Don Quijote y Sancho han sido representados de mil y una formas. Artistas de toda clase y estilo sintieron la tentación –y cayeron en ella- de llevar a dos personajes tan universales, tan actuales, tan simpáticos, al papel, el lienzo, el hierro y otros materiales.
Algunos, clásicos, hiperrealistas, los reprodujeron como si hubieran sido de verdad y conocidos de ellos, además, de modo tal que no les costó reproducirlos gráficamente, casi fotográficamente, con esa precisión, con esa fidelidad que otorga la cámara.
Otros los introdujeron en el surrealismo y muchos en el chafarrinón.
La versión que ofrecemos hoy es completamente lineal. Un dibujante de pulso rápido trazó unas líneas rectas, otras curvas, otras quebradas, las cruzó con otras y esas con otras y bosquejó una maraña aparentemente fácil -¡pero hay que ponerse y hacerla!- que plasma en negro sobre blanco, y con gran expresividad, al Caballero de la Triste Figura y su fiel escudero Sancho Panza, uno sobre su trajinado corcel Rocinante y el otro sobre su no menos sufrido rucio.
No sabemos el nombre de este artista tan original, que no tiene menos mérito que otros y que, él también, cayó bajo el hechizo de don Quijote y Sancho, figuras señeras e inmortales, y las puso a su aire, es decir, airosamente sobre el papel.
Merece reconocimiento y plácemes.
Algunos, clásicos, hiperrealistas, los reprodujeron como si hubieran sido de verdad y conocidos de ellos, además, de modo tal que no les costó reproducirlos gráficamente, casi fotográficamente, con esa precisión, con esa fidelidad que otorga la cámara.
Otros los introdujeron en el surrealismo y muchos en el chafarrinón.
La versión que ofrecemos hoy es completamente lineal. Un dibujante de pulso rápido trazó unas líneas rectas, otras curvas, otras quebradas, las cruzó con otras y esas con otras y bosquejó una maraña aparentemente fácil -¡pero hay que ponerse y hacerla!- que plasma en negro sobre blanco, y con gran expresividad, al Caballero de la Triste Figura y su fiel escudero Sancho Panza, uno sobre su trajinado corcel Rocinante y el otro sobre su no menos sufrido rucio.
No sabemos el nombre de este artista tan original, que no tiene menos mérito que otros y que, él también, cayó bajo el hechizo de don Quijote y Sancho, figuras señeras e inmortales, y las puso a su aire, es decir, airosamente sobre el papel.
Merece reconocimiento y plácemes.
© José Luis Alvarez Fermosel
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