sábado, 23 de octubre de 2010

El macho posmo sigue en sus trece

Nos piden constantemente novedades del macho posmo, un personaje muy representativo de la juventud de este milenio, en cuya primera década se afianzaron la globalización, la informática; se produjeron horrendas catástrofes naturales, estallaron extrañas crisis económico-financieras, se dieron hechos muy bizarros, cobraron excepcional relevancia las llamadas redes sociales y la humanidad mostró que se halla sumida en una profunda crisis moral.
Del macho posmo poco o nada nuevo tenemos que contar. Sigue en lo suyo.
Su divisa, su escudo –llamémosle así- está configurado por el borcego, el teléfono móvil y el osito de peluche que se ven sobre estas líneas. El dibujo “¡que está buenísimo…!”, se debe a Mariano C., de Ramos Mejía.
El trabajo, sabido es, no es central para el macho posmo, no es el ordenador de la vida. Lo primero es el tiempo libre.
Las chicas no le interesan mayormente. Sólo los amigos. ¡Ojo, que no es gay! Lo que pasa es que huye de los compromisos y las exigencias. Y, como también se sabe, las mujeres se pasan la vida pidiéndonos cosas, son unas pesadas.
El deporte tampoco le importa. “Lo más” es la tecnología como medio de manifestación. Y en particular el teléfono móvil, o celular: ese que viene ahora tan sofisticado que permite hacer fotografías, mandar y recibir mensajes de texto –una de las cosas que más le gustan al macho posmo, y que mejor hace- e ingresar en la red de redes.
El macho posmo no concibe la vida sin el teléfono celular. Mi referente por excelencia en estas cuestiones, el hijo de un amigo mío, me lo hizo notar con singular contundencia.
- ¿Y si no tuvieras celular? –le dije-.
Aferró el suyo, se puso pálido y me miró como alucinado.
- ¿Qué quieres decir? –me preguntó, a su vez-.
- Pues eso, imagínate por un momento que no tuvieras celular; hay gente que no lo tiene.
- Pues…, no sé…, yo… Yo creo que me moriría. Para mí la vida sin celular no tendría razón de ser. ¡Me moriría, eso es!
No quise insistir sobre un tema tan delicado, así que cambié rápidamente de conversación y, mal que bien, pude enterarme de que a los adolescentes de sexo masculino, es decir, a los chicos de edades comprendidas entre los 12 y los 39 años no les interesa la política, por ejemplo. Es más, si no fuera obligatorio no votarían.
En cuanto a su manera de matar el tiempo, de divertirse, casi todos coinciden en que “está de onda” ponerse zancos, abrazarse a un árbol y quedarse así un buen rato. Algunos se duermen.
También les gusta aprender ikebana y bonsai, jugar con placas de carbohidrato, tirar las runas, practicar para hacer de estatua viviente, bailar en rondas célticas o incáicas y en verano, siempre y cuando sea posible, viajar a Tepiko Cura (Isla de Pascua), Bali, las islas Chafarinas, la península de Yucatán y el cañón del Zopilote.
(Me dirán que me dejo en el tintero a los muchachos que van a las discos, beben hasta matarse, se drogan y se idiotizan hasta el paroxísmo. Ese es otro asunto que merece otro tratamiento, no precisamente caricaturesco, o humorístico).
El gurú del macho posmo es Steve Jobs, el padre fundador del Ipod.
Les gusta mucho la leche manchada –con una gota de café-, los helados para perros, el dulce de leche.
Su (escaso) vocabulario incluye términos como diseño, “tips”, iconos, bastón psicológico, retardo emocional, contención, actitud, tendencia… Y, naturalmente, ¡obvio!
Su indumentaria no ha cambiado mucho: ojotas, borcegos, camisetas, bermudas, mochila, botella de agua…
En suma, que el macho posmo sigue en sus trece.

© José Luis Alvarez Fermosel

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