El gato pugilista es una maravilla. ¡Hay que ver, no ya con qué agilidad –propia de su especie-, sino con qué técnica lanza la derecha en jab y dobla con la izquierda en gancho!
Boxea con la guardia cambiada porque es zurdo, es decir, que tiende la derecha en punta para el jab y propina el gancho con la izquierda, en vez de hacerlo al revés, como los boxeadores diestros.
¡Cómo hubiera querido uno, cuando practicaba este noble deporte –tan injustamente denostado-, ser afortunado poseedor de una agilidad, una precisión y una técnica como la del minino que hace sombra frente al televisor! (Hacer sombra,en términos pugilísticos, es boxear contra la propia sombra, o más técnicamente, en inglés, hacer shadow boxing).
¡Qué bien le irá a ese gato en sus peleas nocturnas con sus congéneres para lograr los favores de las gatas, si es un gato golfo que sale de noche a parrandear por los tejados!
Los animales, no nos cansaremos de decirlo, son estupendos y nos dan constantemente muchas lecciones a los seres humanos.
Lo que no nos imaginábamos es que también podían enseñarnos a boxear -por lo menos los gatos, por lo menos un gato-, y a los que ya sabemos ayudarnos a perfeccionar nuestro estilo. Tiene madera de campeón.
Con los animales, esas deliciosas criaturas, nunca se sabe. Donde menos se piensa salta la liebre.
© José Luis Alvarez Fermosel
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