Otro buen artista y
buen ser humano que deja este mundo.
Leonardo nos abandona
con pena y con gloria.
Hacía muchas cosas,
entre ellas le cantaba a la vida. Era de hacer bien lo que hay qué hacer, a
diferencia de tanto mal principiante profesional y de tanto pedante que no ve
tres en un burro y presume de tener la vista larga.
Este año está siendo
terrorífico para los artistas. Cuando en sus últimos días se haga el trágico
recuento de los que se llevó la Desnarigada, se nos pondrán los pelos de punta.
Ni uno solo de los que desaparecieron –algunos todavía jóvenes- era mala gente.
Los malos –no nos cansaremos de repetirlo- siguen vivos, encumbrados y
poderosos, instalados con prepotencia en sus sitiales, perjudicando a cuantos
pueden. La vida es cada vez más injusta y más cruel.
Algunos no querían a
Leonardo Favio. Muchos le envidiaban. Yo lo entrevisté una vez, recién llegado
a Buenos Aires. No pudo ser más considerado, más gentil. Después sólo vi en la
televisión y alguna vez me crucé con él en una fiesta.
Ahora se ha ido para
no volver, él también, formando parte de un espeluznante desfile. Las buenas
personas le lloran.
© José Luis Alvarez Fermosel
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