¡Qué bien escriben los redactores de las solapas, o de las contraportadas de los libros!
Tienen un estilo cristalino, depurado, conciso pero compatible con la expresividad. Nos recuerdan a los buenos “copywriters” de las agencias de publicidad; pero los solaperos tienen más fondo, más espesor, si es que puede decirse así.
¿Serán escritores consagrados que fueron un día a una editorial con su manuscrito, y ésta no se lo publicó, pero les ofreció trabajo y ellos, que también tienen que vivir, se olvidaron de su libro y se pusieron a escribir solapas?
Me imagino el siguiente diálogo entre el director de una editorial y un escritor. Ambos, si no amigos, son viejos conocidos.
- No, no; esto no va, lo siento.
- Pero el libro es bueno, es publicable, me lo han dicho todos.
- No importa.
- ¿Pero cómo no va a importar?
- Lo que oyes. Ahora lo que se vende son libros de autoayuda. ¿Tienes algo, o has pensado escribir algo al respecto?
- Pues…, la verdad, yo no…
- ¿Por qué no te quedas con nosotros, y escribes para nosotros?
- ¿Traducir, dices?
- No, escribir contracubiertas y solapas de libros?
- ¡Hombre, no había pensado yo…!
- Te puedes ganar un poco de dinero.
- ¿Un poco?
- Ya sabes cómo están las cosas.
- Sí, sí, claro. Yo, es que…; en fin, déjame pensarlo.
Y si no siempre, en algunos casos el escritor lo piensa y en lugar de escribir un libro de autoayuda se queda en la editorial y escribe textos en las contratapas, los separadores que sirven de señal y las solapas de los libros que a veces son mejores que los propios libros.
Otra posibilidad es que esos escritores pertenezcan a la editorial desde siempre, que sean empleados suyos. Ciertos autores escriben ellos mismos las solapas. Pero son muy pocos.
En cualquier caso, ¡qué magnífica esa prosa, qué capacidad de síntesis, qué claridad!
Reproducimos un extracto –impreso en un señalador- de la contratapa de la obra La mujer pobre, del escritor francés León Bloy (1846-1917), católico fanático, que escribió sólo dos novelas y una gran cantidad de ensayos.
Aplausos para los entrañables solaperos, que nadie sabe quienes son -¡qué lástima!-, que no firman, que escriben tan bien.
A ellos les dedicamos este post como modesto homenaje de un lector que aprecia su trabajo en lo mucho que vale.
Tienen un estilo cristalino, depurado, conciso pero compatible con la expresividad. Nos recuerdan a los buenos “copywriters” de las agencias de publicidad; pero los solaperos tienen más fondo, más espesor, si es que puede decirse así.
¿Serán escritores consagrados que fueron un día a una editorial con su manuscrito, y ésta no se lo publicó, pero les ofreció trabajo y ellos, que también tienen que vivir, se olvidaron de su libro y se pusieron a escribir solapas?
Me imagino el siguiente diálogo entre el director de una editorial y un escritor. Ambos, si no amigos, son viejos conocidos.
- No, no; esto no va, lo siento.
- Pero el libro es bueno, es publicable, me lo han dicho todos.
- No importa.
- ¿Pero cómo no va a importar?
- Lo que oyes. Ahora lo que se vende son libros de autoayuda. ¿Tienes algo, o has pensado escribir algo al respecto?
- Pues…, la verdad, yo no…
- ¿Por qué no te quedas con nosotros, y escribes para nosotros?
- ¿Traducir, dices?
- No, escribir contracubiertas y solapas de libros?
- ¡Hombre, no había pensado yo…!
- Te puedes ganar un poco de dinero.
- ¿Un poco?
- Ya sabes cómo están las cosas.
- Sí, sí, claro. Yo, es que…; en fin, déjame pensarlo.
Y si no siempre, en algunos casos el escritor lo piensa y en lugar de escribir un libro de autoayuda se queda en la editorial y escribe textos en las contratapas, los separadores que sirven de señal y las solapas de los libros que a veces son mejores que los propios libros.
Otra posibilidad es que esos escritores pertenezcan a la editorial desde siempre, que sean empleados suyos. Ciertos autores escriben ellos mismos las solapas. Pero son muy pocos.
En cualquier caso, ¡qué magnífica esa prosa, qué capacidad de síntesis, qué claridad!
Reproducimos un extracto –impreso en un señalador- de la contratapa de la obra La mujer pobre, del escritor francés León Bloy (1846-1917), católico fanático, que escribió sólo dos novelas y una gran cantidad de ensayos.
Aplausos para los entrañables solaperos, que nadie sabe quienes son -¡qué lástima!-, que no firman, que escriben tan bien.
A ellos les dedicamos este post como modesto homenaje de un lector que aprecia su trabajo en lo mucho que vale.
© José Luis Alvarez Fermosel
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