El director de cine
Fernando Trueba, probablemente enfadado por algún comentario que le hizo el
crítico Diego Galán y no le gustó, le arrojó un cubo de agua en San Sebastián,
en las provincias vascongadas, al norte de España.
El profesor de ética,
pensador, ensayista y polemista Fernando Savater, amigo de Trueba y de Galán y
sabedor del incidente, escribió acerca de él un artículo titulado “La crítica
al cubo” que incluyó en su compilación de ensayos “Saber vivir”, editada por
Ariel.
Reproduzco partes de
un párrafo que no tiene desperdicio; y lo hago con tanto más agrado cuanto que
a mí tampoco me gustan las bromas pesadas.
Los más benévolos consideran que tirar un cubo de agua a un señor es
una broma de mal gusto. Confieso que a mí todas las bromas me parecen de mal gusto. Detesto las
inocentadas, las novatadas de cuartel o colegio mayor, las estúpidas gracias
del chistoso que se divierte con el desconcierto o el azoro del prójimo (…) La
vida ya es lo suficientemente imbécil de por sí como para que encima un pelma
se dedique a imitar a Dios y juegue a tomarle
a uno el pelo. Hago constar esta disposición de mi ánimo para que se vea que no
es por el lado de la posible jocosidad del asunto por el que voy a defender la
agresiva mojadura. Pero hay que reconocer que en cuanto ataque físico al
vecino, el cubazo de agua es de los más suaves. ¡Ojalá sustituyera al resto de
las armas que por el mundo corren! Si se generalizase el chapuzón como
herramienta de combate, las costumbres bélicas de los humanos se aliviarían
notablemente. ¡Ahí es nada, sustituir la lucha por la ducha! Imagínense, por
ejemplo, en qué colosales baños, pero no de sangre, se resolverían los
bombardeos (…) ¿Y qué me cuentan ustedes de los atentados? Figúrense que un día
leyesen la siguiente noticia en primera plana: “El general Perengánez sufre
un vil atentado. Al salir de su despacho en el Alto Estado Mayor, el general Perengánez
fue asaltado por un comando terrorista; uno de los agresores, convenientemente
encapuchado, le vació un sifón en las mismísimas condecoraciones, mientras un
cómplice le soplaba con alevosía un matasuegras a la oreja. El ilustre soldado
se encuentra ya afortunadamente repuesto y con la muda limpia, pero ha hecho
público que a partir de ahora tomará el vermut siempre seco. La paternidad del
crimen la han reclamado, por un lado, los guerrilleros de la Doble A
(Aguafiestas Antimilitaristas) y por otro los terroristas de ETA (Enfriamiento
Total Arbitrario)”. Pienso que así comenzará algún día el auténtico mundo
feliz.
© Por la transcripción: J. L.
A. F.
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