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martes, 20 de agosto de 2013

Realidad y surrealismo



“La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede ésto, todo lo demás vendrá por sí solo” (George Orwell)

Es malo para uno y para los demás -creo yo modestamente-, no ver la realidad como es: fabricarse una realidad para uno, anclarse, o desarbolarse, mejor dicho, en la irrealidad.
La única verdad es la realidad, dijo Perón. No sé hasta qué punto ésto es matemáticamente cierto. De cualquier manera, la frase en cuestión no cayó  en la Argentina en terreno fértil.
Tal vez no haya una sola verdad, sino muchas; quizás cada uno tenga la suya, distinta de las de los otros, cosa que se oye decir mucho. Pero la realidad es una sola para todos, de esto no cabe la menor duda.
Jamás olvidaré lo que le  escuché decir al escritor  peruano –nacionalizado español, residente en Londres- Mario Vargas Llosa en una asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) celebrada hace poco más de diez años en la ciudad balnearia uruguaya de Punta del Este.
La gente no se resigna a aceptar que algo tan aburrido y pedestre como el sentido común pueda llegar a representar una virtud, y sigue prefiriendo la irrealidad, por fulgurante y seductora, a la realidad”, dijo Vargas Llosa.
Por eso medran tantos políticos mesiánicos en América Latina, donde las sociedades son inmaduras porque sus convicciones democráticas siguen siendo débiles. Esa inmadurez se basa en la creencia, tan latina, de que la realidad puede acomodarse a nuestros deseos. De ahí que haya gobiernos totalitarios maquillados como democracias.
Mezclamos con extraordiaria habilidad los planos de lo real y de lo imaginario.
El surrealismo viene de lejos. Fue muy aprovechado en América Latina por escritores como Borges, Cortázar, Carpentier, García Márquez y otros, cultores a ultranza del realismo mágico, componente esencial de la literatura latinoamericana y procedente de las primeras narraciones sobre América en las que abundaban las sirenas, las serpientes de mar, los pulpos gigantescos, poco menos también que el Adamastor de Camoes (1) y otros seres que no existían más que en las imaginaciones febriles de quienes las contaban.
Como dijo Vargas Llosa, la costumbre de mezclar lo verdadero con lo falso tiene entre nosotros una tradición secular.
Vargas Llosa destacó en aquella conferencia un aspecto al que no siempre se concede la importancia debida: la influencia que tiene la cultura en la determinación de las relaciones entre la mentira y la verdad, en lo que es la descripción verídica de un hecho real y una descripción deformada por factores subjetivos.
Esta tradición, más aún, ese culto a lo irreal, a lo fantástico hizo que no supieramos organizar bien nuestras sociedades a la hora de crear riqueza o adecuarnos a la cultura de la libertad.
Giramos en un “maelstron” de mitos, verdades a medias, mentiras convertidas en verdades a fuerza de repetirse, raras mixturas y tremendas mixtificaciones que no sólo se admiten como verdades sino como realidades, lo cual es mucho peor.
El esotérico detective de nombre cabalístico S.F.X. Van Dusen, creación del escritor estadounidense de origen francés Jacques Futrelle (2), sostenía: “Dos y dos son cuatro, no algunas veces, sino siempre”.

(1) En la epopeya en verso Os Luisadas, del gran escritor portugués Luis Camoes, se habla de Adamastor, el monstruo que encarna el peligro que significan las fuerzas naturales desatadas, que intenta destruir al navegante Vasco de Gama y su nave al doblar el cabo de Buena Esperanza.
(2) Nacido en Pike County (Georgia) en 1875 y muerto en 1912 en el naufragio del Titanic, fue periodista en el Boston American. Le hizo famoso su personaje más conspicuo: el detective privado S.F.X. Van Dusen, la Máquina Pensante. Van Dusen, doctor en Derecho, Filosofía, Medicina y eximio cultor de otras disciplinas era de estatura media y gran cabeza, rubio, miope, estrafalario y de mal carácter. Resolvía todos sus casos basándose en la lógica. Apareció en tres novelas y en dos volúmenes de cuentos, uno de los cuales, El problema de la celda número 13 fue ampliamente difundido en varias antologías.     
                        
© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 26 de noviembre de 2012

Sin solución



La cada vez más aguda y más enquistada crisis política, económica y social de España, que ya está provocando suicidios, no parece tener solución porque no les interesa hallarla, lógicamente, a quienes la han provocado: los malos, pésimos políticos, el alto capital, la banca, los turiferarios del nefasto régimen de Rajoy –que antes lo fueron de Zapatero- y exigen su soldada, y ese además tan prolongado.
Lo venimos diciendo desde los comienzos de la sospechosa crisis. No fue la nuestra una voz clamante en el desierto. Ni tampoco un dislate que se nos ocurriera sólo a nosotros, en un momento de ofuscación.
Mucha gente honrada, inteligente y con certera visión de los hombres, las cosas, la política y, por encima de todo la la realidad está contando las cosas como son desde el principio.
Pero los que provocaron la crisis tienen el poder, procedente de la corrupción, y no van a abandonarlo, ni mucho menos van a tratar de sacar a España del caos en el que la han sumido por su ignorancia, su escasa instrucción, su pésima formación política, su incuria y su enfermiza y enfermante rapacidad, que parece no tener límite.
El pueblo español vuelve a ser pobre de solemnidad.

© José Luis Alvarez Fermosel

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Notas del autor:

lunes, 19 de noviembre de 2012

Perro mundo

La Franja de Gaza vuelve a aparecer en rojo sangre en la cinta de las noticias. Tirios y troyanos pretenden dirimir una vez más sus diferencias por la vía de la violencia. Muere gente y otra cae herida.
Problemas de ayer, de hoy y de siempre. No se soluciona nada, nadie resuelve nada. Muerte y destrucción.
De otro lado, la crisis española se agrava día a día, lo mismo que otras crisis, por las mismas razones, en otros países de Europa que antes derrochaban y en muy poco tiempo se han quedado sin un duro, como decíamos antes del euro.
¿Tan rápidamente se lo han gastado? ¿Dónde está el dinero, quién lo tiene? ¿Quién se lo ha metido, sin deber metérselo, en el bolsillo?
¿Cuándo dejarán de tronar los cañones? ¿Es que la paz empieza nunca?
Violencia, muerte, destrucción, abusos de poder, insensibilidad, latrocinio…
¿En qué perro mundo estamos?

© José Luis Alvarez Fermosel

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domingo, 18 de noviembre de 2012

¡Pobre España!



¡Pobre España! ¡Cómo la están dejando!
Vamos a soñar despiertos: vamos a soñar con que se invente un piloto automático que haga viable la marcha de los países sin que se necesiten políticos para conducirlos –casi siempre a la ruina-.
Alguien dijo que la política, como la prostitución, es un mal necesario. ¡Cuánto mal están haciéndonos a los españoles los políticos que nos gobiernan, es decir, que nos manejan! ¡Cómo si no hubiéramos sufrido bastante!
Ya no se trata de “fachos” ni de “rojos”, ni del PP ni del PSOE. Son los hacedores de las leyes, y quienes las instrumentan, y quienes toman las medidas.
Lo ideal es que el hombre, políticamente hablando, termine por no tener Estado con E mayúscula, estado político, dijo Borges.
Sostuvo Robert Louis Stevenson, un escritor muy admirado por Borges: La política es algo para lo que se supone que no se necesita ninguna preparación.
Ninguna preparación para hacer las cosas a derechas; entiéndase bien: no las cosas hechas por las derechas, o la derecha. El que no sabe lo hace mal, cualquiera que sea su ideología.
Como los petulantes y tiránicos jacobinos presuntamente democráticos que están estirando la vieja piel de toro y van a terminar por romperla. Como los que están dejándola exangüe.
Tienen el poder: los nueve décimos de la ley.
Hay gente que se suicida porque se queda de pronto sin casa, sin trabajo, sin sueldo, sin esperanzas...
Aquellos hombres y mujeres que un día se fueron a España procedentes de otros países, en busca de un futuro mejor, están regresando con la cabeza gacha y los bolsillos vacíos.
Cuando ya no quede nada, cuando se produzca la entropía final estaremos como en “Idiocracia”, una profética película que recomiendo a quienes no la hayan visto en su momento que la alquilen o la compren y la vean. Su acción transcurre en Estados Unidos, pero lo que cuenta puede pasar en cualquier país.
Ya se ha encendido una roja luz que dice: ¡Peligro!

