaciones estivales.
J. L. A. F.



NOTA: Para leer la página cómodamente, pinchar sobre la foto.

Idiomas

Cada vez es mayor el interés de los argentinos por aprender idiomas no convencionales. Siguen estudiándose lenguas como el inglés, el francés y el italiano, pero unas doscientas mil personas se interesan por idiomas como el chino mandarín o el mapuzungún de los mapuches. Lo revela el diario Crítica Digital de Buenos Aires en un informe que se basa en un trabajo del Centro Universitario de Idiomas.

Nota relacionada:

Crece el estudio de idiomas exóticos
http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=29645

martes, 12 de enero de 2010

"Quis custodiet ipsos custodes?"

En la carátula de la caja que contiene la película “88 minutos”, con Al Pacino -altamente recomendable-, se lee en una reseña muy mal redactada “forence” por “forense” y “amenasado” por amenazado (foto). Me refiero a las películas que se alquilan en los videoclubes para ser vistas por televisión.
En un lujoso catálogo que reproduce cuadros expuestos en una galería de arte de una elegante barriada de Buenos Aires se lee en una página, al pie de la fotografía de un cuadro que representa a un bañista lanzándose en picado al mar: “sambullida”.
Un viceministro se refirió hace unas semanas por televisión a “cuatro cadáveres muertos…”.
Se dice “lo conocí por primera vez” por lo conocí, o lo vi por primera vez, “doloramiento” por dolorimiento, “sabrosar” por saborizar, o dar sabor, “enfrentar un reto” por afrontar un reto, “ausencia de alimentos” por escasez de alimentos, “disgresión” por digresión…
Lo malo es que todo eso lo dice, y lo que es peor, lo pone de moda gente que sabe, que la va de innovadora, de moderna, de “cool”. (¡Hay que ver lo bien que se habla en los pueblos!)
Algunos enseñan en colegios, institutos, otros centros docentes, escriben, sostienen que son vigilantes del idioma.
Recurrimos de nuevo a la frase de Juvenal: “Quis custodiet ipsos custodes?” (¿Quién vigila a los vigilantes?)


© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 10 de enero de 2010

Todavía hay jueces en Berlín

Federico II el Grande de Prusia ordenó demoler un viejo molino que había en sus dominios porque, a su juicio, afeaba la vista de su palacio.
El molinero recurrió a la justicia. Un juez condenó al monarca a reconstruir el molino e indemnizar a su dueño.
Contra la creencia general de que se negaría a cumplir la sentencia, el rey la aceptó, no sin antes exclamar: “Veo, con alborozo, que todavía hay jueces en Berlín”.
Desde entonces se usa esta frase cuando, ante el miedo del pueblo o el desconcierto general que infunden el mando tiránico, o la fuerza bruta, aparece un magistrado que por los fueros de la ley hace respetar sus principios.
Federico II el Grande, uno de los reyes más habiles de su tiempo –mediados del siglo XVIII-, introdujo en su joven reino importantes mejoras materiales y atendió y favoreció la agricultura, la industria y el comercio.
Durante su reinado, Prusia se convirtió rápidamente en una potencia de primer orden que casi igualó al Imperio de los Austrias.
Federico el Grande tuvo desde su infancia pasión por la música y la literatura. Fue amigo de sabios y artistas, entre los cuales Voltaire, por quien sintió profunda admiración.


