jueves, 18 de diciembre de 2008

En emergencia (III)

Cómo convertir objetos en armas

Los objetos más domésticos y en apariencia más inofensivos pueden convertirse en armas letales, o casi, como un bolígrafo tipo BIC utilizado como un puñal y dirigido al cuerpo en horizontal, tendiéndose a fondo.
Hablando de puñales, ni éstos ni arma blanca alguna se usan blandiéndolos de arriba hacia abajo, como se ve en el teatro, entre otras cosas porque si nuestro blanco se desvía podemos herirnos a nosotros mismos.
Un libro –cuanto más pesado mejor- agarrado firmemente por el ángulo superior derecho y lanzado contra el puente de la nariz, de forma tal que el lomo golpée en ese lugar, es un arma ofensiva importante. También se puede asir con ambas manos –siempre del lado de las hojas- y embestir con él contra la nariz del agresor.
Quien dice un libro dice una revista que sea lo suficientemente gruesa, o un periódico enrollado dirigido a los ojos.
Un mondadientes introducido en el oído, hundiéndolo lo más que se pueda, produce daños desastrosos. Y ya que hablamos de palillos de dientes, no olvidemos que la mesa del café o del restaurante nos ofrece infinidad de posibilidades ofensivas, desde la taza de café caliente al rostro hasta una cucharada, o el contenido de un sobrecito de azúcar a los ojos, por no hablar de tenedores, cuchillos, saleros, tazas, vasos, botellas, etc.
Las patillas de las gafas contra los ojos, una manzana aplastada con fuerza contra la nariz o uno de los ojos también pueden hacer lo suyo.
En cuanto a las llaves, los mejor es agarrar una de ellas y desparrramar las otras con fuerza sobre la cara del enemigo. También se puede usar una, pero en una urgencia no es nada fácil hacer un con una llave un blanco que resulte satisfactorio.
Para que las manoplas de hierro, bronce u otro metal sean útiles hay que saber dar golpes de puño o tener nociones de boxeo.
Volvemos a lo que dijimos en una nota anterior. En un entrevero es necesario tener serenidad, conservar la mayor sangre fría que se pueda. Dominar al adversario, dándole siempre el frente, irguiéndonos sobre la punta de los pies, de modo tal que aumente nuestra estatura, que él se sienta más bajo o de cierta manera dominado.


© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“En emergencia” (II): Lo que hay que hacer
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/12/en-emergencia-ii.html)


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