A pocos días de que escribiéramos en este blog del espía múltiple Kim Philby, el mayor traidor de la historia de la Inglaterra reciente, el también inglés y ex agente secreto británico David Cornwell, escritor de novelas de espías que firma con el seudonimo de John Le Carré, revela a la periodista Olga Craig del diario El Mundo de Madrid que le ofrecieron conocer a Philby en Moscú y él se negó.
Le Carré sostiene que una elemental cuestión de ética le impidió estrechar la mano de Philby, que envió a muchos de sus compatriotas y colegas a la muerte, después de que probablemente fueran torturados.
El creador del espía George Smiley, cuyas venturas y desventuras llenaron muchas páginas y aun fueron llevadas al cine y la televisión, tiene 79 años y vive en Cornualles –en la costa suroeste de Inglaterra- con su mujer Jane, con la que lleva casado 38 años.
Cornwell, o Le Carré, acaba de terminar su novela Un traidor como los nuestros -la número 22-, que aparecerá en breve, editada por Plaza & Janés.
Evidentemente, el escritor y ex espía no tiene una moral, o una ética tan ambigua como la de Graham Greene (1904-1991), también ex espía, también escritor, que fue jefe –y sin embargo amigo- de Philby en el MI6, lo visitó en Moscú y se fotografió con él en una fiesta de cumpleaños en el departamento del escritor y presentador de televisión ruso Genrij Borovik, en 1987.
Greene no dejó nunca de expresar su admiración y su afecto por Philby, a punto tal que lo hizo protagonista de alguno de los libros de su autoría que trataron sobre espionaje. Convenientemente enmascarado, eso sí.
Una serie de coincidencias une en mi blog a estos tres personajes: los tres ex agentes de la inteligencia británica, los tres escritores… y sólo uno traidor.
La actitud de Greene no nos sorprende demasiado. Fue un hombre de espíritu retorcido, oblicuo y de ética acomodaticia, si es que se la puede llamar así.
La rubia Albión ha dado hombres equívocos como éstos, como Graham Greene, quiero decir. Hombres, por ejemplo, que de la piratería pasaron a la nobleza, como Francis Drake.
Otros, como Le Carré, fueron leales a su bandera y a su patria.
Le Carré sostiene que una elemental cuestión de ética le impidió estrechar la mano de Philby, que envió a muchos de sus compatriotas y colegas a la muerte, después de que probablemente fueran torturados.
El creador del espía George Smiley, cuyas venturas y desventuras llenaron muchas páginas y aun fueron llevadas al cine y la televisión, tiene 79 años y vive en Cornualles –en la costa suroeste de Inglaterra- con su mujer Jane, con la que lleva casado 38 años.
Cornwell, o Le Carré, acaba de terminar su novela Un traidor como los nuestros -la número 22-, que aparecerá en breve, editada por Plaza & Janés.
Evidentemente, el escritor y ex espía no tiene una moral, o una ética tan ambigua como la de Graham Greene (1904-1991), también ex espía, también escritor, que fue jefe –y sin embargo amigo- de Philby en el MI6, lo visitó en Moscú y se fotografió con él en una fiesta de cumpleaños en el departamento del escritor y presentador de televisión ruso Genrij Borovik, en 1987.
Greene no dejó nunca de expresar su admiración y su afecto por Philby, a punto tal que lo hizo protagonista de alguno de los libros de su autoría que trataron sobre espionaje. Convenientemente enmascarado, eso sí.
Una serie de coincidencias une en mi blog a estos tres personajes: los tres ex agentes de la inteligencia británica, los tres escritores… y sólo uno traidor.
La actitud de Greene no nos sorprende demasiado. Fue un hombre de espíritu retorcido, oblicuo y de ética acomodaticia, si es que se la puede llamar así.
La rubia Albión ha dado hombres equívocos como éstos, como Graham Greene, quiero decir. Hombres, por ejemplo, que de la piratería pasaron a la nobleza, como Francis Drake.
Otros, como Le Carré, fueron leales a su bandera y a su patria.
© José Luis Alvarez Fermosel
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