miércoles, 19 de septiembre de 2012

La revolución de la pólvora


 
“Las armas son necesarias,
pero naide sabe cuándo;
ansina, si andás pasiando,
y de noche sobre todo,
debés llevarlo de modo
que al salir, salga cortando."
(“Martín Fierro”, de José Hernández)

En el principio fue la pólvora. Los chi­nos la usaban para sus fuegos artifi­ciales. Pero cuando llegó a manos de los árabes y los europeos éstos la utilizaron con propósitos bélicos, se inició la era de las armas de fuego y las guerras se sofisticaron y se hicieron más mortíferas, así como los atentados terroristas, por explosivos como el Semtex, el C4 y otros que dejaron a la pólvora, e incluso a la dinamita, en pañales, por no hablar de la cohetería -no precisamente verbenera-, los misiles, la energía atómica, las armas de destrucción masiva…
Se arrinconó la noble espada de los duelos caballerescos; la tizona toledana en cuya hoja campeaba la leyenda: “No me saques sin razón ni me envaines sin honor”.
El facón del gaucho quedó para pinchar chorizos en los asados.
Las lanzas de las cargas de caballería de las guerras románticas –si es que alguna guerra puede ser calificada así-, las de los lanceros bengalíes (1) y las tacuara ya no se ven más que en los museos.
Las armas de fuego tornaron inútiles destrezas como la esgrima, el lanzamiento de boleadoras, de búmeran y todas las artes de defensa y ataque con y sin armas blancas. También equilibraron los tantos. Inmediatamente después de que Samuel Colt inventó el revólver empezó a decirse que Dios hizo los hombres y Colt los hizo iguales.

Arte e historia

Desde el comienzo hubo artesanos especializados en la aplicación de elemen­tos decorativos a los componentes de las armas de fuego largas y cortas: cañón, sistema de ignición, caja y guarnición.
En 1541 Wolf Danner, maestro pro­bador del entonces recién constituido ser­vicio de control de armas de Nüremberg (Alemania), fabricó el arcabuz de rueda para el rey Gustavo I Vasa de Suecia, Tanto el cañón octogonal como la platina se decoraron con motivos florales.
Las armas de fuego empezaron a alige­rarse a principios de siglo XVIII. La pólvora de mejor calidad permitió acortar los cañones. Otros avances aceleraron la tarea de carga y a redujeron los riesgos de explosiones.
Como la posición elevada de los percutores provocaba acci­dentes, hacia 1870 se ideó la escopeta hammerless (sin martillo), en la que el mecanis­mo de percusión estaba en el
Interior del arma.

La pistola primitiva

La pistola primitiva era una especie de arcabuz corto con el que se tiraba apoyan­do la culata en medio del pecho; adoptó progresivamente una forma cada vez más oblicua y curvada para facilitar su sujeción manual.
En el siglo XVII se popularizó un modelo de rueda, antecesor del revól­ver, con un depósito cilindrico giratorio. La usó la caballería de casi todos los paí­ses europeos. El sable fue perdiendo importancia ante las pistolas de arzón y la tercerola. Por fin, a comienzos del siglo XX, apareció la pistola semi automática con car­gador.
Varios apellidos están asociados a la evolución de las armas de fuego. Entre ellos figuran los del estadounidense John Moses Browning, hijo de un fabricante de cañones, que construyó un fusil con siste­ma de carga por la recámara y una pistola semi automática de 7,65 milímetros de calibre.

El Winchester 73

El inglés O. F. Winchester creó el fusil de repetición y el modelo 73 (2) a percusión anular, que tanto se dispararon en la guerra entre blancos e indios, en la América del Norte.
Otro nombre famoso en la conquista del Lejano Oeste americano fue el de Samuel Colt. Este ingeniero norteamericano talló en madera el prototipo de un revólver que tendría varias cámaras para los cartuchos y un cilindro giratorio para disparar los proyectiles mediante un gatillo y un per­cutor.
A su compatriota Philo Remington se debe un fusil precursor de los que se cargaron por la culata. Muy difundido entre los ejércitos de varios países, tuvo su bautismo de fuego en la estadounidense Guerra de Secesión (1861-1865)
Su inventiva no se agotó en el terreno de las armas. Su máquina de coser simplificó el trabajo de costureras y modistas y las modificaciones que intro­dujo a la de escribir cambiaron para siem­pre la vida de periodistas y literatos, como la ha cambiado ahora la computación.

La ideología de la violencia

El desarrollo armamentístico alcanzó en los últimos tiempos niveles pavorosos y fue el catalizador y mantenedor de la Guerra Fría. Los pacifistas sueñan con el desarme mundial y la aplicación de las armas de fuego más sencillas a fines deportivos.
El profesor de ética y polígrafo Fernando Savater, uno de los intelectuales españoles más influyentes del momento, abomina de la ideología de la violencia en su ensayo “Sin armas contra las armas”, calificándola de detestable y repugnante.
Se trata –especifica Savater- de la ideología de quienes cuentan los cañones y las bombas del enemigo para avalar los suyos (o para aumentar su número), la de quienes no ven en el adversario más que la hostilidad que encarna (en su uniforme, en sus creencias, incluso su nacionalidad), y no la humanidad básica que a él nos hermana, la de quienes dicen estar dispuestos a morir por sus ideas sólo para conseguir una  coartada que les permita matar por ellas”.

(1) Alusión a la película “Tres lanceros bengalíes”, dirigida por Henry Hathaway en 1934, protagonizada por Gary Cooper, Franchot Tone y Richard Cromwell y ganadora del Oscar en 1936 a la mejor asistencia de dirección (Clem Beauchamp y Paul Wing). La película narra las aventuras de tres amigos inseparables, soldados del 41 Regimiento de Lanceros de Bengala estacionado en la frontera noroeste de la India cuando se hallaba bajo el dominio colonial británico.
(2) En 1950 se filmó la película “Winchester 73”, perteneciente al género “western”, que dirigió Anthony Mann con James Stewart como actor principal. En ella aparecieron por primera vez Rock Hudson y Tony Curtis.

© José Luis Alvarez Fermosel


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