domingo, 31 de octubre de 2010

La locomotora humana

El extraordinario corredor de fondo y campeón olímpico checo Emil Zátopek, al que se llamó en los años cincuenta del siglo pasado la “Locomotora Humana”, protagoniza un libro de reciente aparición del escritor francés Jean Echenoz, titulado Correr.
Así lo informa el Diario Vasco de San Sebastián (capital de la provincia vasca de Guipúzcoa, al noreste de España).
Zátopek, corredor de maratón (40 kilómetros), plusmarquista, ganó una medalla de oro en las Olimpíadas de Londres en la categoría de 10000 metros en 1948, otra de plata en los 5000 y tres más de oro en Helsinki en 1952, en 5000, 10000 metros y maratón.
Fue uno de los primeros deportistas de fama mundial que entrevisté, en 1967, cuando empezaba mi carrera de periodista.
Le encontré en el aeropuerto internacional de Barajas de Madrid con su mujer, Dana. Venían de las Olimpíadas de México y en su regreso a Praga, vía Zurich, hicieron una escala en Madrid.
Hablamos en francés, porque yo no dominaba todavía el inglés tanto como para mantener una conversación prolongada. Además de su lengua natal, Zátopek hablaba fluidamente húngaro y francés.
Era entonces un hombre de 45 años, de estatura apenas superior a la mediana, calvo, delgado pero fuerte, de ojos azules. No se separó ni un momento de su mujer, que era también una destacada atleta, lanzadora de jabalina, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 y de plata en Roma, ocho años más tarde.
Repaso mi entrevista, publicada en el diario SP de Madrid. Los europeos no habíamos quedado muy bien en las Olimpíadas de México. Zátopek señaló que a veces las cosas no se dan “sur la marche” tan bien como uno quisiera.
Zátopek, coronel del ejército de la Checoslovaquia soviética, alejado ya de las pistas, se dedicaba a promover actividades deportivas entre los jóvenes que nutrían las filas de la milicia checa.
Un año después de entrevistarle, en 1968, Zátopek apoyó al presidente Alexander Dubcek, introductor de reformas políticas favorables al pueblo checoslovaco en la llamada primavera de Praga (1). Fue expulsado del Partido Comunista y degradado. Sufrió todo tipo de calamidades e incluso tuvo que trabajar una temporada como barrendero para ganarse la vida. Forzado a retractarse en público en 1975, el régimen comunista le rehabilitó parcialmente.
Amante de la paz, hombre de carácter firme pero amable, humilde, Zátopek dijo ser un hombre ordenado, consecuente y afecto a la disciplina. Su mujer confesó que admiraba su fuerza de voluntad y su tesón.
Sigo repasando las hojas impresas de mi entrevista, ya un poco amarillentas por los efectos del tiempo, que no perdona nada, ni a nadie. Y a la vez voy recordando.
Zátopek admiraba a Ron Clarke, un corredor australiano especialista en pruebas de fondo y semifondo, medalla de bronce en Tokio, en 1964.
El maratonista checo iba vestido con un suéter azul, abierto sobre una camisa del mismo tono, un poco más clara; corbata a rayas anchas, azules y grises y pantalón color tiza; calzaba zapatos negros, muy usados pero relucientes.
Su mujer, también retirada, había ganado unos kilos al dejar de entrenarse, pero le sentaban muy bien. Tenía el pelo oscuro y una mirada dulce en los ojos claros –nunca me olvidaré- que mantuvo clavados en su marido durante toda la entrevista.
Al atleta le gustaba la vida de hogar. Reveló que leía bastante y veía televisión. El matrimonio, que no tenía hijos, se reunía con amigos los fines de semana. Paseaban mucho juntos. Los dos nadaban y esquiaban regularmente.
En aquella época llevaban casados veinte años. Habían celebrado su vigésimo aniversario en México, durante las Olimpíadas.
El gran Zátopek, como también se le llamaba, era una fuerza de la naturaleza. Decían que su corazón latía más lentamente que el de los demás seres humanos. Tenía un estilo heterodoxo, corría desmadejado, se tambaleaba. Parecía que se iba a caer de un momento a otro, pero llegaba siempre el primero a la meta.
Disputó 334 carreras, de las que ganó 261. Estableció 18 plusmarcas mundiales en distintas categorías. Fue una de las luminarias más brillantes del deporte del siglo veinte.
Se retiró en 1958, a los 36 años, después de ganar el Cross Internacional de San Sebastián en el hipódromo de Lasarte (Guipúzcoa).
Copio el final de mi entrevista:
- Señor Zátopek, la juventud…
- Se va para no volver, como dijo el poeta.

(1) La primavera de Praga empezó el cinco de enero de 1968 con una revuelta estudiantil. Accedió al poder Alexander Dubcek. Inmediatamente tomó una serie de medidas que favorecían a los sectores más pobres de la sociedad y ampliaban sus libertades y derechos. El 20 de agosto, los tanques rusos entraban en Praga y marcaban el principio del fin del sueño libertario checoslovaco, mostrando un comunismo violento e intransigente que no se había manifestado hasta entonces.

Foto:
© Luis Millán (EFE)

© José Luis Alvarez Fermosel


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