Faetón fue un
personaje de la mitología griega, hijo de Climena y de Tetis. Febo le dejó conducir el carro de fuego del sol, aconsejándole
que fuera prudente, ya que del carruaje tiraban fogosos corceles.
Faetón se apartó de
la senda trazada, se aproximó demasiado a la tierra y se quemaron cosechas,
árboles y se secaron ríos y lagos. Después se elevó más de lo prudente y todo a
su alrededor murió de frío. Faetón mismo pereció alcanzado por un rayo que le
lanzó Júpiter y se precipitó en el río Erídamo, en cuyo fondo hallaría su
morada eterna, pero Apolo le convirtió en cisne.
Un coche de caballos
descubierto, de cuatro ruedas, alto y ligero, tomó el nombre del temerario personaje
y se llamó faetón, con f minúscula.
Lo que
verdaderamente cuenta, en materia de arte y no de curiosidades, es que el gran
músico frances Camille Saint Säens eligió el mito griego para escribir el poema
sinfónico “Phaeton” en 1833, y así quedó inmortalizado el nombre del dios mitológico.
El tipo de coche llamado faetón, por lo
menos el de caballos, hace mucho que dejó de rodar por el mundo.
Volvemos a lo anecdótico
para recordar que con un fragmento de esa obra se compuso “La melodía
misteriosa”, que se pasaba todos los sábados por la noche en el programa
Cabalgata de Fin de Semana de Radio Madrid, presentado por el locutor y
animador chileno afincado en Madrid, Bobby Deglané.
Para ganar un
sustancioso premio en pesetas había que adivinar cuál era la melodía
enmascarada por los músicos de la emisora.
Ganó el premio la
primera vez una señora muy mayor que había sido profesora de piano y conocía al
dedillo la obra de Saint Säens.
Desvelado el
misterio se planteaba otro con otra melodía -no menos enigmática que la
anterior-, que quedaba en antena.
Camille Saint Säens
no fue ajeno al misterio: escribió una obra de filosofía titulada “Problèmes et
Mystères”.
Un niño prodigio
Saint Säens fue un
niño prodigio que aprendió a leer y escribir a los tres años. A los cinco compuso
su primera obra, la canción “Le soir” y se dedicó a analizar “Don Juan”,
utilizando la partitura completa, no la reducción al piano.
A los siete años
leía latín, estudiaba con aprovechamiento botánica, entomología, arqueología y
astronomía –fue miembro de la Sociedad Astronómica de Francia-. A esa edad
comenzó su educación musical propiamente dicha. A los diez años se presentó por
primera vez en un escenario.
En su primer recital
de piano ofreció tocar de memoria cualquiera de las treinta y dos sonatas de
Beethoven.
Su música llegó a
Estados Unidos. La Musical Gazette de Boston escribió el 3 de agosto de 1846: “En París hay un niño llamado Camille Saint
Säens, que sólo tiene diez años y medio y toca la música de Handel, Bach,
Mozart, Beethoven y los maestros más modernos sin tener ante él ninguna anotación”.
Saint Säens, además
de compositor y virtuoso del piano y el órgano, fue un eximio organista –el
mejor del mundo, según Listz-, que tocó durante muchos años el órgano en La
Madelaine. Fue uno de los primeros musicólogos y un crítico incisivo. Excelente
matemático, probó fortuna con la dramaturgia y la poesía. Escribió sobre
acústica y ciencias ocultas. Fue el primero de los grandes compositores que
escribió música para cine
Temperamento
enérgico y batallador, fundó con Romain Bussine en 1871 la Société Nationale de
Musique, orientada al fomento de la ejecución y difusión de la nueva música
francesa.
Ecléctico y
progresista
Estilísticamente se
le considera un ecléctico, aunque no faltaron quienes le calificaron de
archiconservador. Se alió, sin embargo, con progresistas como Listz y Schumann.
De cualquier modo, durante su larga vida –del 9 de octubre de 1835 al 16 de
noviembre de 1921- abarcó muchas de las revoluciones musicales e hizo sus
propios aportes.
Charles Camille
Saint Säens fue un músico singular y polifacético: compositor, pianista,
organista, director de orquesta, profesor. Escribió música de gran belleza,
caracterizada por su claridad, proporción, armonía y precisión.
Defendió a ultranza
el poema sinfónico y la música absoluta. Dotado para componer música del estilo
de otras culturas y otras épocas, escribió un concierto egipcio, una suite
argelina, una rapsodia bretona, canciones persas, caprichos rusos y árabes y
barcarolas portuguesas.
La principal de sus 12
óperas fue “Sansón y Dalila”. Quizás la más conocida de sus 400 obras sea el
poema sinfónico “La danza macabra”.
Añádanse cinco
conciertos para piano, tres conciertos para violín, dos conciertos para
violoncelo, el oratorio “El diluvio” y el “Carnaval de los animales”, de donde
proviene “El cisne”.
Fue, desde luego, el
autor de… “La melodía misteriosa”, o al menos de una de ellas: “Phaeton”.
© José Luis Alvarez Fermosel
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