miércoles, 31 de octubre de 2012

¿Qué vino, qué verdad?



En el vino, la verdad. Sí, pero ¿qué vino?
¿Los varietales –hechos de un solo tipo de uva- tan exportables, tan redituables? ¿El mítico, ya más que emblemático Malbec, que está en todos los supermercados, vinerías, vinotecas, restaurantes y bodegas privadas?
Es claro, no puede desaprovecharse la inmensa cantidad de hectáreas que tiene Argentina para el cultivo de la uva Malbec. Hay que elaborar el vino y sacarlo cuanto antes de los tanques para venderlo “intra muros” y “extra muros” del país. La publicidad abierta y encubierta que se hace del Malbec es colosal. Como que nos lo han metido en el cerebro.
Hace algunos años, el periodista especializado en gastronomía Dereck Foster, columnista de “The Buenos Aires Herald”, dijo un día en una fiesta: “Se viene el Malbec, ¿no?”
Se vino el Malbec; es más, se puso de moda y, por si fuera poco, a la moda le siguió inmediatamente el “marketing”, lo cual subió las ventas a la estratosfera.
¿Estará la verdad en el Malbec y otros muchos vinos que antes eran rojos y ahora son negros como la tinta y dejan la copa manchada de violeta? ¿O en los que ciertos catadores aseguran que tienen aroma de caléndula, resina, creosota, regaliz, anacardos, ipecacuana, alcachofa quemada, cuero encerado…?
¿Estará la verdad en los vinos cuyos precios oscilan en las cartas de los restaurantes entre los 1000 y los 5000 pesos la botella?
Los supermercados –por lo menos los de barrio- no suelen vender vinos de más de 700 pesos la botella. Un día me lo explicó una boliviana: “¡Nos daría vergüenza! Además, ¿quién compra vino a ese precio?”
Los vinos de la bodega López fueron siempre muy buenos, al menos para mí. Desde el Chateau Montchenot hasta el entrañable Vasco Viejo, que hasta que le cambien el color seguirá siendo uno de los vinos baratos que conserven cierta dignidad. Se ve mucho ahora, y no sólo en los bodegones.
Es el vino que más pide la gente no perteneciente a la paquetería “cool” ni al tilingaje ilustrado y que tiene la billetera más fláccida.
¡Ah, pero el Malbec…!

© José Luis Alvarez Fermosel

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