Criticamos a los chicos –entiéndase: a los adolescentes; los de 20, 30 y 40 ya no son chicos, son grandes-.
Criticamos a quienes vemos errados, despendolados, insensibles, sin base, sin preocupación por el futuro: su futuro.
Pero también hay chicos con la cabeza en su sitio y la sensibilidad a flor de piel, que van por la vida a paso firme y ven cosas que quizás nosotros, los mayores, no veamos, porque no nos asomamos por la ventanilla del tren que nos lleva por un camino pedregoso, surcado por zanjas, con cardos con espinas, con barro y alimañas, pero también con bellas flores silvestres, hombres y mujeres que trabajan en el campo, caballos –animal noble si los hay- y niños que juegan con perros: paisajes y gentes con melodía.
Tal vez una clave para nosotros, los adultos, los mayores, sea sacar a relucir de tanto en tanto ese niño que dicen que todos tenemos en un rincón del corazón.
Sobre este tema, que a lo mejor es el del reencuentro del hombre con el hombre: un tema serio, actual, que no por ello deja de prestarse a disquisiciones poéticas, escribe Eugenia Villegas una carta al director del diario La Nación de Buenos Aires, publicada en la sección Cartas de Lectores el 6 de agosto de 2009. Son unos párrafos entrañables bajo el título Volver a ser Chico. Los transcribimos a continuación sin poner ni quitar ni una coma.
Criticamos a quienes vemos errados, despendolados, insensibles, sin base, sin preocupación por el futuro: su futuro.
Pero también hay chicos con la cabeza en su sitio y la sensibilidad a flor de piel, que van por la vida a paso firme y ven cosas que quizás nosotros, los mayores, no veamos, porque no nos asomamos por la ventanilla del tren que nos lleva por un camino pedregoso, surcado por zanjas, con cardos con espinas, con barro y alimañas, pero también con bellas flores silvestres, hombres y mujeres que trabajan en el campo, caballos –animal noble si los hay- y niños que juegan con perros: paisajes y gentes con melodía.
Tal vez una clave para nosotros, los adultos, los mayores, sea sacar a relucir de tanto en tanto ese niño que dicen que todos tenemos en un rincón del corazón.
Sobre este tema, que a lo mejor es el del reencuentro del hombre con el hombre: un tema serio, actual, que no por ello deja de prestarse a disquisiciones poéticas, escribe Eugenia Villegas una carta al director del diario La Nación de Buenos Aires, publicada en la sección Cartas de Lectores el 6 de agosto de 2009. Son unos párrafos entrañables bajo el título Volver a ser Chico. Los transcribimos a continuación sin poner ni quitar ni una coma.
© José Luis Alvarez Fermosel
"Me gusta observar a la gente y pensar que atrás de cada rostro hay una historia, una familia, tristezas y alegrías. Miro por la ventana del colectivo. El paisaje se repite constantemente, avanzo y siempre encuentro lo mismo: rostros tristes, preocupados, sin motivaciones, simplemente transitando por la vida; pero, a lo lejos, algunas personas sobresalen, brillan más, y observo que el paisaje cambia, hay sonrisas, niños saliendo de la escuela, esperando ver el cálido rostro de su madre.
"Risas que brotan, sumamente contagiosas. Viven, sienten, aman.
"Me pregunto: ¿por qué la gente grande cuando crece olvida ser niño y olvida reírse, alegrarse?, ¿se transforman? Me animo a desafiar la biología y digo que las personas no crecen, decrecen.
"A medida que van aumentando de tamaño, el corazón se vuelve más pequeño, decrecen en sentimientos, las alegrías, el amor. Se olvidan de jugar, se olvidan las reglas, no se animan, están llenos de miedos, de inseguridades que no les permiten ser.
"Yo le digo a las personas que se animen a ser un poco menos adultos y empiecen a ser más niños. Y así poder vivir los días de su vida."
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