© José Luis Alvarez Fermosel

lunes, 18 de junio de 2012

En torno a la injusticia

Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que seguirán. (Willy Brandt)

Nada peor, más aberrante, que haga más daño que la injusticia, tan antigua como Caín, que mató a su hermano por envidia, según la Biblia.
La injusticia determina crímenes y guerra. El resentimiento, la soberbia, la codicia, y, sobre todo la envidia, son sus principales catalizadores.
Tú eres mejor que yo en esto, lo otro o lo de más allá, tú tienes esto que me gusta. Pues ya me las voy a arreglar yo para herirte sin motivo ni fundamento, o para sacarte lo que quiero. Si no puedo por las buenas, por las malas.
Nada hay que le saque a uno tanto de quicio como la injusticia, lo injusto. Ni nada que le lleve a extremos que pueden llegar a ser muy lamentables.
Las personas como uno, llenas de defectos pero con un acendrado sentido de la justicia, con el que nacimos y que además nos remacharon parientes, maestros y amigos podemos equipararnos al Garcín de aquel cuento precioso de Rubén Darío, que tenía en el cerebro un pájaro azul.
Cuando se tiene en el cerebro un pájaro azul, o en el corazón la llama de la justicia, sufrimos la tristeza e incluso la desesperación cuando la hidra verdosa que sale del agua estancada de una cabeza que apenas tiene dentro más que eso se nos enrosca en el cuello y nos aprieta.
Ya sabemos, apenas somos víctimas de la primera injusticia que sufrimos, que nos esperan muchas más. Por eso quienes nos quieren nos aconsejan que nos acoracemos, cosa que no siempre es fácil.
Pero, ¡cuidado! A veces el justo –y hay muchos ejemplos en la historia- consigue sacar fuerzas de flaqueza y revuelca por tierra al injusto. Harto de poner la otra mejilla, decide medir con la vara que le miden. Y el injusto se va a otros pagos derrengado.
      
© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 11 de septiembre de 2011

In memoriam


Un decenio ha transcurrido ya de uno de los más espantosos asesinatos en masa perpetrados en los últimos tiempos. Es el día de hoy que no se sabe por quién, o por quiénes, ni por qué. ¡Cómo si tuviera que haber un por qué para provocar un horror semejante!
No hace falta ningún esfuerzo para cerrar los ojos y volver a ver las horrorosas imágenes que un mundo estremecido y espantado pudo contemplar aquel día, aquel día aciago del 11 de setiembre de 2001.
Sigue escuchándose la voz de las víctimas que claman justicia y punición. Sabemos que nunca se sabrá nada, que jamás podrá probarse nada, que nunca se castigará a nadie; y que si mañana se terciara, por deseo de los verdugos, cometer otra infamia similar, se cometería, sin ningún genero de dudas. Así estamos, así vivimos.
Reina un desquiciamiento general. Hace mucho tiempo que el mundo no es más el mundo de nuestra infancia: de alegría ingenua de barriletes remontados en claros cielos de primavera, y nuestros padres contándonos cuentos de Grimm, o de Andersen, junto a nuestras almohadas, antes de que nos sorprendiera el sueño. Hasta las guerras tenían entonces unas normas, que enseguida dejaron de cumplirse.
Deseamos con tanto ahínco que los culpables sean descubiertos y castigados ejemplarmente -¡sí, todavía, hoy, siempre!- como dolor seguimos sintiendo por las víctimas y por sus familias.
Pero ya se dejó de investigar, cesó la indagación.
Se yuxtaponen hipótesis, conjeturas, sospechas, algunas de estas últimas fundadas, pero es igual. El caso está abierto, pero cerrado.
Pese nuestra maldición sobre los victimarios. Siempre recordaremos con tristeza a las víctimas y a sus deudos. El recuerdo ha hecho callo en nuestra alma, como un hueso que se fractura. Pero el dolor sigue latiendo lenta y sordamente, como los dolores que cuesta mucho mitigar.

© José Luis Alvarez Fermosel

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domingo, 22 de mayo de 2011

¡Estamos hartos!

