miércoles, 13 de octubre de 2010

Tres soleares y un martinete

El complejo y barroco canto, o cante flamenco, o “jondo”, peculiariza la región sureña andaluza de España. Hay varios géneros: del flamenco “cantao” y del “bailao”, porque también se baila.
Como suele ocurrir en España con casi todo, el flamenco es motivo de discusiones frecuentes. En España se discute de todo lo divino y lo humano. Sabido es lo del quídam que llega a una reunión –tarde, naturalmente- y pregunta en el acto: “¿De qué se discute, que me opongo!”.
Así que el flamenco es el no va más en cuestión de música folklórica y popular para unos, y una sucesión de “jipíos” con fondo de castañuelas, o de una música con reminiscencias árabes para otros.
La canción de soledad, o “soleá”, es una estrofa flamenca, o popular andaluza, si se prefiere, de tres versos, de los cuales riman asonantes el primero y el tercero y queda suelto el segundo.
El martinete es de origen gitano. Se cantaba mucho en las fraguas. Gramaticalmente se compone de cuatro versos octosílabos que se cantan sin acompañamiento musical.
Las tres primeras que siguen son soleares, el último un martinete.

Pierde el perro y pierde el pan
quien da pan a perro ajeno,
yo no te he dao a ti el pan,
por no perder más que el perro.
(Soleá de cuatro versos)

Yo no vivo ya en la calle
donde usted me conoció;
que vivo en la plazoleta
del desengaño mayor.
(Soleá de cuatro versos de Frasquito Yerbabuena)

La noche del aguacero,
díme donde te metiste,
que no te mojaste el pelo.
(Soleá de tres versos)

Moneda que está en la mano,
quizás se deba guardar;
la monedita del alma,
se pierde si no se da.
(Martinete de Antonio Machado)

Por la transcripción: J. L. A. F.

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