viernes, 14 de septiembre de 2012

La melodía misteriosa



Faetón fue un personaje de la mitología griega, hijo de Climena y de Tetis. Febo le dejó  conducir el carro de fuego del sol, aconsejándole que fuera prudente, ya que del carruaje tiraban fogosos corceles.
Faetón se apartó de la senda trazada, se aproximó demasiado a la tierra y se quemaron cosechas, árboles y se secaron ríos y lagos. Después se elevó más de lo prudente y todo a su alrededor murió de frío. Faetón mismo pereció alcanzado por un rayo que le lanzó Júpiter y se precipitó en el río Erídamo, en cuyo fondo hallaría su morada eterna, pero Apolo le convirtió en cisne.
Un coche de caballos descubierto, de cuatro ruedas, alto y ligero, tomó el nombre del temerario personaje y se llamó faetón, con f minúscula.
Lo que verdaderamente cuenta, en materia de arte y no de curiosidades, es que el gran músico frances Camille Saint Säens eligió el mito griego para escribir el poema sinfónico “Phaeton” en 1833, y así quedó inmortalizado el nombre del dios mitológico. El tipo de coche   llamado faetón, por lo menos el de caballos, hace mucho que dejó de rodar por el mundo.
Volvemos a lo anecdótico para recordar que con un fragmento de esa obra se compuso “La melodía misteriosa”, que se pasaba todos los sábados por la noche en el programa Cabalgata de Fin de Semana de Radio Madrid, presentado por el locutor y animador chileno afincado en Madrid, Bobby Deglané.
Para ganar un sustancioso premio en pesetas había que adivinar cuál era la melodía enmascarada por los músicos de la emisora.
Ganó el premio la primera vez una señora muy mayor que había sido profesora de piano y conocía al dedillo la obra de Saint Säens.
Desvelado el misterio se planteaba otro con otra melodía -no menos enigmática que la anterior-, que quedaba en antena.
Camille Saint Säens no fue ajeno al misterio: escribió una obra de filosofía titulada “Problèmes et Mystères”.

Un niño prodigio

Saint Säens fue un niño prodigio que aprendió a leer y escribir a los tres años. A los cinco compuso su primera obra, la canción “Le soir” y se dedicó a analizar “Don Juan”, utilizando la partitura completa, no la reducción al piano.
A los siete años leía latín, estudiaba con aprovechamiento botánica, entomología, arqueología y astronomía –fue miembro de la Sociedad Astronómica de Francia-. A esa edad comenzó su educación musical propiamente dicha. A los diez años se presentó por primera vez en un escenario.
En su primer recital de piano ofreció tocar de memoria cualquiera de las treinta y dos sonatas de Beethoven.
Su música llegó a Estados Unidos. La Musical Gazette de Boston escribió el 3 de agosto de 1846: “En París hay un niño llamado Camille Saint Säens, que sólo tiene diez años y medio y toca la música de Handel, Bach, Mozart, Beethoven y los maestros más modernos sin tener ante él  ninguna anotación”.
Saint Säens, además de compositor y virtuoso del piano y el órgano, fue un eximio organista –el mejor del mundo, según Listz-, que tocó durante muchos años el órgano en La Madelaine. Fue uno de los primeros musicólogos y un crítico incisivo. Excelente matemático, probó fortuna con la dramaturgia y la poesía. Escribió sobre acústica y ciencias ocultas. Fue el primero de los grandes compositores que escribió música para cine
Temperamento enérgico y batallador, fundó con Romain Bussine en 1871 la Société Nationale de Musique, orientada al fomento de la ejecución y difusión de la nueva música francesa.

Ecléctico y progresista

Estilísticamente se le considera un ecléctico, aunque no faltaron quienes le calificaron de archiconservador. Se alió, sin embargo, con progresistas como Listz y Schumann. De cualquier modo, durante su larga vida –del 9 de octubre de 1835 al 16 de noviembre de 1921- abarcó muchas de las revoluciones musicales e hizo sus propios aportes.
Charles Camille Saint Säens fue un músico singular y polifacético: compositor, pianista, organista, director de orquesta, profesor. Escribió música de gran belleza, caracterizada por su claridad, proporción, armonía y precisión.
Defendió a ultranza el poema sinfónico y la música absoluta. Dotado para componer música del estilo de otras culturas y otras épocas, escribió un concierto egipcio, una suite argelina, una rapsodia bretona, canciones persas, caprichos rusos y árabes y barcarolas portuguesas.
La principal de sus 12 óperas fue “Sansón y Dalila”. Quizás la más conocida de sus 400 obras sea el poema sinfónico “La danza macabra”.
Añádanse cinco conciertos para piano, tres conciertos para violín, dos conciertos para violoncelo, el oratorio “El diluvio” y el “Carnaval de los animales”, de donde proviene “El cisne”.
Fue, desde luego, el autor de… “La melodía misteriosa”, o al menos de una de ellas: “Phaeton”.

© José Luis Alvarez Fermosel

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