sábado, 13 de octubre de 2012

"Casablanca", según pasan los años



Otra vez “Casablanca” en las pantallas de cine. Un clásico que nunca dejará de serlo. Veremos qué aceptación tiene entre los más jóvenes.
Pocas películas fueron tan vistas y tan aclamadas desde su estreno en el teatro Hollywood de Nueva York, el 16 de noviembre de 1942.
¿Por qué su encanto perduró, resistiendo el paso de las décadas, hasta convertirse en mito?
No faltan las respuestas, entre ellas la que se apoya en el carisma intemporal del filme, el guión, hecho a saltos de cigarra pero que al final resultó, el estupendo reparto y el mensaje cargado de emoción, capaz de conmover al público de cualquier época.
La vimos por primera vez –de chicos- en el cine Cristal de Madrid, cerca de la glorieta de Cuatro Caminos, muchos años después de su estreno. Y desde entonces no hemos dejado de verla, pues se reestrena cada tanto. Además, la tenemos en DVD, naturalmente. La veremos por enésima vez ahora, que acaban de reponerla.
Todos guardamos los datos en nuestros archivos y nuestras memorias. Recordemos algunos, sin embargo.
La película –ganadora de tres Oscar- fue producida por la Warner Bros. Su productor ejecutivo fue Hale Wallis, la dirigió Michel Curtiz, un húngaro emigrado que se llamaba en realidad Mijail Kertes, el guión se debió a Julius J. y Phillip G. Epstein y Howard Koch, la música a Max Steiner y la fotografía a Arthur Edeson. Dooley Wilson cantaba “Según pasan los años”, esa inolvidable melodía que hoy parece insustituible. El narrador fue Lou Marcello y la cinta, como se decía entonces, dura 102 minutos.
El reparto merece párrafo aparte. Los protagonistas fueron Ingrid Bergman, en el apogeo de su primera etapa americana, después de sus triunfos en Europa, y Humphrey Bogart, el duro “Bogey”, que sigue vivo, mas no como un frío ejercicio para memoriosos, sino como la imagen obsesiva de la hombría, que no tiene, por cierto, una repercusión pasajera.     
Bogart no fue sólo un astro, sino un  hombre valiente, un tipo singular que vivió y murió con arreglo a sus propios códigos. “Era un héroe de Hemingway en carne viva”. La definición de Joe Hymas, uno de sus mejores biógrafos, es exacta. “Bogey” conformó un modelo de hombre cuya cualidad más definida fue tal vez la lucidez, sublimada hasta la amargura.
Volviendo al “casting”, no podemos dejarnos en el tintero los nombres de Paul Henreid, Claude Rains, Conrad Veidt, Peter Lorre y Sidney Greenstreet. Casi todos ellos trabajaron después con Humphrey Bogart en otras películas que pasaron sin pena ni gloria.

Nadie dice “Play it again, Sam”

“Casablanca” es una película demasiado mítica -pero a lo grande- como para añadirle pequeños mitos de andar por casa, o topicazos. No se dice, nadie dice en ningún momento “Play it again, Sam”, como se ha repetido recalcitrantemente.
Cuando Rick se dirige al pianista (Dooley Wilson) para pedirle que interprete otra vez la canción “As time goes bay”, le dice textualmente: “Play it!”, “¡Tócala!”. Y añade: “La tocaste para ella, puedes tocarla para mí”.
No podía faltar la anécdota, hablando de Bogart y de “Casablanca”. Hace muchos años, en un almuerzo de periodistas largo y bien regado a alguien se le ocurrió fundar el Club Amigos de Humphrey Bogart, un pretexto -¡cómo si lo necesitáramos!- para reunirnos de vez en cuando a tomar unos whiskies y hablar de cine.
La idea prosperó después de la comida, lo cual no suele ocurrir, y nos reunimos algunas veces más, e incluso recaudamos entre todos un dinerín que le dimos a uno de los futuros miembros del futuro club para que comprara, o alquilara viejas películas de Bogart y alguna otra cosa. Desapareció con el dinero y no lo vimos más, ni a él ni al dinero, claro. Así que el club se cerró antes de abrirse.
En fin, que me parece que he escrito algo que todo el mundo sabe, porque todo el mundo vio  “Casablanca”, así como todo el mundo iba al “Café Americain” de Rick.
Quizás quede alguno de los más jóvenes que no la haya visto aún y aproveche ahora que la dan de nuevo para verla y para entender que, como dijo Jorge Auditore, las  alternativas de su filmación y el surgimiento de la idea -¡ni qué hablar de la elección de los actores!-,  constituyen, en sí mismas, una historia tan fascinante como la de sus personajes: seres entrañables que se mueven entre el amor y la lealtad.

© José Luis Alvarez Fermosel

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