La pareja es de una
distinción verdaderamente notable. Hacía tiempo que no se veía a nadie
parecido, en ningún sitio. Nada tan opuesto al esnobismo, la cursilería y el
tilingaje dominantes.
Los dos son muy
mayores. Ella viste un traje negro de corte impecable, con botones que parecen
hechos de tagua (1). Un reloj sencillo pero caro. Puede ser un Zenith. Unas
pulseras de plata muy originales.
El lleva una
chaqueta de género a cuadros Ghen Urquhart en tonos verdes y azules, tan
inglesa que podía haber sido comprada en Savile Row (2); la camisa es de un
delicado color verde agua y el pantalón más oscuro; desde donde estoy yo no
puedo ver los zapatos de ninguno de los dos, pero seguramente están acordes con
las respectivas “tenues”. Prendas caras, exclusivas, magníficamente llevadas.
Los dos fueron
rubios de jóvenes, se nota enseguida. Ella lleva ahora el pelo teñido del mismo
color, o parecido al de su juventud. El luce airosamente su pelo blanco,
todavía abundante, más bien corto. Los dos tienen los ojos muy claros.
Han pedido café. El
se lleva la taza a la boca con mucha lentitud. Ella está muy pendiente de él, de
todos los detalles.
¿Cuántos años
llevarán juntos? ¿Cuál será su nacionalidad? No hablan, así que no se sabe cuál
es su lengua materna. Tienen un aspecto más sajón que latino, pero eso no
quiere decir nada. Pueden ser argentinos. En Argentina hay gente distinguida.
No parecen turistas
–o en todo caso viajeros, que no es lo mismo-; se mueven al ralenti con la
soltura que tiene en todas partes la gente de mundo. Callados, integrados al
ambiente del pequeño café del centro de la ciudad, que vende alfajores en
bolsas amarillas.
Terminan sus cafés.
Paga ella. El está ensimismado, ausente. Se levanta con parsimonia y se dirige
hacia la salida. Se inclina ligeramente y deja que ella salga primero. Veo por
la ventana que él anda muy despacio. Quizás haya estado enfermo, o lo esté,
ojalá que no.
El café se queda sin
gracia, sin nadie con estilo. Las voces, el ruido. La gente compra alfajores en
el mostrador.
(1) Madera
procedente de árboles de ciertas selvas tropicales y en particular de Panamá.
Es tan dura y tan resistente que se utiliza, en vez del marfil, para hacer
piezas de ajedrez. Se usó también para confeccionar botones de trajes de alta
costura.
(2) Centro de la
moda masculina británica e internacional en Mayfair, Londres.
© José Luis Alvarez Fermosel
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