jueves, 14 de octubre de 2010

América

Ha pasado sin honra ni gloria en estos días un nuevo aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, de quien siguen diciéndose cosas a cual más bizarras, como por ejemplo que era analfabeto, espía, que no tenía idea de lo que era tripular ni siquiera un triste chinchorro, que bebía, que era gay, gigoló, camorrero de taberna, que tenía varias vidas cobradas por la espada en riñas callejeras, que si no hubiera sido por el vuelo de unos loros no hubiera descubierto América…
Lo último que se ha dicho del nauta genovés es que no era genovés, sino catalán; y para ser exactos de Barcelona, ciudad que ahora está muy de moda y es la capital de una comunidad autónoma –como se llama desde hace tiempo a las provincias en España-, Cataluña, que se quiere independizar a toda costa de España, como otra comunidad, la vasca, a la que el separatismo ha concedido la categoría de país.
Pero volviendo a estas playas halladas por Colón, de lo que se trata es de quitarle importancia al Descubrimiento, o mejor dicho, ver qué se puede hacer para que parezca que en realidad no ha de atribuírsele a España, o sólo en cierta medida, al no tener Colón la ciudadanía española.
A decir verdad, la nacionalidad, la sexualidad, la moralidad, el carácter, o la personalidad, en resumidas cuentas, de Colón, no importan a la hora de considerar que su gesta, porque esa sí que fue una gesta, fue española, ya que se costeó, se impulsó y se realizó en nombre de España.
Inmediatamente después del descubrimiento de América se estableció un cierto feudalismo colonial que reprodujo, a menudo en forma extrema, muchos de los problemas de la sociedad peninsular que no habían encontrado solución antes de la conquista de América y que fueron empeorando con el tiempo.
Los ideales de conquista y gloria resultaron parcialmente eficaces porque elevaron a quienes los adoptaron por encima del nivel medio de las comunidades civiles, en las que predominaban el utilitarismo y el conformismo legal.
Eso dio origen a una especie de aristocracia a la que se deseaba acceder, entre otras razones porque colocaba a sus miembros por encima del derecho consuetudinario. Por eso se reprodujeron en Hispanoamérica los peores aspectos de la psicología y la mentalidad social vigentes en la península.
De haberse celebrado –como años atrás- el descubrimiento de América, tal celebración habría tenido que haber sido inscrita en el contexto de un ideario político moderno con mentalidad estadista –no estatista-. Hay que entender, además, que la unificación ha de constituir el fundamento político del futuro, y vaya esto también para el separatismo español.
El conglomerado de países que constituye la Unión Europea estudia su transformación en unos Estados Unidos de Europa. Simón Bolívar soñaba con unos Estados Unidos de la América de habla española. Quizás sea éste el modelo de unificación que tengamos que seguir, con una visión moderna y un mayor dinamismo.
Las celebraciones pomposas –entre las cuales los juegos florales hispanoamericanos, tan cursis- ya no caben en un doce de Octubre. Pero tampoco los denuestos rencorosos. Ha corrido mucho agua bajo los puentes desde el 12 de octubre de 1492. Lo hecho, hecho está.
Renovarse o morir.

© José Luis Alvarez Fermosel

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