jueves, 1 de septiembre de 2011

Setiembre


Setiembre, o septiembre –algunos lo siguen escribiendo con p después de la primera e; no sé cómo le gusta más a la  Real Academia Española- es un mes dividido y divisorio que tiene algo de inquietante, o quizás sea más propio decir que despierta expectativas.
En el hemisferio Sur, desde donde escribo, parte de setiembre es invierno y parte primavera.
Esa condición de setiembre quizá no tenga nada que ver con su espíritu, ni con lo que nos vaya a deparar la primavera, a la que nos sirve en bandeja. Pero es probable que el hecho de ser su heraldo le imprima un carácter levemente poético.
Setiembre es un mes calmo, distinguido. Es un chambelán que, antes de irse, da tres golpes en el suelo con un báculo de madera verde y en seguida aparece la primavera, envuelta en sedas color corinto y con flores en el pelo; y en el norte, hace su entrada el otoño: un príncipe lujoso y proclive al ensueño y la nostalgia, que viste los parques y paseos de oro y rojo.

El zafiro y la caléndula

La piedra de setiembre es el zafiro y su flor la maravilla, que también recibe el nombre más sofisticado y eufónico de caléndula.
En setiembre, en el norte y en el sur, los poetas trabajan a destajo y empiezan y terminan amores que nada tienen que ver con este mes dividido por una línea gris. Son más propios de la primavera y del otoño.
Hay muchas canciones que tienen a setiembre como “leit motiv” y fueron compuestas e interpretadas, casi siempre, por autores de baladas y boleros.
Las que más nos gustan a nosotros son “September song”, escrita por Kurt Weill en 1938, de la que hizo una interpretación magnífica Sarah Vaughan, y September of muy years” con música de Jimmy Van Hewen y letra de Sammy Cadhn, inmortalizada en 1965 por Frank Sinatra en un álbum en el que la puso en portada.
Kurt Weill fue también autor de la “Balada Mack the Knife”, o “Die Moritat von Mackie Messer”, compuesta para la música del drama “La ópera de Tres Centavos” de Bertolt Brecht, autor de los “lyrics”. La obra se estrenó en el teatro  Schiffbauerdammm de Berlín en 1928.
En setiembre no sabe uno si emprender un negocio o un viaje -¡ni qué hablar de casarse!-, porque es un mes de transición y en las transiciones siempre se duda. Es mejor esperar una definición.

© José Luis Alvarez Fermosel

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