martes, 11 de enero de 2011

Distribuidora de ternura

Escribo estas líneas, entristecido, cuando comienza en el cementerio de La Chacarita de Buenos Aires la ceremonia del sepelio de la escritora, compositora y cantante argentina María Elena Walsh, en uno de esos días entre soleados y nublados que no son buenos para nadie, ni para nada.
María Elena Walsh estaba internada desde hacía tiempo en el sanatorio Trinidad de la capital argentina. Murió devorada por la bestia negra del cáncer al que, parece mentira, no hay manera de abatir, ni siquiera en esta época signada por una revolución tecnológica tan desarrollada que a veces se ha calificado de brutal.
Había nacido en la localidad bonaerense de Ramos Mejía. Estaba próxima a cumplir 81 años.
Polígrafa –entre tantos ágrafos-, culta, lectora impenitente, poliglota, escribió impecablemente para niños y sobre animalitos -los últimos, nuestros hermanos menores-.
Tengo su Diario Brujo en mi mesilla de noche, entre otros libros como Todo Marlowe, de Raymond Chandler, Deslices históricos, de María José y Pedro Voltes, Misión en Bucarest, de Agustín de Foxá, Los espías del Papa, de Eric Frattini y algunos que están en la fila de atrás y no tengo ganas de sacarlos.
María Elena Walsh dijo una vez en una entrevista periodística que la ternura -un invento moderno que se debe a los psicólogos, a su juicio-, no fue prodigada antes por los padres a sus hijos a fin de que no perdieran la entereza necesaria para enfrentar una vida que fue tornándose cada vez más dura. Ahora los hijos les van retirando la ternura a sus padres a medida que estos se vuelven mayores.
Se ve que ella la atesoró amorosamente, y desde que se liberó la repartió a manos llenas entre chicos y grandes.
No sé si se ha dicho esto, ni si se dirá, pero María Elena Walsh se preocupó mucho por que se mantuviera la pureza del idioma español, tan maltratado en estos azarosos tiempos globales. Fue otro de sus méritos.
Fue una buena persona, y a la larga esto es lo que importa. Los corifeos de siempre la combatieron y criticaron en ciertas ocasiones.
Descanse en paz.
La echaremos de menos.

© José Luis Alvarez Fermosel

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