sábado, 9 de enero de 2010

Epica y ética

Otro hombre bueno, otro viejo y querido amigo emprendió su última singladura, apenas empezado un nuevo año.
Radamés Marini, abogado, licenciado en diplomacia, asesor de relevantes autoridades parlamentarias, periodista, editor de revistas, autor de libros -digámoslo de una vez, escritor-, sabía de singladuras y hasta tuvo una vez un barco. En otros tiempos se le hubiera hecho un funeral de vikingo.
Su fuerza moral, su valor físico y su acrisolado sentido de la ética corrieron parejos con una épica que le llevó a defender sus ideales a fuerza de puños, cuando fue necesario.
Esas y otras virtudes del intelecto y el espíritu configuraron una persona y un personaje singular que siempre estuvo rodeado de amigos.
Ellos recuerdan en estas horas amargas de su paso al más allá que hizo un culto del honor y la dignidad. Y ya empiezan a lamentar su ausencia, que se hará notoria en una peña que presidía todos los miércoles en un céntrico restaurante de Buenos Aires.
Estuvo al lado de los más débiles –fue durante muchos años presidente de la Unión Argentina de Inquilinos- y lejos de bastardías, prebendas y chanchullos.
Baltasar de Castiglione, que escribió de cortes y cortesanos, se hubiera honrado con su amistad, de vivir en estos tiempos posmodernos que corren, caracterizados, en las palabras del lúcido polígrafo Albino Gómez, por la ambigüedad, el miedo, la mutabilidad, la incertidumbre y el relativismo moral.
Radamés Marini ya forma “(…) junto a sus compañeros, que hacen guardia sobre los luceros”.

© José Luis Alvarez Fermosel

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