miércoles, 8 de abril de 2009

Acerca de un buen puñetazo

He sido receptor, propinador y testigo de muchos puñetazos en mi (azarosa) vida, por lo cual puedo hablar del tema con conocimiento de causa.
Los mejores puñetazos, los más eficaces –y también los más efectistas- son los que se dan con mucha bronca, con toda la fuerza que uno tiene, casi con desesperación. En esos casos, casi nunca tiene uno necesidad de dar más de uno para dejar a su oponente fuera de combate.
Los otros, los defensivos, son puñetazos menos espectaculares, tienen algo de temor, de timidez, suelen necesitarse más de uno, se cruzan con los que se reciben. Un golpe de suerte, o una serie de ellos bien dados definen la pelea.
Ahora bien, la gente seria, la gente como Dios manda no anda por la vida pegando puñetazos a diestra y siniestra. Mario Vargas Llosa es un hombre serio. Así y todo, un día le pegó un tremendo puñetazo en pleno rostro a su colega y amigo Gabriel García Márquez, que dio en tierra con él. Cuando se levanto, Gabo tenía un ojo muy hinchado –que se le fue poniendo negro- y un corte en la nariz.
Siempre se dijo que todo fue por un lío de faldas y que la culpa la tuvo García Márquez.
Ahora, un fotógrafo mexicano arroja alguna luz, muy poca, por cierto, sobre aquella victoria de Mario Vargas Llosa por fuera de combate frente a Gabriel García Márquez, en los primeros segundos del primer “round”.
Lo que sigue, más que nada, es una curiosidad.


© José Luis Alvarez Fermosel

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