© José Luis Alvarez Fermosel

La plaza

La plaza se llamaba ágora en Grecia y en ella se celebraba la asamblea del pueblo. También servía de mercado y punto de reunión.
Lejos de su pasado político, la plaza es ahora un lugar propicio para descansar, leer sentado en un banco, meditar y, los enamorados, arrullarse.
A la plaza le dan vida pájaros, árboles, plantas y perros que juegan con niños que les tiran palos y pelotas de colores, que ellos capturan a la carrera y devuelven siempre.
La plaza, o muchas de ellas están cerca de una iglesia o un convento con campanario –y en él una cigüeña en su nido-, o del edificio de la municipalidad.
Cuanto más pequeña y humilde es, la plaza cobra más fuerza de hito o jalón en la topografía de la ciudad. Es un punto de referencia. Todo converge en ella. Todo está a más o menos metros, o manzanas de la plaza. Hablamos de plazas de pueblo.
Empleadas del hogar, parejas de novios, chiquilines y algún viejecito con boina y bastón se concentran en las plazas de los pueblos los domingos por la tarde. Algunos días festivos la Banda Municipal da un concierto por la mañana.
En casi todas las plazas hay una fuente de piedra con adornos o un pequeño grupo escultórico. A muchas las adornan flores. Algunas están rodeadas de pequeños surtidores que despiden finos chorros de agua.
En todas las fuentes se bañan los gorriones, y da gusto verlos esponjar su plumaje mate, pardo y gris o siena tostada.
Cuando llueve parece que la fuente de la plaza va a desbordarse, pero el agua, que de lejos se ve color de jade claro, nunca rebasa y cuando la lluvia deja de caer aparece más limpia, casi transparente.
Las plazas, las glorietas, los kioscos, las estatuas, las viejas farolas de hierro forjado alegran los pueblos pequeños y sus gentes, mínimante adoloridas–aunque ellas no se dan cuenta- cuando cae la tarde y se muere el paisaje.
Los versos de Foxá: “Un niño provinciano, de familia modesta./Aulas del Instituto, charlas del profesor,/los jueves un mal cine y los días de fiesta/Banda del Regimiento en la Plaza Mayor”.

© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 9 de enero de 2010

Epica y ética

Otro hombre bueno, otro viejo y querido amigo emprendió su última singladura, apenas empezado un nuevo año.
Radamés Marini, abogado, licenciado en diplomacia, asesor de relevantes autoridades parlamentarias, periodista, editor de revistas, autor de libros -digámoslo de una vez, escritor-, sabía de singladuras y hasta tuvo una vez un barco. En otros tiempos se le hubiera hecho un funeral de vikingo.
Su fuerza moral, su valor físico y su acrisolado sentido de la ética corrieron parejos con una épica que le llevó a defender sus ideales a fuerza de puños, cuando fue necesario.
Esas y otras virtudes del intelecto y el espíritu configuraron una persona y un personaje singular que siempre estuvo rodeado de amigos.
Ellos recuerdan en estas horas amargas de su paso al más allá que hizo un culto del honor y la dignidad. Y ya empiezan a lamentar su ausencia, que se hará notoria en una peña que presidía todos los miércoles en un céntrico restaurante de Buenos Aires.
Estuvo al lado de los más débiles –fue durante muchos años presidente de la Unión Argentina de Inquilinos- y lejos de bastardías, prebendas y chanchullos.
Baltasar de Castiglione, que escribió de cortes y cortesanos, se hubiera honrado con su amistad, de vivir en estos tiempos posmodernos que corren, caracterizados, en las palabras del lúcido polígrafo Albino Gómez, por la ambigüedad, el miedo, la mutabilidad, la incertidumbre y el relativismo moral.
Radamés Marini ya forma “(…) junto a sus compañeros, que hacen guardia sobre los luceros”.

© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 7 de enero de 2010

El interés por lo externo

Los falsos intelectuales de gafas cuadradas con marco negro de Martín Nahara dicen de un colega y amigo mío, con intención de crítica, que se interesa mucho por todo lo externo, desde el rugby hasta el cine.
¡Pues, hombre, eso no está mal! Lo externo es el rugby, cierto es, y el cine, pero también el mar, con hermosas mujeres en “top less” en la arena de la playa y la vela de un balandro a lo lejos.
Los jardines, las plazas –con árboles, fuentes, novios, perros, pájaros-, el cielo, el sol, la luna, las estrellas, las flores…
Los teatros, los museos…, ¡los bares! están en la calle.
La risa sale de dentro, pero cascabelea fuera, lo mismo que la libido, que hace su catársis en el exterior.
“Es peligroso asomarse al exterior”, decía un cartel en los trenes de España, hace muchos años. Enrique Jardiel Poncela, el eslabón perdido y hallado entre la gruesa gracia española y el sutil humor, a veces esotérico, de Europa, escribió una deliciosa comedia con ese título.
Quizás sea malo asomarse a un precipicio, o a un mar embravecido desde un promontorio; abrir la puerta de una determinada habitación en un determinado momento, mirar desde la ventana sin baranda de un piso muy alto a la calle: un estrecho hormiguero de macadám; más peligroso aún es asomarse a un escote, sobre todo si está bien provisto.
Vivir, estar siempre dentro, encerrarse, reconcentrarse, aunque sea en el fondo de un poderoso cerebro capaz de crear cosas magníficas desde la introspección, y sacarlas a la luz de dentro para fuera, está muy bien.
¿Lo de fuera, lo externo, no tiene ningún valor, o tiene poco? ¿La descripción es un recurso? ¿Hay que ir por la vida con anteojeras, como las mulas?.
De otro compañero y compatriota mío, Alfonso Sánchez, que trabajaba en el tabloide vespertino “Informaciones” de Madrid dijeron que se interesaba por todo lo exterior, del teatro a las corridas de toros.
Llevaba una sección en la revista de humor “La Codorniz” que se titulaba “Nada con sifón”. La firmaba Chistera.
Otro excelente cultor del artículo, también español, Francisco Umbral decía que era imposible escribir nada tan primoroso sobre la pura nada, una nada de arabesco, mundanismo y gracia. Una nada plateresca.
Las depresiones endógenas son terribles.


© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 5 de enero de 2010

Lloran las "nenas" de Sandro

La muerte del cantante y autor argentino Roberto Sánchez, Sandro, ha movilizado a grandes cantidades de gente en Argentina, y en particular en Buenos Aires.
Los habitantes de este país tan particular no son propensos a lanzarse a las calles en apoyo u homenaje de cualquiera que no sea un político, un gremialista o alguien a quien exigirle reivindicaciones laborales o sociales.
Tanto más mérito tiene esa presencia suya en las calles, en masiva manifestación de duelo por la desaparición de un artista.
Sandro merecía el fervor con que se velan sus restos –en el momento de escribir- en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación. No ya por sus condiciones de cantante y compositor, sino por su bondad, su simpatía, su sencillez y el culto que hacía de la mujer, que le llevó a acumular infinidad de admiradoras, la mayoría mujeres maduras y de avanzada edad a quienes él llamaba, cariñosamente, no irónicamente, “mis nenas”.
Sandro murió a los 64 años, a las 20,40 (hora argentina) del 4 de enero, en el Hospital Italiano de la capital de la provincia andina de Mendoza -a 1037 kilómetros al oeste de Buenos Aires-, por graves complicaciones post operatorias y una septicemia, a 45 días de habérsele trasplantado un corazón y unos pulmones que sustituyeron a los suyos, gravemente enfermos por un intenso y prolongado tabaquismo.
Toda la prensa del mundo, no ya de Suramérica publica y comenta la noticia de su muerte. El diario “El País” de Uruguay dijo que “miles de ‘fans´aguardan en el Parlamento argentino para despedir a Sandro”. “El Mundo” de Madrid señaló que murió uno de los mejores cantantes de América Latina. La BBC inglesa dijo textualmente: “Singer Sandro, the Argentine Elvis (Presley), dies at 64”. (El cantante Sandro, el Elvis Presley argentino, muere a los 64 años.) En iguales términos se expresó el estadounidense “The Washington Post”.
Los medios reseñaron sus virtudes profesionales, pero todavía más las humanas.
Es que Sandro era un buen hombre y los hombres buenos no abundan; lo que es peor, escasean cada vez más. En él se dio esa conjunción, muy rara, de gran artista y gran ser humano.
El enorme impacto que ha causado su desaparición física- siempre quedarán sus canciones y su recuerdo- mueve a una reflexión elemental, insinuada al principio, pero que refleja una realidad como un templo.
Ni los políticos -ellos menos que nadie-, ni los categorizados por ellos mismos como intelectuales, ni los filósofos que no lo son, ni los conductores de masas, ni los predicadores –cada vez más declinantes-, ni los (falsos) profetas, ni los líderes pacifistas o ecologistas convocan hoy por hoy, ni vivos ni muertos, a multitudes enfervorizadas que abarroten las calles.
Los artistas populares que se destacaron por su talento, sus buenas obras, su integridad, su modestia y, por si todo esto fuera poco, supieron enlazarse con el público con un sutil y resistente hilo conductor, tocaron el corazón del pueblo y lo movilizaron cuando desaparecieron. Sandro no fue una excepción.
Roberto Sánchez murió con la conciencia limpia, sin haber recibido prebendas, ni haberse vendido al mejor postor, ni haberse uncido al carro de los poderosos, ni haber servido a intereses espúrios.
Sobreviven, por desgracia, muchos, muchísimos prevaricadores, ventajistas, logreros, explotadores, amigos de lo ajeno, manipuladores, corruptos, chantajistas y demás gente de mal vivir.
“La vida sigue igual…”, cantaba Sandro.
Descanse en paz.

© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 4 de enero de 2010

Ortografía, virreyes y opciones: con V o con B

“La ortografía también es gente”, escribió Fernando Pessoa, recuerda María Elena Walsh en su libro “Diario brujo”, en el que afirma que el desmadre lingüístico, que como la indigencia idiomática es resultado del desbarajuste educativo, procede de gente relativamente educada.

Notas relacionadas:

La ortografía del Virrey Cevallos
http://weblogs.clarin.com/revistaenie-nerdsallstar/archives/2009/12/la_ortografia_del_virrey_cevallos.html#more

Confesiones de un taxistaA la caza de curiosidades porteñas

Por Carlos Guarella

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lanacion.com Información general Lunes 4 de enero de 2010

sábado, 2 de enero de 2010

Freedom and self-esteem

For me it doesn’t matter whether you blame everything on the Jews, the homosexuals, the masculine sex, the Masons, the Jesuits, the parasites of the welfare state, the "élite" in power, the feminine sex, the vegetarians or the Communist party. From the instant that you need to blame someone, you simply don't have the brain prepared to work efficiently to solve your problems.
© Robert Anton Wilson (1)

Traducción:

Libertad y autoestima

No me importa que le culpes de todo a los judíos, a los homosexuales, al sexo masculino, a los masones, a los jesuitas, a los parásitos de la sociedad de consumo, a los que se encaramaron en el poder, al sexo femenino, a los vegetarianos o al Partido Comunista. Si necesitas echarle la culpa a otro es, lisa y llanamente, que tu cerebro no está capacitado para resolver tus problemas.


(1) Escritor estadounidense (1932-2007). Autor, entre otras obras de “Saga de los Illuminati”: un libro de características fantásticas y tono humorístico acerca de las conspiraciones de las sociedades secretas que, quizás, sea su trabajo más conocido.

El hipopótamo y la tortuga

Los hipopótamos han salido varias veces en los medios informativos, lo que no han podido conseguir tantos pavos reales.
Hace algún tiempo se vio por televisión un documental en el que un hipopótamo trataba de salvar a una gacela, herida de muer­te por las dentelladas de un cocodrilo, de cuyas fauces pudo escapar milagrosamente.
El enorme y cachazudo animalote -cuyo nombre significa caballo de río-, salió de las mismas aguas donde estaba el cocodri­lo que apresó en la orilla a la gacela. Esta pudo zafarse del golpe de gracia del saurio y caer unos pasos más allá. El hipopótamo la empujaba con el ho­cico y le daba grandes lametazos, tra­tando de reanimarla. Pero, al fin, la po­bre gacela murió y el hipopótamo, visiblemente entristecido, volvió a meter­se en el rio.
Un hipopótamo –cachorro, esta vez- ha vuelto a ser noticia, ahora en compañía de una tortuga de cien años. El gran escritor peruano –nacionalizado español y residente en Londres-, Mario Vargas Llosa cuenta hoy en la nota relacionada del diario argentino La Nación la deliciosa historia del hipopótamo y la tortuga.


© J. L. A. F.
Nota relacionada:

Un hipopótamo que adopta a una tortuga como madre, y pueden convivirLa pareja del año

Mario Vargas Llosa

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lanacion.com Opinión S?do 2 de enero de 2010


viernes, 1 de enero de 2010