No se puede jugar de mala manera con la gente. Porque llega un momento en que la gente se cansa, que es lo que nos ha pasado a los españoles, que ya estamos hartos.
Sobre todos los jóvenes desempleados, depauperados y sin futuro por la incompetencia -y por tanto la soberbia, el autoritarismo-, el nepotismo, o los reiterados favores a los amiguetes que ha mostrado el gobierno con impudicia.
El pueblo se echó a la calle pacíficamente, sin ondear banderas con leyendas partidistas ni consignas políticas, ni levantar barricadas.
Porque lo que se pretende es poder trabajar. Y vivir con dignidad, con decoro; en paz, desde luego, pero decentemente, sin que el 40 por ciento de la población esté desempleada, y sin perspectivas inmediatas de volver estarlo a corto plazo.
El socialismo, el progresismo -¡la izquierda, bah!- ha fracasado estrepitosamente. El conservadorismo, o la derecha papa moscas desde hace tiempo. La nada.
En el momento de escribir culminan las elecciones para escoger nuevas autoridades municipales en todo el territorio español. Los primeros resultados a boca de urna dan como ganador al Partido Popular (PP, conservador, en la oposición). Voto castigo, se llama esta figura.
Las protestas masivas en la Puerta del Sol de Madrid fueron replicadas en otras de España y otros países del mundo, sumidos también en una profunda crisis económica y social, provocada por la incapacidad, la rapacidad y la corrupcion de sus gobernantes.
La debilidad de las democracias como sistemas de gobierno se ha puesto una vez más en evidencia.
Un sistema democrático protervo degeneró en España en un bipartidismo de gran chatura, con dos partidos sin líderes ni siquiera presentables.
¡Qué Dios nos la depare buena!
(Todo lo que pasó hasta ahora se cuenta con imparcialidad, con justeza y con lujo de detalles en los dos estupendos trabajos relacionados del diario El País de Madrid.)

© José Luis Alvarez Fermosel

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lunes, 14 de marzo de 2011

Civilización

Todo sea por la civilización. Todos los sacrificios que se hicieron por y para la civilización, bien hechos estuvieron.
Ahora, es decir, desde hace mucho tiempo, tenemos civilización.
¿La tenemos, realmente? ¿Campea la civilización en su estado más puro sobre el mundo entero? ¿Somos, estamos todos civilizados?
Lo que verdaderamente poseemos es tecnología; una tecnología que avanza tan rápidamente, que exige tantos conocimientos, tanta memoria y tanta paciencia que a los coetáneos de Gutenberg -o poco menos-, como nosotros, nos trae por la calle de la Amargura.
La civilización está encastrada ahora en la globalización: una marcha sin vuelta atrás hacia un mundo uniforme y deshumanizado.

Los indígenas vestidos

Hasta que se impuso, la civilización cobró muchas víctimas.
A una isla del Pacífico, o a un rincón escondido del sur del continente americano llegaron en cierta oportunidad unos agentes de la civilización, que se horrorizaron al ver al personal en cueros vivos.
Inmediatamente vistieron a todo el mundo con telas gruesas y pesadas.
Cuando los indígenas iban desnudos, el agua de la lluvia resbalaba por sus cuerpos, que en cuanto dejaba de llover se secaban.
Al vestirlos, las telas que los cubrían absorbían el agua y permanecían húmedas durante mucho tiempo, pegadas a los cuerpos, que no se secaban, y además se enfriaban.
En pocos años todos los indígenas murieron de pulmonía y otras afecciones similares, provocadas por aquellos atuendos destinados a hacer de ellos seres civilizados, o por lo menos vestidos.
Esa matanza fue un grano de anís, comparada con otras más directas, más drásticas y más numerosas.
Hoy, sin ir más lejos, civilizados como estamos seguimos matando gente por unas causas o por otras, por unos procedimientos o por otros.

© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 11 de enero de 2011

Distribuidora de ternura

Escribo estas líneas, entristecido, cuando comienza en el cementerio de La Chacarita de Buenos Aires la ceremonia del sepelio de la escritora, compositora y cantante argentina María Elena Walsh, en uno de esos días entre soleados y nublados que no son buenos para nadie, ni para nada.
María Elena Walsh estaba internada desde hacía tiempo en el sanatorio Trinidad de la capital argentina. Murió devorada por la bestia negra del cáncer al que, parece mentira, no hay manera de abatir, ni siquiera en esta época signada por una revolución tecnológica tan desarrollada que a veces se ha calificado de brutal.
Había nacido en la localidad bonaerense de Ramos Mejía. Estaba próxima a cumplir 81 años.
Polígrafa –entre tantos ágrafos-, culta, lectora impenitente, poliglota, escribió impecablemente para niños y sobre animalitos -los últimos, nuestros hermanos menores-.
Tengo su Diario Brujo en mi mesilla de noche, entre otros libros como Todo Marlowe, de Raymond Chandler, Deslices históricos, de María José y Pedro Voltes, Misión en Bucarest, de Agustín de Foxá, Los espías del Papa, de Eric Frattini y algunos que están en la fila de atrás y no tengo ganas de sacarlos.
María Elena Walsh dijo una vez en una entrevista periodística que la ternura -un invento moderno que se debe a los psicólogos, a su juicio-, no fue prodigada antes por los padres a sus hijos a fin de que no perdieran la entereza necesaria para enfrentar una vida que fue tornándose cada vez más dura. Ahora los hijos les van retirando la ternura a sus padres a medida que estos se vuelven mayores.
Se ve que ella la atesoró amorosamente, y desde que se liberó la repartió a manos llenas entre chicos y grandes.
No sé si se ha dicho esto, ni si se dirá, pero María Elena Walsh se preocupó mucho por que se mantuviera la pureza del idioma español, tan maltratado en estos azarosos tiempos globales. Fue otro de sus méritos.
Fue una buena persona, y a la larga esto es lo que importa. Los corifeos de siempre la combatieron y criticaron en ciertas ocasiones.
Descanse en paz.
La echaremos de menos.

© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 14 de octubre de 2010

América

Ha pasado sin honra ni gloria en estos días un nuevo aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, de quien siguen diciéndose cosas a cual más bizarras, como por ejemplo que era analfabeto, espía, que no tenía idea de lo que era tripular ni siquiera un triste chinchorro, que bebía, que era gay, gigoló, camorrero de taberna, que tenía varias vidas cobradas por la espada en riñas callejeras, que si no hubiera sido por el vuelo de unos loros no hubiera descubierto América…
Lo último que se ha dicho del nauta genovés es que no era genovés, sino catalán; y para ser exactos de Barcelona, ciudad que ahora está muy de moda y es la capital de una comunidad autónoma –como se llama desde hace tiempo a las provincias en España-, Cataluña, que se quiere independizar a toda costa de España, como otra comunidad, la vasca, a la que el separatismo ha concedido la categoría de país.
Pero volviendo a estas playas halladas por Colón, de lo que se trata es de quitarle importancia al Descubrimiento, o mejor dicho, ver qué se puede hacer para que parezca que en realidad no ha de atribuírsele a España, o sólo en cierta medida, al no tener Colón la ciudadanía española.
A decir verdad, la nacionalidad, la sexualidad, la moralidad, el carácter, o la personalidad, en resumidas cuentas, de Colón, no importan a la hora de considerar que su gesta, porque esa sí que fue una gesta, fue española, ya que se costeó, se impulsó y se realizó en nombre de España.
Inmediatamente después del descubrimiento de América se estableció un cierto feudalismo colonial que reprodujo, a menudo en forma extrema, muchos de los problemas de la sociedad peninsular que no habían encontrado solución antes de la conquista de América y que fueron empeorando con el tiempo.
Los ideales de conquista y gloria resultaron parcialmente eficaces porque elevaron a quienes los adoptaron por encima del nivel medio de las comunidades civiles, en las que predominaban el utilitarismo y el conformismo legal.
Eso dio origen a una especie de aristocracia a la que se deseaba acceder, entre otras razones porque colocaba a sus miembros por encima del derecho consuetudinario. Por eso se reprodujeron en Hispanoamérica los peores aspectos de la psicología y la mentalidad social vigentes en la península.
De haberse celebrado –como años atrás- el descubrimiento de América, tal celebración habría tenido que haber sido inscrita en el contexto de un ideario político moderno con mentalidad estadista –no estatista-. Hay que entender, además, que la unificación ha de constituir el fundamento político del futuro, y vaya esto también para el separatismo español.
El conglomerado de países que constituye la Unión Europea estudia su transformación en unos Estados Unidos de Europa. Simón Bolívar soñaba con unos Estados Unidos de la América de habla española. Quizás sea éste el modelo de unificación que tengamos que seguir, con una visión moderna y un mayor dinamismo.
Las celebraciones pomposas –entre las cuales los juegos florales hispanoamericanos, tan cursis- ya no caben en un doce de Octubre. Pero tampoco los denuestos rencorosos. Ha corrido mucho agua bajo los puentes desde el 12 de octubre de 1492. Lo hecho, hecho está.
Renovarse o morir.

© José Luis Alvarez Fermosel

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