sábado, 6 de diciembre de 2008

El macho posmo se casa


El “goming”

A veces, el macho posmo se casa. Y con tal de ser original, en lugar de celebrar su boda en un salón de un gran hotel, o en otro sitio por el estilo, se tira con su flamante esposa desde una plataforma elevada a 40 metros de altura, sujetos ambos por una cuerda elástica que permite caer acelerando y más despacio después, con rebotes, y llegar hasta rozar la cabeza con el suelo.
A este salto se le llama “goming” y está poniéndose rápidamente de moda en todo el mundo. Se parece al “puenting”, pero es un poco menos peligroso porque la soga es más fuerte, dicen los que saben.
Quienes estudian al macho posmo recuerdan que si practica algún deporte no es, ciertamente, ninguno de los que practicaba el padre, como el boxeo, el fútbol, el tenis, la natación, el “camping”, la pesca y, en cuanto a aficiones o juegos, los naipes, el ajedrez, el dominó y los dados de póker -en la barra del bar con los amigos-, por no citar sino los principales.
Ahora se llevan el diseño –de lo que sea-, juntar placas de policarbonato; se tiran las runas, se juega al “sudoku”, se baila en rondas célticas o incáicas y capoeira, se estudian el horóscopo maya y el “feng shui” , se va uno en bicicleta a Tepito Cura o a Machu Puchu, a las islas Chafarinas o al Cañón del Zopilote; ni que hablar de todo lo que da la computación y los cada vez más sofisticados teléfonos celulares.
El macho posmo ha sido criado de otra manera. Nos los dijo el otro día una señora que llamó por teléfono a la radio: “Yo he formado muy bien a mis hijos; todos saben coser a mano y a máquina, lavar, planchar, cocinar…”.
Antes los padres enseñaban a sus hijos a boxear, a jugar al fútbol o al tenis, a nadar y en España nos llevaban a las corridas de toros. Una de sus intenciones era que el chico se criara sano y fuerte y que estuviera en condiciones de defenderse en las peleas del colegio o de la calle.
Ahora a los niños los educan, como Dios les da a entender, las madres que –casi todas- están divorciadas. Los padres los ven los fines de semana o muy de cuando en cuando, y tratan de darles todos los gustos. Mientras estén protegidos, bien alimentados, vayan al colegio y se porten bien…
Esta es, a juicio de los especialistas en ciencias del comportamiento humano, una de las causas por las que algunos muchachos son como son: indiferentes, blandos, dependientes de sus madres –la figura del padre está muy diluída, actualmente-, inseguros, inconsistentes, aferrados a modas…”bizarras”, carentes de ideario y compromiso…
No todos son así, por fortuna. Muchos son responsables, bien educados, estudian o trabajan, o hacen las dos cosas, y se casan –sin tirarse desde ningún sitio cabeza abajo para celebrarlo-, y forman una familia, y son felices, y hacen felices a cuantos los rodean.
Subrayo esto para que nadie crea que generalizo. Hay, naturalmente, excepciones.
De los adolescentes que beben, se drogan, roban, asaltan, violan, secuestran y matan –que también son muchos- no vamos a hablar. Ahí están, enloquecidos, dañinos, nefastos, terroríficos, lamentables protagonistas de una actualidad trágica a más no poder.
El macho posmo es buenito.


© José Luis Alvarez Fermosel

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