Este año maldito
para los artistas cobró otra víctima: la excepcional bailarina y coreógrafa
Olga Ferri, que nos deja después de haber iluminado los escenarios, siendo algo
así como la quintaesencia de la danza, durante muchos años.
Luego se dedicó a la
enseñanza y de su escuela salieron primeras figuras.
Era, además, un
magnífico ser humano, paciente, bondadoso, amable, modesto, incapaz de hacerle
el menor mal a nadie.
Se quedan los malos,
lo decimos siempre que se va alguien como Olga Ferri, a quien recordaremos
siempre con admiración, gratitud y afecto. Nos hizo pasar muy buenos momentos
con su arte, su carisma y su donaire.
Los buenos se van,
sí; los buenos artistas, las buenas personas. Se nos dirá que Olga Ferri era
muy mayor –no lo era, para estos tiempos-. Se nos dirá que todos, buenos y
malos, nos tenemos que ir más tarde o más temprano. Verdades de Pero Grullo,
que a la mano cerrada le llamaba puño.
No por eso podemos
dejar de lamentar profundamente, hoy y aquí, la desaparición, tan repetida en
los últimos tiempos, de la bella gente.
© José Luis Alvarez Fermosel
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