sábado, 13 de diciembre de 2008

En emergencia


Introducción

Las sugerencias que aparecerán en estas páginas y en otras posteriores, referentes a la defensa personal, tienen un origen totalmente empírico.
Proceden de la práctica del boxeo “amateur”, artes marciales y otros métodos de defensa y ataque más heterodoxos en gimnasios, cafetines de puerto, tabernas de arrabal, descampados “extra muros” de la ciudad, plazas solitarias en la noche, favelas y un largo etcétera.
Esos conocimientos me vinieron muy bien en las muchas peleas que tuve en mi vida, bien en contra de mi voluntad, por cierto. No estoy orgulloso, ni presumo de ellas. Preferiría que no hubieran ocurrido. Eso sí, yo no provoqué ninguna, que recuerde; tampoco me fue posible rehuirlas.
Como tal vez le haya pasado a alguna de las personas que lean estas líneas, yo tuve desde muy pequeño una gran propensión a recibir hostias. Bofetada que se perdía, yo me la encontraba.
Todos me pegaban, como al pobre Vallejo (1), que dice en su poema “Piedra negra sobre una piedra blanca”, refiriéndose a él mismo: “…le pegaban todos, sin que él les hiciera nada; le daban duro con un palo y duro…”.
Me pasaba, también, lo que a Quevedo (2), que decía que se parecía como una gota de agua a otra a todos aquellos a quienes se esperaba de noche tras las esquinas para molerlos a palos.
Me las tuve que rebuscar. Y lo hice a conciencia. De ahí que mis recomendaciones para salir más o menos airoso de situaciones peligrosas tengan, en mi modesta opinión, entidad y fundamento, por lo menos en cierta medida.
Espero que les sean útiles a todos, hombres, mujeres –con harta frecuencia asaltadas por violadores- y niños en el caso de que se les presente una emergencia.

(1) César Vallejo, notable poeta peruano, considerado como uno de los grandes innovadores de la poesía del siglo XX.
(2) Francisco de Quevedo y Villegas, una de las luminarias del Siglo de Oro español. Gran poeta satírico.

© José Luis Alvarez Fermosel

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