Aires de eternidad, espuma y roca
en sinfonía hirviente y ondulada.
Verde paisaje que en el mar se aboca
entre harapos de niebla coagulada.
El humo del trabajo difumina
andantes nubes sobre el mapa gris,
y entre cántabras olas se adivina
el lomo corcovado del delfín.
Grave paisaje de fresca madrugada,
de escapada al ensueño y de regreso.
La montaña va al mar en andanada,
el mar a la montaña en dulce beso.
Se respira un silencio ceniciento.
Y con hilos de sutil melancolía
a la tierra y el mar anuda el viento.
El otoño está anclado en la bahía.
en sinfonía hirviente y ondulada.
Verde paisaje que en el mar se aboca
entre harapos de niebla coagulada.
El humo del trabajo difumina
andantes nubes sobre el mapa gris,
y entre cántabras olas se adivina
el lomo corcovado del delfín.
Grave paisaje de fresca madrugada,
de escapada al ensueño y de regreso.
La montaña va al mar en andanada,
el mar a la montaña en dulce beso.
Se respira un silencio ceniciento.
Y con hilos de sutil melancolía
a la tierra y el mar anuda el viento.
El otoño está anclado en la bahía.
© Eduardo Carbonell de la Cruz
N. del E.: Este poeta valenciano, que procedente del tranquilo “mare nostrum” cantó con justeza y sentimiento al bravío Cantábrico, nació en 1909 y murió en 1981. Fue autor de varios libros de versos, entre ellos “Galería impresionista” (1948).Fue un poeta entre clásico e impresionista. Dentro del primero de los dos movimientos destaca el poema reproducido, elaborado con gran precisión descriptiva.
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