miércoles, 3 de diciembre de 2008

Cuando los sapos vienen marchando (*)

Los periodistas nos pasamos la vida corriendo como galgos detrás de las noticias. Algunas veces las cazamos. Otras, como les pasa a los galgos con las liebres, se nos escapan. En no pocas ocasiones los lectores de los diarios y las revistas o los oyentes de los medios electrónicos nos las sirven en bandeja.
Vengo escribiendo de sapos últimamente porque varios gentiles lectores y oyentes me han hecho llegar noticias deliciosas relacionadas con esos inofensivos animalitos, que tuvieron siempre tan mala prensa (ver notas relacionadas).
Me llega ahora una historia que es la cereza en el pastel, como suele decirse. Gabriela Balossino, una señora o señorita de 43 años nacida en el Allen, en el Valle del Río Negro y residente desde hace 25 años en Neuquén, me cuenta que vive en una casa de su propiedad con cuatro perras que recogió en la calle, varios pájaros y…¡40 sapos!.
Ya es curioso que tantos sapos vivan en amor y compañía en el jardín de Gabriela –que evidentemente tiene muy buena mano para tratar con toda clase de animales-, pero lo más raro es que todos coman el alimento balanceado de las perras.
Gabriela dice que hace unos siete años se le ocurrió que para que las perras y los sapos vivieran juntos en paz y armonía comieran el mismo alimento. A los sapos les gustó y desde entonces no comen otra cosa.
Noche tras noche se congregan bajo las ventanas de Gabriela, apenas escuchan el ruido de las galletitas cayendo de una bolsa a un recipiente. Esto ocurre todo el año porque los sapos ya no hibernan como el resto de sus congéneres. Viven en una casita que les ha fabricado Gabriela.
Algunos dicen que los sapos, agradecidos, cantan todas las noches aquella canción de Gardel, “El sapo y la comadreja”. Pero yo creo que eso es un invento.
Gabriela me ha mandado un montón de fotos de sus sapos. He escogido una –todas son preciosas-, que es la que ilustra estas líneas.
Gracias, Gabriela. Y cariños a tus perras, tus pájaros y tus sapos.

(*) Del título de la canción inmortalizada por el trompetista de “jazz” Louis Armstrong: “When the saints go marching in”. (“Cuando los santos vienen marchando”)


© José Luis Alvarez Fermosel

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