Dicen
que los refranes son muestras de la sabiduría popular. Algún descreído opinó: “El refranero es un embustero”.
Vayan,
sin embargo, unos pocos proverbios entremezclados con dicharachos de cosecha
propia:
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¡Aquí estoy, revolviendo el caldero!
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Yo voy a todas partes en el coche de San Fernando, unas veces a pie y otras
andando.
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Oveja que bala pierde bocado.
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La gente de Malpartida, poca y mal avenida.
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Eres guapa y eres rica. ¿Qué más quieres, Federica?
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Yo siempre daba de chico los vales de teatro debajo de un cartel que decía: No se dan vales de teatro.
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No es villano el de la villa, sino el que hace la villanía.
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Siempre caviar, cansa.
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Quien de dos relojes se sirve, nunca sabe en qué hora vive.
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Yo siempre pongo de noche en la mesita de luz, un vaso lleno de agua por si
tengo sed y otro vacío por si no tengo sed.
© José Luis Alvarez Fermosel
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