viernes, 28 de agosto de 2009

La historia y la anécdota

Con la técnica del “tutti-frutti”, y como en una almoneda de puerto abierta a la recepción de pacotilla marinera y a toda suerte de heteróclita mercancía, se confunden aquí los hechos, las anécdotas, las curiosidades, los chascarrillos, los dicharachos, las grandes frases, las máximas de almanaque, informaciones e invenciones. Todo apilado sin orden ni concierto y con efluvios de folletín: como en un “bric-à-brac”.
Este fue otro de mis “hits” en la radio, uno de los más celebrados, por cierto.

El periódico comunista El Diario del Pueblo informó que un delegado de Tsingtao, provincia de Shantung (China), dijo durante una conferencia:
“Antes de que se estableciera La Nueva Sociedad, vivíamos peor que los animales. Hoy, gracias a ella, vivimos como animales”.
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El tradicional simbolismo de las estatuas ecuestres de militares: cuando todas las patas del caballo están posadas en tierra, el jinete murió de muerte natural. Dos cascos en el aire indican que el caballero falleció en el campo de batalla. Si la cabalgadura tiene sólo levantada una pata, el jinete perdió la vida después del combate, a consecuencia de las heridas sufridas en él.
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Las cebollas son, además de sabrosas y socorridas en la cocina, tema para recetas de todo tipo, incluídas las afrodisíacas. También suelen obrar prodigios como el siguiente.
Dicen que Juana de Austria, la esposa de Luis XIII de Francia, fue a pedir al santuario de Nuestra Señora de las Virtudes el milagro de quedar embarazada. Cuentan también que en esa zona de Francia las cebollas son riquísimas y que doña Ana comió de las mismas en abundancia y le llevó varias a su marido, a quien le gustaba el buen comer. Hete aquí que tiempo después nacía el futuro Luis XIV, el Rey Sol.
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El pintor francés Claude Monet, una de las figuras más sobresalientes del impresionismo, vivió apreturas económicas, como casi todo el mundo que se dedica al arte. Una vez se le ocurrió jugarse 100.000 francos a la Lotería Nacional Francesa y ganó el primer premio, con lo cual pudo dedicarse sin agobios a vagar por la campiña francesa pintando paisajes.
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Un diplomático ruso apellidado Niuoff, acreditado en Pekín (ahora Beijin) tuvo que hacer una vez un viaje bastante peligroso y, sobre todo, cansador por Mongolia. En un punto del territorio mongol, unos rudos jinetes le ofrecieron hospitalidad a él y su comitiva y le hicieron probar, entre otras cosas, un tazón de té con leche y algunos granos de sal, constumbre que todavía perdura en la zona, dicho sea de paso.
Después de unos días Niuoff continuó su viaje y, al cabo de otro largo trecho, se acordó de la bebida con que le habían invitado sus anfitriones. Hizo otro alto en el camino y, para ahorrar el poco café que llevaba, se le ocurrió mezclarlo con leche y en lugar de añadirle sal, que no tenía, lo endulzó con miel.
Así que el café con leche, como tantas otras comidas y bebidas, surgió por la reacción de una persona ingeniosa acicateada por la necesidad. A todo esto, corría el año 1650.
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En el Museo Rocamora de Barcelona hay una interesante colección de guantes, abanicos y medias antiguas de mujer y de hombre.
En el Museo del Calzado, también en Barcelona –que está en la plaza de San Felipe Neri, en pleno barrio gótico- puede observarse la evolución del zapato desde la antigüedad hasta nuestros días.
En París, en el Museo de la Mujer, en Neully sur Seine, hay una respetable cantidad de guantes, abanicos, corsés y otras prendas que pertenecieron a mujeres famosas como María Antonieta, Sara Bernardt, Edith Piaf y bailarinas y cortesanas como Liane de Pougy, Cleo de Mérode, Mata Hari, etc. Es sumamente agradable visitarlo por el cuidado casi fetichista con que lo lleva su conservador, Jacques Daniot, un célebre anticuario de la Rive Gauche.
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Reinaba en España Carlos IV, o mejor dicho su mujer, María Luisa de Parma y el intrigante Godoy, valido del rey, quien pactó con Napoleón Bonaparte el reparto de Portugal en virtud del tratado de Fointainebleau y consintió el paso de los ejércitos franceses por España.
Juan VI de Portugal tuvo que embarcarse para Brasil, dejando su reino en poder de las tropas napoleónicas.
Al poco tiempo, otro ejército de 100.000 hombres, capitaneado por el general Murat, penetró en España y ocupó las principales plazas… en son de amistad, pero abrigando otra idea, naturalmente.
Carlos IV comprendió al fin la gravedad de la situación e intentó huir de España, en una actitud poco o nada gallarda.
Eso y las intrigas de Godoy, de quien el pueblo español abominaba, fue causa de que el rey abdicara en su hijo Fernando VII (1808).
Napoleón llamó a la familia real española a la ciudad francesa de Bayona, con el pretexto de poner paz en la corte; pero una vez traspasada la frontera hispanofrancesa hizo renunciar a Carlos y a Fernando al trono de España, en el que instaló a su hermano, José Bonaparte, a quien los madrileños llamaron enseguida “Pepe Botella”, debido a una supuesta afición a la bebida de este personaje.
Tamaña felonía indignó al pueblo español, que se alzó en armas como un solo hombre en defensa de su independencia, convocado por el alcalde del vecino pueblo de Móstoles, Andrés Torrejón.
El 2 de mayo de 1808 estalló en Madrid el primer levantamiento popular contra la invasores. La guerra duró seis años y demostró a Europa que Napoleón no era invencible.
Una de las primeras batallas que se ganaron a los franceses fue la de Bailén (en Jaen, Andalucía, sur de España), en 1808. En ella se destacó por su denuedo el teniente coronel José de San Martín.
El general Dupont, que mandaba las tropas francesas, dijo a su enemigo español, el general Castaños, al rendirle su espada: “¡Tomad esta espada vencedora en cien batallas!”. Castaños la recibió y respondió modestamente: “Pues señor, ésta es la primera que yo gano”.
Ganada la que en España se llamó Guerra de la Independencia a los franceses, éstos se retiraron de la Península Ibérica, con un abatido Bonaparte que salió de Madrid a caballo por Chamartín de la Rosa con la cabeza gacha, como le muestra un grabado de la época.

© José Luis Alvarez Fermosel

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