Hay que tener mucho cuidado con los tontos, porque los protege Dios.
Esta es una de las
tantas sentencias del pueblo, que sabe más que Lepe, Lepijo y su hijo. Con
ésta, otras por el estilo, refranes, aforismos, dicharachos y ese además tan
largo que se saca oportunamente de la manga, conceptúa el idioma y lo
salpimenta.
En otro orden de
cosas, tampoco conviene ser bueno. Si los buenos somos inferiores a los malos
en cantidad, que lo somos, nos exponemos a que nos muelan a palos. Los
sarracenos u otros de cualquier raza. La apostilla en verso que sigue, de todos
conocida, reafirma con singular contundencia el aserto anterior.
Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
porque Dios protege a los malos
cuando son más que los buenos.
De modo que hay que
entontecerse, por así decirlo, por todos los medios; y ser más malo que bueno,
a fin de no estar desprotegido. La indefensión es muy perjudicial.
Un gran sabio,
Salomón, dijo por su parte: “Stultorum
numerus infinitum est”, que
traducido del latín significa que el número de tontos es infinito.
Ahora bien, ser
tonto no quiere decir no ser vivo. Métele un dedo en la boca a un tonto y verás
como te lo muerde.
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
No hay comentarios:
Publicar un comentario